26 julio 1989

El antiguo inmigrante judío, Steve Ross, emerge como uno de los hombres más poderosos de la comunicación en Estados Unidos

Nace el grupo Time Warner, de la fusión entre el grupo cinematográfico Warner Brothers y el grupo editorial Time

Hechos

  • El 25.07.1989 el Tribunal Supremo del estado de Delaware autorizó la fusión de las empresas Time Incorporated y Warner Communications.

Lecturas

La fusión de Warner Communications, propiedad de los estudios Warner Brothers, con Time Incorporated (propietarios de la revista Time, Sports Illustrated, People, Fortune, Money y Life) crean el grupo Time Warner. La operación supone una derrota para Paramount, que intentó comprar Warner Communications e impugnar la fusión de estos con Time.

Time Incorporated aporta a la nueva empresa Tima Warner las publicaciones TIME, SPORTS ILLUSTRATED, PEOPLE, FORTUNE, MONEY y LIFE. Editoriales como Time Life Books y Book of the Month Club Incorporated y el canal de televisión por cable HBO (especializado en películas y acontecimientos como conciertos de rock y combates de boxeo) mientras que Warner Communications aporta una productora de cine y televisión (Warner Bros) y un negocio de grabación y venta de discos.

UNA MARCA CONOCIDA EN TODO EL MUNDO

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Con la fusión los responsables de la revista TIME serán los productores de todas las películas de Warner Bros, una marca reconocida en todo el mundo. Ahora todo formará parte del imperio de Steve Ross.

DERROTA DE LA PARAMOUNT

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La autorización de la fusión supuso una derrota para la productora Paramount, que hizo todo lo posible para bloquear la fusión en el terreno legal en un litigio que se prolongó meses entre 1987 y 1989.

El Tribunal Supremo del estado de Delaware rechazó en Julio de 1988 las alegaciones de Paramount.

Después de una feroz batalla legal que ha durado siete semanas y puede sentar un importante precedente en el tema de la adquisición y fusión de empresas, Time Incorporated ha consumado la compra, por 14.000 millones de dólares, de Warner Communications, creando así el conglomerado de prensa y entretenimiento mayor del mundo.

La nueva compañía que ha empezado a operar inmediatamente bajo el nombre combinado de Time Warner incluye la firma de televisión por cable más grande de la nación, la segunda editorial más importante y con mayor volumen de ventas, el mayor negocio musical de los Estados Unidos, el principal grupo de revistas y el estudio cinematográfico más importante.

Decisión judicial

La adquisición de Warner Communications por Time Incorporated se consumó cuando el Tribunal Supremo del Estado de Delaware, donde se ha llevado a cabo la operación por razones fiscales, determinó que la compañía Paramount, que también aspiraba a la compra de Warner, no tenía derecho a bloquear el trato y a interferir en él.

Paramount había hecho una oferta de 12.200 millones de dólares por Warner Communications que contenía mayores beneficios e incentivos a corto plazo para los accionistas, mientras que la de Time estaba enfocada más a largo plazo.

La nueva Time Warner Incorporated es un monstruo que consta de dos consejos de administración y dos presidentes del mismo, 35.000 empleados y 10.000 millones de dólares en ingresos al año pero que hasta 1991 no va a producir beneficios para poder pagar los 15.000 millones de dólares que le cuesta la financiación de la fusión.

El presidente del consejo de administración de Time, la empresa adquisitora, ha comentado que la operación les convierte en un competidor global en el mundo de la comunicaciones y la diversión y que además responde a los intereses de los Estados Unidos como nación.

Pero muchos observadores, especialistas y baqueros pinan que la nueva compañía Time Warner tardará algún tiempo en poder ser efectivamente un competidor global debido al tremendo endeudamiento que ha tenido que sufrir. La empresa va a dedicarse a incrementar su líquido – actualmente de más de 2.000 millones de dólares – en vez de a vender parte de sus negocios para enjugar los prestamos.

Algunos analistas consideran que la formación de este entretenimiento y la información va a tender a homologar productos como la televisión por cable, los discos y las revistas y a hacerlos más uniformes, restando variedad y diversidad. Time Warner niega que vaya a ser así.

Otra consideración de los expertos es que a corto plazo Warner va a ser el motor de la nueva compañía, porque actualmente está creciendo a un ritmo mucho mayor que Time.

La principal aportación de Time a la aventura conjunto en la televisión por cable, un territorio en gran medida todavía virgen en Estados Unidos, donde el margen de crecimiento es enorme y también la capacidad para restar espectadores a las tres cadenas nacionales: CBS, ABC y NBC. Time tiene 4 millones de suscriptores a la TV por cable y Warner 1 millón y medio adicional.

Al concretarse la operación Time adquirió algo más de la mitad (un 58%) de las acciones de Warner, a un precio de 70 dólares cada una. Las acciones de Time se cotizaron ayer en Wall Street a 137,50 dólares cada una, 1.125 dólares menos que en la jornada anterior, mientras que las de Warner subieron 1,55 dólares para colocarse en 67,125 dólares, para cerrar a 59,12 dólares.

19 Junio 1989

La batalla por Time

DIARIO16 (Director: Enrique Badía)

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Ha llegado de lleno al sector de la Prensa la loca carrera de las fusiones y adquisiciones que recorre las Bolsas de todo el mundo occidental creando y deshaciendo ‘superconglomerados’ – que a menudo quedan abrumadoramente cargados de deuda como producto de la operación de tiburoneo – y enriqueciendo a los directivos y accionistas de las empresas afectadas. En efecto, la empresa multimedia Paramount – nacida en el cine pero con muchas ramificaciones en la edición y la comunicación – ha hecho una oferta hostil – y sobrecogedora – por el grupo Time Life, nacido de la prensa, pero metida en la televisión por cable: 1,4 billones de pesetas.

Time-Life estaba preparando una fusión amistosa por el viejo y caballeroso sistema del intercambio de acciones con la Warner, otro gigante de Hollywood con interés en la Prensa, la edición y la televisión. La pugna es feroz, y nadie sabe si Time-Life acabará casado con Warner, raptado por Paramount o víctima de quien sabe qué nuevo tiburoneo. Pero, sea cual sea el desenlace de esta gigantesca operación, se pueden extraer ya algunas consecuencias interesantes, y quizá inquietantes para el mundo de los medios informativos.

Quienes defienden la creación de un enorme conglomerado comunicación-espectáculo en Estados Unidos afirman que sólo así se podrá resistir el embate de otras macroempresas del sector, todas ellas foráneas pero con muchos intereses en Norteamérica: Maxwell Communication, de Robert Maxwell (Gran Bretaña); News Corporation, de Rupert Murdoch (complejo entramado británico-australiano-norteamericano), Bertelsmann (Alemania), Hachette (Francia) y hasta Sony (Japón).

La obsesión del momento es fusionar todo lo fusionable en el campo de la comunicación y el espectáculo, creando gigantes en cuyo seno se pueda producir una cosa bastante etérea y ambigua llamada ‘sinergia’. Nadie se arredra por el hecho de que en la práctica el maridaje parezca funcionar mal; nadie se acuerda del primer gran ejemplo de empresa de esta clase, la CBS, que ha acabado vendiendo todas sus filiales en diversos campos y volviendo exclusivamente a lo que hacía bien: la televisión.

Esta manía, ilustrada por la persecución de Time-Life, suscita muchas inquietudes. En primer lugar, está el riesgo de desaparición de las empresas de comunicación nacionales o locales en muchos países, ante la voracidad de estos superconglomerados. Y, en segundo lugar, el papel decididamente minoritario que las filiales dedicadas a la información parecen condenadas a desempeñar dentro de esas empresas gigantescas.

Es el gran riesgo de las empresas multimedia: la televisión, el cable, la radio, el videotex no son exclusivamente – a diferencia de la Prensa escrita – medios informativos, sino esencialmente canales de entretenimiento y servicios diversos. Cuando se agrega a ello, además, la producción cinematográfica, la vertiente puramente espectacular del negocio adquiere una primacía aún más abrumadora. Y las exigencias de veracidad, de fiscalización de los distintos poderes públicos y privados, de servicio al lector, que son tradicionalmente las condiciones peculiares en las que se mueve la empresa periodística, pueden fácilmente ceder terreno ante otras exigencias, puramente comerciales.

¿Llegaremos a ver grandes revistas como Time, Fortune o Sportes Illustrated – entre las mejores del mundo en sus distintos géneros – gestionadas según los mismos criterios con que se produce la última película de Indiana Jones? Es la inquietud que hoy pueden sentir todos – los profesionales, los lectores – quienes se preocupan por el papel decisivo de la información en un sistema de libertades.