22 junio 1941

Euforia en España por la decisión de Hitler de atacar a la dictadura comunista

La Alemania de Hitler invade a la Unión Soviética de Stalin con el apoyo de los gobiernos fascistas de Italia, Rumanía y Finlandia

Hechos

El 23.06.1941 Alemania, Italia, Rumanía y Finlandia declararon la guerra a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Lecturas

ESPAÑA ENVÍA UNA UNIDAD DE ‘VOLUNTARIOS’ A APOYAR A ALEMANIA CONTRA LA URRS: LA DIVISIÓN AZUL

El periódico HOJA DE CAMPAÑA fue una publicación creada expresamente para los ‘voluntarios’ españoles de la División Azul.

El momento más nazi de la prensa española se produce en junio de 1941 cuando Alemania decide de golpe y porrazo invadir a la URSS, país del que había sido aliado. La prensa de España apoya totalmente la invasión en sus titulares y por fin puede volver a poner a parir al detestado Stalin. La portada del ABC para anunciar la invasión el día 24 de junio fue “El mundo civilizado contra la barbarie roja”. Stalin podía ser llamado “bárbaro rojo” pero no menos salvaje era Hitler.

Para varios directores de periódicos era una guerra del occidente cristiano contra el virus comunista, aunque ello supusiera identificar al nazismo como “cristiano”, en esa línea estaban especialmente el director de INFORMACIONES, don Víctor de la Serna Espina, el director de EL ALCÁZAR, el requeté don Jesús Evaristo Casariego, y el de ARRIBA, don Xavier de Echarri que contaba como su principal corresponsal en Alemania, el periodista D. Ismael Herraiz, que estaba casado con una alemana.

Pese a todo, España, oficialmente siguió siendo “neutral”, fuera por habilidad del Gobierno o por comodidad. No obstante la División Azul (unidad de voluntarios españoles) partió a luchar contra el comunismo en la URSS codo con codo con los nazis siendo sus hazañas recogidas constantemente por la prensa.  Ese posicionamiento ponía en cierto aprieto a los corresponsales de prensa españoles situados en países aliados como el Sr. Fernández Armestó “Augusto Assía” (del YA) o don Luis Calvo Andaluz (del ABC) este último llegó a ser encarcelado por los ingleses acusado de espionaje a favor de Alemania y de milagro que no fue ejecutado. En diciembre de 1941 la guerra,  que  ya  había  alcanzado a Europa, África y Asia, se amplía a América con el ataque de Japón a los Estados Unidos de América. Todos los países del Eje declararon inmediatamente la guerra a los americanos pero España no tenía demasiado interés por la lucha contra los yanquis cometiendo. Cuando durante el año siguiente, las batallas de Midway, Stalingrado o El Aleim comenzaban a inclinar la guerra al bando aliado, España opta distanciarse del Eje, retirar a la División Azul y el 3 de septiembre de 1942 el Sr. Serrano Suñer es destituido como ministro de Exteriores y jefe del partido. Los guiños al nazismo se han terminado. También los saludos de tipo fascista irán disminuyendo por parte del general Franco y su séquito.

El ex director de Propaganda del Gobierno, el poeta D. Dionisio Ridruejo, se alistó como soldado en la División Azul.

24 Junio 1941

Guerra por la causa de Europa

ARRIBA (Director: Xavier de Echarri)

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Si aún alguien pudiera considerar caprichosa la actitud de beligerancia moral con que España, y sobre todo la opinión popular española, se ha situado junto al Eje combatiente, hoy – que el cuadro de los datos morales y políticos de la guerra se completa definitivamente – habrá debido rectificar su juicio ligero a poca buena fe que hubiera puesto en él.

Alemania y España, concretamente, han sufrido en distinto tiempo la derrota inflingida  por las potencias que hoy llamamos democráticas, y tras las derrotas – con diversos plazos de tiempo la inoculación del mismo ‘virus’ demoliberal, judío y masónico que debía dejarlas inermes. Negadas la plenitud de la soberana libertad y los caminos de expansión que su personalidad les exigían, era inevitable para ellas un proceso de desintegración interna sobre el que un peligro exterior, ofensivo y nuevo iba a operar, poniéndolas en trance de muerte, ante la complacencia y complicidad de los presuntos defensores de la libertad de los pueblos. Este peligro nuevo se llamaba el comunismo y, encarnando concretamente en Rusia, iba a representar nada menos que la sustitución de la personalidad occidental y cristiana de Europa por el triunfo arrasador del genio materialista, siempre acechante en la Historia. Los pueblos humillados y sojuzgados fueron – al ser atacados directamente – los únicos defensores de Occidente, y por serlo cobraron el derecho a ser en lo futuro los únicos titulares legítimos de su civilización y de su genio. Italia y Alemania, sucesivamente, y en los límites de una lucha interna, libraron su combate y resucitaron en él. España, más tarde, había de ver como ese combate comenzaba a ser combate universal en su propio suelo, guerra entera y verdadera en la que encontramos al enemigo alineado en el mismo orden de batalla en que Alemania, con su última iniciativa, viene a situarlo. ¿Podemos dudar, pues, de que su batalla es nuestra?

Anteayer, las tropas alemanas han entrado en Rusia. Nadie ha negado que en la decisión entran factores de material necesidad; pero ¿quién podrá dudar de que esta fase de la lucha, que es la prolongación de la misma lucha interna del nacionalsocialismo, va a ser la guerra más popular y henchida de razones superiores de Alemania? Antes de merecer el título de redentora de Europa, frente a los pueblos capitalistas y esclavizadores, Alemania había bien ganado el título de barrera oriental de nuestra civilización; hoy, al transformarse la contención en ofensiva, viene a ganar el de campeona y cruzada de Europa.

Pero por lo mismo que es así, esta empresa de Alemania no es sólo una empresa alemana: es una empresa europea total, de la que sólo pueden estar ausentes los que tantas veces y con tanta constancia han sido traidores al destino común occidental.

Por nuestra parte, la noticia de la iniciativa alemana viene a encendernos la sangre y a alistarnos moralmente en las filas de la ofensiva. Es demasiado reciente nuestra experiencia para que ésta no sea para nosotros la batalla preferida: la de la defensa y la de la venganza. Ya sabemos que son otros lo que obstaculizan nuestros caminos naturales de libertad y de grandeza, y Dios nos libre de olvidarnos de ello. Pero Rusia es algo más que eso: es la encarnación de lo que pudo ser nuestra muerte definitiva; es la traición descubierta y la invasión rechazada.

Nosotros – los del 18 de julio – no hemos combatido contra otros españoles que tenían de España otro concepto que el nuestro, ni contra los agentes de una revolución social avanzada: hemos luchado contra nuestra propia muerte, contra un concepto total de la vida y del mundo incompatible con la existencia de España y, sobre todo, contra una franca invasión exterior. La ‘internacional’, la hoz y el martillo, la bandera roja, no eran símbolos de ningún empeño español – aún equivocado – eran, son, el himno, el emblema y la bandera oficiales de una nación extranjera que tiene su nombre, su Ejército, su tierra y sus designios propios: Rusia.

Ni la victoria puede habernos vengado con suficiencia ni defendido aún por entero. Es natural que quienes libramos al mundo occidental de un golpe de muerte deseemos un más absoluto exterminio para su enemigo. Tenemos hoy la alegría de la nueva guerra ante nuestros muertos, pero no sólo ante ellos, sino también ante esas masas hambreadas por la democracia de origen anglofrancés y seducidas o alquiladas luego por Rusia para sus exclusivas finalidades imperialistas. Ellos también claman venganza contra quienes les tuvieron secuestrados, contra quienes – en último término – les obligaron a pelear, a morir y a matar por cuenta ajena, sin darles siquiera armas suficientes para el combate ni comprometer una sola gota de sangre ‘metropolitana’.

Alemania acomete hoy una empresa dura y amplia que envuelve a Europa como un viento de cruzada y en la que hemos de reconocer nuestra propiedad empresa. Por eso nuestro saludo de amistad no puede hoy encerrar sólo el deseo de la victoria, sino el deseo de la juventud española de estar presente en ella con el mismo fusil – aun caliente – del que salieron los primeros disparos.

¡Arriba España!

24 Junio 1941

El mundo civilizado contra la barbarie roja

ABC (Director: José Losada de la Torre)

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Veintidos meses ha durado la validez del Pacto germano ruso, concertado en 23 de agosto de 1939, ocho días antes del estallido del conflicto armado. Hoy se ve claramente que el Pacto no ha sido nunca sincero, ni podía serlo. Había sido impuesto al Reich nacionalsocialista por la actitud de las democracias occidentales, que intentaban conseguir la cooperación de los soviets para cercar Alemania y defender el Tratado de Versalles. Stalin se creía muy listo al separarse de Inglaterra y Francia y llegar a un acuerdo con el fascismo; con un miserable cálculo esperaba aprovechar la sangría general para los fines particulares de la Rusia soviética, apoderarse de todos los territorios apetecidos, mantener intacto el Ejército rojo e intervenir en el momento oportuno cuando todos se hubieran debilitado. El plan moscovita fue descubierto por Berlín, y antes de que hubiera resultado tarde, el gigantesco poderío militar del Reich se ha puesto en movimiento. La nueva campaña es, por parte de Alemania, una guerra preventiva en el mejor sentido de la expresión. El Reich no sólo lucha para defenderse, sino también para hacer fracasar la conspiración soviética dirigida contra la seguridad de Europa. La Gran Bretaña comete un nuevo error estratégico. A pesar de la traición de los soviets, hace cerca de dos años, promete a Moscú toda su asistencia. De este modo, la inevitable derrota de la URSS va a ser indirectamente un nuevo fracaso británico ¿En qué puede consistir la ayuda? Exclusivamente en cooperación aérea, pero esta se hubiera podido efectuar sin necesidad de anunciarla, solemnemente. Además, siempre se decía que la Aviación soviética era de primera categoría. Declarándose aliada del comunismo, Inglaterra refuerza involuntariamente la posición moral del Tercer Reich.

24 Junio 1941

La Guerra Civil de Europa

INFORMACIONES (Director: Víctor de la Serna Espina)

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Hemos sostenido varias veces, con ocasión de hechos trascendentales, que la guerra actual no es otra cosa que una gigantesca guerra civil.

También hemos sostenido que la primera gran batalla de esta gigantesca guerra civil se libró y se ganó precisamente en España y esto ocurrió precisamente porque la sensibilidad histórica del pueblo español y de su Caudillo, heredada del sentido católico e imperial de nuestros abuelos, percibió exactamente el momento de dirimir por las armas una profunda lucha ideológica y de oponerse a la invasión disgregadora anti-imperial y anticatólica de la herejía judeo-comunista. Los soldados de Franco vitoreaban a Cristo y a la Revolución con un sentido prodigiosamente exacto de la misión cristiana del baluarte de Occidente. Nuestra victoria fue una victoria – la primera – contra la Anti-Europa. Se nos ha hecho la justicia de reconocerlo así.

Desde la madrugada de ayer, un júbilo entusiasta y un ademán de solidaridad cordial hacia Alemania saludan desde España el establecimiento del Frente Oriental de Europa, última parte de la guerra civil en el Continente. Medio cuadrante de meridiano, tenso como un arco, monta la flecha de Europa contra la Anti-Europa. La cuadrilla de semitas disfrazados de europeos ha sido descubierta cuando iba a consumar la traición.

El español que no mide por varas ni por lenguas la distancia desde su aldea al lugar donde se luche por la idea imperial; el español que tiene el pie claculado para el combate en todas las tierras del mundo donde se diriman continencias del espíritu, siente próximo a sí ese frente colosal que Hitler ha establecido desde el Ártico al Ponto.

Alemania suscribió, para evitar derramamiento de sangre, un Pacto con Rusia. Pero jamás fió a las intenciones de Moscú, que estaban perfectamente previstas. Muchas veces tuvimos que presenciar, con irritación contenida el repentino ardor con que ciertos sectores españoles se reigían en catecúmenos de la idea cristiana y occidental del brazo de las Democracias. Con ejemplar paciencia escuchamos un día a la BBC terminar sus emisión con estas palabras:: ‘El porvenir del catolicismo está garantizado por la victoria de Inglaterrra”. Tuvimos que en suma que asistir a una despliegue colosal de todo el fariseísmo y de toda la hipocresía imaginables.

Estábamos, sin embargo, seguros de que en Berlín no se habría arriado, antes al contrario, se había izado con más arrogancia en la Wilhemstrasse la bandera de combate contra el comunismo.

Los hechos eran cada día más elocuentes. La agresión a Finlandia, terminada por el heroísmo de los defensores de Carelia y también por la seguridad de Finlandia en ser un día asistida por Alemania; el intento de infiltrarse por entre la ‘ardorosa ingenuidad’ de los legionarios rumanos; el despojo de los pequeños países bálticos, la traición de Yugoslavia, cortada por la fulgurante acción militar del Eje cuando Rusia se disponía a clavar su cuña en el próximo Oriente. Todo esto eran suficientes signos de la gran traición de la cuadrilla del georgiano sanguinario Stalin. Finalmente, ruido de espadas al otro lado de las fronteras fue la voz de alerta. Instantáneamente quedó tendido el frente colosal de Europa contra el bolchevismo.

Estaba escrito. Estaba escrito precisamente con sangre española y con sangre de legionarios alemanes e italianos. Estaba escrito en los cielos de España por los esquinces y los quiebros del avión de García Morato en lucha contra los ‘Ratas’ y los ‘Katiuskas’. Estaba escrito este final de la guerra civil de Europa. Alemania no ha faltado a la cita y ha elegido exactamente el instante estelar para consumar su lealtad a Europa.

Por esto, si en toda ocasión España, desde 1939 ha mostrado hacia la Alemania nacional-socialista su gesto amistoso y su ademán solidario, hoy, “ante la más grande ocasión que han presenciado los siglos”, gesto y ademán se truecan en entusiasta alborozo, en incontenible simpatía, alentada por los muertos que nos renuevan su cálido recuerdo cuando todavía zumban en nuestros oídos el cañón y los aviones de Moscú sobre las tremendas cicatrices de la Patria martirizada.

Al patriarcal pueblo finlandés, cuya desgracia encontró tan caballerosa solidaridad en España, enviamos nuestro lejano saludo, que quisiéramos que recogiera, en su carrito de mutilado, el capitán Von Hartmann, el sonriente Koki, jefe de una centuria de Falange siete veces herido por España, instructor Víctor de la Serna

de Mandos en Castilla y mutilado, al frente de sus soldados, en la gesta de Carella.

Y al gran pueblo rumano, nuestro hermano de sangre y de raza, fundado por un emperador español; a su conductor, el general Antonescu, en recuerdo de los camaradas legionarios cuyos cuerpos guardamos en el sagrario de la áspera tierra de Madrid, caídos por Cristo y por Europa, enviamos nuestro ‘vítor’ románico y nuestra incontenible solidaridad.

Por la victoria segura, por esa victoria para la que dimos tanta sangre y tanta estaríamos dispuestos a derramar. ¡Arriba España!