25 octubre 1920
Muere el joven Rey de Grecia, Alejandro, con tan sólo 27 años, por las heridas sufridas por el ataque entre un perro y un mono
Hechos
Muere el Rey de Grecia el 25.10.1920.
Lecturas
El rey Jorge I de Grecia murió asesinado en 1913.
El rey Alejandro de Grecia ha muerto en Atenas; tenía tan sólo 27 años. Había llegado al trono en 1917, cuando la Entente forzó a su padre, Constantino I, a abdicar, y se opuso a que el príncipe heredero, Jorge, le sucediera.
Jorge optó por rechazar la corona; él y su padre se oponían q que Grecia entrara en la guerra en el bando de los aliados, algo que sí aceptó el joven Rey Alejandro.
La muerte de Alejandro abre un periodo difícil para la sucesión, porque Pablo, su hermano y príncipe heredero, se niega a asumir el trono y propone, en cambio, un referéndum que devuelva la corona a su padre, Constantino.
Por su parte el gobierno acaba de abolir la ley que castigaba con dos años de cárcel a quien pronunciara el nombre del ex monarca, cuyo retrato ha reaparecido en los periódicos. Este hecho ha alentado al partido monárquico, que realiza manifestaciones de protesta por las calles de Atenas.
El Análisis
La muerte del rey Alejandro de Grecia, en octubre de 1920, sorprende no solo por la juventud del monarca —apenas 27 años—, sino por las circunstancias casi inverosímiles que la rodean: una mordedura de un mono, infectada y mal tratada, le condujo a una septicemia que acabó con su vida. Grecia pierde así a un soberano que había sido colocado en el trono por las potencias aliadas de la Primera Guerra Mundial, tras la forzada abdicación de su padre, Constantino I, acusado de germanófilo. Alejandro nunca fue más que un rey en condiciones excepcionales: más símbolo que gobernante, fue utilizado por el entonces primer ministro Eleftherios Venizelos para legitimar la posición griega dentro de la Entente.
Su breve reinado, iniciado en 1917, coincidió con los años más intensos del expansionismo griego en Asia Menor. Bajo su corona, Grecia obtuvo importantes ganancias territoriales tras la derrota del Imperio otomano, pero Alejandro permaneció siempre en la sombra, casi como rehén de las circunstancias internacionales y de la política interna dominada por Venizelos. Aun así, su figura fue útil: joven, sin experiencia y apartado de las grandes decisiones, sirvió como rostro de una Grecia que parecía entrar en una nueva etapa de consolidación nacional.
Su muerte, sin embargo, abrió un vacío de poder inmediato y desató la cuestión sucesoria. La viuda de Alejandro, Aspasia Manos, no podía heredar ni transferir legitimidad, y la desaparición del monarca allanó el camino para el regreso de su padre, Constantino, restaurado en el trono tras la victoria electoral de sus partidarios. La historia, caprichosa, mostró así su ironía: Alejandro, colocado como rey de circunstancias para evitar el regreso de su padre, acaba abriendo la puerta precisamente a su restauración. El destino de Grecia volvía a las manos de Constantino, en un contexto en el que la aventura asiática empezaba a virar hacia la tragedia de Esmirna.
J. F. Lamata