13 abril 1913

El anarquista, que confesó que quería matar al Rey para 'vengar a Ferrer', sería condenado a muerte, pero su pena sería conmutada por prisión perpetua

Nuevo intento de asesinato contra el Rey Alfonso XIII: el anarquista Rafael Sancho disparó contra él

Hechos

El 13.04.1913 Rafael Sancho disparó contra el Rey Alfonso XIII en un intento de asesinarle, pero el jefe de Estado español salió ileso.

Lecturas

El 13 de abril de 1913 se produce un intento de asesinato del anarquista D. Rafael Sancho, de un disparo contra el Rey de España, D. Alfonso XIII, que sale ileso. En el atentado es herido el agente D. Rafael Guijarro.

EL TERRORISTA

RafaelSancho Rafael Sancho Alegre justificó su intento de matar al Rey de España en que quería vengar al anarquista fusilado Francisco Ferrer.

Este 13 de abril de 1913 Su Majestad, D. Alfonso XIII ha sido objeto de un atentado cuando regresaba a palacio tras presidir la jura de bandera de los nuevos reclutas. Al pasar por la calle de Alcalá, un individuo rompió las filas y disparó tres tiros contra Su Majestad, sin conseguir alcanzarle. El frustrado regicida, un anarquista llamado Rafael Sancho Alegre, pudo ser detenido luego de rescatarle del gentío.

¡Viva el Rey!

ABC (Director: Torcuato Luca de Tena Álvarez Ossorio)

14-04-1913

Leer

Una vez más las infames campañas disolventes, las excitaciones al atentado personal, todo ese cauce de iniquidades por donde se desborda una minoría, han tenido en las calles de Madrid un comentario abyecto.

Afortunadamente, S. M. el Rey sobre cuya augusta persona vela una Providencia solicita, ha resultado ileso, para bien de la nación española. Pero de todas maneras y con el inmenso júbilo que nos invadió al conocer la frustración del crimen inicuo realizado ayer por un anarquista contra D. Alfonso XIII, se mezcla la profunda indignación, la ira formidable, arrebatada, que en todo pecho honrado producen estas infamias viles.

Tres notas interesantísimas nos ofreció culminantes, la jornada.

Una, la cobardía del agresor. Testigos presenciales del hecho nos han referido que al dirigirse hacia S. M. esgrimiendo el revolver lo hizo mirando hacia atrás, como precaviéndose, temeroso de la indignación popular, dominado por un miedo invencible. ¡El miedo! ¿Puede no sentirlo quien villanamente, cautelosamente, cobarde, rastrero, solapado, se dirige a consumar un execrable delito contra un hombre desprevino e inocente, sea Rey, sea presidente de República, sea quien fuere, y bastando que sea hombre? ¿Puede no vacilar el pulso cuando tamaña iniquidad cuando tamaña cobardía intenta realizarse? Si algún anarquista ha cometido su crimen serenamente, es porque se trata de un loco. Jamás fue valerosa la infamia.

Otra nota fue la consciente la fría, la admirable apostura del Rey. Seguro de sí mismo, lleno  de dignidad, afrontó estoicamente el peligro. Después, y cuando un  general dio orden de que siguiera al galope la comitiva, se volvió hacia él y le dijo:

  • No, general. ¡Al paso!

Algunos metros más allá, el público no hubiera sospechado, en aquella faz sonriente y reposada, la más vaga impresión de un atentado.

Y por fin, la nota dada al pueblo de Madrid que magnificaba. Mientras cientos de ciudadanos honrados, enardecidos ante la presencia del crimen, pretendían vengar su natural furor en el anarquista, a quien la Policía había preso y defendía contra la ola humana, millares de madrileños ovacionaban al Rey, protestando contra los asesinos, contra los viles contra los cobardes. Más tarde, ante los balcones de Palacio, donde se asomó la familia Real y desde donde saludaba D. Alfonso al pueblo, una inmensa muchedumbre aplaudía con frenético entusiasmo al Monarca. En algunos ojos honrados habían puesto lágrimas la emoción.

Será inútil cuanto quieran hacer esas fieras, esos seres aberrados, indignos de llamarse hombres. España quiere vivir y renacer. El acecho de cuatro miserables no podrá vencer estas cosas tan santas y tan nobles.

Españoles, ¡viva el Rey!