9 abril 1904
Abuela del actual Rey Alfonso XIII, fue depuesta en 1868 tras una desastrosa gestión
La ex Reina de España, Isabel II, muere en su exilio de Francia

Hechos
El 9.04.1904 falleció en París, Isabel de Borbón, que fuera Reina Isabel II de España hasta 1868.
Lecturas
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A las 8.45 del día 9 de abril de 1904 ha fallecido en París a los 74 años de edad Dña. Isabel II, reina de España entre 1833 y 1868, esposa de D. Francisco de Asís de Borbón (fallecido hace dos años) y abuelo del actual Rey de España, D. Alfonso XIII.
El cadáver será llevado directamente a El Escorial toda vez que Su Majestad no podrá asistir a las exequias, oficialmente, por hallarse de visita en Cataluña.
La figura controvertida de Dña. Isabel II gozó de gran popularidad a inicios de su mandato, siendo la primer mujer gobernante a nivel ejecutivo desde Dña. Isabel I, la católica, pero fue perdiendo su popularidad al atribuírsele supuestos gastos suntuarios, y estar demasiado sometida a una camarilla palaciega que incluían un gran número de amantes, lo que la fue volviendo cada vez más impopular.
En 1868 en la revolución conocida como La Gloriosa se vio obligada a abandonar España ante un movimiento revolucionario instalándose en Francia. Desde allí abdicó en su hijo D. Alfonso XII, estando desde entonces ajena a la política española. No pudo morir en España a pesar de que su familia retornara al poder.


Muerte de la reina Doña Isabel II
10-04-1906
En su Palacio de Castilla, en Paris, falleció el sábado 9 de abril del corriente doña Isabel de Borbón, segunda reina de su nombre en España. Nació el 10 de octubre de 1830 siendo la primogétina del cuarto matrimonio de Fernando VII y María Cristina de Borbón hija de los reyes de las Dos Sicilias.
La biografía de la Reina Isabel la ha publicado recientemente la Prensa diaria. No tendríamos espacio para reproducir. La historia juzgará los actos de la ilustre finada. Séanos licito, sin embargo, decir que cualesquiera que fueran sus culpas, tuvo también rasgos que la hicieron popular y que conquistaron elogios para su memoria. Fue espléndida y caritativa, se hizo adorar en ocasiones por el pueblo y tuvo, sobre todo, una virtud que no puede ser olvidada: fue española, muy española y no ha dejado de sentir amor por su patria ni aun en los días más negros de su desgracia.
¡Descanse en paz la egregia señora!
El Análisis
La reina doña Isabel II ha fallecido en su exilio parisino, lejos de los mármoles de Palacio y del incienso cortesano, pero cerca —dicen— de sus devociones y de su piano. Muere la mujer que reinó sin reinar, que firmó más ceses que decretos y cuyo nombre aún evoca a partes iguales zarzuela, pólvora y escándalo. Su trono fue un torbellino de pronunciamientos, generales insaciables y camarillas varias, y aunque la historia ya le ha cobrado buena cuenta por sus errores, no hay duda de que el suyo fue el último reinado antes del gran naufragio nacional.
Mucho se ha escrito —y más se ha murmurado— sobre su vida privada, desde la corte hasta los cafés. Su inclinación al confesionario y su desliz hacia la frivolidad le valieron igual número de retratos devotos que caricaturas crueles. Pero entre tanto retruécano, nadie podrá negar que supo conservar, aún en el destierro, una astucia y una influencia callada que muchos ministros de la Restauración habrían envidiado. Su figura, ya envejecida, aparecía a menudo en los salones de París donde se conspiraba o se tejían alianzas. Reina destronada, sí, pero no silenciada.
Y, sin embargo, lo que doña Isabel no logró como reina, lo ha logrado como madre y abuela. Si la Revolución del 68 la expulsó con escarnio, el destino le ha devuelto una última victoria: ver primero a su hijo don Alfonso XII restaurar la monarquía y ahora a su nieto, don Alfonso XIII, ocupar el trono con dignidad juvenil. Morir lejos de España debió dolerle en el alma borbónica, pero saber que la corona sigue en su sangre habrá sido consuelo suficiente. Porque en esta casa —la de Borbón— los errores se heredan, sí, pero también las coronas.
J. F. Lamata