24 mayo 1999

El cargo de 'presidente' quedará vacante hasta el próximo congreso socialista

Muere Ramón Rubial, el histórico presidente del PSOE

Hechos

El 24.05.1999 murió  D. Ramón Rubial ‘Pablo’ que ocupaba la Presidencia del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde 1976.

Lecturas

¿EL MÁS FELIPISTA, EL MÁS GUERRISTA?

Borrell_Almunia_Rubial Ante su fallecimiento se le quiso presentar como un hombre conciliador y de consenso en los conflictos internos del PSOE entre el ‘sector felipista’ y el ‘sector guerrista’ en aquel momento personificado en lo que suponía un enfrentamiento entre el Secretario General del PSOE, D. Joaquín Almunia (sector felipista) y el Candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, D. José Borrell (borrellista, apoyado por los guerristas).

Aunque se aseguró en medios que ante cualquier conflicto el Sr. Rubial presumía de ser siempre ‘ser el socialista más felipista y más guerrista’ como símbolo de su talante unitario, la realidad es que en sus votaciones en el Comité Ejecutivo Federal el Sr. Rubial no se caracterizó por ser precisamente neutral, sino todo lo contrario: en votaciones clave no tuvo problema en alinearse con los ‘guerristas’.

25 Mayo 1999

La dignidad de Rubial

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La muerte sorprendió a Ramón Rubial, presidente del partido socialista, camino de los 93 años. Tenía 14 cuando se afilió a la sección de aprendices del sindicato metalúrgico de Erandio, a orillas del Nervión, y 20 cuando lo hizo a las Juventudes Socialistas. El respeto con que ayer se refirieron a él personas de toda condición e ideología es el reconocimiento de la dignidad con que vivió y murió.Su vida es la de la generación que tenía entre 15 y 30 años cuando la espada de la guerra civil dividió a los españoles en dos bandos irreconciliables. Él fue de los vencidos, y pagó por ello. Conoció la cárcel de Larrinaga y el penal de El Puerto de Santa María. Allí le añadieron 14 años de condena tras hacerse responsable de un documento clandestino descubierto por los funcionarios. En 1944 intentó escapar a Francia, pero fue capturado. Pasó otros 12 años en prisión -los nueve últimos, en el Dueso (Cantabria)- antes de ser puesto en libertad en 1956, a punto de cumplir los 50.

Su vida ha sido la de un hombre modesto testigo de grandes acontecimientos. Tenía 11 años cuando se produjo la Revolución de Octubre y 28 cuando fue detenido por participar en la huelga general revolucionaria de 1934. El día que cumplía 76 años, el 28 de octubre de 1982, asistió al triunfo electoral del PSOE como presidente de ese partido; pero antes había conocido la soledad de las estaciones de madrugada tras los viajes clandestinos, los pasos ilegales de frontera, las reuniones entre los dirigentes del exilio y la nueva generación. Su apoyo fue decisivo para el triunfo de los renovadores, pero también fue el principal impulsor de la posterior reunificación de los dos sectores.

Revolucionario en los treinta, combatiente republicano en la guerra, prisionero político durante 20 años, resistente hasta la muerte de Franco, presidente del Consejo General Vasco que preparó la llegada de la autonomía a Euskadi, senador, presidente del PSOE hasta su muerte. Toda vida tiene claroscuros, pero nadie podrá negar que Rubial vivió la suya con enorme dignidad.

25 Mayo 1999

Ramón Rubial

Mario Onaindia

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Me gusta más oír que hablar. Y, sobre todo, escuchar a las personas mayores, que nos pueden transmitir su experiencia de años de lucha, para conocer cómo han llegado a compatibilizar sus convicciones más profundas con la tolerancia. Al salir de la cárcel, una de las cosas con las que identificaba la libertad era con poder estar con personas que habían vivido en democracia anteriormente y poder aprender algo de sus ricas experiencias. Soñaba con estar con Koldo Mitxelena, Astigarrabía, Caro Baroja, etcétera. En algunos casos lo logré. No en todos.

Una de las personas que más podía enseñar a la generación que emprendíamos el camino de la transición democrática era precisamente Ramón Rubial. Entre otras causas, porque había conocido huelgas revolucionarias, la llegada de la República, el levantamiento del 34, la guerra civil y veinte años de cárceles franquistas para llegar a ser presidente del Consejo General Vasco al comienzo de la democracia. Pero, a pesar de las horas que pasé con él en el Senado, nunca logré que se explayara hablando de esos temas. Siempre había cuestiones mucho más importantes que estaban ocurriendo en el momento presente. Como, sin duda, era así desde su perspectiva.

Pero el hecho de que no tuviera mucho interés en charlar sobre sus pasadas experiencias no quiere decir que no tuviera siempre muy presentes las lecciones que había extraído de ellas.

Si uno compara la historia del socialismo español de la democracia actual con la de otros periodos, el de la República, por ejemplo, puede constatar que el PSOE fue el partido que más lecciones aprendió de su experiencia republicana.

El PSOE, sin duda, ha incurrido en algunos errores durante estos últimos veinte años. Pero no ha cometido ninguno de los que tuvo en periodos anteriores, que, unidos a los errores de otros, provocaron la guerra civil.

Esta actitud habrá podido llevar a ser excesivamente comprensivo con el adversario, a entender demasiado bien las dificultades de unos para asumir la democracia con todas las consecuencias, a respetar los símbolos ajenos hasta casi hacer dejación de los propios, todo en aras de la tolerancia y la democracia.

Y esto ha sido posible gracias a gente como Ramón Rubial, que estuvo todos estos años al pie del cañón, transmitiendo sus experiencias en la aplicación de las lecciones del pasado a los problemas del presente para evitar que tropezáramos en la misma piedra. Aunque eso nos llevara alguna vez a tropezar en otras piedras. Pero, en cualquier caso, fueron menos importantes.

Ésa es la mejor función de la memoria histórica viva del socialismo que fue Ramón Rubial.

Algunos, generalmente los ricos, tienen la inmensa fortuna de poder elegir entre lo bueno y lo malo. Pero a otra pobre gente, entre la que me incluyo, generalmente no nos dejan escoger más que entre lo malo y lo peor. Y Ramón Rubial, estos veinte años que le he conocido, ha sido un maestro en evitar siempre lo peor. Cosa que le agradecerán las generaciones futuras, nacidas en democracia y que han descubierto lo que es vivir en un país con derechos sociales.

Nadie podrá llenar el vacío que deja la desaparición de su palabra pulcra y ceñida, cerrando los mítines, que servía para recordarnos a todos que el socialismo es un viejo ideal por el que la mejor gente ha entregado lo mejor de sí misma.

Mario Onaindía

25 Mayo 1999

La nostalgia por aquella izquierda

Consuelo Álvarez de Toledo

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Se ha muerto Ramón Rubial, compañero del alma, compañero, y deja a su partido, el PSOE, ayuno de presencia en donde buscar la identidad perdida. Era, indiscutidamente, un hombre bueno, un demócrata profundo. Y era, con la misma intensidad que todo esto, el guardián de las esencias de una izquierda que con él se muere.

Militante del PSOE hasta los tuétanos, aquejaba a Ramón Rubial un cierto patriotismo de partido que le llevaba, como a los padres les ocurre con los hijos, a encontrar siempre un asidero que le permitiera seguir presidiendo la centenaria formación política a la que se había afiliado allá por 1922, cuando el joven vizcaíno sólo tenía 16 años.

Más que por su cargo, presidente del PSOE; más que por su edad: 92 años; más que por su carisma -y tenía todo un carácter- Ramón Rubial era respetado por su vida jalonada de compromiso y coherencia, de honradez y autenticidad. Lo cual, en los tiempos que ahora corren, no abunda ni a izquierda ni a derecha. Ahora habrá quienes hablen de él como referente. Pero lo cierto es que Ramón Rubial simbolizaba la nostalgia por esa izquierda que fue y que ya no es sino el evanescente recuerdo de aquellos años que vivimos tan ardorosamente.

El fallecido presidente del PSOE es la historia misma del siglo que ahora acaba. Nacido en Erandio hace 92 años, Rubial es la encarnación perfecta de la España contemporánea que arranca en sus orígenes desde aquella en la que la pobreza y la injusticia que hacían imperativa la revolución, hasta desembocar en esta que hoy tenemos, más justa sí, más rica, pero también más pobre de principios y de ideas.

El padre de Ramón había llegado al País Vasco desde las altas tierras del Bierzo en busca del trabajo que allí no había. La madre, Leonor Cavia, provenía de Santander. El futuro presidente del PSOE estudia en Erandio, en la escuela de Artes y Oficios, para hacerse tornero. El destino ya está escrito pues, ¿podría haber sido Rubial, con esos mimbres, otra cosa distinta que miembro de la UGT o del PSOE?

«Yo entro a trabajar como aprendiz en unos talleres, donde caigo además con un oficial que también era miembro del Partido Socialista», recordaba Rubial en una entrevista con la agencia OTR Press, realizada hace pocos meses. «Además de la influencia de mi padre, también socialista, ese oficial tuvo una gran influencia en mí. A los 14 años pasé a formar parte de la organización de aprendices del Sindicato Metalúrgico de Vizcaya. A los 16 ya pertenecía a las Juventudes Socialistas».

Milita en la sección de aprendices del Sindicato Metalúrgico de Vizcaya de la UGT y llega a presidir las Juventudes Socialistas. Son los años 30 trepidantes, la hora de la lucha puño en alto, de las huelgas y de los manifiestos. Nombres que ya son historia de clase obrera marcan su vivir: tornero en Zorroza, en Barakaldo, en Reinosa y en 1926 en el Astillero de Sestao. Son palabras mayores para describir los primeros pasos de un hombre que al calor de las fraguas del metal templaba su carácter militante.

Ramón Rubial tiene 30 años cuando comienza la guerra. Se alista voluntario en defensa de la España de la República contra la rebelión iniciada por el general Franco y alcanza el grado de teniente ayudante en el Batallón Mateos.

Las dotes de mando del joven metalúrgico le llevan hasta el V Batallón como comandante. Intenta llegar a Zaragoza, pero el día de Todos los Santos le detienen en Bilbao. Es el 1 de noviembre de 1937 y para Ramón Rubial comienza una nueva guerra: tras ser condenado a muerte le conmutan la pena y le condenan a 30 años de prisión.

Pero Ramón Rubial ha adquirido el temple de los que no se rinden y, desde las cárceles por las que pasa, prosigue su inagotable militancia. Organiza a los socialistas dentro y fuera de prisión. Y así transcurren los días y las noches, a la espera de un futuro que nunca parecía llegar.

En los últimos años del franquismo, Rubial, que siempre apostó por trabajar a pie de obra, es decir, dentro de España, asiste al relevo generacional de su partido.

A partir del congreso de Suresnes ya no habrá tiempo para la nostalgia. La otra cara del socialismo, el felipismo, está todavía oculta pero Ramón Rubial ya ha cumplido su objetivo. Senador en 1977, lehendakari del Gobierno preautonómico, Ramón Rubial se convertirá más tarde en vértice de las distintas corrientes del PSOE cuando, instalados en el poder, llegan las horas de algunas amarguras.

Desde la presidencia Rubial quiere hacer cierta aquella fraternidad tan invocada en los congresos. La ruptura entre Felipe González y Alfonso Guerra le duele particularmente. Pero Rubial recuerda aquellos años de antes de la guerra y sabe que no es la primera vez que hay división en el PSOE.

Lo que lleva peor Rubial es esto de la corrupción; no entiende, o quizá prefiera no entender. Los roldanes, las filesas, el nuevorriquismo, la ostentación, el despilfarro, la España del fácil beneficio y mínimo esfuerzo no era la España por la que luchaba Rubial ni en las huelgas de la margen izquierda del Nervión, ni en el frente de Madrid, ni en el penal del Puerto de Santa María.

La izquierda de Ramón Rubial era otra cosa. Con él, digo, se nos va una parte de la vida. Llega la hora de la nostalgia por aquella izquierda perdida.

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El Análisis

ENTENDIÓ CUÁL ERA SU LUGAR

JF Lamata

Ramón Rubial era un enlace del PSOE con su historia pasada. Apoyó la revolución/alzamiento/golpe o lo que fuera aquello que ocurrió en 1934 contra el Gobierno de la II República y padeció las cárceles del franquismo. Sin embargo, en el periodo 1974-1976 tuvo la habilidad de enfrentarse a los otros líderes ancianos y respaldar la posición de los nuevos jóvenes socialistas D. Felipe González y D. Alfonso Guerra.

Estos le recompensaron dándole un cargo que no existía desde 1935: el de ‘Presidente del PSOE’. Al contrario que los Sres. Pablo Iglesias, Julián Besteiro o Largo Caballero, en este caso el cargo de presidente no sería ‘ejecutivo’, sería puramente un cargo honorífico o si se prefiere, un cargo ‘institucional’. Entendió que ese era su lugar y no intentó que fuera más. El presidía las reuniones de la ejecutiva y punto asumiendo que los líderes eran D. Felipe González y D. Alfonso Guerra en el periodo 1976-1997, y muy al final D. Joaquín Almunía y D. José Borrell en el periodo 1997-1999.

Saber cuál es tu lugar es algo claramente fundamental en política. Eso sí, no fue del todo un ‘presidente florero’ pues con su voto en la ejecutiva no tuvo problemas en, determinadas votaciones clave, tomar partido con D. Alfonso Guerra y contra D. Felipe González.

J. F. Lamata