2 noviembre 1920
El resultado se interpreta como el rechazo que generó en la población la participación del país en la Primera Guerra Mundial decidida por la administración del Partido Demócrata con Wilson
Elecciones EEUU 1920 – Amplio triunfo para el candidato republicano Warren G. Harding frente al demócrata James M. Cox

Hechos
El 2.11.1920 se celebraron elecciones en Estados Unidos de América con un amplio triunfo para Warren Harding.
Lecturas
Con el triunfo de Harding se pone fin a una etapa de triunfos del Partido Demócrata en las elecciones de 1912 y las de 1916.
Las siguientes elecciones están previstas para 1924, pero a ellas no llegara vivo Harding, que fallecerá en 1923.
El Análisis
El resultado de las elecciones presidenciales de 1920 en Estados Unidos puede leerse como un voto de castigo al legado de Woodrow Wilson y al Partido Demócrata. Tras el trauma de la Primera Guerra Mundial, la ciudadanía estadounidense se inclinó con claridad por Warren G. Harding, senador republicano por Ohio, quien prometía a su país una “vuelta a la normalidad” —una consigna simple, pero profundamente poderosa en un contexto de fatiga internacional, tensiones sociales y económicas en casa, y decepción con la política de las grandes causas morales wilsonianas.
El demócrata James M. Cox, también de Ohio, era un candidato solvente, pero su campaña fue arrastrada por el desgaste de una administración demócrata identificada con la guerra, el racionamiento, la influenza, y sobre todo, la pretensión de Wilson de llevar a EE. UU. a liderar la política internacional a través de la fallida Sociedad de Naciones. El pueblo norteamericano no quiso más sacrificios por Europa. Ni tratados, ni compromisos, ni soldados al otro lado del Atlántico. El idealismo internacionalista fue barrido por un aislacionismo pragmático que Harding supo canalizar con eficacia y con un discurso sereno, casi plano, pero reconfortante.
La victoria republicana, aplastante en número de votos y de Estados, fue una señal inequívoca: el país giraba hacia adentro. Se abría una nueva etapa donde los estadounidenses buscaban estabilidad, consumo y prosperidad doméstica, alejándose de los sueños globales y de la política de alta moral. Era, en cierto modo, una vuelta al espíritu previo a 1917. Pero también una advertencia: las guerras dejan cicatrices que no curan con tratados, sino con silencio y distancia. Harding no ofreció soluciones brillantes, pero ofreció algo que millones deseaban más: una tregua con la historia.
J. F. Lamata