2 julio 1979

El ex ministro Serrano Suñer mantiene que el genocidio no fue conocido por las autoridades franquistas. Por su parte García Serrano cuestiona la versión que da la película de la masacre

La serie ‘Holocausto’ sobre el genocidio nazi contra los judío desata polémicas en España por las insinuaciones de Ramón Serrano Suñer y Rafael García Serrano rozando el negacionismo

Hechos

  • El 30.06.1979 el diario EL PAÍS publicó unas declaraciones de D. Ramón Serrano Suñer sobre ‘Holocausto’.
  • El 2.07.1979 el diario EL ALCÁZAR publicó el artículo ‘No he visto Holocausto’ de D. Rafael García Serrano.

Lecturas

La miniserie producida en Estados Unidos ‘Holocausto’ se estrenó el 16 de abril de 1978 en ese país por la NBC y un año después llegó a España. Busca describir los crimenes cometidos en Alemania contra los judíos durante la dictadura nazi de Adolf Hitler.

En España ha habido quienes han cuestionado aspectos de ella como el exministro franquista D. Ramón Serrano Suñer o el columnista franquista D. Rafael García Serrano.

22 Junio 1979

La lección de "Holocausto"

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Gortázar)

Leer

DESPUES DE algunas vicisitudes típicas de la neocensura española, llega al fin -triunfo de la razón- la serie Holocausto a las pantallas de televisión. Habrá reacciones. No faltarán las que atribuyan a la película una intención de propaganda sionista y una capitalización de los muertos es un rasgo que sin duda puede encontrarse. Tampoco las acusaciones de que no es la única barbarie en nuestro mundo y en nuestro tiempo, y con los más distintos signos políticos: también es verdad. Como lo es la concepción folletinesca del tema, su comercialidad -otra capitalización de los muertos-; o la realidad de que hubo otras muchas víctimas del nazismo que no fueron sólo judíos. Por encima de todo esto queda el impacto de un hecho histórico innegable, y la oportunidad de su proyección en el mundo cuando está apareciendo una fuerte campaña antisemita. Que probablemente tenga algún olor a petróleo, a dinero de petróleo. Y la oportunidad, también, de su proyección en España cuando en las esquinas de todas las ciudades van apareciendo pintadas con las cruces gamadas, carteles con la efigie de Hitler, siglas con advocación nazi o hitleriana; y a veces, jovenzuelos con brazalete gamado y cuchillo rápido.La tendencia a olvidar o a no enterarse no es siempre inocente. Si lo fuera, las imágenes de Holocausto que van a ver a partir de esta noche todos los millones de españoles que son adictos al medio contribuirá a que no se pueda apelar a esa inocencia. Holocausto es la representación de un hecho que efectivamente encuentra paralelos en esta «historia de furor y ruido contada por un idiota», que decía Shakespeare que era nuestra vida; pero en sí es un hecho incomparable. La previsión de la matanza, su carácter metódico, su sistema de organización, la imposibilidad de defensa del acusado -la pertenencia directa a una determinada raza y no a una religión, de forma que no cabía siquiera la humillación del «converso», como en los terribles tiempos de la persecución española-, la perfección técnica y la ofícialización de la fuerza exterminadora en una doctrina explicada meticulosamente desde antes de la llegada al poder -Mein Kampf- dieron al nazismo un carácter esencialmente homicida.

Este homicidio, finalmente asesinato, finalmente genocidio, es lo que refleja Holocausto. Si hay rasgos melodramáticos en la definición de los caracteres novelescos -los buenos y los malos-, no hay desgraciadamente énfasis en la exposición documental; incluso podría decirse que hay moderación o comedimiento. Las fotografías que se conservan de los campos de concentración, los documentales gráficos como Noche y niebla, de Alain Resnais -nunca proyectada en España-, superan en dramatismo a esta reconstrucción: los mejores actores, los mejores escenógrafos no pueden reconstruir el dolor infinito de los torturados y asesinados.

No debe servir esta película para fomentar ningún odio. No debe influir en la cuestión de Israel como Estado, cuya existencia y acciones requieren otro juicio político. No debe, en ningún modo, culpabilizar de una manera colectiva al pueblo alemán, que fue en sí mismo, en la guerra y en la posguerra, víctima de la banda de Hitler. Sirva, sobre todo, para enseñarnos cuál es el cámino del crimen y para que nadie se acerque a él por frivolidad o por ignorancia, creyendo encontrar soluciones en algo que nunca fue una solución posible. En este sentido, por encima de sus defectos formales o de otras tendencias más o menos manifiestas, Holocausto, que comienza hoy a, proyectar Televisión Española, es de un enorme valor didáctico. Y la decisión final de proyectarla, por encima de oposiciones que puedan considerarse como cómplices, dignifica a quienes la han tomado.

30 Junio 1979

La opinión del exministro franquista Serrano Suñer sobre 'Holocausto'

Ramón Serrano Suñer

Leer

«Yo sigo poco la proyección. La vi parcialmente, antes de ahora en Francia, donde me parece que no tuvo gran éxito. No me gusta verla porque es muy desagradable y, además, porque no siempre está hecha con el debido rigor histórico. Por eso, rectificando el «titulillo» de un periódico en el que honradamente y con consideración se recogen unas manifestaciones mías, no he dicho que Holocausto sea verdad, sino que lo que digo es que «son verdad aquellas horribles matanzas en los campos de concentración que los nazis convirtieron en campos de exterminio».»

«Pero también digo que si esas exhibiciones de horribles crueldades, que allí se cometieron, se hacen con honrada finalidad para que sirvan de advertencia, de condenación y de escarmiento, para que nunca en el mundo puedan repetirse, hay que extenderlas también (esas exhibiciones) a las matanzas de millones de hombres que se hicieron en otros países, en Rusia, en España, y que… en algunos otros pueblos se siguen cometiendo. »

«Hay otros genocidios de los que no se habla y de los que no se hacen películas para la televisión; y es que éstas sólo son posibles para grupos de presión: los judíos que tienen dinero; el Black Power -el Poder Negro- que recientemente exhibió en otra película -Raíces- el trato cruel, inhumano, que los blancos norteamericanos y los ingleses dieron a los negros; y lograron escenas sentimentales y humanas que impresionaban.»

«En cambio hay otros pueblos, otras razas, como es el caso de los indios que residían en los territorios que hoy ocupan Estados Unidos antes de que llegaran los blancos anglosajones, entre los que había muchos judíos, que después de una guerra cruel hasta casi el exterminio (allí no se dio el mestizaje) han quedado reducidos a pequeños grupos étnicos por los que casi nadie hace nada y nadie recuerda, y no tienen dinero para airear en el mundo las crueldades de que fueron objeto. Sólo alguna vez, aisladamente, alguien se refiere a ellos y hay pequeños movimientos en su favor, como es el caso de la actriz Jane Fonda.»

«Para terminar, creo que lo humanamente necesario es, ante todas estas horribles matanzas, tener piedad, el más profundo respeto por todos -¡muchos, por desgracia!- los que aquí o allí, en donde fuera, en un lado y en otro lado, sufrieron el dolor físico y moral en sí y en los suyos; que yo bien conozco por dolorosa experiencia personal.»

Pero desgraciadamente, junto a los que entonces sufrieron y murieron y a los que aún sufran y estén marcados por tanta desgracia y amargura, hay otros -¡muchos también!- que se aprovechan de horrores y doloresajenos para fines extraños a la piedad; y los explotan con propósitos proselitistas y de odio, haciendo mercadería de las pasiones humanas.»

«También me parece honesto decir que sería mostruosa injusticia la de querer envolver a todo el pueblo alemán en aquel genocidio; ya que son, únicamente, los que lo realizaron quienes se envilecieron, pero también se envilecen los que lo explotan con ruines propósitos políticos y con odio. Estos también están emsombreciendo la historia de la humanidad.»

01 Julio 1979

Carta abierta a Serrano Suñer

Montserrat Roig

Leer

Señor Ramón Serrano Súñer: acabo de leer en la prensa unas manifestaciones suyas, a propósito de la emisión del telefilme Holocausto. En ellas usted dice que «en España no se tuvo conocimiento de la existencia de los campos de exterminio nazis hasta entrado el año 1943, o tal vez hasta 1944, porque, como escribí en un libro hace ya mucho tiempo, esas cosas no se realizaron con publicidad, y la sorpresa y consternación que su conocimiento nos produjo fue para nosotros especialmente grande y dolorosa, como sin duda también lo sería para tantos alemanes dotados de sentimientos de piedad».No sé si el libro a que usteld se refiere es Entre Hendaya y Gibraltar publicado por primera vez en 1946. Ciertamente, usted afirma en su libro que cuando fue en delegación a Berlín, el 13 de septiembre de 1940, para mantener conversaciones con su colega alemán, el ministro de Asuntos Exteriores, barón Von Ribbentropp, no sabía nada del genocidio nazi, pero no niega que vio la estrella judía en la espalda y el brazo de los segregados, y que aquello le llevó a sospechar que el interior del engranaje de aquella máquina podía ser terrible.

Hacía exactamente un mes que el presidente de la Generalidad, Lluis Companys, había sido detenido en La Baule (Bretaña) por la Gestapo, acompañada de agentes franquistas.

Señor Serrano Súñer: usted es católico, y estoy segura que es un hombre que siente piedad. Es por estas razones que quisiera hacerle unas cuantas preguntas que usted puede responder ante la historia,

Una vez ya le pregunté, no sé si lo recordará, si durante su conversación con Ribbentropp sabía que había republicanos españoles en el campo de exterminio de Mauthausen. Y si se lo había comentado al ministro alemán. Usted me respondió: «Se lo comenté de pasada, porque alguien me lo dijo en el avión de ida. Los nazis me dijeron que no eran españoles, sino gente que había combatido contra ellos en Francia.»

Usted, pues, admitió que «alguien» le había informado sobre la existencia de españoles en los campos nazis. Usted, parece, se conformó con la respuesta de que no eran españoles, sino «gente que había combatido contra los alemanes en Francia».

Entonces yo intenté explicarle quién era esa «gente». Se trataba de prisioneros que procedían de los batallones de Maroja, compañías de trabajo y de campos de refugiados civiles. No eran judíos, no pertenecían a un país ocupado por el ejército alemán

Parte de esa «gente» estaba formada por ancianos y niños refugiados en Angouleme y que habían pasado la frontera en febrero de 1939, huyendo del terror franquista. Eran la escoria de la escoria. gente parecida a aquellos españoles que también morirían abrasados y ametrallados en Oraduor-Sur- Glane, el 10 de junio de 1944, masacrados por la temible 2 Panzerdivision alemana,

El 20 de agosto de 1940, nazis armados con metralletas rodearon el campo de refugiados. Familias enteras fueron llevadas por la fuerza al tren. Al cabo de cuatro días el tren se paró en el pequeño pueblo de Mauthausen. Allí ordenaron descender, bajo golpes, lazos y la amenaza de las fauces de los perros a los hombres y a los adolescentes. Había ancianos de setenta años y niños de trece. Las mujeres empezaron a gritar, llenas de desesperación, porque intuyeron que sus esposos, padres, e hijos, eran llevados al matadero. Y así fue; apenas unos pocos sobrevivieron de aquel convoy de 430 hombres. No sé si recordará ahora esta historia que yo le conté. Usted sólo me respondió: «Mi preocupación más importante era entonces luchar para que los tanques de Hitler no entraran en España.»

No dudo de los loables esfuerzos que debió usted llevar a cabo para que España no se desangrara todavía más con una intervención estéril en la segunda guerra mundial, pero hay que hacer un esfuerzo para recomponer los retazos de nuestra historia pasada y saber asumir las consecuencias que sé extraigan de su conocimiento.

Sigamos: los deportados españoles que fueron internados en Buchenwald, Auschwitz, etcétera, por hechos de resistencia sobre todo a partir de 1943, llevan el triángulo rojo de los políticos. Habían sido detenidos directamente por la Gestapo o la policía de Vichy, de entre las filas de los resistentes franceses. ¿Por qué, señor Serrano Súñer, los deportados o españoles que entran en Mauthausen a partir del 6 de agosto de 1940 llevan, salvo unos pocos resistentes que entrarían a partir de 1943, el triángulo azul de los apátridas con la S de Spanier cosida encima? ¿Por qué esta contradicción? Si no tenían patria, ¿por qué los alemanes sabían que eran españoles? ¿Quién negó que esa gente era española? ¿Por qué los soldados franceses detenidos por los alemanes durante la drole de guerre son liberados y devueltos a sus casas, mientras que sus compañeros, los españoles de los batallones de marcha y las compañías de trabajo, permanecen unos meses en losstalags (campos de prisioneros de guerra) y luego son deportados a Mauthausen? En el mes de abril de 1941 la Gestapo fue al stalag 11 A y preguntó a los presos españoles quiénes eran los que habían participado en la guerra de España. Los que dijeron que sí fueron enviados a Mauthausen.

El único testigo español en el juicio de Nuremberg contra los crímenes de guerra nazis, el catalán Francesc Boix, fue interrumpido por Charles Dubost, delegado adjunto del Gobierno de la República francesa, en el preciso momento en que el ex deportado iba a contar el porqué de los triángulos azules. El Gobierno de la Francia recién liberada no había dejado de reconocer al régimen del general Franco. Sin embargo, muchos de mis testimonios afirman que la clave de este enigma está en la famosa conversación que usted mantuvo con el barón Von Ribbentropp, que fue en septiembre de 1940, cuando se decidió que estos republicanos españoles no tenían «patria». Cuando se decidió su exterminio en Mauthausen.

Usted ha afirmado también que en España no se tuvo conocimiento de los campos de exterminio hasta bien entrado el año 1943 ó 1944. Durante un largo tiempo, los deportados españoles en Mauthausen son considerados NN y no pueden escribir a sus familiares. Estaban totalmente incomunicados con el exterior porque recibían el mismo trato que los prisioneros más «peligrosos», los famosos Noche y Niebla. Esta gente tenía que desaparecer totalmente. En 1942, centrado el odio nazi contra los checos y los soviéticos, los españoles pueden escribir a casa. Han muerto ya las dos terceras partes. En 1942, pues, el servicio de correos español empieza a repartir postales desde un lejano punto de Austria a los familiares de los deportados. Pero ya antes, en 1941, según el ex deportado Josep Bailina, fue reclamado un deportado que era casi un niño por la Embajada española en Berlín, según parece por la mediación de usted. Se trata de Joan Nos Fibla, de Alcanar (Tarragona), el cual llegaría a su casa a finales de 1941. Su padre había muerto el 16 de octubre en Gusen, campo anexo a Mauthausen, porque difícilmente un hombre mayor de cuarenta años podía sobrevivir a la deportación hacia enero o febrero de 1943; más de un deportado español vio en Mauthausen a Josep Queralt Castell, un falangista catalán que regresaba de la División Azul. Estaba allí por que, según parece, había ido a «visitar» a su primo, el deportado Joan Subills. Con todos estos datos -y tengo más-, ¿se puede seguir afirmando que el Gobierno es pañol no sabía liada de los campos de exterminio nazis?

El rey don Juan Carlos inició el pasado año un bello gesto al colocar una corona de flores en el memorial de los deportados españoles de Mauthausen. Era la primera vez que se reconocía oficialmente este inmenso sacrificio de compatriotas nuestros. Usted mismo, señor Serrano Súñer, dedicó sus memorias «a cuantos sientan el espíritu de conciliación que haga imposible nuestros desgarramientos». Reconstruir la historia a base de la razón y el conocimiento no significa azuzar el resentimiento y el rencor.

Hay que cubrir las parcelas borrosas del olvido para reconciliarnos con nuestro pasado colectivo, para dejar de tener una relación neurítica con él. Nadie le va a pedir cuentas personales, pero usted, y otros como usted, pueden colaborar en una parte importante para que este país, tan enfermo, tan crispado, empiece a mirar serenamente hacia atrás. Usted tiene en sus manos parte de las claves de nuestra historia, y a estas alturas no se puede eludir ninguna responsabilidad.

05 Julio 1979

Otra vez lo mismo

Ramón Serrano Suñer

Leer

El pasado día 30 de junio hice unas manifestaciones en este periódico, a instancia de los redactores que en él se ocuparon de recoger opiniones con motivo de la exhibición del telefilme Holocausto por la TVE. Ahora, otra vez en el número correspondiente al día primero de este mes, la señora Montserrat Roig vuelve sobre el tema, con el designio ya manifestado en otras publicaciones, de afirmar o sostener que el Gobierno español tenía conocimiento, desde el principio, de las atrocidades que allí se cometieron. Se juega en todas esas manifestaciones con el equívoco, con la inadmisible equivalencia, entre dos conceptos y realidades muy distintos como son los «campos de concentración» y «los campos de exterminio».El Gobierno español tenía conocimiento de la existencia de los «campos de concentración» en Alemania, como existen en todos los países en guerra; en ellos tiene lugar la cautividad de los prisioneros, sin que tenga carácter represivo, con arreglo a lo que establecen los acuerdos internacionales sobre prisioneros de guerra que no autorizan la represión, sino la adopción de medidas meramente precautorias con el adversario, una vez que haya sido desarmado. (Cuando la segunda guerra mundial se inició así estaba dispuesto en el reglamento de La Haya anejo al convenio de 1907, y en el de Ginebra de 27 de julio de 1929). Pero de lo que no tuvo conocimiento el Gobierno español, creo que hasta 1943 o 1944, es de que esos «campos de concentración» se hubieran convertido en «campos de exterminio». Ni el Gobierno español, ni otros Gobiernos, lo supieron antes de 1942. Y cuando tuvimos conocimiento de las monstruosidades que allí se cometían, nuestra sorpresa y nuestra consternación fueron grandes y especialmente dolorosas, como escribí, ya en 1946, en mi libro Entre Hendaya y Gibraltar (capítulo XVII, página 374 de las primeras ediciones).

Ni en la misma Alemania en los primeros meses de la guerra, ni a lo largo de los años 1940 y 1941, se tuvo noticia de aquellas atrocidades, fuera de los monstruos que las cometían; el soplo o la delación se pagaban con la muerte. Tan es esto así que un hombre -Canaris-, que había participado antes con entusiasmo en la ilusión común de la victoria alemana, a partir del año 1941, cuando su conocimiento de las limitaciones económicas y demográficas que tenía el III Reich para mantener una guerra larga, le llevaron a la convicción, desde aquel momento, de que Hitler arrastraría a su país a un tremendo desastre, se convirtió en su mayor enemigo y se dedicó a tener en su mano y acumular los mayores datos y motivos para destruirle. Pues bien, aquel hombre, jefe del Servicio de Espionaje Militar Alemán (el Abwher), no tuvo hasta el año 1942 noticia de aquella conversión de los «campos de concentración» en «campos de exterminio», y fue entonces cuando, al sospecharlo, dirigió una comunicación secreta a todos los jefes de los Cuerpos del Ejército, en la que se les pedía que ordenaran las oportunas investigaciones sobre el trato que se daba a los prisioneros en los campos de concentración, «ya que, según ciertas informaciones que recibía, cabía pensar que ocurrían allí cosas gravísimas». Y esa situación fue desde entonces conocida por escritores, políticos e historiadores. Así las cosas, creo que la lógica, el espíritu sereno, han de llegar a la conclusión de que si el almirante Canaris, que era un hombre activo, dinámico y perspicaz, en posesión de los grandes secretos de Alemania, no sospechó nada hasta el año 1942, hay que admitir como necesario el desconocimiento de tales hechos por parte de otros países y sus Gobiernos. Lo contrario no solamente resulta ilógico, sino manifiestamente sectario o injurioso.

Nada antes de 1943

La realidad, pues, fue que los que en su origen eran campos de concentración se convierten más tarde en campos de exterminio. ¿Cuándo?, pronto, al parecer; y a su vez, ¿cuándo se supo esto? Aquí, con base histórica, no puede pretenderse que se tuviera de ello conocimiento antes de 1943, aunque la triste realidad fuera sin duda anterior, como se viene denunciando. Durante la segunda guerra mundial hubo en España cuatro ministros de Asuntos Exteriores. Cuando ésta empezó, el 3 de septiembre de 1939, y durante más de un año, hasta el 18 de octubre de 1940, era ministro el coronel Beigbeder, a quien yo sucedí en esa fecha, permaneciendo en el cargo hasta el 1 de septiembre de 1942, en que me sustituyó el conde de Jordana, al ser yo separado del Gobierno: Niego que ninguno de los tres -ni los Gobiernos de que formamos parte- tuviéramos entonces conocimiento de aquella terrible realidad. Luego… fue ministro Lequerica, a la sazón embajador en Vichy, más tarde en EEUU y en las Naciones Unidas, y siempre cargado de cargos. Ya terminada la guerra, en julio de 1945, pasé a desempeñar la cartera Martín Artajo. A partir de 1942 yo estuve distanciado del Gobierno, enteramente dedicado al ejercicio de mi profesión de abogado, alejado de toda actividad o gestión política concreta -aunque nunca desentendido de los problemas de España en relación con la tragedia europea-, y nopodía tener información especial de lo que luego ocurriera.

Españoles en los campos

La señora Montserrat Roig, que acredita en su artículo tener, a través de sus lecturas y testimonios, una información importante sobre la discriminación a que los alemanes sometían a los judíos, se refiere a una conversación conmigo sobre distintos pisodios y aspectos del tema discriminatorio, a los que respondí, según ella misma cuenta, que mi preocupación importante era entonces luchar para que los tanques de Hitler no entraran en España, y dice no dudar «de los loables esfuerzos que «debí llevar» -que llevé- a cabo para que España no se desangrara, todavía más, con una intervención estéril en la guerra mundial».Así era, en efecto; ésa era mi preocupación principal; la más importante y urgente al servicio de mi patria, ya que es seguro que si España hubiese sido beligerante en la contienda mundial al lado de Alemania se hubiera comprometido más, y hecho más difícil la situación de los españoles en los campos de concentración y se hubiera corrido seguramente el riesgo de que los alemanes, al ocupar con sus tropas nuestro territorio, hubieran establecido en nuestro propio país nuevos campos de concentración.

Como he recordado otra vez, cuando sólo sabíamos aquí del hecho y de la teoría de la discriminación racial, en conversación con el ministro Rosemberg -el desaforado teorizante del racismo- manifesté nuestra discrepancia fundamental en ese tema, que nos venía impuesta porrazones de orden religioso, ya que la unidad moral del género humano había sido proclamada como doctrina de la Iglesia, inserta en el dogma de la Redención. Es prueba de mi sinceridad la manifestación a que se refiere la señora Roig sobre mi sospecha de que el interior del engranaje de aquella máquina nacional -socialista podría ser terrible, cuando vi la estrella judía en la espalda o en el brazo de algún segregado, au nque esto ocurrió pocas veces, pues puede comprender que cuando yo iba a Alemania cargado de graves preocupaciones, ni callejeaba, ni paseaba, ni participaba en ningún esparcimiento en lugares donde se pudieran exhibir los distintivos a que alude, y mucho menos me llevaban a visitar -como no habían con nadie- los campos de concentración. Yo no hacía allí otra cosa que ir, abrumado por el peso de aquellas preocupaciones, desde el hotel AdIon, donde me alojaba, a la Cancillería del Reich, donde estaban el despacho oficial y la residencia de Hitler, o a la Wilhemstrasse, sede del Ministerio alemán de Asuntos Exteriores. Cuando preguntamos si había españoles en loscampos de concentración se nos manifestó que no se trataba de españoles, sino de combatientes contra ellos en Francia. De ahí, y por desplazamiento infundado de la frase, se quiere deducir que éramos nosotros los que les negábamos el carácter de españoles. En cambio, según han recordado recientemente, en el mes de agosto de 1940 las autoridades españolas dieron la conformidad a una propuesta del Gobierno de México para acoger a todos los refugiados españoles que se hallaban en Francia y en Bélgica. Y prescindiendo de casos que, por desgracia, ocurrieron, sin conocimiento concreto ni posibilidades de acción para evitarlos, traigo aquí las palabras que escribí en mi libro citado al tener noticia de aquellas brutalidades: «Repudiamos los campos de concentración alemanes y las monstruosidades allí cometidas. Esas cosas no se hacen con publicidad, y la sorpresa ha sido para nosotros más grande y más dolorosa que para nadie. Pero repudiamos también los otros campos de concentración, etcétera.»

Postura de discrepancia

Las escribí con la independencia con que actué siempre, tanto en mis cinco años escasos de Gobierno, en los que (una vez más quiero decirlo, ahora que ello no sea políticamente útil ni hábil) estuve con entera lealtad; entendámonos, con la lealtad crítica, que es como yo la entiendo. Postura crítica que acredita en libro reciente el escritor catalán Rafael Abella («Si a la gran amenaza mundial -dice Serrano Súñer en su obra Entre Hendaya y Gibraltar, no tenemos otra cosa que oponer que nuestras querellas y esta moral podrida del «estraperlo», la corrupción general, la insinceridad política y el egoísmo y las vaciedades y mentiras de la propaganda (dicho sea esto sin ninguna excepción), pereceremos y el imperio ruso será un destino que nos habremos merecido»), como podía referirme a las que escribí en 1945, en carta dirigida al generalísimo Franco, o en mi libro Ensayos al viento,en 1947, que significaban una indudable postura de discrepancia -discrepancia que nunca debe ni debiera haber originado enemistad ni falta al respeto mutuo- pero que fue considerada y calificada más gravemente por algunos que, necesarios incondicionales del régimen ayer, han sido «transformados» para su conveniente adaptación.

Tuvo Franco, en los 39 años de su Gobierno, más de cien ministros. Algunos permanecieron en el Poder doce, catorce y hasta dieciocho años. Yo estuve poco más de cuatro y ya van para 37 años desde mi separación. Por ello no sé si a estas alturas debo, agradecer como privilegiado la excepción en el recuerdo de que se me hace objeto, o si deplorarla alguna vez por su intención. Como dice el historiador francés Fevre, los materiales con que se ha de construir el edificio de la Historia son los hechos, «que deben observarse sin prejuicio ni complacencia». No puede el historiador ampararse en la imaginación, en la hipótesis o en la conjetura.

02 Julio 1979

No he visto ‘Holocausto’

Rafael García Serrano

Leer

Ya hemos hecho nuestro primer curso de sionismo, primero con Q VII, luego con Moises y ahora con Holocausto. No tengo noticias de que los herederos de don Gabriel Arias Salgado preparen un serial sobre la expulsión de los judíos de España por los Reyes Católicos, en el que don Fernando salga vestido de Führer, doña Isabel, de Eva Braun y Cisneros de Himmler, pero como yo soy generoso les regalo la idea, que en parte no es mía, porque yo tengo en un rincón de mi memoria, sin clasificación,, ni identificación por el momento, el recuerdo de un Julio César de Shakespeare representando por actores que iban vestidos con uniforme fascista, sustituyendo las antiguas togas y túnicas por la camisa negra.

Voy a esperar, por lo menos, en cuanto a judíos se refiera, a la serie de Fernando-Hitler, Isabel-Eva y Cisneros-Himmler, que me proporcionará alguna sonrisa. Como ahora está tan de moda decir que Colón era judío – y si lo fue a mí no me importa tampoco parece que le importó mucho a la Reina católica – resultaría muy bonito que a Colón se lo cargasen los nazis de la Santa Inquisición o de la Santa Hermandad –que podrían llevar en sus mangas verdes los relámpagos de las S. S. – y en consecuencia no se descubriese América, con lo que nos íbamos a evitar Bolívar, San Martin y Carter, que es el peor de todos. También el tabaco, que produce cáncer de pulmón, y la patata que da mucho flato y te pone de evidencia en sociedad, y las hamburguesas y los perritos calientes que solamente dan asco, y a Borges, que es un latoso y a Atahualpa Yupanqui, el rey del empalago y el famoso licenciado Echeverría, que es un cursi sangriento, pero eso sí, demócrata, de modo que nadie le hará un serial sobre la matanza y entierro de cientos de universitarios en el asunto aquél de la plaza de las Tres Culturas. Y a Benjamin Franklin, que era un sabio de calendario y al os dos Roosevelt, que buena nos la hicieron a los españoles.

Mi mujer y mis hijas han visto la serie y quieras que no me la han contado a la hora de comer, que es cuando me siento más indefenso, y entre lo que ellas me han dicho y lo que tengo leído, desde todos los puntos de vista, sobre campos de exterminio, encuentro que de hacer caso a la tesis de ‘Holocausto’ en Europa no debería quedar ni un judío, por lo cual no me explico cómo afortunadamente hay tantos, más los de Israel que son los que más admiro porque su Ejército , el valor de sus soldados, el talento de sus generales y sus sistemas de combate y persecución del enemigo me recuerdan mucho a los alemanes. Begin, Premio Nobel de la Paz, sólo se diferencia de Hitler en que él, personalmente, mató más ingleses.

Claro que pienso que ahora debe hacer mucho golfo por ahí que va presumiendo de ser judío por jugar a vencedor y por ver si cae algo del oro de Fort Knox, que es la auténtica tesorería israelí.

El otro día a un amigo mío que estuvo en la División Azul le dijo un compañero de trabajo.

– Te advierto que soy judío y te lo puedo demostrar. ¡Estoy circuncidado!

– Pues ese carnet se lo vas a enseñar a tu padre.

En fin, nadie niega que hubo muy malos modos entre los racistas alemanes y los racistas judíos, pero en punto al tema tratado por ‘Holocausto’ lo que no queda nada claro son las cuentas. También aquí hablábamos de un millón de muertos y luego ha venido la tía Cleo con la investigación, la estadística y la rebaja.

Rafael García Serrano

08 Julio 1979

"Holocausto" y el cainismo

Antonio Garrigues Díaz Cañabate

Leer

La mancha en la tierra de la sangre de Abel clama al cielo, no porque Abel haya muerto, ya que había recibido de Adán, su padre, no sólo la vida, sino también la muerte; clamaba porque era la primera sangre del hombre derramada por obra de su hermano y,sobre todo, porque era una sangre inocente. El que mata a un hombre mata a su hermano, ¡y qué trabajo para el homicida lavar su mano ensangrentada de sangre inocente! Por eso el que mata al que puede matarle, como en la guerra, no es un cainita.

La muerte es sobrecogedora por lo que tiene de misteriosa, pero no es terrible; lo que es terrible es el matar. La tragedia es la de Caín, no la de Abel. La tragedia es tener que «justificarse» diciendo: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? » La envidia homicida de Caín a Abel era la envidia teológica de la preferencia del menor sobre el primogénito, que se repite a menudo a través del Génesis -a través de la historia-: Isaac es preferido a Ismael; Jacob a Esaú; Raquel a Lía, y así sucesivamente. Caín tiene que huir, y vagabundo errante teme que le mate «cual quiera», dice (¿los hombres pre adánicos?), «que le encuentre». Pero recibe de Yahvé una señal de protección -la señal de Caín-, se casa y tiene descendencia, fundando la raza de los «cainitas». Es una raza inmensa. La ultima ratio del poder, y, sobre todo, de la prepotencia; es el poder matar, cruenta o in cruentamente, el poder eliminar al débil, al desheredado, cuando, por no someterse o estar más do tado, constituye una amenaza para el primogénito, que es la imagen y el heredero natural del padre. El primogénito se hace cainista cuando usa de ese don gratuito que es el de ser heredero, como privilegio y no como servicio, que es lo que es, y se hace homicida para defender su posición privilegiada. De esta amenaza de la primogenitura sobre el segundo génito, arranca el «complejo de Edipo».

La destrucción del débil, del pobre -pobres son los que no tienen nada, ni tienen codicia, y para los cristianos, los que no ponen su confianza en el poder, ni en el dinero, ni en sí mismos, sino sólo en Dios-, tiene muchos grados. El de la simple muerte no es el último, sino el primero, el más benévolo. Caín dice a Abel: «Salgamos al campo», y allí le mata. Le envidia, pero no le desprecia. La envidia es una forma siniestra de aprecio. El segundo grado del cainismo es cuando no solamente odia, sino que también desprecia. Para el cainismo, «el otro», el otro hombre, es género humano, pero no es «persona». Tal cainismo ni odia ni mata, pero utiliza «al otro», ni siquiera como cosa -se puede ser muy humano con las cosas que se aman-, sino como «no persona»; como un «quasi» animal. Eso es la esclavitud, que, institucionalmente,ha durado siglos y desinstitucionalizada durará siempre. Todo el que utiliza «utilitariamente» a otro hombre, sea un grupo, sea un Estado, esclaviza.

Pero el cainismo toca fondo, no ya cuando rebaja la dignidad del hombre, sino cuando usa ese rebajamiento además de para explotarlo, conservándolo egoístamente como en la esclavitud, para destruirle, aniquilarle sádicamente. Para ese cainismo, cierta clase de hombres llega a ser, no sólo inferior, sino contaminante por abyecta; es el caso de los parias de la India de las castas y, para los racistas, de la locura de la supremacía de la pura raza aria, de los judíos, de los cristianos, también contaminados, puesto que Cristo fue judío; de los negros, de los marginados como los gitanos, de las razas inferiores, como los semitas, y, en general, las razas no arias. Y todo racista desemboca en ese cainismo.

En Holocausto, lo que produce la náusea, mucho más que las matanzas, que durante una guerra se convierten en pura rutina, no es sólo la crueldad con que es maltratado el hombre, sinola abyección del trato de un ser hecho a imagen y semejanza de Dios. El alucinante relato que es Holocausto, en lo que tiene realismo y de ficción, produce un doble efecto que no se ha tenido bastante en cuenta en la obra proyectada: de un lado, la reacción general es la exaltación de las víctimas y la implacable condenación de los verdugos. Pero hay un segundo efecto, un acorde o resonancia de onda más corta, pero muy deletéreo, que es el de una pedagogía del sadismo cainita. Pasa como con ciertos relatos condenatorios de las violencias carnales o de las violencias terroristas, que pueden encontrar su acogida en las zonas sombrías del alma humana, más asequibles a lo tenebroso que a lo luminoso. No es bueno remover esos fondos oscuros de una naturaleza caída, como es la naturaleza humana.

Pero sería la más pura injusticia sacar la conclusión de que el pueblo alemán, en su conjunto, es responsable de una operación de exterminio del pueblojudío -«la solución final»- concebida por unas pocas mentes enloquecidas y ejecutada por un reducido número de seres alúcinados por la imbecilitas de la superioridad de la raza aria; seres endurecidos por el clima de guerra e ignorantes de que la, obligación de obedecer órdenes, inherente a la disciplina militar, tiene en todo tiempo, incluido el tiempo de guerra, el límite infranqueable de que hay que obedecer a Dios o simplemente a los principios más elementales de la moral humana, antes que a los hombres que abusan y prostituyen el poder.

Los judíos -«que no reconocieron al que había de venir cuando vino a los suyos»- saben por experiencia en su propia carne la injusticia que ha constituido el imputar a todo el pueblo hebreo el sacrificio de la cruz, obra de un Sanedrín compuesto por unos sacerdotes y doctores con una fe fanática de la letra -que no en el espíritu- de la ley de Moisés. A la pobre calidad humana de esos pocos judíos, buenos manipuladores de la plebe, se unió el protagonismo político de unjerarca romano que menospreció lo que constituía la grandeza y la gran aportación de Roma a la humanidad, es, a saber, la majestad de la ley y del derecho. Siempre queda el misterioso drama del pueblo judío.

Además, los hornos crematorios, aparte de la novedad de la industrialización de la muerte, no son sino un eslabón más en la cadena interminable de los holocaustos de la historia, sufridos, no sólo por los judíos, sino, en su turno, por todos los pueblos y razas, alternándose los papeles de víctimas y verdugos. No hay que remontarse a, las persecuciones de los cristianos desde Nerón; Polonia, Polonia entera, ha sufrido uno de los mayores holocaustos en la última gran guerra. Los refugiados vietnamitas y camboyanos son las víctimas más recientes, y el holocausto que puede causar una guerra atómica solamente. con los ingenios disponibles hasta el presente, ése, sí que puede representar la «solución final» del género humano.

Los holocaustos los engendran, porque son engendros, las «ideas» más estúpidas. No hay nada que más arrebate a la gente simple que una simpleza. Todas las demagogias están basadas en el simplismo. La «superioridad de la raza aria» nadie sabe ni puede saber lo que es. Nada más incierto, menos homogéneo y unitario, en suma, más misterioso, que el concepto de raza. Dentro de cada raza hay mestizaje, y hay mestizaje entre todas ellas. Hablar de una raza pura es hablar por hablar. Y si esto se puede decir de las razas, qué no se podrá decir de la «superioridad». Una raza superior a otra, ¿en qué? Nada humano consiente una superioridad absoluta. Las superioridades y las inferioridades en cierto modo se complementan. Usando la razón no cabe pensar en una «raza» que. sea superior a las otras en cultura, religión, bellas artes, filosofía, literatura, técnicas, moralidad, belleza, etcétera. Pues bien, esa simpleza de la superioridad absoluta de la raza aria produjo millones y millones de muertos y heridos, destrucciones incalculables y mares de sangre, sudor y lágrimas.

De la misma manera, es contra el sentido común que haya «cainismo» de derechas y de izquierdas. Para el respectivo cainismo, en los actos criminales no hay más cainismo que el de la otra mano, el propio no existe, Y, si se reconoce, se justifica, cuando no se considera como «cainismo» bueno. A esa bajeza puede llegar la pasión política.

Para los cristianos, el supremo holocausto es la cruz, porque la víctima es el Mesías, el hijo de Dios vivo; porque es la pura inocencia y porque se entregó voluntaria y agónicamente a la muerte, y muerte de cruz. Holocausto quiere decir «todo quemado». El Señor, en la cruz, dijo: «Todo está consumado.»

El Análisis

LOS 'TABÚS' DE LAS DEMOCRACIA

JF Lamata

A finales de los setenta y durante los ochenta es quizá cuando más libertad para debatir y menos tabús había. Figuras como el Sr. Serrano Suñer o el Sr. García Serrano podían incluso cuestionar aspectos del holocausto sin que nadie en ese momento se plantease demandarles por ‘delito de odio’, algo, que a partir de los novente se volverá un tabú y, ya en los noventa, quedará establecido que la magnitud de horror que representaba el holocausto no debía admitir ningún tipo de cuestionamiento.

Los admiradores de D. Rafael García Serrano (el mejor prosista de la dictadura) podrán decir que él estaba amparado por la libertad de expresión y que la libertad supone aceptar incluso que haya quiénes quieran cuestionar o matizar aspectos de los genocidios. Pero no dejará de ser curioso qué se amparen en la libertad  figuras que defendieron como nadie la instalación de una dictadura que durante 40 años prohibió esa libertad de la que ahora se beneficiaban ellos.

J. F. Lamata & Federico García