20 diciembre 1999
Los portugueses dominaron la zona durante 443 años
Portugal devuelve a China la península de Macao y cierra un capítulo de la historia colonial europea en Asia
Hechos
El 20 de diciembre fue noticia en la prensa española.
El Análisis
El 20 de diciembre de 1999, Portugal entregó oficialmente la administración de Macao a la República Popular China, cerrando así un capítulo que había comenzado hace más de cuatro siglos. Desde mediados del siglo XVI, los portugueses habían convertido a Macao en un enclave estratégico de comercio entre Oriente y Occidente, primero bajo la lógica del imperio marítimo y después como territorio administrado bajo la bandera lusa. Era, junto con Goa, un recordatorio del tiempo en que Lisboa fue la gran potencia atlántica y asiática. Sin embargo, en los albores del siglo XXI, ese anacronismo ya no tenía lugar en un mundo marcado por la descolonización y por el ascenso de China como potencia ineludible.
La devolución de Macao se enmarca dentro de un proceso negociado en los años ochenta entre Lisboa y Pekín, siguiendo en parte el precedente de Hong Kong, que el Reino Unido había devuelto a China en 1997. No obstante, hay diferencias significativas: mientras que Hong Kong estaba sometido a un régimen especial de soberanía arrendado por 99 años, Macao había sido, en términos jurídicos, una colonia portuguesa que en 1976 adquirió el estatus de “territorio chino bajo administración portuguesa”. En la práctica, Portugal reconocía ya que Macao no le pertenecía y que su destino estaba ligado a la soberanía de Pekín.
El traspaso se produjo de manera ordenada, bajo la fórmula de “un país, dos sistemas”, que garantizaría a Macao mantener durante medio siglo un régimen económico y administrativo propio, al igual que en Hong Kong. Para Lisboa, la salida fue también un gesto simbólico: Portugal cerraba con dignidad su ciclo imperial, iniciado en el siglo XV, y culminaba la integración plena en su identidad europea, sin nostalgias coloniales.
La devolución de Macao deja una lección importante. Portugal, que en África había librado sangrientas guerras coloniales hasta mediados de los setenta, supo esta vez gestionar de forma pacífica un final inevitable. Y China, que recibía otro trozo de su territorio histórico, se comprometía a respetar un modelo de convivencia política y económica que hoy es observado con atención en todo el mundo. El 20 de diciembre de 1999 no solo fue el fin de una presencia europea en Asia, sino también un símbolo del nuevo equilibrio global en el cambio de siglo.
J. F. Lamata