14 agosto 1951

Pasó de ser un enemigo de España durante la guerra de Cuba (1898) a un empedernido defensor de la alianza de Estados Unidos y España durante la guerra fría

Muere el magnate de la prensa de Estados Unidos William Randolph Hearst, propietario de 18 periódicos, 9 revistas y estaciones de radio

Hechos

El 14 de agosto de 1951 Murió William Randolf Hearst en Beverly Hills.

Lecturas

El 15 de agosto de 1951 falleció William Randolph Hearst, propietario de 28 periódicos y tres agencias de noticias en los Estados Unidos de América. Entre ellos Los Angeles Examiner, The Boston American, The Atlanta Georgian, The Chicago Examiner, The Detroit Times, The Seattle Post-Intelligencer, The Washington Times, The Washington Herald y su periódico principal The San Francisco Examiner. Al contrario que sus competidores, Scripps y Pulitzer, pertenecía ya a una familia rica antes de ser empresario de medios. Su relación con la artista Marion Davies, pese a no estar casados, era mundialmente conocida, incluso en la prensa española.

18 Agosto 1951

Un ser casi fabuloso

Augusto Assía

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A media asta, la bandera que su poderoso brazo tanto flameó se inclina hoy ante la muerte de Randolph William Hearst, el más extraordinario y extravagante de los tres grandes propulsores del gran periodismo norteamericano y uno de los más extravagantes y extraordinarios norteamericanos de todo los tiempos. Con la muerte ha sido revelado el secreto de su edad, que le estaba terminantemente prohibido mencionar a ninguno de los dieciocho periódicos, las nueve revistas, las cincuenta estaciones de radio y las tres agencias que Hearst condujo briosamente hasta el último momento desde su fabuloso retiro de California. Tenía ochenta y ocho años. Sucumbió casi repentinamente bajo una hemorragia cerebral.

Pero no sucumbió en su residencia del castillo de San Simeón, trasladada piedra a piedra desde Andalucía hasta un descampado picacho californiano, sino en su rica y lujosa villa de Hollywood.

Le hubiera venido mejor lo otro.

Le hubiera venido mejor al águila sucumbir en aquel audaz nido donde me recibió sentado en una silla de mano hace seis años en medio del mundo feudal y fantástico que él se habría creado a sí mismo y desde el que con un teletipo daba con los enérgicos, pero engarabitados dedos instrucciones democráticas de su imperio.

Anclado a medio camino entre San Francisco

Al revés que los otros dos colosos del periodismo norteamericano – Scripps y Pulitzer – y al revés que la gran mayoría de los grandes capitanes que forjaron Norteamérica. Hearst nació ya rico. Su conexión con el periodismo no obedeció a inclinación propia, sino a herencia. Hace ahora setenta y cinco años su padre le entregó el ‘San Francisco Examiner’ que había adquirido como pago de una deuda.

Al lado de los hijos, junto a su lecho de muerte, estaba Marion Davies, la otrora famosa artista de cine con la que Williams Randolph Hearst ha sostenido una larga y afectiva amistad.

Augusto Assía

El Análisis

LA CRUDA REALIDAD PARA LOS PERIODISTAS

JF Lamata

Sería, precisamente, a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando se consolidó la figura de los empresarios mediáticos y lo que sería denominado ‘el magnate de prensa’ para desgracia a de los periodistas.

En principio los periodistas deberían asumir que todo periódico privado tiene que tener un editor que financie sus gastos, toda estación de radio o de televisión precisa de un dueño que pague su luz pero el carácter de magnate ofrecía otra intencionalidad, la de presentar a los dueños de un poder fáctico que aspiraba a medirse de igual a igual con el poder ejecutivo.

Se da la paradójica situación de que a los periodistas les entusiasmaba considerarse un poder (el cuarto poder) sin que ello les granjeara ningún perjuicio más bien al revés, les generaba un sentimiento de poder. Pero, en cambio, si ese poder era atribuido al editor o al empresario a los periodistas dejaba de hacerles gracia. Hearst se hizo demasiado famoso por el número de periódicos que pagaba y el número de periodistas que mantenía.

Fue sólo el primero conocido de cara al mundo en recordar la evidente realidad de que para imprimir un medio hace falta que alguien pague la imprenta.

Para España se recordará con frecuencia que los periódicos de William Randolph Hearst hicieron campaña contra España durante la Guerra de los misiles cubanos. Pero quizá se olvidan de que fueron los mismos periódicos que hicieron campaña a favor de España y de su aceptación en la ONU tras la Segunda Guerra Mundial.

J. F. Lamata