24 marzo 1993

Cierva y Umbral vuelven a enfrentarse, esta vez por meterse dentro de otra polémica entre Torcuato Luca de Tena y Rafael Alberti

Ricardo de la Cierva anuncia que presentará una demanda y una querella contra Francisco Umbral por un artículo de este contra él

Hechos

  • El 25.03.1993 D. Ricardo de la Cierva anunció que se querellaría y demandaría a D. Francisco Umbral por su artículo el día 24.03.1993.

22 Marzo 1993

Depuraciones

Ricardo de la Cierva

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Es explicable que al señor Alberti le falle la memoria, por su edad; voy a refrescársela. En la segunda parte de ‘La arboleda perdida’ (p. 69 y ss) el señor Alberti nos cuenta que la guerra civil le sorprendió en Ibiza, dominada por los nacionales hasta que el 8 de agosto pudo salir de la isla cuando fue conquistada por la escuadra republicana del capitán Bayo. Entonces, dice, fue a Valencia y a Madrid, que fue su base hasta el fin de la guerra. Pero nada nos dice sobre sus actividades en Madrid hasta 1937.

Nos lo dicen, en cambio, dos jóvenes y documentados historiadores, Matilde Vázquez y Javier Valero, en su libro ‘La Guerra Civil en Madrid’, publicado por Tebas en 1978, p. 106 y siguientes, bajo el epígrafe ‘Las depuraciones estatales’ (Ni los autores ni la editorial son franquistas). ¿Qué significa depurar en los primeros meses de la guerra civil? Lo explicó entonces la diputada socialista Margarita Nelken: “Liquidar a los enemigos que ocupan cargos en los Ministerios”. Pero la propia diputada añade que eso no basta. Por eso se crearon comités de depuración por el Frente Popular. Uno de ellos se formó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, a la que se acusaba de blanda porque no había actuado “contra los miembros de la Academia de la Lengua en su mayoría derechistas”. Entonces fue cuando se cre´el comité de depuración en el seno de la Alianza; para corregir esa blandura.

“El 23 de agosto se celebró una asamblea – dicen esos autores sobre datos de Prensa – en la Alianza donde fue constituido el comité de depuración formado por Maroto, Luengo, Abril y Alberti. A pesar de las iniciadas depuraciones la Prensa continuó los ataques contra la A. I. A. hasta el 21, en que la asociación publicó un manifiesto de adhesión a la República con una larga lista de firmantes. Los decretos gubernamentales de depuración venían casi siempre a sancionar las decisiones tomadas por los órganos populares”.

Por tanto, el señor Alberti tuvo al menos una actividad fuera del “ámbito cívico cultural” al que haoraquiere circunscribirse. Depurar es liquidar, sugería la diputada Nelken. Estoy a disposición de los señores Alberti y Tusell para continuar con muchos más datos esta puntualización. Espero que mediten bien si les conviene.

Ricardo de la Cierva

24 Marzo 1993

Don Cierva

Francisco Umbral

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Don Cierva puso huevos en la herida. Como la muerte cantada por García Lorca. Don Cierva acude siempre, con su negra puntualidad, a todos los saraos de la carroña, a todas las lapidaciones públicas, para tirar su última y amarga piedra de traición a sí mismo. Don Ricardo de la Cierva, o sea. Lo cual que hacía mucho tiempo, años, que no me ocupaba yo de don Cierva, desde que tal le nombré, aunque tengo oído que él se ocupaba confusamente, profusamente, de mí. Don Cierva es el gran cigarrón nacional que se posa, como las moscas machadianas, sobre los párpados yertos de los muertos, y ha entendido la Historia como un sistema de difamaciones y tiene un concepto delincuente de la erudición. Don Cierva está en todas las causas peores y de la peor parte, y siempre saca una ficha sangrienta de su fichero de cadáveres vivos para añadir confusión a la confusión y amenaza blanda y mala a quienes no le dan por bueno. Ahora, coño, precisamente ahora, hombre, ha encontrado la ocasión, que ganas no le faltaban, de echar un poco de luto y rabia, de mierda y documento, sobre la cabeza blanca de Alberti, y ha acudido con la puntualidad de los ladrones, con la formalidad de los buenos asesinos, siquiera sea mediante carta al director, para poner su pie de página, como un arañazo histérico, al infolio que vuela estos días por Madrid. Don Cierva, historiador que todos los días se folla la Historia (él es muy dionisíaco, ya lo dijo una vez), golilla en todos los duelos nocturnos de España, ayuda a malmorir a quienes gozan de buena salud, y añade siempre un matiz de hermenéutica y vileza al proceso que se sigue, a cualquier proceso, pues que Don Cierva es el gran archivero nacional del resentimiento, el bibliotecario supremo y caótico de todos los códices e incunables de la calumnia, el perjurio, la frustración (propia) y la gloria ajena. Cómo iba a faltar Don Cierva, coño, en este auto de fe que se le ha montado a Rafael Alberti, a partir de las memorias de un señor que cuenta la feria de la sangre según le va en ella, como todos. La postura de uno está clara al respecto, pero lo que quisiéramos reseñar aquí es la puntualidad siniestra, el turbio oraje por el que se mueve y rige Don Cierva, su tributo de muerte a los muertos y su alto oficio de empalador en vida de los vivos. Don Cierva con un fichero es como el Dioni con su furgoneta de millones: nunca se sabe hasta dónde puede llegar. Don Cierva bizquea de codicia, como el Dioni, y quiere el prestigio, las academias, la gloria in excelsis Dei, y como nada de eso le llega, Don Cierva sigue haciendo de su sabiduría inversa una herramienta de comisaría de putas y pasados. Ahora, como suele, se amachambra en la erudición verde de unos jóvenes cualquiera, anónimos o inocentes, para cargar de pólvora mojada sus peligrosos requiebros a Rafael Alberti. Cuánto le he visto repetir sus mañas a este mañoso de su personal archivo de Simancas, unas Simancas apócifas del insulto con fecha y la revancha incunable. Qué alegría, hombre, en la pena de este proceso literario, malo para todos, doliente para ambos, encontrarse uno de nuevo con el viejo Don Cierva, o sea Ricardo de la cosa, con su corazón de león innoble, que es lo único que no son los leones. Pasan los años y Don Cierva vuelve donde solía, fijo en sus envidias, pasan los años y el viejo amigo, el querido enemigo, forzando el dato, torciendo su mala prosa de mal historiador, de historiador de comisaría, sigue en su bizarro oficio de salvar la verdad de España siempre que eso sirva para colgar a alguien. Qué tío, Don Cierva, qué carrera inversa ha hecho desde que fuera ministro. Con toda su erudición del rencor puesta en limpio podría ser útil en alguna biblioteca municipal de Manoteras, pero le sobra rabia, mordisco, trampa, eso que él llama su «espíritu dionisíaco». Porque encima es un cursi.

Francisco Umbral

25 Marzo 1993

Respuesta

Ricardo de la Cierva

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Con motivo de la publicación de una carta mía en ABC el pasado lunes, 22 de marzo, en defensa del libro del marqués de Luca de Tena ‘Franco sí, pero…’ a propósito de las actuaciones de don Rafael Alberti durante la guerra civil, se han producido algunas reacciones concordes o discrepantes, pero correctas. Hoy, miércoles día 24 de marzo, sin embargo, en su columna de EL MUNDO, don Francisco Umbral me dedica, sin una sola razón, sobre la polémica que motivó mi carta, una serie de insultos soeces que tendrán por mi parte tres respuestas. Primero, una semblanza documental, dentro de la ley, del señor Umbral en mi libro de inmediata aparición “Retratos que entran en la Historia”. Segunda y tercera, una querella criminal y una demanda civil por violación del derecho al honor que esta misma mañana he encargado a mis abogados.

Ricardo de la Cierva

27 Marzo 1993

Alberti

Gonzalo Santonja

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Señor director: En ningún diccionario del castellano, a no ser que don Ricardo de la Cierva nos sorprenda con una nueva edición de uso personal, consta que ‘depurar’ equivalga, de manera unívoca y excluyente a ‘eliminar’ y también carece sentido retornar una frase, descontextualizada, de Margarita Nelken. Se puede discutir cuanto se quiera sobre las actividades de la Alianza de Intelectuales antifascistas; siempre se llegará a la misma conclusión: detrás del nombre de Rafael Alberti no se oculta nada, aparte de que esta polémica, sobrada de mala fe, aquí y ahora carece de sentido.

Más que refrescarse Alberti la memoria, alguien debería abanicarse sus (pésimas) ideas con las páginas del diccionario de la Academia. Y no se olvide que, puestos a esgrimir documentos ‘depurativos’ habría, en efecto, mucho que hablar.

Gonzalo Santoja.