11 abril 2002

También le reprochó que no recibiera al Secretario General del PSOE, Rodríguez Zapatero

Luis del Olmo (ONDA CERO) echa en cara al presidente Aznar que se niegue a conceder entrevistas a Iñaki Gabilondo (SER)

Hechos

El 11.04.2002 El Presidente del Gobierno D. José María Aznar concedió una entrevista a D. Luis del Olmo (ONDA CERO) en la que este aludió a su competidor directo, D. Iñaki Gabilondo (SER), a quien defendió.

Lecturas

El 11 de abril de 2002 el presidente del Gobierno, D. José María Aznar López, es entrevistado por Luis del Olmo Marote en el programa ‘Protagonisas’ de Onda Rambla, que se emite por toda la red de Onda Cero en la que el conductor reprocha a Aznar López que haya dejado de aceptar entrevistas a Iñaki Gabilondo Pujol. Jaime Campmany Díez de Revenga dedica su artículo del 13 de abril de 2002 en ABC tanto a Aznar López como a Del Olmo Marote.

El fragmento más tenso de la entrevista en ‘Protagonistas’ al presidente del Gobierno, D. José María Aznar, fue cuando le preguntó por el locutor estrella de la Cadena SER.

P. ¿Por qué no recibe a Zapatero?

R. Los diálogos entre Gobierno y oposición funcionan con normalidad y naturalidad.

P. No me ha respondido.

R. Le he dicho lo que quería: que los diálogos funcionan con normalidad y naturalidad.

P. ¿Cuándo lo recibirá?

R. Le vuelvo a repetir que los diálogos entre Gobierno y oposición funcionan con normalidad y naturalidad. Podemos seguir todo lo que quiera…

P. Le voy a hacer una petición personal: que reciba, como me ha recibido a mí, a Iñaki Gabilondo para que pueda dirigirse a sus oyentes…

(Silencio de 12 segundos).

P. No se ha cortado la emisora. Es un silencio que se está produciendo en este momento.

R. (Carcajadas). Del mismo modo que usted puede tener mucho interés en entrevistar al presidente del Gobierno, el presidente del Gobierno puede tener la libertad de conceder o no la entrevista. Es un ejercicio de libertad, ¿no?

13 Abril 2002

Un silencio de Aznar

Jaime Campmany

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Dice el profesor Occhipinti que es más difícil administrar los silencios que elegir las palabras. No sé si eso es realmente así, pero lo que dice el profesor siempre merece respeto. El caso es que Luis del Olmo llevó a su programa a José María Aznar y le preguntó, no sé si por recochineo o por caridad, que por qué no se dejaba entrevistar por Iñaki Gabilondo. En ese momento se produjo un silencio de siglo y medio, que en un programa de radio con el micrófono abierto es el equivalente a ocho o diez segundos. Ya se sabe que el tiempo es un concepto y cualquier sistema de medida que se le aplique ha de resultar caprichoso y convencional.

Luis del Olmo hubo de aclarar a la audiencia que aquel silencio no era debido a una interrupción del programa, sino a que el señor presidente del Gobierno no respondía. Aznar se había quedado como sin habla.

Dicen que el silencio es la prudencia del sabio. El Libro de los Proverbios advierte que «al que calla se le entiende». ¡Anda, coño, pues es verdad!, ya que a Aznar se le entendió más ese silencio que todas sus palabras. Al silencio se le han dedicado muchos elogios, y a veces resultan convincentes. Sin embargo, yo desconfío algo de ellos, en razón de que todos los elogios al silencio no se le han dicho callando, sino con palabras. Al buen callar le llaman Sancho, pero yo, antes que las calladas de Sancho, prefiero algunas parrafadas de don Quijote, por ejemplo, el discurso a los cabreros.

Dicen algunos filósofos, tanto los de almanaque como los de verdad, que el que calla no se equivoca, y tampoco estoy muy convencido de que eso sea así, porque quien calla, unas veces otorga, otras veces desdeña, y el silencio lo mismo sirve para sembrar la duda que para mostrar la disconformidad. Como hay gente para todo, que decía El Guerra, otros filósofos afirman que el silencio es la elocuencia del necio, y hacen observar que los animales más tontos de la creación son aquellos que no hablan, por ejemplo, los peces, que siempre están mudos. Seguramente por eso, al examinando torpe e ignaro se le dice que «está pez», porque no sabe responder a las preguntas y queda mudo como un besugo.

Claro está que ese no era el caso de José María Aznar. Si no respondía a la pregunta no era porque no supiera la respuesta sino porque no le daba la gana de darla. Pero también prefería callar lo de la gana. Después del largo silencio, se fue por los cerros de Úbeda. Dijo que así como el entrevistador puede elegir al entrevistado, los entrevistados tienen el derecho de elegir al entrevistador. Decir eso tampoco es responder a la pregunta. Ese derecho nadie lo discute, pero Luis del Olmo quería saber por qué el presidente del Gobierno, que no lo había ejercido con él, sí lo ejercía con Iñaki Gabilondo. Y ahí Aznar se metió en la pecera.

Sobre la relación de Aznar con Polanco

Luis Herrero-Tejedor

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Aznar nos contó que al poco de haber ganado las elecciones tuvo un encuentro con Polanco, el editor del imperio periodístico más influyente de España, el amigo íntimo de González. Nos dijo que durante la entrevista el empresario le ofreció un pacto de no agresión: “Yo puedo ser para ti – le dijo – lo mismo que he sido para Felipe: el empresario que ha sabido proteger los intereses del partido gobernante”.

Lo que Polanco pidió a cambio de su ofrecimiento, Aznar no nos lo dijo. Sólo aclaró que había declinado la oferta y que Polanco abandonó su despacho con cajas destempladas. Hay que reconocer que, en eso, en mantenerse a distancia de los medios controlados por PRISA, Aznar no ha sido nunca sospechoso de personajes flaquezas. Ganó las elecciones de 1996, y luego la de 2000, sin concederle ninguna entrevista a EL PAÍS ni asomarse jamás a los micrófonos de la Cadena SER. Un día me contó por qué lo hizo:

“No ha sido ni porque me hayan insultado a mí hasta la saciedad, ni porque se hayan metido con mi mujer, con mi padre, con mi abuelo y hasta con mi hija. Si no les he dado la entrevista es porque ellos saben que voy a ganar y no quiero que en el último momento puedan decir que me ayudaron a conseguirlo”.