5 abril 1975

Fue derrotado por Mao Zedong en la lucha por el poder de China aunque este nunca consiguió eliminarle

Muere Chiang Kai-shek, dictador de Taiwán que nunca dejó de considerarse el legítimo gobernante de China, a pesar de estar aislado en Formosa desde 1949

Hechos

Falleció el 5 de abril de 1975.

Lecturas

Depuesto como presidente de China al perder la guerra civil de 1947 frente a Mao, seguía siendo ‘presiente de China’ aunque su poder se limitara a Taiwán.

El jefe de Estado de Taiwán, general Chang Kai-Chek, ha muerto este 5 de abril de 1975 a los 87 años de edad.

Militar de profesión, Chang se unió al movimiento nacionalista de Sun Yat-Sen en 1911, y tras la muerte del viejo líder, heredó su cargo al frente del Kuomintang.

Chang se vio obligado a unirse con sus viejos adversarios, los comunistas, para hacer frente a la invasión de Japón.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y pese a la ayuda norteamericana, el Kuomintang se derrumbó rápidamente. Mientras el ejército comunista de Mao Zedong afirmaba su poder en el país, Chang tuvo que refugiarse en la isla de Formosa (Taiwán) en 1950.

El acercamiento entre China y Estados Unidos restó importancia política a su pequeño país.

En 1970 Chang Kai-Chek había delegado todos sus poderes en su hijo, Chang Ching-Kouo.

En enero de 1976 morirá el primer ministro de la República Popular China, Zhou Enlai.

El Análisis

Chiang Kai-shek: entre el naufragio de una China perdida y la resistencia desde una isla

JF Lamata

La muerte de Chiang Kai-shek cierra uno de los capítulos más complejos y contradictorios del siglo XX asiático. Su ascenso comenzó como sucesor del venerado Sun Yat-sen, padre de la China republicana, en el Kuomintang. De su mano, se pactó primero con los comunistas para unificar el país, pero esa tregua se rompió pronto, cuando Chiang decidió que su revolución no incluía marxismo. La represión desatada contra el Partido Comunista obligó a los rojos de Mao a emprender la Larga Marcha. Luego, durante la invasión japonesa, Chiang y Mao fueron aliados incómodos, enfrentando juntos al invasor nipón. Pero la tregua volvió a romperse, y la guerra civil culminó en derrota: mientras Mao proclamaba en Pekín la República Popular China, Chiang se refugiaba con sus tropas en la isla de Formosa, donde alzó su “gobierno legítimo” en Taiwán.

Durante dos décadas, con el respaldo de Washington, Taiwán fue reconocida por la ONU como la “verdadera China”. Una ficción diplomática que sobrevivió gracias al contexto de la Guerra Fría y al peso del anticomunismo, pero que se desplomó en 1971, cuando el asiento en la ONU pasó a manos de Pekín. Para Chiang, fue la derrota final.

En Taiwán gobernó con mano de hierro, instaurando una dictadura nacionalista sin espacio para la disidencia ni para la democracia, aunque con el tiempo logró cierta estabilidad y prosperidad económica. Su figura sigue dividida entre quienes lo ven como el último bastión de la China libre frente al totalitarismo maoísta, y quienes lo acusan de haber contribuido al desastre chino por su autoritarismo, su nepotismo y su incapacidad para reformar un sistema agotado. Chiang Kai-shek muere como presidente de una China que ya nadie reconoce como tal, pero que, en su visión, nunca dejó de ser la legítima. En la historia, su nombre quedará como el de un derrotado que se negó a rendirse, un general sin ejército continental, y un símbolo incómodo de la vieja república naufragada frente al tsunami rojo de Mao.

J. F. Lamata