21 abril 1966
Primera gran guerra mediática desde la aprobación de la libertad de prensa por la 'Ley Fraga'
Estalla un enfrenamiento entre los diarios PUEBLO (nacional-sindicalista) y EL ALCÁZAR (Opus Dei) por unas elecciones sindicales
Hechos
En abril de 1966 los periódicos vespertinos PUEBLO y EL ALCÁZAR se dedicaron mutuamente editoriales en la que cada uno analizaba la actitud del otro.
Lecturas
La cobertura del periódico El Alcázar – dirigido por José Luis Cebrián Boné y gestionado por PESA – de las elecciones sindicales por parte de Vicente Alejandro Guillamón lleva al diario público Pueblo, dirigido por Emilio Romero Gómez, propiedad de la Organización Sindical a iniciar una polémica en la que ambos periódicos se cruzarán duras descalificaciones sin precedentes desde el inicio de la dictadura y cuestionarán cada uno la independencia del otro. Pueblo insistirá en vincular al Opus Dei y a PESA con el Opus Dei.
Unas elecciones sindicales dieron origen a la primera gran polémica entre periódicos de ámbito nacional desde la aprobación de la ‘Ley Fraga’ y la abolición de la censura previa. Los diarios de la tarde PUEBLO, el más leído en ese sector, dirigido por D. Emilio Romero, y EL ALCÁZAR, que desde que era dirigido por D. José Luis Cebrián Boné experimentó una relevante salida, intercambiaron opiniones sobre la línea editorial de cada uno a raíz de unas críticas de D. Vicente Alejandro Guillamón a las elecciones sindicales (PUEBLO era el periódico de la Organización Sindical), la polémica incluyendo serias descalificaciones mutuas.
Antes de la censura previa, EL ALCÁZAR ya había replicado al diario PUEBLO por unas informaciones de este sobre el Opus Dei, al que estaba vinculada PESA, la empresa que entonces gestionaba el diario EL ALCÁZAR, pero entonces se evitaron las descalificaciones.
Una contienda que no había hecho más que empezar
La guerra de PUEBLO contra los diarios del Opus Dei (con posicionamientos liberales) sería una característica venidera en los años siguientes. PESA, a parte de gestionar el diario EL ALCÁZAR (propiedad de la Hermandad del Alcázar de Toledo), crearía su propio periódico, NUEVO DIARIO, que se estrenaría combatiendo al diario PUEBLO.
22 Abril 1966
MELODÍA EN CUATRO TIEMPOS
Nuestro colega EL ALCÁZAR periódico constituido, sostenido y dirigido por miembros del Opus Dei, publico de poco tiempo a esta parte, artículos de V. A. Guillamón que se refieren a temas sociales y sindicales. Estos artículos son de posición crítica y tienen un claro aire polémico. En el artículo de ayer, referido a las próximas elecciones sindicales, contiene varias afirmaciones inexactas.
PRIMERO
No hay discrepancia entre las opiniones de PUEBLO, cuando tratara recientemente el tema de las elecciones y ciertas manifestaciones de don Antonio Chozas, inspector-asesor general de la Organización Sindical. Cuando el señor Chozas defiende la unidad sindical no solamente está sirviendo el interés de los trabajadores – que a efectos de la defensa de sus intereses laborales no deben estar fragmentados como en el pasado – sino que coincide exactamente con el pensamiento de todo el movimiento obrero mundial. Y hace muy bien al advertir al Gobierno y a la Administración que si esa unidad está en la ley, quien debe respetar, en primer lugar, la ley es el propio Gobierno y la Administración. Pero el señor Guillamón, en lugar de observar lo que dicen los dirigentes sindicales y el comportamiento de estos, saca a colación algunas leyes del pasado – aunque vigentes – que están necesitadas de reformas incluida la propia ley de Unidad Sindical. Precisamente porque esas leyes se han quedado anticuadas en algunas aspectos, la Organización Sindical se ha visto en la necesidad de no cumplirlas a raja tabla y adecuar su comportamiento a la realidad. Ahora bien: lo que en esas leyes hay de positivo y actual – como el caso de la unidad – hay que recordarlo y refrendarlo. El señor ofrece un razonamiento que correspondería a la Organización Sindical de mil novecientos cuarenta y tantos, pero en ningún caso a la de 1966. Sacarse ahora de la manga – que podría hacerse – que las leyes dicen que para ser dirigente representativo sindical hay que ser militante del FET y de las JONS, cuando esto no se ha cumplido nunca, y han podido ser dirigentes sindicales condenados a muerte por sus responsabilidades en la guerra, y los cuadros de representación están llenos de viejos dirigentes de las antiguas organizaciones obreras, es estar enjuiciando una obra con más de veinte años de antigüedad en la visión y ejerciendo el más perfecto maniqueísmo. Los Sindicatos están incluidos en ese orden político que se llama el Movimiento Nacional, donde están también las organizaciones familiares, las asociaciones y la Federación Española de Fútbol. Pero los Sindicatos no están en el ‘Partido’ como dice el Sr. Guillamon, aunque estuvieran en el pasado.
SEGUNDO
¿De dónde saca el Sr. Guillamón que el sector económico está en las cámaras de Comercio, Industria y Navegación y el sector social flota fuera del sindicalismo oficial sin instituciones donde acogerse? El sector económico está incluido en la Organización Sindical. En cada sindicato nacional, provincial o local hay una sección económica ocnstituída por los empresarios. Posteriormente hay una Vicesecretaría de Ordenación Económica que coordina la acción de la totalidad de los empresarios, también a nivel nacional y provincial. Y, por último, acaba de constituirse el Consejo de Empresarios a nivel provincial y nacional. Las cámaras de Comercio, Indsutria y Navegación son antiguas y supervivientes corporaciones dependientes del Ministerio de Comercio, que no tienen atribuída la representación de intereses económicos, pero que constituyen, en la práctica otra organización paralela, a veces, con la sindical en el servicio al empresariado.
En este mismo sentido se incluye el sector social en la Organización Sindical. Los obreros elegidos en las elecciones trienales sindicales están en los Sindicatos tienen sus visecretarías de ordenación social y acaban de constituir sus Consejos de Trabajadores.
Lo que resulta sorprendente es tener que decir todo esto al señor Guillamón, a no ser que este articulista sea uno de esos supuestos pasajeros de platillos volante a quien están buscando ciertos servicios de información por haber recibido la denuncia de que han aterrizado en la tierra y están ocultos en alguna parte.
Pero si el señor Guillamón, por el procedimiento de disparar a una paloma para matar a un cura, quisiera decir otra cosa que no dice, pensamos que debemos ayudarle. Existe, efectivamente, cierta dualidad representativa en el mundo empresarial al gozar de dos organizaciones: una en los sindicatos, al lado de los trabajadores: y otra fuera de ellos, a título exclusivamente e independientemente, patronal. Hace mucho tiempo que la Organización Sindical le ha dicho al Gobierno que este doble encuadramiento es perturbador y peligroso; y que apoyados en ese precedente, pueden los obreros reclamar otro doble encuadramiento: el que tienen en los Sindicatos al lado de los empresarios; y otro más para ellos solos. Si es esto lo que quiere decir el Sr. Guillamón, este periódico y la Organización Sindical estamos de acuerdo con él. Pero el sector social no flota en el vacío.
TERCERO
La llamada línea política de nombramiento directo, de mando, de arbitraje, de dirección, o del o que se quiera, no es verdad que no sea representativa. En cuanto que los dirigentes de nombramiento realizan la gestión a favor de los intereses privados – que son los intereses de los obreros y los intereses de los empresarios – son ya representantes. Los dirigentes sindicales de la línea de mando defienden los intereses legítimos de los obreros o de los empreseraios, y son por ello dirigentes sindicales indiscutibles. Otras cosa sería si fueran representantes del Gobierno para defender exclusivamente los intereses que el Gobierno quisiera defender en cada caso. Pero al propio tiempo, y en tanto funcionen las estructuras actuales de integración, con los empresarios y con los obreros, los dirigentes de línea política o de arbitraje son necesarios, porque están al frente de intereses, en muchos casos contrapuestos, como son los intereses de los obreros y de los empresarios y entonces tienen que ser personalidades alejadas de los intereses concretos de cada sector para poder averiguar con objetividad dónde están los intereses legítimos de cada uno, y los intereses generales de la comunidad. Aquí es donde se produce la polémica principal sobre el Sindicalismo en el afán de modernizarlo y de ponerlo de acuerdo con la nueva sociedad. Todo el proceso de evolución que viene afectando a los Sindicatos españoles desde hace muchos años se centra principalmente en disminuir espacio a la línea política para concedérselo a la línea representativa. En los primeros años de la década 40-50, el Sindicalismo era jerarquizante, y ahora es democratizante. El cambio de sentido ha sido total. A este proceso solamente le faltan las últimas etapas; pero atreverse a decir el Sr. Guillamón que toda la dirección y responsabilidad de la vida sindical está ne las manos de los no electos es desconocer este proceso. La más ruidosa manifestación de recuperación de poder por parte de los obreros y de los empresarios ha sido, en primer lugar, el establecimiento del Congreso Sindical; y después, los Consejos de Trabajadores y de Empresarios por separado, han barrido de las asambleas y de las mesas directivas a las llamadas jerarquías.
CUARTO
Argumentar como testimonio o prueba que la Organización Sindical no es representativa porque en la esfera internacional se la rechaza como tal constituye una ignorancia a sabiendas de todo lo que acontece a la política general española en el mundo internacional desde el final de nuestra guerra civil. Sin embargo, el señor Guillamón se considera muy sorprendido de asistir a ciertas reuniones privadas que tienen lugar frecuentemente en Madrid entre dirigentes sindicales españoles y sindicalistas o socialistas europeos o americanos. En esas reuniones, lo que se prueba es que esos dirigentes españoles por que se sorprenden por lo que ven, lo ensalzan corrientemente y luego tienen que tragárselo en sus países porque la condición para seguir siendo diputados o dirigentes sindicales es tener una posición contra esto.
FINAL
Hace muy bien EL ALCÁZAR, nuestro colega dirigido y mantenido por miembros del Opus Dei, en incluir secciones críticas de carácter obrerista en sus páginas. Nada está más necesitado de crítica que el mundo social y el mundo económico. La libertad de Prensa recién estrenada no debe tener tabús y en todos aquellos lugares donde se muevan intereses públicos, allí debe estar la información y la crítica. Tanto es así que nosotros tampoco vamos a abdicar de estos beneficios de a libertad. En cualquier caso sería muy conveniente que la autoridad oficial que emana de EL ALCÁZAR, al ser una empresa dirigida y sostenida por miembros del Opus Dei, podría contribuir a que el Gobierno considerara más ampliamente las peticiones sindicales en materia social o económica, dado que en el Gobierno figuran ilustres miembros y en gran número, del Opus Dei, que nos induce a suponer la influencia de nuestro colega.
23 Abril 1966
CARTA DEL DIRECTOR
Queridos lectores:
Uno de los fenómenos más interesantes de los últimos meses en la Prens madrileña es, sin duda, la difusión creciente que experimenta EL ALCÁZAR.
No me importa el decirlo así porque el mérito no es mío, sino que lo comparto con los cientos de personas que intervienen en la realización del periódico.
El factor fundamental de este crecimiento radica en el buen trabajo de nuestros hombres y en el hecho de que lo hacen siempre en un claro ambiente de independencia. Este periódico es independiente. Lo hemos declarado y lo hemos demostrado con los hechos en la medida en que la falta de libertad nos lo permitía. Ahora, con la bienvenida libertad de Prensa, todos ustedes están comprobando de modo más manifiesto aún esta independencia.
Una buena prueba la daba hace dos días Vicente Alejandro Guillamón – Guillamón entre nosotros – cuando planteaba un tema en el que tiene razones para ser especialista. Guillamón – autor del libro ‘Justicia social, doctrina para un sindicalismo de orientación cristiana’ y relacionado directamente con los movimientos apostólicos obreros de Acción Católica – firma lo que escribe, sabe lo que dice, y encuentra mucho eco en los lectores. Que lo digan si no, por ejemplo, los kilos de telegramas y de cartas que recibió hace poco con motivo de su campaña en favor de los empleados de Correos y Telégrafos. También encuentra eco en nuestros colegas. Ayer, sin ir más lejos, PUEBLO dedicaba un largo artículo a sus ideas sobre los sindicatos de nuestro país.
De responder a PUEBLO en las referencias que hace a cuestiones sindicales, se encarga Guillamón en nombre de sus propias ideas y del apoyo que encuentra en los lectores. Yo quiero dejar aquí constancia de algo que Guillamón soslayará: diga lo que diga PUEBLO, este diario no tiene una especial influencia en el Gobierno. No la pretendemos. Nuestra influencia la tenemos en la sociedad, en nuestros lectores, que crecen ininterrumpidamente. Y sabemos que a través de la sociedad esa influencia alcanzará al Gobierno en lo que tenga de representativo.
Este es nuestro periódico. Esta es su independencia. Su fuerza se la dan ustedes. Lo demás es pura alquimia.
José Luis Cebrián.
23 Abril 1966
Por unos sindicatos más representativos. Diálogo Melódico Sindical
Independientemente de la respuesta que el periódico como tal considera oportuno dar, y sin deber hablar en nombre del Opus Dei, puesto que no soy miembro a ningún nivel de dicha obra, tengo la obligación de puntualizar – exclusivamente como autor de los artículos a que se hacen referencia – el editorial de PUEBLO de ayer titulado ‘Melodía en cuatro tiempos’. Así el lector podrá juzgar por sí mismo todos los extremos que se plantean en el importante problema de la representación sindical.
La unidad sindical, que, en efecto, es prácticamente imprescindible al mundo del trabajo para lograr sus reivindicaciones y aspiraciones, no tienen ningún parentesco con la uniformidad, la dictadura o el monopolio sindical a favor de ningún grupo político determinado, como sucede en nuestro país. La unidad sólo puede admitirse cuando es producto de la libertad, esto es, de la libre determinación de los propios trabajadores, es totalmente democrática y las diversas tendencias que puedan existir están debidamente representadas y legalmente garantizados sus derechos. ¿Será necesario para demostrarlo acudir a la doctrina conciliar y a la Declaración de los Derechos del Hombre, suscrita por España como miembro de la ONU. Aquí no se dan aquellas condiciones, luego se llama unidad sindical a lo que es, en realidad, un monopolio o un sindicato único y exclusivo.
Dice PUEBLO que si la unidad está en la ley, los primeros que deben respetar la ley son el propio Gobierno y la Administración. Pero ésa es una ley del pasado, según lo declara PUEBLO y precisamente porque esas leyes se han quedado anticuadas en algunos aspectos prosigue nuestra colega – la Organización Sindical se ha visto en la necesidad de no cumplirla a raja tabla… Entonces se me ocurre preguntar simplemente que si la Organización Sindical no las respeta como debería, ¿cómo se atreve a pedir que las respeten al Gobierno y la Administración? ¿Por qué regla de tres las tendrán que respetar los mismos trabajadores? ¿Por qué tendrán que pagar la cuota y cumplir las normas y disposiciones de una Organización Sindical nacida de unas leyes que esa misma Organización no se considera en el deber de cumplir? Por lo demás, yo no me saco de la manga las leyes que imponen la filiación a Falange – al partido se decía antes – ni tampoco las mantengo ni pido que se cumplan a raja tabla, como hizo el señor Chozas, inspector-asesor general de la Organización Sindical, en su conferencia del pasado domingo. En todo caso, defiendo que si ya no tienen efectividad, como viene a descubrir PUEBLO, se sustituyan por otras más acordes con la realidad actual, que ya no es totalitaria ni jerarquizante. Y ello nadie mejor que la Organización Sindical, a través de su tercio de procuradores en Cortes, podría intentarlo. ¿Han dado los Sindicatos algún paso en este sentido? Pues sí no lo dan, yo, al menos, no puedo creer en palabras que los hechos no confirman.
Explica PUEBLO que han podido ser dirigentes sindicales condenados a muerte por sus responsabilidades en la guerra civil’. Del contexto del artículo se desprende que se refiere a dirigentes de la línea política. Pues bien, me gustaría conocer algunos nombres, no ya de condenados a muerte, sino de personas que hayan ocupado puestos importantes de la línea política sin pertenecer a Falange. Sería otro descubrimiento de flagrante incumplimiento de unas leyes que ahora resulta que nadie desea respetar. Y dicho sea sin querer hacer comentarios de humor negro porque la cosa se presta para eso y para más.
“¿De dónde saca el señor Guillamón – pregunta PUEBLO – que el sector económico está en las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación y el sector social flota fuera del sindicalismo oficial sin instituciones donde acogerse?’. Yo no tengo que sacarlo de ninguna parte, sino remitirme a las palabras del propio editorial de nuesro colega, que dice líneas más adelante: ‘Existe, efectivamente, cierta dualidad representativa en el mundo empresarial al gozar de dos organizaciones: una en los Sindicatos…. Y otra fuera de ellos, a título, exclusiva e independientemente, patronal’…. ‘y que apoyados en ese precedente pueden los obreros reclamar otro doble encuadramiento: el que tienen en los Sindicatos, al lado de los empresarios, y otro más para ellos solos’. No es que puedan, sino que yo, como trabajador, reclamo un trato igual al de los empresarios, aunque al señor Chozas no le parezca bien que puedan aparecer asociaciones – pseudosindicales las llama – nacidas a extramuros de la unidad sindical. La cosa está clara: o jugamos todos o rompemos al baraja.
Pero no me refería directamente a este problema, aunque como puede apreciarse tampoco lo rehúyo, sino que decía y sostengo – que cada dirigente representa a quien lo elige o designa, y es obvio que la línea de mando o línea política, den nombramiento directo, no representa ni al sector social porque ninguno de ambos la ha elegido. Representan, en todo caso al sector político que los ha designado, y son, en palabras del propio editorial de PUEBLO, personalidades alejadas de los intereses concretos de cada sector…’ ¿Pues no había dicho PUEBLO, pocos días antes, que no es admisible la presión o coacción de los grupos organizados con arreglo a tendencias ajenas a los intereses especialmente laborales ¿En qué quedamos? Si son personas procedentes de un sector político bien definido – en otros tiempos, al menos, bien definido, alejadas extrañas a uno y otro sector, o sea que no tienen nada que ver con los intereses específicos laborales, ¿Cómo pueden pretender representarlos? Tampoco tienen ninguna efectividad el papel de árbitros que se arrogan porque, de acuerdo con el decreto-ley sobre conciliación y arbitraje, la última palabra, la decisiva, en las desavenencias de los intereses contrapuestos de obreros y patronos, la tiene las autoridades del Ministerio de Trabajo.
Dice, asimismo, PUEBLO que ‘todo procedimiento de evolución que viene afectando a los sindicatos españoles desde hace muchos años se centra principalmente en disminuir espacio a la línea política para concedérselo a la línea representativa. Y añade: ‘a este proceso (democratizante) solamente le faltan las últimas etapas’. Pues bien, que se cumplan, y el día que se hayan cubierto totalmente podrá hablarse ya, de verdad, que la Organización Sindical es auténticamente representativa. Entre tanto, quien manda en ella es, como la propia frase lo expresa sin eufemismos la ‘línea de mando’ que tampoco me he sacado yo de la manga. Los obreros elegidos en las elecciones trienales sindicales no tienen ‘sus’ vicesecretarías de ordenación social, sino que las vicesecretarías son del a Delegación Nacional de Sindicatos, y aquellas a su vez tienen a los trabajadores bajo su jurisdicción y control.
A mí me da igual que ‘la llamada línea política, de nombramiento directo de mando, de arbitraje de dirección o de lo que se quiera…’ se denomine de una u otra manera, porque, en definitiva, el hábito no hace al monje, pero ya es extraño que ni ellos mismos sepan cómo llamarse. ¿Tampoco saben lo que son? Los que contribuimos a su sostenimiento económico sí lo sabemos, y a mí, al menos, me desagrada.
En el último lugar debo decir que los Sindicatos verticales no tienen demasiada suerte con sus visitantes sindicalistas y socialistas extranjeros, porque si aquí se sorprenden de la libertad de los dirigentes sindicales españoles – cosa que yo no he puesto nunca en duda porque ya sé que son los que de verdad pueden hacer y deshacer, lo que no significa que los encuadrados en los sindicatos tengan la misma libertad de elegirlos a todos los niveles – ensalzándolo corrientemente, y luego tienen que tragárselo en sus países para seguir siendo diputados o dirigentes sindicales, lo menos que se puede decir de esos visitantes es que son un poquito hipócritas. O bien disimulan aquí o bien ocultan allí sus impresiones, pero su comportamiento en ambos casos como lo denuncia PUEBLO es harto distinto. De todas formas sólo se trata de reuniones privadas, que a la vista de las dificultades con que tropieza, por su falta de representatividad, la Organización Sindical en la OCDE y OLT, pongo por caso no es mirada de igual manera en los organismos internacionales de carácter sindical y laboral.
V. A. Guillamón
25 Abril 1966
MOLTO VIVANCE
Estamos manteniendo una polémica con EL ALCÁZAR y esto nos parece útil. No hay, pues, molestia por nuestra parte y en ningún caso rebasaremos los límites que nos impone la libertad, que es respeto al antagonista en todos los casos y recta intención. Desde este periódico hemos defendido la libertad y no vamos a dar malos ejemplos. Seguiremos el orden señalado por el señor Guillamón, que es el articulista promovido por nuestro colega como especializado en temas sociales según asegura el director del vespertino.
La unidad sindical
El señor Guillamón coincide con nosotros en que la unidad sindical es imprescindible al mundo del trabajo para lograr sus reivindicaciones; pero señala que la unidad de los Sindicatos actuales no existe por estas tres cosas:
A) Porque la unidad es producto de la libre determinación de los propios trabajadores.
B) Porque es totalmente democrática
C) Y porque las diversas tendencias que pueden existir estén debidamente representadas y legalmente garantizados sus derechos.
En cuanto a lo primero, el hecho de que los Sindicatos celebran cada tres años elecciones mediante sufragio libre, directo y secreto que promueve la totalidad de los enlaces sindicales, jurados de empresa, vocales sociales y económicos de todas las asambleas representativas y juntas directivas de estos organismos, constituye una realidad difícilmente escamoteable por el señor Guillamón, a no ser que pueda probar que esos trescientos mil cargos electivos se deben a un gigantesco pucherazo realizado en toda España, a nivel de todas las ciudades, y entonces debe ser consecuente con sus opiniones y honrado con sus informes, y dar cuenta a la opinión pública con pruebas evidentes de este pucherazo. Mientras no demuestre esto, la unidad de los sindicatos actuales es producto de la libre determinación de los propios trabajadores.
Los sindicatos son democráticos en cuanto que se promueven todos los cargos representativos por elección y no se amordaza a nadie en las reuniones, juntas, asambleas y congresos para expresar su opinión.
Lo que efectivamente no tienen los Sindicatos actuales – y ésta es la tercera cuestión – es el reconocimiento de las tendencias a que se refiere el señor Guillamón. Entendemos como tendencias las ideas de los afiliados. Efectivamente, en las estructuras de la Organización Sindical no se reconoce la existencia de falangistas, monárquicos, socialistas, comunistas, anarquistas, etc. La Organización Sindical únicamente convoca intereses laborales e intereses económicos. Pero si existiera ese reconocimiento no se produciría la unidad como dice el señor Guillamón, sino la variedad ideológica asociada, pactada, convenida y haría incluir en los verdaderos intereses de los trabajadores las perturbaciones ideológicas como en el pasado. En los comienzos de la guerra civil los sindicalistas anarquistas estaban detenidos y los habían metido en la cárcel las otras tendencias que constituían el Frente Popular. Los trabajadores españoles, fragmentados en sus ideas políticas, divididos por sus diferentes ideológicas, eran buena presa del mundo capitalista. La unidad sindical no deja de producirse porque no haya tendencias políticsa; por el contrario eso que defiende el señor Guillamón se ha llamado siempre pluralidad sinidcal que es todo lo contrario a la unidad.
Las Leyes anticuadas
El señor Guillamón dice que si la Organización Sindical no ha respectado literalmente las leyes que se refieren a la estructura sindical carece de autoridad para pedir al Gobierno que las respete en determinados preceptos. Decíamos en nuestro artículo anterior que la instancia que ha hecho el señor Chozas al Gobierno es para que se respete, precisamente, la unidad sindical, que es precisamente la unidad sindical, que es prácticamente imprescindible para el señor Guillamón. Coincide pues, el articulista de EL ALCÁZAR, con nosotros, y no nos explicamos por qué nos impugna. Todo aquello que ha sido superado de esas leyes por la Organización Sindical se debe precisamente a una dinámica de democratización, que es lo que le gusta al Sr. Guillamón. ¿por qué entonces, se extraña? En los primeros tiempos, nuestros Sindicatos – decíamos –eran jerarquizantes, y desde 1950 en adelante inician su proceso acelerado democratizante. Si vamos hacia una democracia sindical plena (que es lo que desea el señor Guillamón), ¿por qué lo resalta como objeción? Estas son las consecuencias del maniqueísmo polémico. La falta de rigor y de objetividad llevan necesariamente a inventarse las cosas, que es necesario combatir para salir airoso de una polémica. Es rigurosamente cierto que la Organización Sindical no ha podido cumplir todos los preceptos de la vieja legislación, sencillamente para poder hacer un sindicalismo democrático. Entonces lo que el Sr. Guillamón tiene que hacer es felicitar a la Organización Sindical si es que es realmente un demócrata. Estamos, isn embargo, de acuerdo con el señor Guillamón en que si esas leyes están anticuadas hay que cambiarlas por otras; pero aquí llega también tarde nuestro interlocutor porque esta petición figura en las agendas de muchas asambleas sindicales desde hace bastantes años. Lo que pensamos que debería hacer el señor Guillamón no es dirigirse a los Sindicatos, que no tienen la competencia de cambiarlas, sino a quien proceda. Lo que hace es tirar cantazos a la Luna.
Dirigentes Sindicales
Asegura el señor Guillamón que hemos dicho que han podido ser dirigentes sindicales de la línea política condenados a muerto por sus responsabilidades en la guerra civil y esto no lo hemos dicho, sino que nos referíamos a personalidades de la línea representativa. En la Organización Sindical hay un amplio censo de dirigentes representativos – si es que lo quiero buscar – donde se encontrará con millares de antiguos miembros y directivos de organizaciones socialistas o anarquistas, algunos de los cuales han cumplido serias condenas derivadas de su comportamiento en la guerra civil.
Los dobles encuadramientos
El señor Guillamón está totalmente de acuerdo con nosotros y la organización sindical sobre la improcedencia del doble encuadramiento. Las Cámaras de Comercio, en cuanto que asuman funciones de representación económica y sean patronales encubiertas, deben desaparecer; pero esto no se prestó a hacerlo cuando se originó la crisis, el ministro de Comercio de entonces, señor Ullastres, que es un honorable miembro del Opus Dei, igual que el ilustre director de EL ALCÁZAR. O lo que es lo mismo; los Sindicatos no mantienen esa dualidad, ni la desean. Han pedido, incluso, su desaparición. Los que la mantienen son otros. Y están tan cerca del señor Guillamón que los puede saludar sin cambiarse de acera.
La línea política
Tendremos que repetir, en virtud de que el señor Guillamón parece que no quiere oír que la línea política es el producto de la estructura de integración de obreros y de empresarios en una sola entidad sindical representativa? Sobre este asunto no deseamos pronunciarnos en estos momentos, porque precisamente es una problema afrontado últimamente en el III Congreso Sindical, y los obreros por una parte, los empresarios por otra, están divididos. Nosotros tenemos nuestra particular opinión; pero pensamos que debe resolverse o anclarse por los propios obreros y empresarios, que es a quienes les afecta de una manera directa. Ahora bien: mientras dura esta estructura, lo que queda de ‘línea política’, en cuanto que gestiona lucha y defiende en favor de los interés de los trabajadores y de los empresarios, se convierte desde ese mismo instante en representativa de esos intereses, aunque no hayan sido elegidos sus miembros por sufragio. E incluso con más méritos, porque no van a beneficiarse directamente de lo conseguido. Informamos, por otro lado, al señor Guillamón que no pocos obreros y empresarios han pasado de la línea representativa a la línea política, solamente por el hecho de su actuación destacada como tales obreros y tales empresarios, y sin pedirles el requisito de estar afiliados a la Falange. Todo esto hay que saberlo y no hablar de oído.
La evolución sindical
Decíamos en nuestro artículo anterior que la evolución de los Sindicatos prosigue, y que quedaban las últimas etapas. EL señor Guillamón pide que se cumplan. Esto no tiene ninguna objeción por nuestra parte. Está en su perfectísimo derecho como comentarista político, y además está en la obligación, como especialista que es de temas sociales, de ofrecer camino y hacer sugerencias, y lo deseamos para este fin que no escoja caminos fáciles o vericuetos que están al alcance de cualquiera, sino que se ponga sobre la realidad de este momento, observe la experiencia general, y la nuestra, y aporte sus iniciativas con deseos de acertar y no con pretensiones de lucirse.
Las dificultades internacionales
Volvemos a decir al señor Guillamón que las dificultades internacionales que tiene la Organización Sindical corresponden a las resistencias que se han puesto a lo largo de los últimos veinte años a toda la actividad exterior española. Esto lo sabe el señor Guillamón tan bien como nosotros, y no se plantea ninguna cuestión de representatividad, porque en las Internacionales Sindicales se admiten como representantes españoles a dirigentes políticos exiliados, que ni han sido elegidos por los obreros de España ni pueden representarlos, sencillamente porque están fuera del país desde el final de nuestra guerra civil. En esas organizaciones solamente se puede estar con una etiqueta: antifranquista. Y les es exactamente lo mismo que sean representativos o no.
Repóquer
Esto ocurre ahora, en que un periódico de la más clásica derecha española – y lo decimos con todos los respetos – se lance a la demagogia y ponga en circulación respetables personajes con requisitos de sinceridad social, constituye la vieja estampa conocida. Por eso en el país se ha hablado siempre de dos demaogias: la demagogia roja y la demagogia blanca. Estamos excusados de decir que la demagogia blanca no ha tenido ningún éxito entre los trabajadores. Y como los trabajadores son mucho más listos que las derechas – y esto lo decimos con admiración y emoción – a veces han utilizado organizaciones derechistas, porque eso era conveniente, o porque no tenían otra posibilidad de actuación. Las célebres Hermandades Obreras de Acción Católica (las HOAC) han estado siempre llenas de obreros no católicos, a quienes los curitas y no pocos obispos daban sus bendiciones. Precisamente debido al talento y a la capacidad de sacrificio de los trabajadores estamos en la época social, porque las derechas no han dado nunca facilidades, y han ido siempre a remolque del valor y de los sacrificios de los obreros. La simpleza dialéctica del as derechas es colosal. Exclaman desde sus privilegios: ‘¿Veis? Nosotros somos también partidarios de la justicia social y somos revolucionarios’. Nuestro querido colega EL ALCÁZAR pasa ahora por el trance de hacer pinitos sociales. A nosotros nos parece bien que desde esas columnas se anhele la perfección democrática de los Sindicatos. Nosotros llevamos algunos años trabajando por ella. Pero la verdadera sinceridad y valor social se demuestran no gritando a los pobres, sino a los ricos. Los negocios, la especulación, las fortunas espectaculares, los sueldos estratosféricos, todos los comportamientos considerablemente antisociales, están fuera de los Sindicatos. Y el señor Guillamón, que es especialista en temas sociales, sabe exactamente dónde están. Ahí es donde debe dirigir, principalmente, sus preocupaciones un escritor social o un dirigente obrero. Lo demás son columnas de humo. Por eso, como los trabajadores saben exactamente donde están las conductas antisociales, no se han dado nunca de alta en las derechas para gritar desde allí sus protestas, sino que en más de una ocasión les han querido destruir, o extirpar. Pregúntese – finalmente – a españoles no indocumentados, sobre quién tiene en estos momentos poder económico en el país, y todos dirán la misma respuesta. Una respuesta bien lacónica, que acaso no tenga más de siete letras.
26 Abril 1966
SIN DEMAGOGIAS
‘Estamos sosteniendo una polémica con EL ALCÁZAR y nos parece útil’. Con esta frase comenzaba su editorial de Tercera Página el diario PUEBLO de ayer lunes.
La supuesta polémica es consecuencia del tratamiento periodístico que nuestro redactor V. A. Guillamón está dando al tema de la unidad y de la representatividad sindicales. Tema de indudable interés político, sobre el que se ha escrito mucho en nuestro periódico, y se seguirá escribiendo cuando y como proceda porque, insistimos, es un tema de interés personal.
PUEBLO se sale por la tangente. En su prolija contestación no hay ningún argumento nuevo ni suficientes ideas claras. Y por si la confusión fuera poca, el colega vespertino trata de soltar la tinta del calamar. Pero ya es tarde. El asunto, ante los lectores que hayan seguido la controversia, está perfectamente dilucidado.
El meollo de la polémica
¿Qué postulaba, en síntesis, Guillamón en sus ponderados artículos? Que los sindicatos españoles sean realmente representativos. Esta es la madre del cordero. A PUEBLO, órgano sindical – si es que lo sigue siendo, puesto que desde hace unos días aparece editado por la Sociedad Ediciones y Publicaciones Populares – le molesta, por lo visto, que alguien defienda esta postura justa y democrática o que otros invadan su pretendido monopolio en este campo. Pero abandonamos este punto porque, tal como fue planteado, está suficientemente debatido. No por desprecio a la postura de PUEBLO, sino porque es inútil toda polémica que al socaire del diálogo busque derivaciones que nada tienen que ver con la cuestión. Por ejemplo, el hecho de que el director de este periódico sea miembro del Opus Dei; en efecto lo es, como lo son también muchísimos obreros que contribuyen con sus cuotas a la Organización Sindical. Per0, ¿qué tiene que ver esto con el programa discutido?
En su maniobra de diversión, PUEBLO nos encasilla como periódico de la más clásica derecha española y nos acusa de ‘poner en circulación respetables personajes con requisitos de sinceridad total’. ¿Qué habrá querido decir con tan retorcida frase? Nos trata también de demagogos blancos ante los trabajadores ¿Es que los trabajadores españoles no pueden tener otra perspectiva que les brinda PUEBLO?
En el mismo párrafo lanza una andanada contra las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) implicando a curas y obispos. Como no tenemos nada que ver con aquellas organizaciones obreras, que, por otra parte, nos merecen toda clase de consideraciones y respetos, les endosamos la arremetida de nuestro colega, al mismo tiempo que lamentamos que, sin fundamento alguno, les haya hecho blanco de su irritación.
Hemos dicho repetidas veces que somos un periódico independiente. ¿Tiene idea PUEBLO de lo que significa ser independiente? Por mucho que lo expliquemos, no conseguiremos que no entienda.
Independencia y veracidad
Los que trabajamos aquí sóo pretendemos hacer una Prensa políticamente independiente y verazmente informativa. Creemos tener un criterio político y, precisamente porque queremos ser independiente, hablamos necesariamente de justicia social y no podemos dejar esa parcela para uso exclusivo de ningún otro periodístico. Y seguiremos hablando de eso y de todo lo que le duela a España y de lo que la alegre. De la sucia especulación del suelo. de la urgencia de elevar el salario mínimo. Del que no tiene vivienda. Del que sufre una presión sical injusta. del que se evade de una imposición fiscal justa. de los niños que no tienen jardines para juzgar. Seguiremos hablando aunque PUEBLO nos llame demagogos. Y también, y sobre todo, hablaremos de todo lo maravilloso que hay en España. Decimos, a gritos, que queremos hablar de todo. Y que en nuestras páginas escriban todos los que tengan algo que decir si lo saben decir con mesura y respeto a las personas.
El Análisis
La polémica entre el diario PUEBLO de D. Emilio Romero y el diario EL ALCÁZAR de D. José Luis Cebrián Boné se resume fácilmente, los dos querían la etiqueta de ‘rebelde’ para ellos y colocar la etiqueta despectiva de ‘gubernamental’ sobre el otro. Para EL ALCÁZAR eran ellos los que informaban correctamente de las elecciones sindicales porque hablaban con las listas alternativas y no sólo las oficiales, mientras que PUEBLO era el periódico gubernamental, al ser el periódico de la Organización Sindical (que se financiaba directamente del Estado) y que dependía del ministerios de Relaciones Sindicales y el Movimiento.
Para el diario PUEBLO que durante años había vendido la imagen de ser el periódico más rebelde, que se atrevía a criticar a ministros, eso era una provocación, por lo que les tocaba insistir en el carácter de diario opusdeista, para recordar que el Gobierno de la dictadura ahora había mucho opusdeista, lo que venía a demostrar que era EL ALCÁZAR el diario gubernamental. En realidad no dejaban de ser las peleas entre dos sectores de la derecha franquista (opusdeistas-liberales vs sindicalistas-falangistas). Y, a la hora de la verdad, ninguno de los dos podía presumir de rebelde, porque de sus páginas no podía salir ninguna mención al general Franco que no fuera para elogiarle.
Era sólo el comienzo de una guerra que iría creciendo – aparecerían nuevos actores como NUEVO DIARIO – hasta estallar definitivamente en 1968 como ‘la segunda gran guerra’ de la prensa.
J. F. Lamata