27 mayo 2020

Cuando otros luchaban contra la dictadura pacíficamente el padre de Pablo Iglesias militó en el grupo guerrillero FRAP

Pablo Iglesias se burla de la familia aristócrata de Cayetana Álvarez de Toledo y esta le responde calificándole de ‘hijo de terrorista’

Hechos

En la sesión del 27.05.2020.

Lecturas

En la sesión de control al Gobierno del Congreso del 26 de mayo de 2020 el vicepresidente del Gobierno, D. Pablo Iglesias Turrión, se refirió reiteradamente a la portavoz del Partido Popular, Dña. Cayetana Álvarez de Toledo Peralta-Ramos como ‘marquesa’, por su condición de hijo de marqués. Esta le respondió en su intervención de ‘hijo de un terrorista’, por el hecho de que su padre fue detenido por ser miembro del FRAP, un grupo terrorista que se enfrentó a la dictadura y que asesinó a varios policías.

28 Mayo 2020

El padre terrorista y la cobardía cayetana

Antonio Maestre

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"El problema de Cayetana Álvarez de Toledo es que no soporta que le recuerden que lo que tiene no es por su trabajo, sino por su cuna"...

Cayetana Álvarez de Toledo tendría que ser consciente de la estirpe genética vinculada al crimen que rodea a los de su clase antes de mirar al resto. Lo sabe porque hasta los de su clase le robaron el título nobiliario a su familia. Otra de grandes nombres, apellidos compuestos y probabilidad de enfermedades genéticas le birló el título a los Peralta Ramos – Álvarez de Toledo porque se habían ido de España y el padre de Cayetana tuvo que litigar para recuperarlo y dejárselo en herencia a la portavoz del PP. Está en su sangre coger lo que no es suyo y fraguarse una posición y una fortuna con el sudor ajeno. Eso es lo que han hecho durante cuarenta años los grandes nombres de la aristocracia española y se entiende que esas enseñanzas produzcan comportamientos similares criados en la impunidad.

Cayetana no hace más que repetir lo aprendido en casa. En un hogar de vencedores, ricos, y burguesitos de manicura y nariz empolvada. El problema de Cayetana es que no soporta que le recuerden que lo que tiene no es por su trabajo, sino por su cuna. Que no es mejor, ni más lista, ni se ha esforzado más, simplemente es una privilegiada que nació en una familia de vencedores de una guerra fascista en una burbuja que le aseguraba el éxito con el dinero de papá. Ese es el mérito de Cayetana, ser la hija de una clase de aristócratas españoles y argentinos que tienen lo que tienen gracias a la sangre unas dictaduras que les aseguraron esa pervivencia. Y no le gusta la imagen que devuelve el espejo. Se cree valiente, pero no es más que una heredera de la vida ociosa.

La educación elitista de Cayetana, de niña rica, se la debe a la pertenencia a una clase parasitaria que en España, además, tiene el rasgo de cómplice de una dictadura. Por eso se atreve a llamar terroristas a los héroes de la resistencia antifranquista. Un privilegio de casta que les viene en los genes gracias a la construcción de la democracia durante la Transición que los suyos se ocuparon de dejar coja. El hispanista Walter Bernecker, citando a Hans Magnus Enzensberger, explica que en Europa solo existen dos prototipos de disolución de régimen dictatorial con un traspaso de poderes que incluye a miembros del régimen finiquitado: uno es el presidente polaco Wojciech Jaruzelski, que comandó durante el periodo 1989-1990, y el otro es el Adolfo Suárez. La cultura democrática surgida tras la amputación de las posibilidades de restitución de la memoria de la militancia de la resistencia es la que permite a Cayetana Álvarez de Toledo difamar con aceptación de sus acólitos a los que lucharon contra la dictadura.

El valor que la derecha le presupone a la marquesa de Casa Fuerte se esfumaría dirigiéndose a Jean de Gaulle si tuviera que decirle que es nieto de un terrorista porque su abuelo había dirigido las acciones de resistencia contra los nazis y la creación de los maquis. La marquesita no se atrevería, porque en situaciones difíciles es donde se demuestra el coraje. Y una hija de una estirpe de aristócratas lo ha tenido tan fácil que temblaría si tuviera que acusar a Pierre Georges de ser un terrorista por asesinar el 21 de agosto de 1941 a sangre fría al soldado nazi Alfons Moser en la estación de tren de Barbès-Rochechouart.

Porque Cayetana, que se educó en Francia, acabaría en la Isla del Diablo, si se le ocurriera hacer la misma acusación que ha hecho al padre de Pablo Iglesias a algún héroe de la Resistencia Francesa. Acabaría denostada y exiliada sin la honra de Henry Charrière, pero probando la modesta moralidad de la burguesía que suponía la prisión en Tolón, en palabras de Clement Duval cuando sintió en sus carnes las bondades de la penitenciaría. Se atreve en España, donde le protegen los privilegios de sangre que le otorgaron cuarenta años de crímenes y genocidio franquista.

La paradoja es que Cayetana Álvarez de Toledo presume de que su padre, Juan Illán Álvarez de Toledo, fue miembro de la resistencia francesa, aunque las fechas cuadran poco y parece un farol ya que hasta después del desembarco de Normandía no pisó suelo francés. La Forces Françaises de l’Intérieur (F.F.I.) era una organización que asesinaba a soldados y policías durante el Régimen de Vichy. La lógica patricia que convierte en terrorista a una organización como el FRAP por asesinar a policías de la dictadura franquista convierte inmediatamente en terrorista al padre de Cayetana Álvarez de Toledo por militar en una organización como el FFI que hacía lo mismo con policías nazis. Yo no lo creo, la resistencia, aquí y Francia, son héroes y heroínas de la patria. Los únicos demócratas auténticos. Tanto el FRAP como la FFI.

«La vie est ondoyante», decía Josep Pla parafraseando a Michel de Montaigne. Sé que le gusta esa cita a la portavoz del PP. Y es cierto, señora marquesa. La vida es ondulante. Algún día se les acabará la impunidad y la soberbia de camisas azules con las que se atreven a dirigirse a los herederos de las víctimas de nuestra dictadura. Es cuestión de tiempo, y espero que viva para verlo mientras aprieta los dientes de rabia.

29 Mayo 2020

Parlamento al revés

EL PAÍS (Directora: Soledad Gallego Díaz)

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La portavoz del Grupo Popular, Cayetana Álvarez de Toledo, cruzó este miércoles la línea de lo admisible en una democracia

La portavoz del Grupo Popular, Cayetana Álvarez de Toledo, cruzó este miércoles la línea de lo admisible en una democracia al acusar de terrorismo al padre del vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias. Sus expresiones intolerables no justifican las provocaciones del propio vicepresidente, quien se dirigió a Álvarez de Toledo por su título nobiliario en lugar de por el tratamiento de señoría y, al día siguiente, lanzó acusaciones de golpismo contra el portavoz de la ultraderecha en la comisión de reconstrucción. Pero tampoco obligan a confundir al país con disquisiciones de cara a la galería, como si lo que exigieran estos episodios fuera dirimir con precisión escolástica lo que se puede o no se puede decir en el Congreso.

La excusa de responsabilizar a los demás de los desafueros propios, como la que dio Álvarez de Toledo, sería infantil si no estuviera afectando a asuntos tan graves como la convivencia y la salud de las instituciones: los miembros de la Cámara saben que juegan sin arriesgar personalmente porque sus expresiones están cubiertas por la inmunidad. Lo que muchos de ellos parecen haber olvidado es que esa inmunidad no es una coartada para la descalificación o para la injuria, sino la garantía prevista por la Constitución ante la responsabilidad que contraen cada vez que toman la palabra. Es de esta responsabilidad de lo que se está haciendo burla día tras día al intentar que una escalada de ofensas, irrefrenable y estéril, ocupe el lugar que corresponde al debate político.

Lo sucedido este miércoles en el Congreso de los Diputados fue más lejos de lo que había ido hasta fechas recientes, pero ni constituye una novedad ni es previsible que desaparezca, como bien se pudo comprobar al día siguiente. En realidad, estas malas formas parlamentarias responden a una estrategia política que aparece y desaparece de la vida pública española desde 1993, que a punto estuvo de poner en jaque al sistema constitucional y que amenaza con volver a hacerlo en estos momentos. De acuerdo con esta estrategia, la acción de gobierno no debe ser nunca objeto de control por parte de los diputados, sino de juicios apocalípticos sobre las intenciones que se imputan al presidente o los ministros. La realidad del país sigue entonces un camino y el debate político otro diferente, en el que las necesidades de los ciudadanos son solo el señuelo para esconder la obscena brutalidad de la lucha por el poder.

En democracia, el Parlamento sirve para resolver mediante la representación política los legítimos conflictos de intereses entre los ciudadanos. La práctica en España está creando un auténtico mundo al revés en el que los ciudadanos son emplazados para asumir como propios los conflictos políticos creados en el Parlamento, desentendiéndose de sus intereses.

29 Mayo 2020

Borrar a las víctimas

Federico Jiménez Losantos

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SE NOTA que ha pasado mucho tiempo desde el franquismo y que los periodistas ni saben ni quieren aprender. Produce una mezcla de extrañeza y desolación leer las noticias sobre el FRAP a propósito de la defensa de Cayetana de la Nación y la Constitución, no de su padre, que bien podría: estaba en la resistencia francesa cuando La Pasionaria alababa a Hitler. De los tres cuartos de hora de su discurso, cogen la última frase y dicen que «desvió el tiro», que debió centrarse en Marlaska. Sería como fijarse en Rockefeller y no en Moreno, en el muñeco y no en el ventrílocuo. Marlaska no es nada. Es el Steinberg de Lenin, su ministro de Justicia, que al año se quejó de las matanzas y lo echó. Su libro Cuando fui comisario del pueblo está traducido al español. Y olvidado, claro.

La clave de este Gobierno es Iglesias, aunque la cabeza sea Sánchez. El golpe al estado de Derecho lo acaudillan los comunistas, aunque lo ejecuten los socialistas. Daría igual que cayera Marlaska. No daría igual que cayera Iglesias. Y es importante que, ante el zafio acoso del macho alfa rojo, Cayetana le soltara un soplamocos. Batet, coreada ayer por Teodoro Dolfos, se empeñó ilegalmente en borrarlo. ¿Por qué? Porque al Gobierno del coronabildu le sobran las víctimas del terrorismo. Todas. ¿No eran españolas las víctimas del FRAP? Los cinco policías y el guardia civil asesinados, los mutilados de por vida por el FRAP, ¿deben ser desterrados del libro de sesiones? Sí. Si no hay víctimas, no hay verdugos. Iglesias llegó al Congreso ensalzando a un terrorista del partido de su papá, fusilado cuando Franco por asesinato. Y ayer dijo su mamá que el FRAP luchaba por la libertad. Robó y mató para ahuyentar la democracia e imponer una dictadura comunista. Como ahora.

Algunos dicen que el PCE creó el FRAP y lo disolvió. No. Fue una de las infinitas escisiones en los partidos comunistas tras el informe de Kruschev sobre los crímenes de Stalin. En el fondo, lo que reivindicaban era el derecho moral al genocidio de los comunistas. El FRAP lo presidió Álvarez del Vayo, comisario jefe del Ejército de la República y lacayo de Stalin. Hubo muchos partidos m-l, antes del 68. En España, PTE, BR, ORT, IC… Sólo dos optaron por el camino de la ETA: el GRAPO y el FRAP. ¿Borrarán también a las víctimas de ETA del diario de sesiones? Sin víctimas no hay verdugos. A eso vamos.

29 Mayo 2020

El marqués de Sade, las marquesas y los terroristas

Berna González Harbour

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Que el marqués de Sade dejara un legado literario de envergadura no significa que sus hijos heredaran su capacidad creativa en una obra clasificada como Tesoro Nacional en Francia, sino el título nobiliario y acaso una fortuna. Nadie, por decirlo claramente, tendría derecho a reprochar a esos hijos la calidad estilística de su padre, su visión del vicio y la virtud, ni su temática escandalosa. Ni aunque el líder podemita se llamara Pablo Bin Laden y no Iglesias, por ejemplo, tendría tampoco nadie derecho a reprocharle el 11-S. Que ni de cerca ni de lejos es el caso.

Pero ya que nos han puesto en tesituras tan simplonas, seguimos.

Una de las diferencias entre un terrorista y un aristócrata es que el primero elige (un camino criminal) mientras que el segundo, en general, hereda (un privilegio). La única diferencia entre un hijo de terrorista y un hijo de aristócrata, sin embargo, es que el primero es un ciudadano limpio de polvo y paja y el segundo también, salvo que ya ha heredado un privilegio.

Ducados los ha habido de quita y pon en España a raíz del caso Urdangarin o más bien de pon y quita, porque tal como se creó el de Palma se le confiscó después al agraciado. De “pon” sin quitar también ha habido muchos para quienes prestaron favores a la causa, pero no es ahora el caso.

Nos obliga a esta peculiar reflexión el crujido dialéctico al que asistimos el miércoles en el Congreso, cuando a la alusión a su condición de marquesa por parte de Iglesias respondió Álvarez de Toledo sacando la ametralladora y descargando copiosa munición en segundos: hijo de terrorista, aristócrata del crimen político, burro de Troya, embajador de ETA, impostor, mentiroso, prohijado de los ayatolás, de Venezuela y tantas cosas que no parece haber tiempo en una vida joven para amasar tal currículum. Como balas trazadoras, los insultos y acusaciones salieron contra el enemigo en la diana como si no hubiera coronavirus, crisis, cierre de Nissan, qué tal si arrimamos el hombro, toca remar juntos, qué cosas digo.

Natalia Ginzburg cuenta en Las pequeñas virtudes (Acantilado) que, cuando era niña y empezó a escribir poesías, creía que eran tan buenas que no entendió por qué se reían de ella los demás. “Escribir poemas era fácil. Mis poemas me gustaban mucho, me parecían casi perfectos. No entendía qué diferencia había entre ellos y los poemas verdaderos, ya publicados, los de los verdaderos poetas”.

Más tarde entendió eso y muchas otras cosas y, gracias a ello, la literatura creció. Ojalá la portavoz del PP entendiera también la diferencia entre jugar a hacer política y hacerla. Sin olvidar que la diferencia entre un acusado de marqués y un acusado de hijo de terrorista es que el primero no tiene gran argumento para ir a los tribunales, pero el segundo sí.