30 julio 1989

85% de chilenos han votado a favor

Referéndum para reformar la Constitución Chile: se aprueban los cambios negociados por el Gobierno pinochetista y la oposición de La Concertación para las primeras elecciones

Hechos

  • El 30 de julio de 1989 se celebró un plebiscito para ratificar las reformas de la Constitución negociadas entre el Gobierno de la Dictadura y los partidos de la oposición.

Lecturas

Después de la derrota de la dictadura pinochetista en el referéndum de octubre de 1988, el país debía convocar elecciones presidenciales. La oposición rechazaba ir a esas elecciones con la constitución pinochetista de 1980, por ello se acordó un referéndum en julio de 1989 para modificar esa constitución. 

La reforma constitucional suprime el controvertido artículo 8 que prohibía la legalización de los partidos izquierdistas y disolvía los consejos supervisores de militares.

El ministro de Interior Carlos Cáceres fue el artífice de la reforma Constitucional que realizó bajo negociaciones con La Concertación de Patricio Aylwin, la UDI y Renovación Nacional.

Patricio Aylwin, de la Democracia Cristiana, hizo campaña a favor del SÍ. Desde el día 16 Aylwin ya era el candidato de La Concertación a la presidencia de la República de Chile.

Jaime Guzmán, de la Unión Demócrata Independiente (UDI), también defendió el SÍ, dado que formó parte de la negociación junto a La Concertación y Renovación Nacional.

 

30 Julio 1989

La Dictadura Chilena

ABC (Director: Luis María Anson)

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Chile camina inexorablemente hacia la democracia. Hoy, es un plebiscito que ha suscitado muy limitado interés, los chilenos ratificarán cincuenta y cuatro reformas en la Constitución refrendada el 11 de septiembre de 1980 en un acto sospechosamente unánime y que la oposición democrática consideró entonces ilegítimo. Con la Constitución reformada, el lento camino hacia la democracia plena en Chile se presenta más expedito. El día 14 de diciembre, los chilenos podrán al fin elegir libremente un presidente de la República y sus representantes ante las Cámaras. Queda bastante, desde luego, hasta que el país recupere absolutamente las libertades y vuelva a ser aquel ejemplo de pluralismo y prudencia que asombraba a las naciones vecinas y al mundo entero.

El 11 de septiembre de 1973 las fuerzas armadas chilenas acabaron con la desgraciada experiencia de ‘Unidad Popular’ liderada por Salvador Allende. La izquierda marxista y sus compañeros de viaje habían convertido a la República, tres años después de una victoria electoral minoritaria en un caos tambaleante, preparado para cualquier aventura totalitaria. El general Pinochet fue el ‘cirujano de hierro’ encargado de aquella operación inevitable.

Muchos creían ingenuamente que el general se limitaría a restablecer el régimen democrático, acabar con los excesos demagógicos, normalizar la vida económica y ceder posteriormente el paso a un sistema de libertades, según la tradición secular del país. No fue así. El general y sus compañeros de armas prefirieron adueñarse del poder y administrarlo a su arbitrio, cometiendo en demasiados casos excesos y brutalidades que cualquier conciencia civilizada debe condenar. Durante más de quince años en Chile no se han respetado los derechos humanos, se practicó la tortura, desaparecieron ciudadanos, otros fueron asesinados en condiciones sospechosas y nunca aclaradas. Y finalmente miles de chilenos debieron escoger el camino del exilio.

Hace unos meses el general Pinochet hizo algo insólito en la conducta habitual de un dictador: convocó un referéndum para preguntar a los chilenos si deseaban o no que continuase rigiendo los destinos del país. Una consistente mayoría de ciudadanos y ciudadanas le dijeron claramente que no desencadenando la peor crisis política de la dictadura en los últimos años.

Tras la derrota, Pinochet hubiera ofrecido a su país un ejemplo de patriotismo y dignidad si se hubiese retirado. No lo hizo, aunque las fuerzas armadas asumieron los resultados de las urnas con admirable lucidez y a partir de entonces se abrió un proceso de negociación con las fuerzas democráticas, una de cuyas etapas concluye hoy con el plebiscito sobre la reforma constitucional.

La mayor parte de los exiliados han regresado a Chile, el número de presos políticos han disminuido aunque todavía resten en las cárceles algunos, las brutalidades de la Policía política se han reducido, los Tribunales están dando prueba de mayor independencia, los medios de comunicación se expresan con relativa libertad, los partidos políticos tienen existencia real aunque no todavía todos legal.

La actual situación conduce, pues, aparentemente a una democracia plena. La negociación, el consenso, la tolerancia mutua serán necesarias en los próximos meses; pero todo indica que el camino está trazado y Chile volverá a ser lo que ha sido siempre: un país de hombres libres donde la razón prevalece sobre la fuerza.