16 octubre 1944

La operación cuenta con el respaldo de Santiago Carrillo y La Pasionaria

Maquis: 4.000 guerrilleros comunistas penetran España por el valle de Arán con el intento de derrocar la Dictadura de Franco e imponer un sistema comunista

Hechos

El 16 de octubre de 1944 penetraron la frontera 4.000 hombres armados.

Lecturas

LOS MAQUIS SEGÚN FRANCISCO AGUADO SÁNCHEZ. 

En éste un capítulo poco conocido por muchos españoles e incluso ignorado por la mayoría de las nuevas generaciones y a la vista de la presencia de Madrid del principal instigaor y dirigente de esos bandoleros que asesinaron a 953 españoles (guardias civiles y paisanos) y cometieron 845 secuestros, sabotajes y toda suerte de violencias (casi seis mil atracos) en los más difíciles años de la Patria, cobra enorme actualidad y es una terrible acta de acusación la sangre de las víctimas inocentes caída en la tierra de España desde Gerona a Huelva, y desde Asturias a Granada, en varios años de lucha, en la que la Guardia Civil demostró un heroísmo pocas veces superado. Porque no fue sólo una lucha abierta frontal, sino que el Benémerito Cuerpo tuvo que sufrir el asesinato de muchos de sus hombres, de sus mujeres e incluso de sus hijos, niños de corta edad. Una de las más feroces peleas de la Historia de España, cuya responsabilidad alcanza al comunismo internacional y en particular a su jefe español Santiago Carrillo.

Vayan, pues, como terrible testimonio de los hechos, las páginas escritas por el historiador Francisco Aguado Sánchez. En el prólogo, Ricardo de la Cierva escribe: «No sé si el teniente coronel Aguado se ha dado cuenta el insigne servicio que, con este libro, acaba de prestar al conocimiento histórico de esta España real. Resulta realmente impresionante la conclusión digamos bélica de este libro: La Guardia Civil salvó a la España de Franco de un derrumbamiento interno frente a la ofensiva exterior. Y ha mantenido oculto este hecho, realmente decisivo, durante caso treinta años. En esa línea habría que destilar las posibles consecuencias históricas que se deducen de este libro, no solamente para la explicación del pasado, sino quizá también para la prospección del futuro».

El 29 de mayo de 1955, en su discurso de despedida como director general de la Guaria Civil, por pase al grupo de Destinos de Arma o Cuerpo, el general Camilo Alonso Vega, al hacer el balance de su largo mandato de once años y diez meses definió el bandolerismo comunista como un problema nacional de gran trascendencia que «perturbaba las comunicaciones, desmoralizaba a las gentes, destrozab nuestra economía, quebrantaba nuestra autoridad y nos desacredita en el exterior.

Nada más cierto. Por otra parte, la ayuda económica y moral de países a cuyos gobiernos de turno no les fuimos gratos – en particular el de Francia – contribuyó en gran medida a su existencia. El bandolerismo – en sentido lato – lacra social que surge paralela con la historia de los pueblos, ofreció en las tierras y ciudades de nuestra patria, de 1939 a 1952, características muy distintas a las de otros tiempos. Los últimos bandoleros, producto subversivo del estalinismo, carecieron por entero de los actos de gallardía que mostraron algunos personajes de antaño. Las hazañas realizadas por estos forajidos están muy lejos de las atribuidas por la historia, la literatura y el romance de mal gusto, a las de aquellos otros tan conocidos como populares. Sus crímenes estuvieron, las más de las veces, impulsados por un odio contumaz en sus mandos, como derivación de sus actuaciones vituperables durante la guerra civil.

El temor a rendir cuentas de su conciencia, sobre la que pesaban en ocasiones vandalismos y delitos de sangre realizados en la que fue zona gubernamental, les impulsó a estar en constante huida. Poco más tarde el comunismo, con el marchamo externo de su lucha para que ‘derroquemos a Franco y Falange’ según Vicente Uribe nos explica en ‘Todos unidos por la reconquista de la República’, supo darse – dirigido siempre desde el exterior – buena maña y mucha prisa, para sacar partido de la situación histórico-política y encuadrar con mandos ejercitados e instruidos a los elementos huidos y descontrolados, cuya única meta era la de subsistir lejos de la civilización, en lo más agreste de determinadas regiones. Intentaron así dar un giro y colorido distinto a la lucha represiva.

Para que el lector no nos conceptúe equivocadamente, recordemos una de aquellas hazañas, con las que decían luchar por la liberación del oprimido pueblo español y sus más nobles derechos. En definitiva, tal vez pudiera ser ésta una de las formas que «el camarada Vicente Uribe, fija con absoluta claridad en cuanto a la posición política del PCE, y señala el camino a seguir para acabar con el franquismo’. A pesar de tratarse de un crimen vulgar y repulsivo, ellos lo titularon eufemísticamente con el apelativo de ‘eliminación física’.

Veamos: A las diez y media de la noche del 29 de septiembre de 1944, mientras la fuerza del destacamento de la Guardia Civil, se hallaba preparando la cena en la aldea de Gúdar (Teruel) pequeña localidad de menos de mil habitantes, una fuerte explosión derribo parte del edificio donde los guardias se albergaban. Una partida de bandoleros, armados con fusil, metralleta y granadas de mano, había atacado por sorpresa a la fuerza pública. Repelida la agresión la partida, compuesta por quince forajidos, antes de abandonar la aldea, hizo entre la población unos prisioneros. Estos fueron dos matrimonios y tres hijos de ambos, de siete, nueve y doce años de edad, más de una anciana de sesenta y cuatro. A todos los condujeron a las eras, los asesinaron y luego, con piedras, patadas y pisotones, les machacaron los cráneos, derrochando más ensañamiento precisamente con las mujeres y los niños. Casos como el reseñado, de tan execrable intencionalidad, podríamos recordar muchos más, aunque cierto libelo titulado pomposamente ‘Búsqueda, reconstrucción e historia de la guerrilla española del siglo XX, a gravés de sus documentos, relatos y protagonistas’, destaque su autor un ‘conmovedor testimonio’ acaso de alguno de esos personajes a deducir por los nombres alusivos que da a su relato.

‘En las apresuradas cuartillas – se lee en el libelo – escritas por ‘el abuelo’ – un hombre de más de setenta años, que hoy vive sus recuerdos en Praga, había nas palabras que no puedo por menos de transcribir en esos momentos:

«Quiero ofrecerles a los que ayer eran niños un saludo, un fraternal saludo de los camaradas caídos. Porque el que suscribe estas líneas ha pasado cerca de nueve años uera de la ley. Y que tantos padres y abuelos se han excusado con los niños, de no tener confianza en vosotros, que por la presencia de los del monte en vuestras casas podrían ser descubiertos y caerá la mano represiva de los verdugos en España. Ni un sólo caso, ni un solo padre puede decir que sus hijos an hablado, nada se descubrió por los niños… Así pues, hombres de hoy, niños…. Así pues, hombres de hoy, niños de ayer, que vuestros padres y familiares se portaron como buenos antifascistas en la ayuda hacia aquellos hombres que uvieron el valor de hacer frente a los enemigos de España  y que en no pocas ocasiones tuvieron que luchar uno contra cien o más, no nos olvidamos, seguid los ejemplos que os daban, luchad para que la tierra sea de quien la trabaja. Recordar niños que erais teniendo que guardar ganado de amos mientras no podíais ir a la escuela. Cuántos niños y jóvenes se encontraron los hombres del monte y disteis una buena información. Que recuerde aquel niño de seis años, hoy hombre, cuando un día lloviendo nos encontramos: él guardaba su ganado. No tuvo miedo en decir: Mi madre no puede mantenerse, tan apenas le den un jornal. Está enferma. A lo mejor morirá. Venía este niño a la familia de Vicente Mosqueruela, en término de ortanete. ¡Y cuántos como éste Niños de tan tierna edad, hasta mozos hechos y derechos, podríamos escribir páginas enteras de su abnegación y cautela. Gracias os dan los hombres de aquella epoca que estuvieron luchando…».

Tal vez el autor ignore que entre Fortanete y Mosqueruela y Gúdar no hay grandes distancias. Son localidades de la misma provincia, junto al Maestrazgo, en la Sierra del Royo, por más señas. El masivo asesinato del que hemos dado referencia, fue un ejemplo de ‘justicia guerrillera’, a causa de una represalia por haber sido delatados, aunque ‘el abuelo’ nos dé un testimonio tan enternecedor. SIn duda alguna los niños de Güdar hubiesen preferido hacer novillos y guardar ganado antes de acabar su corta vida de aquella forma.

Aunque desde el comienzo del problema la gran mayoría estaba persuadida de su triste final, de que habían sido engañados por la encendida propaganda elaborada por el Partido, o de que luchaban por una causa perdida, los portavoces de las organizaciones comunistas, bien desde Francia, obedeciendo a Moscú, bien desde el interior del país, amparados en la clandestinidad, son exhortaciones una y otra vez a la lucha. Es entonces, cuando el que ha huido aunque sabe o presiente desde lo hondo de su pensamiento que más pronto o más tarde acabará a las soflamas subversivas como única tabla de salvación.

El bandolerismo de posguerra tuvo, pues, en su evolución una embrionaria fase, donde sus fechorías se limitaron a proporcionasen en caserios, masías, torres, cortijos, dehesas y casas aisladas, con violencia o sin ella, los medios imprescindibles para subsistir. Pero después, surgió una segunda fase, más consolidadas, iniciada en 1945, hacia el verano y meses después de la mal llamada ‘gran invasión del maquis’, y aquellos elementos, dispersos y desorganizados, fueron presa fácil para el proselitismo comunista. En definitiva empleando una expresión muy de moda actualmente, hicieron de tontos útiles y fueron la masa humana predestinada para la explotación de las consignas del estalinismo.

El resultado de este esfuerzo, casi ignorado, y que no dudamos en llamar, aunque sea prematuro ante un comceptuación histórica del problema, como la época gloriosa de la GUardia Civil, fue la supresión de más de cinco mil bandoleros, tras unas dos mil refriegas, muchas de ellas, verdaderos combates encarnizados, que durante una docena de años, tuvieron a los pueblos y paisajes de España bajo la solapada amenaza del inesperado y súbito ‘acto de presencia’.

Con tan dilatada experiencia, la Guardia Civil, con sus seiscientos veintisiete bajas, no sólo corroboró y aumentó su antiguo prestigio de otros tiempos románticos, evocados una y mil veces, sino que vigorizó su existencia, aumentó la magnitud de su buen nombre, tan arraigado en la conciencia de los buenos españoles y consolidó y robusteció el reconocimiento que las gentes honradas ven plasmado en la silueta inconfundible de cualquier pareja de servicio, recortada allá en la lejanía imprecisa del horioznte.