4 mayo 1990

Anson niega que Franco y Don Juan de Borbón mantuvieran momentos afables, mientras que Piñar protesta por la versión que da de su destitución al frente del Instituto de Cultura Hispánica

Laureano López Rodó publica sus memorias desatando las réplicas de Luis María Anson y Blas Piñar

Hechos

En mayo de 1990 salió a la venta el libro ‘Memorias’ de D. Laureano López Rodó, ex ministro y ex fundador de Alianza Popular.

04 Mayo 1990

Rodó-Franco

Luis María Anson

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En su excelente libro de memorias, Laureano Lóepz Rodó escribe sobre Don Juan y Franco: “hubo momentos de avenencia: la entrevista del ‘Azor’ de 25 de agosto de 1948, las entrevistas en ‘Las Cabezas’ del 29 de diciembre de 1954 en que se decidió que el Príncipe Don Juan Carlos y su hermano Don Alfonso vinieran a España a estudiar el Bachillerato y de 29 de marzo de 1960, en la cual se convino que el príncipe se incorporara a las academias militares’. Pues no. En la entrevista del ‘Azor’ se acordó que el entonces Príncipe de Asturias viniera a estudiar a España su Bachillerato; en Las Cabezas, en 1954, se decidieron los estudios militares de Don Juan Carlos, y en el mismo lugar, en 1960, se acordaron los estudios universitarios del Príncipe de Asturias en España. Lástima que López Rodó no haya revisado mejor sus notas. En la entrevista del ‘Azor’ hubo momentos de considerable tensión que se superaron porque Franco, bajo bloqueo internacional entonces, necesitaba al Príncipe en España y Don Juan, pensando en el futuro de la Monarquía, creía imprescindible que su hijo se educara en nuestra nación. Don Juan Carlos vino efectivamente a España a estudiar el Bachillerato, al principio en ‘Las Jarillas’ y, como Franco no cumpliera lo acordado en el ‘Azor’, Don Juan retiró al Príncipe durante casi un año hasta que el Generalísimo cedió. La primera entrevista en ‘Las Cabezas’ se celebró con razonable cordialidad y Franco cumplió lo acordado. En la segunda entrevista en ‘Las Cabezas’, en la que hubo momentos de tensión, se acordó un comunicado conjunto, pero Franco al llegar a Madrid, varió el espíritu y la letra de aquel comunicado sin que la censura de la dictadura, que gobernaba en aquella época Arias-Salgado permitiera aclarar la desfachatez con que el Generalísimo había corregido el comunicado acordado. La Unión Española de Joaquín Satrústegui publicó clandestinamente una declaración durísima a pesar del riesgo que en aquella época tenía una acción así. EL libro de Laureano López Rodó, en torno a lo que concierne a su política con Franco, es altamente encomiable; pero las relaciones entre Franco y Don Juan fueron mucho más complejas de lo que el ilustre profesor expone.

05 Junio 1990

López Rodó

Francisco Umbral

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En su reciente libro de memorias, el profesor López Rodó escribe sobre don Juan de Borbón y Franco. «Hubo momentos de avenencia: la entrevista del Azor de 25 de agosto de 1948». Y así otras cosas que ahora veremos o no veremos. El ABC se ha apresurado a corregir a don Laureano con mucha urbanidad y precisión. La conclusión que puede obtener cualquier lector del libro es que López Rodó, como todo el Opus Dei, soñaba con una monarquía heredofranquista, e incluso creían que la estaban fraguando. Pero atengámonos a las puntualizaciones del ABC, que obviamente tiene más autoridad que nosotros en el tema monárquico para hacerlas. Enumera el superministro de Franco: «Las entrevistas en Las Cabezas de 29 de diciembre de 1954, en que se decidió que el príncipe don Juan Carlos y su hermano don Alfonso vinieran a España a estudiar el bachillerato, y de 29 de marzo de 1960, en la cual se convino que el príncipe se incorporara a las academias militares». Este clima de «avenencia» que respira todo el libro de López Rodó le queda raro a cualquiera que haya vivido de cerca o de lejos la política española del sigla A uno le extrañaba que desde el sector monárquico, o desde el mero rigor histórico, nadie hubiese desmentido al opusfranquista doblado de historiador: ahora lo hace el ABC: «En la entrevista del Azor hubo momentos de considerable tensión». Más tarde, «como Franco no cumpliera lo acordado, don Juan retiró al príncipe durante casi un año, hasta que el Generalísimo cedió». «En la segunda entrevista en Las Cabezas, en la que hubo momentos de tensión, se acordó un comunicado conjunto, pero Franco, al llegar a Madrid, varió el espíritu y la letra de aquel comunicado, sin que la censura de la dictadura, que gobernaba en aquella época Arias Salgado, permitiera aclarar la desfachatez con que el Generalísimo había corregido el comunicado acordado». Estas enérgicas puntualizaciones del periódico monárquico son reconfortantes para el lector del libro, porque de éste se deducen unos corolarios subliminales (López Rodó se traiciona como todo el que escribe, y mayormente cuando se escriben mentiras). Franco trataba de jugar ante el mundo el naipe legitimista de un Borbón que le diese decoro (y le decorase) a su régimen. Por su parte, el Opus Dei soñaba con un rey afecto, como Balduino en Bélgica, a quien casaron por la Obra con doña Fabiola. Con un rey, en fin, a quien instrumentalizar, y que todavía hace muy poco, tal que ayer, ha montado el happening de abdicar por un día para no firmar la ley de aborto que pide el pueblo belga, su pueblo. Pero el Opus no se limitaba a esperar rezando, naturalmente, aunque también rezase mucho, sino que conspiraba en sus logias blancas para muñir una monarquía heredofranquista y opusdeísta en España. Ya ven ustedes de lo que nos hemos librado. Y aquí mucha gente sin enterarse, tomando el sol. Hoy, perdida aquella guerra, uno de los del trust de cerebros de Escrivá (San Josemaría ), escribe la Historia como hubiera querido que fuese. Esto les pasa, don Laureano, a casi todos los historiadores. ¿Y don Juan? Don Juan necesitaba colocar su naipe en España, pactar con Franco en lo fáctico (educación del príncipe), pero sin ceder jamás en los principios monárquico/liberales y democráticos. El largo pulso que don Juan se echó con (contra) el dictador, y contra sus camarlengos de entonces, como el propio López Rodó y otros lópeces, es algo que historiadores y periodistas han recogido ya con mejor voluntad y mayor puntualidad que LLR. El resultado de aquello somos nosotros: la democracia, la libertad, la izquierda, etc. Es una vieja lámina del tópico político la del hombre reciclado en nada por la Historia que escribe sus memorias no para recordar, sino para mejorar el pasado. Socapa de cantar la Institución, este libro no está escrito desde la monarquía, sino desde el franquismo.

05 Junio 1990

Aclaración

Blas Piñar

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Mi estimado amigo: en el prólogo de tu reciente libro ‘Memorias’ del que tanta propaganda se ha hecho, afirmas, de acuerdo con las palabras del bachiller Sanson Carrasco que el historiador ha de escribir (las cosas) como fueron, sin añadir ni quitar alguna”. Efectivamente, y como tú dices, “los hechos son demasiado serios para juguetear” con los mismos. Sin duda, partiendo de tales principios aseguras que “has huido de lo anecdótico, sobre todo cuando no era positivo para los aludidos” y que siempre has tratado de apoyarte “en observaciones directas, en fuentes de primera mano y en documentos en gran parte inéditos”.

Desgraciadamente, nada de esto se trasluce en la versión que das en las páginas 304 y 305 de tus memorias de mi cese como director (y no como director general) del Instituto de Cultura Hispánica. En ella, de algún modo recoges o te haces eco de la campaña de difamación, bien dirigida y orquestada, que a la sazón fue dirigida contra mí y de la que podías haberte inmunizado si hubieras tenido en cuenta al relatar mi anecdótico cese, la línea de conducta que te impusiste al publicar tu libro: escribir de lo que sabes “ ciencia cierta” para servir a la historia.

Pues bien; para servir a la verdad histórica me permito, por medio de esta carta abierta significar lo siguiente:

  • El artículo “Hipócritas” que apareció en la Tercera página de ABC del día 19 – y no del día 18 – de enero de 1962 no era una retahíla contra los Estados Unidos, sino un ataque, creo que bien argumentado contra la política exterior, no sólo norteamericana, sino de los países aliados y vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
  • Ese artículo, que tuvo amplia resonancia tanto aquí como más allá de nuestras fronteras, no tuvo nada que ver con ningún requerimiento notarial a Ava Gadner. Lo escribí poco antes de la Navidad de 1961, en un avión y de regreso de Filipinas, donde pude comprobar la tarea devastadora del español y de lo español, de la aventura colonial norteamericana en aquel lejano archipiélago que España descubrió y cristianizó con heróico sacrificio.
  • No hubo ningún requerimiento notarial a Ava Gadner, sino simple notificación relacionada con una compraventa. La notificación fue diligenciada el día 4 de abril de 1961. La interesada no pudo o no quiso recibirme y me atendió quien dijo ser su secretario. Le di lectura del acta. Se negó a facilitarme su nombre y a quedarme con la copia del documento que le ofrecí. Hizo un ademán descortés con el que me invitó a salir inmediatamente del piso. Le indiqué que respetaba su decisión de no facilitarme su nombre y apellidos y rechazar la cpia, aunque ello pudiera ocasionar perjuicios a su destinataria, pero que no le toleraba, ni como hombre ni como español, ni como notario, su ademán y su grosera invitación a marcharme, advirtiéndole que ello constituía un delito de desacato.
  • Acto seguido me puse en contacto con el fiscal jefe de la Audiencia de Madrid. Hice constar por diligencia lo sucedido y expedí las copias que prescribe el ar´ticulo 61 del Reglamento Notarial. Se encomendó a un abogado fiscal que vigilara la instrucción del sumario, que correspondió al Juzgado número 19 de Madrid. Se procesó al secretario de Ava Gadner, William Adans Galladner. Se celebró la vista y se dictó sentencia, condeándole el 31 de mayo de 1961.
  • Yo no he visto ni tratado jamás a Ava Gadner. Por ello, es absolutamente imposible que se tomasen fotografías como la que dices reprodujo un periódico norteamericano. ¿Podías decirme qué periódico y de qué fecha? La fórmula ‘al parecer’ que utilizas refiriéndole a dicho periódico no te disculpa pues se trata de algo que afecta a mi honor personal y a mi dignidad como notario.
  • Lo único cierto es que tanto dentro como fuera de España muchos medios de comunicación, obedeciendo consciente o inconscientemente a la campaña difamatoria por una parte, vincularon el artículo ‘Hipócritas’ del 19 de enero de 1962 con la notificación notarial de Ava Gadner el 4 de abril de 1961, y por otra, manipularon y falsearon los hechos hasta lo inverosímil, aludiendo a inexistentes fotografías más que indecorosas.
  • En una conversación con el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, para la que fui convocado inmediatamente después de la aparición de ‘Hipócritas’, el titular de la cartera me dijo, entre otras cosas, lo siguiente: que había llamado por teléfono a la Embajada de los Estados Unidos para informar de mi cese; y que el embajador de España en la ONU había exigido mi urgente destitución.
  • Que yo no puse objeciones de ninguna al cese o destitución, y ello por dos razones: porque llevaba cinco años al frente del Instituto de Cultura Hispánica y entendía que ya era prudente y conveniente un cambio, y porque, como lo había hecho constar en carta al ministro de 11 de enero de 1961, discrepaba de la política exterior del Gobierno. Las únicas quejas que me permití exponer fueron estas: que el artículo ‘Hipócritas’, que tantos problemas parecía crear, salvó sin obstáculos la doble censura del Ministerio de Infrmación y del Ministerio de Asuntos Exteriores, y que no me parecía lógico que el ministro me dejara a merced de una campaña de difamación con escasos precedentes, y ante la cual me sentía desamparado e indefenso. El ministro guardó silencio, por lo que mal pudo responder o reaccionar en la forma que en tu libro señalas.
  • Que no dimití como consecuencia de los hechos que acabó de narrar, sin que fui cesado o destituido como director del Instituto de Cultura Hispánica. Y.

19. Que todo cuando aquí relaciono con los documentos que sirven de prueba, consta el acta notarial que autorizó mi compañero que fue de Madrid, don Francisco Rodríguez Perea, el 6 de marzo e 1962, con el número 702 de su protocolo. Estimé necesario – y así se dice en el cuerpo del acta- proceder a su formalización: “en defensa de mi honor y de mi buen nombre, para tranquilidad de mis hijos y descendientes el día de mañana y ante la indiferencia de quienes por razones de oficio – tanto en la esfera pública como profesional – están obligados a romper un silencio inexplicable”. Una copia del acta se entregó al jefe del Estado; otra fue entregada para unirla a mi experiencia personal, en la Dirección General de los Registros y del Notariado; otra se hizo llegar al ex ministro de Asuntos Exteriores, don Alberto Martín Artajo, y otra, por último, obra en mi poder y puede consultarla cuando quiera el Sr. López Rodó

06 Junio 1990

Aclaración de López Rodó a Blas Piñar

Laureano López Rodó

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Mi querido amigo: He leído con atención el escriot que me diriges a través de las páginas de ABC. Aparte de algunas puntualiaciones, a mi juicio de menor interés, como el cosnignar que fuiste director (y no director general) del Instituto de Cultura Hispánica, que tu artículo ‘Hipócritas’ apareció el 19 y no el 18 de enero de 1962 y que no hubo requerimiento notarial, sino notificación notarial a Ava Gardner, entiendo que el fondo de la cuestión estriba en que en dicho artículo expresaste valientemente tu opinión sobre la política de los Estados Unidos y esto motivó tu cese. El hecho de que, como tú mismo dices, el embajador de España en la ONu exigió tu urgente destitución y el ministro Castiella llamó a la Embajada de los Estados Unidos para informar de tu cese, prueba claramente que el artículo fue considerado ofensivo para ese país.

De otra parte, me parece advertir que has interpretado que yo haya podido herir tu honor al referirme a tu notificación notarial a Ava Gadner. Nada más lejos de mi ánimo que escribir algo que pudiera ofenderte, antes al contrario, en la página 305 de mis ‘Memorias’ digo expresamente que fuiste víctima de ese incidente, que relato tal como fue recogido, como tu mismo reconoces, en muchos medios de comunicación tanto dentro como fuera de España, lo que le daba visos de verosimilitud.

Me complace conocer tu versión directa de la notificación notarial de Ava Garner y de tu conversación con el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, en la que te comunicó tu cese como director de Cultura Hispánica. Si tú lo estimas oportuno, no tengo inconveniente en incluir en el anejo documental de la cuarta edición de mi libro – la tercera salió ayer de la imprenta – el acta notarial del 6 de mayo de 1962 a que te refieres en el último párrafo de tu escrito, pues, entiendo, con Cervantes, que hable cartas y callen barbas.