15 abril 1980

Después del cierre de ARRIBA, el diario PUEBLO es el único periódico generalista público - financiado por el Estado - que subsiste

Polémica sobre la supervivencia del diario PUEBLO: Francisco Umbral (EL PAÍS) sugiere que se convierta en una cooperativa

Hechos

El 18.04.1980 el columnista D. Francisco Umbral publicó en EL PAÍS el artículo ‘El Caso Pueblo’.

Lecturas

EL CASO PUEBLO

Francisco Umbral, EL PAIS, 18-04-1980

Me inquieta todas las tardes el caso Pueblo, el caso del diario PUEBLO, cuando me acerco entre dos luces -la de la vida, la de la muerte, que diría un clásico tirando a romántico- a comprar la prensa vespertina, en su mayor parte épica. Informaciones había ido desgastando últimamente su fisonomía hasta ser un periódico sin rostro, como una vieja medalla mal labrada. Pero PUEBLO seguía y sigue viviendo de la marcha que le metiera hace treinta años Emilio Romero, y está en una apreciable tirada de 80.000 ejemplares.La prensa del Movimiento hubo que cerrarla, aparte de exigencias democráticas, porque era ruinosa. Pero PUEBLO sigue ahí. Lo que prueba (como siempre quiso sostener sofísticamente Romero) quePueblo no era exactamente prensa del Movimiento, aunque quizá fuese algo incluso peor, más ambiguo y confusionarlo. Técnicamente, en todo cáso, era -¿y es?- mucho mejor. Pienso que Pueblo se vende por sus grandes reportajes, por lo que conserva de revista diaria, por su tratamiento ruidoso del fútbol y el crimen pasional. En todo caso, no ha caído en el error de querer ser EL PAIS de por la tarde. Así, el pueblo que compra PUEBLO puede que lo haga apolíticamente, puede que compre un magazine más que un diario de opinión, ya que la opinión del Estado (que no debe tener opinión), filtrada por la opinión del Gobierno de Meliá, que siempre son contradictorios consigo mismos, y filtrada a su vez por la opinión de UCD, que quiere y no quiere ser algo más que el Gobierno, algo más que el Poder, Filtrada finalmente por la opinión del propio periódico, supone un proceso complejo de filtraciones, una destilería periodística de la que difícilmente puede obtener un trago el lector de media tarde.

Pero la estructura técnica de PUEBLO, la inercia populista de Romero, ese medio millón escaso de lectores y, sobre todo, la variada botánica ideoIógica de obreros y redactores del vespertino, hacen de Pueblo, me parece a mí, una ternera de dos cabezas, o de mil, en el periodismo dernocrático.

Hombres como Eduardo Rico, Antonio Casado, Raúl del Pozo, el poeta José Luis Jover, casi todos de la vieja guardia de PUEBLO (que nada tienen que ver con la vieja guardia de Franco), más todo un elemento humano pululante de comunistas, socialistas, retrofranquistas, oficialistas, ucedistas, en redacción y talleres, de López-Negrín al fotógrafo Santiso, hacen de PUEBLO un complejo humano y profesional difícil de definir, lamentable de eliminar y urgente de resolver. No costaba nada cerrar el ARRIBA, que era el santuario en huecegrabado de las sucesivas mitologías joseantoniano/franquistas, pero es más complicado, más doloroso, más difícil, cerrar PUEBLO., y, sobre todo, que el caso está clamando al cielo de la Moncloa, por esos 80.000 compradores, por esos excepcionales profesionales que hacen el periódico, por la personalidad que aún le resta y por el delicado equilibrio político que se ha conseguido en el régimen interno, en el clima de trabajo, donde Raúl del Pozo baja a talleres con una botella como una antorcha de vino, para los obreros, o Eduardo Rico aplica análisis hegelianos al estreno de la noche anterior.

Después de la voladura simbólica o fáctica de diarios madrileños tan acuñados como MADRID o INFORMACIONES, es posible que Pueblo vuele cualquier tarde, dejando en la calle, o en el anónimo burocrático, a una masa de obreros expertos y una gavilla de escritores con personalidad. UCD no debe hundir el torpedero inás importante de su anterior escuadra franquista, ni desguazarlo como el Canarias. Ese periódico, que es ya una cooperativa ideológica, debiera salvarse en forma de cooperativa económica y efectiva. Digo yo.

Francisco Umbral