9 junio 2011
Se distanció de Pedro Sánchez Castejón cuando este destituyó a Tomás Gómez Franco al que Zerolo respoldaba
Muere Pedro Javier González Zerolo «Pedro Zerolo», miembro de la Ejecutiva del PSOE y símbolo del Orgullo Gay en España
Hechos
El 9 de junio de 2011 se hizo público el fallecimiento de D. Pedro Zerolo.
09 Junio 2015
La pasión de la igualdad
Pedro Javier González Zerolo era un revolucionario, un activista, un hombre que no podía vivir sin sueños. Con su padre, Pedro González, tuvo diferencias y semejanzas; Pedro Javier (que así lo llamaban el padre, la madre, los hermanos) era dulce como la madre, directo como el padre. El padre, Pedro González, uno de los grandes pintores que han dado las islas, y el mundo, fue líder siempre: en la escuela, en la cátedra (de Bellas Artes), entre los amigos del grupo artístico Nuestro Arte. Y Pedro heredó esos rasgos, hasta el final.
Ahora Pedro padre está delicado de salud, y sigue siendo, como fue siempre, un hombre cuya vitalidad se mantiene en los ojos. A Pedro hijo esa luz, la luz de sus ojos negros, le ha durado hasta en los peores momentos, que son los que han precedido a la desaparición de este volcán noble.
Era un hombre delicado pero terminante: no transigía con la descalificación moral (es decir, inmoral) de los que, como él, pero con él al frente, buscaban la igualdad como meta para conseguir la felicidad en sus vidas.
Él fue muy feliz, alcanzó las metas que defendió en la calle, en su partido y en las instituciones a las que regaló el tiempo de su vida. Pero eso no lo hizo para él, ni para Jesús, su marido, ni para sus amigos, ni para los que opinaban como él: él hacía todo eso porque era un republicano, un ser civil que tenía por los valores (la igualdad, la libertad, la fraternidad) el afecto radical del que se crió viviendo entre esas palabras.
La suya fue, también, una familia republicana, progresista hasta en los menores detalles, y ese liderazgo moral que le dio el origen se manifestó en su acción política pero también en la gestión sentimental de la vida cotidiana. Como el padre, era ceñudo cuando se cabreaba; nos reprochaba a los medios la banalidad con la que tratábamos las revindicaciones que protagonizaba, y su lucha no fue para que lo tomáramos en serio sino para que no fuéramos tontos, para que no dejáramos pasar por delante de nuestras narices la oportunidad que se le planteaba a la nueva democracia española: la oportunidad de entender seriamente que la modernidad pasaba por conseguir que todos fuéramos iguales.
Su gran triunfo fue la ley de matrimonio igualitario; él convenció a Zapatero para de que diera esa batalla, y él fue el primer soldado civil de esa guerra feliz. La fotografía en la que él aparece en la escena matrimonial que protagonizó con su marido no es la postal de una conquista personal, sino la expresión de una ambición colectiva que tiene una raíz y una consecuencia emocionantes.
Es difícil encontrar en los periódicos retratos de Zerolo solo, pues nunca fue un hombre solo; fue un ser de cercanías, que diría Umbral, alguien que siempre se apoyó en otros para ejercer su liderazgo natural. Como su padre, de nuevo, él mandaba donde estuviera, en la casa, en el partido y en la calle, pero si no sentía alrededor el calor de los otros se sentía fuera de lugar.
Representaba a una generación que no quiso dilapidar la oportunidad de tener ilusión, y como le daba rabia que su partido hiciera mutis por el foro, dijo en los últimos tiempos y en abierto lo que siempre dijo en las interioridades de esas organizaciones que se olvidan del objetivo final de su costumbre de existir: combatir para hacer mejor la vida de los otros. Eso que dijo acerca de la misión de su partido, hacerse de izquierdas para creerse el cambio, no era consecuencia de su retórica legendaria para crear eslóganes: eso venía de su corazón. De su corazón republicano y socialista.
Era un ser entrañable este líder natural apasionado de la igualdad. Hace un año aún recibía naranjas de alguien que supo que entraba en una fase difícil de su vida. Él, a su vez, agasajaba en secreto también (ella lo reveló ayer) a su íntima amiga Trinidad Jiménez, que pasó por un mal momento. Él recibía naranjas; él le envió a Trini, durante un año, flores frescas. Era un torrente, un volcán ennoblecido por el objetivo de su vida: hacer mejor la vida ajena. Lo logró.
Este martes hubo muchas lágrimas en la capilla ardiente. Muchas eran de personas a las que él les mejoró para siempre el noble ejercicio de vivir en libertad. Puede decirse de él lo que Hemingway contó de uno de sus personajes: “Conoció la angustia y el dolor pero nunca estuvo triste una mañana”. Su volcán sólo podía agotarlo la muerte. Y esta noticia fatal nos llena de rabia a los que nunca pensamos que Pedro Zerolo no iba a ganar también esta lucha.
09 Junio 2015
Zerolo, 1960-2015
Muy raras veces la vida nos depara el privilegio de tropezar con personas como Pedro González Zerolo, que se inventó a sí mismo saliendo de todos los armarios con el coraje que lo caracterizó. Canario como tantos nacidos en la octava isla venezolana, hijo del deslumbrante pintor Pedro González, alcalde socialista que fue de La Laguna, muchos le admirábamos ya por su perfil activista y comprometido antes de hacernos amigos.
Le admiramos mucho más cuando le vimos enfrentarse a la enfermedad y a la muerte. Pedro fue, sobre todo, un combatiente infatigable. Abogado, “socialista, laico, ateo, republicano, homosexual…”, como él mismo se definía. Compañero en la Ejecutiva socialista, concejal de Madrid, presidente regional del partido en la Comunidad, líder y referente en movimientos sociales, y “en la calle”.
No olvidaremos su lección sobre la fuerza del amor, que casi todo lo puede. Por su familia, por su padre, sus hermanas y su hermano. Y por su marido, Jesús. La ternura que impregnaba cada empeño llenó nuestros trabajos comunes con su “socialismo afectivo” que nos invitaba a quererle.
Y luego, sus batallas, dialécticas, políticas y sociales, en las que nos interpelaba con su incisivo “¿y?”… Lúcido, afilado, ingenioso, con infinita chispa y sentido del humor: risa, energía y valor. Su pasional quijotismo en la Conferencia Política de 2011 en la defensa de un PSOE laico en el que las “creencias” no estuvieran vinculadas a ningún credo religioso le incorporó por derecho a la “admirable hilera” de las personalidades de las que habló Fernando de los Ríos. Hasta el último suspiro, grande, entrañable, amigo. Cuánto te echaremos de menos.
10 Junio 2015
Hasta ahora, Pedro, amigo
Ayer sobre el escaño de Pedro Zerolo, estaba depositada una rosa. No pude dejar de llorar hasta que se me secaron las lagrimas. Ahora llora el corazón, pero desde la paz de quien coloca las cosas en su justo lugar, desde el orgullo de haber podido compartir amistad con una persona que deja un legado claro en España y el resto del mundo: que las metas por muy imposibles que parezcan se pueden alcanzar, de que los sueños no son solo sueños y que allá donde comienza el arco iris se pueden hacer realidad.
Hablar de Pedro Zerolo es hablar de un ser único y entrañable, de un ejemplo de lucha y energía sin límites, que llevó a este país a la vanguardia de los derechos LGTBI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales). Defensor de la igualdad de todos los sectores sociales, valiente y coherente, profundo defensor del laicismo, muy presente en sus últimos discursos. Pedro creía que la libertad de conciencia es fundamental en una sociedad plural y diversa como la nuestra.
Hablar de Pedro Zerolo es hablar de amistad. Le conocí en aquellos primeros debates de Telemadrid, donde se enfrentaba a contertulios furibundos y atrapados en una radical LGTBIfobia. Me impresionó tanto su brillantez que le envié un ramo de rosas a su bufete de abogado. Así nos conocimos. Tiempo después, en 1997, se conformó el Grupo Federal LGTB del PSOE a iniciativa de la eurodiputada Carmen Cerdeira, también fallecida. Lo que me brindó la oportunidad única de trabajar junto a él en el programa electoral de José Luis Rodríguez Zapatero, que dio luz al matrimonio igualitario y a la Ley de Identidad de Género. Tengo viva en mi memoria nuestra primera visita a la directora general del Registro Civil, para que plasmara en texto legal dichos compromisos. Compartí con Pedro tantos actos, tantas manifestaciones, tantas celebraciones del Orgullo… Siempre juntos y cimentando nuestra amistad. Haciendo historia. Porque la hiciste, Pedro, y a su vez nos hiciste hacerla junto a ti. Quienes hemos compartido la lucha sabemos a qué tipo de unión indestructible me estoy refiriendo; justo a la que hoy me hace sentir huérfana de tu presencia vital.
Hablar de Pedro es hablar de humanidad, de humor irrenunciable. En los actos más serios te decía cosas al oído o te hacía cosquillas, a lo que Jesús, su marido, siempre decía: “¡Pedro no empieces!”. En un acto de la última campaña estrené una chaqueta azul cielo y no dejó de bromear sobre el color “pepero” y sobre el efecto que tal elección provocaría en la dirección del partido. Recuerdos que me quiebran el alma porque ya no estás tú, Pedro.
Pedro es Jesús. Y Jesús es Pedro. Jesús Santos, siempre a su lado, asumiendo la enfermedad, viviéndola y sufriéndola junto a él, siempre expresándose en plural: “Estamos enfermos”, “hemos ido al hospital”… Hace dos días tuvo la templanza de llamarnos a todos, uno por uno, para informarnos de la situación y despedirse en nombre del amor de su vida, su querido Pedro, mi querido Pedro.
Pedro siempre me decía que yo era su hermana mayor, esa hermana que, de vez en cuando, le decía cosas y le regañaba, pero siempre con amor. Tanto amor…que hoy se me pone un nudo en la garganta y me cuesta hasta el respirar el solo hecho de pensar que lo imposible aquí también se ha hecho verdad, tu partida. Pero nos has dejado legándonos el camino de las baldosas amarillas, el que nos llevará a la Ciudad de detrás del Arco Iris, la que siempre soñaste y que hoy es más real gracias a ti.
Mi adiós, querido, es un “hasta ahora”. Has formado parte de nuestras vidas. Buena parte de la mía no la entendería ni podría explicarla sin ti.
11 Junio 2011
San Pedro Zerolo
Pedro Zerolo era, lo saben todos los que ahora le hacen la ola, más pesado que matar una vaca a besos, la única forma de matar a alguien que puedo imaginar junto a su nombre en la misma frase. Le decías buenos días y te soltaba un discurso de 10 puntos sobre igualdad, tolerancia y respeto a la diferencia, por si luego no tenía tiempo de colocarte el mitin. Zerolo era, lo saben todos los que ahora le cantan coplas, una mosca cojonera, un intenso, un canario zumbón, valga la redundancia. Y un tío bueno de caerte de espaldas, todo sea dicho: una cosa es que él fuera gay irredento y otra que nosotras fuéramos ciegas.
Lo que quizá no sepan o no quieran saber los que ahora le suben a los altares es que no le hace falta. Zerolo fue un santo en vida. Acredita el milagro de haberse casado con su novio y haber declarado mujer y mujer y marido y marido a sus semejantes en un país donde, cuando él vino al mundo, se metía presos a los homosexuales por vagos y maleantes. Certifica el prodigio de que el epíteto maricón retrate hoy más a quien lo esputa que a quien lo recibe. Sufrió, bien que le pesara, el martirio de un mal tan diabólico como para matar de raíz ese pelazo que le brotaba de ese cráneo privilegiado que la enfermedad dejó al aire y que fue su última bandera. Y todo, sin molestarnos con su declive, ahora que estamos tan entretenidos con nuestras pantallitas.
Ahí quedan una vida y una muerte ejemplares. Ahí estaba su viudo velando dignísimo sus restos. Los maceros presentándole sus cascos emplumados. La regidora Botella tragándose sus peras y sus manzanas ante su figura. Un santo varón, ya te digo. Como que yo mataría una vaca a besos por ver al obispo Reig Plá sacarlo en procesión a hombros de los paracas cantándole La muerte no es el final voz en cuello y bíceps en ristre. Flores, plumas, maromazos. Qué más querría el santo finado. Que fuera ateo es lo de menos.
11 Junio 2015