8 noviembre 2011

Fue emitido en directo por TVE, LA SEXTA, CUATRO, INTERECONOMÍA o VEO-TV

Se celebra un único debate presidencial entre Rubalcaba (PSOE) y Rajoy (PP) moderado por Manuel Campo Vidal

Hechos

El lunes 7.11.2011 se celebró un debate entre los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno: D. Alfredo Pérez Rubalcaba (PSOE) y D. Mariano Rajoy (PP).

08 Noviembre 2011

Argumentos paralelos

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El único debate electoral que se celebrará en la campaña para las elecciones del 20 de noviembre no lo fue en realidad. Las exigencias de PP y PSOE en cuanto a los temas que abordarían sus respectivos candidatos y el tiempo que podían consumir, además de los detalles de la puesta en escena, limitaron el intercambio fluido de argumentos que habría ayudado a decantar el voto. Como en convocatorias anteriores, lo de anoche no era exactamente un debate, sino una calculada representación en la que los dos principales partidos permitieron estar presente a un periodista. En el futuro habría que preguntarse si tiene sentido que las reglas se acomoden a los intereses propagandísticos de los partidos y no al deber informativo de los medios.

Aunque encorsetados por el formato que acordaron sus equipos de campaña, tanto Rubalcaba como Rajoy se atuvieron a los guiones preparados de antemano. Con las encuestas abrumadoramente en contra, el candidato socialista estaba obligado a pasar de puntillas sobre su responsabilidad de Gobierno y a concentrarse en el punto más débil de su adversario, la deliberada indefinición de su programa. Exactamente lo contrario de lo que buscó Rajoy, que fue subrayar la pertenencia de Rubalcaba al Ejecutivo que, en su opinión, ha profundizado los efectos internos de la crisis económica internacional. Desde estos planteamientos de partida por parte de uno y otro candidato, el cara a cara estaba condenado a convertirse en sendas series de argumentos en paralelo, solo interrumpidas a iniciativa del candidato socialista.

Rubalcaba disponía de escaso margen de maniobra, y consiguió aprovecharlo. Quiso contrastar la concreción de sus propuestas frente a la generalidad de las de Rajoy, más preocupado por no enajenarse a ningún sector de su heterogéneo electorado ni comprometerse en exceso para el momento en que, si se cumplen los pronósticos, tenga que formar Gobierno. El candidato socialista logró poner en evidencia ambas limitaciones de Rajoy, aunque falta por saber si su evidente logro tendrá repercusión en un electorado que ya las conocía y, pese a todo, se decanta hasta el momento por el PP. Por su parte, Rajoy intentó, y seguramente logró, mantener la ventajosa posición electoral con la que partía. El mayor riesgo que corría no era perder apoyos a favor de Rubalcaba sino movilizar a los potenciales votantes socialistas, y ofreció su rostro más componedor para evitarlo.

Ateniéndose a experiencias anteriores, el efecto de estos cara a cara será escaso en la decisión final del electorado. Pero tal vez marque alguna diferencia, no en cuanto al resultado electoral, sino al futuro del Partido Socialista en la oposición. El objetivo de obtener un número de escaños suficiente como para optar a la secretaría general socialista en el congreso que se celebrará tras las elecciones, sigue siendo realizable para Rubalcaba. Pero la campaña no ha hecho más que empezar, y la lucha interna socialista está de momento aplazada.

08 Noviembre 2011

El debate

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Al empezar el debate, Mariano Rajoy sólo podía perder votos y Pérez Rubalcaba sólo ganarlos. Rajoy podía perder únicamente los suyos y Pérez Rubalcaba ganar únicamente los de la izquierda desencantada y despechada.

Si no se entiende esto, no se entiende el debate. Porque la estrategia de cada cual estuvo dictada por esta premisa. A diferencia de una pelea de boxeo, donde un contendiente sólo puede ganar a costa del otro, en un debate hay veces en que no se gana votos a costa del otro sino de algo distinto (lo aprendí a golpes en diversos episodios de asesoría política que me han tocado). Ni Rajoy podía arrancarle votos a Rubalcaba, ni este podía arrebatárselos a Rajoy. Para ‘ganar’ el debate, Rajoy debía no perder ninguno, o casi ninguno, de los votos que ya tiene, mientras que Rubalcaba, para ‘ganar’, debía reconquistar a la izquierda desencantada, hoy atrincherada en un impreciso ‘voto indeciso’ que , según el CIS, es todavía significativo.

¿A dónde voy con esto? A que, aunque pareciera, sobre todo en los primeros dos segmentos, que debatían entre sí, lo cierto es que Rajoy debatía consigo mismo, y Rubalcaba con un adversario que no estaba en el debate. Veamos.

Rajoy hizo dos cosas toda la noche. La primera: defenderse de las acusaciones constantes que le hacía Rubalcaba (la palabra ‘insidia’ fue la protagonista de la primera hora del debate), acusando a su vez al socialista de atribuirle los males que en realidad ha perpetrado el actual gobierno (desde el paro hasta los recortes y congelamientos). La segunda: eludir precisiones peligrosas (en materia tributaria, en relación a la reforma de la banca y los activos tóxicos, a propósito de la reforma laboral, con respecto al objetivo de relanzar la educación y en torno a sus intenciones sobre el matrimonio homosexual que aguarda la decisión del TC). Con estas dos cosas, Rajoy jugó a no perder votos propios, es decir a debatir contra su propia tentación de ceder a la presión de Rubalcaba de detallar lo que no convenía detallar y contra su propia tentación de concederle a Rubalcaba ventaja alguna con respecto a sus secretas intenciones.

Al otro lado, Rubalcaba apostó durante todo el debate por asustar al votante indeciso, consciente de que sólo el miedo a la derecha podría devolver a un sector de la izquierda despechada a los brazos desesperados del socialismo. Así, Rubalcaba debatía con alguien que no era su aparente contrincante. ¿Contra quién? Contra la izquierda despechada. Y le decía: te equivocas porque la abstención o el castigo no me van a hacer daño a mí sino a ti, cuyos ‘derechos’, ‘conquistas’ y demás serán arrasados por la derecha.

El primer segmento fue el mejor de Rubalcaba aunque Rajoy aguantó muy bien la embestida y el socialista cometió un grave error cuando dijo que el ‘modelo austriaco’ relacionado con la cobertura de desempleo no tiene que ver con el desempleo (en realidad no tiene que ver con otra cosa que con el desempleo: es un fondo creado por las empresas que permite complementar el seguro estatal cuando el trabajador se queda en el paro; el empleado se lleva su ‘parte’ consigo cuando cambia de trabajo). El segundo segmento fue un triunfo claro de Rajoy porque los recortes presupuestarios en materia educativa y el congelamiento de las pensiones que han tenido lugar bajo el PSOE son dos espinas gruesas en la garganta socialista.

El último segmento fue, para cada cual, una consolidación de lo hecho en los dos anteriores: otra vez Rajoy protegiendo su voto –debatiendo en este caso contra la tentación de atacar el matrimonio gay, cosa que eludió hábilmente- y otra vez Rubalcaba debatiendo contra la izquierda despechada, tratando de convencerla de que ciertas reformas liberales en lo social correrán peligro si se abstiene.

Una última acotación: impresionante lo poco que se habló de política exterior (la coda final sólo acentuó esta clamorosa ausencia) y lo poco que se habló de la noticia más importante de la última década junto con el paro, es decir el fin de ETA. Esto último hay que agradecerlo porque lo contrario hubiera supuesto una desagradable utilización de algo con lo que no se debe jugar nunca a la política: la seguridad de los ciudadanos. Lo primero, en cambio, resulta aberrante en la España del siglo 21.

Rajoy entró Presidente y salió Presidente. Rubalcaba entró líder de oposición y salió líder de oposición. Y, como dijo Xavi en el twitter, ganó el fútbol.

08 Noviembre 2011

Rajoy gana

ABC (Director: Bieito Rubido)

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El PSOE ha vivido el debate como la única baza que le quedaba y confiaba en que revelara las habilidades polemistas de Rubalcaba, junto a una imagen plana de Rajoy. Más allá de la consabida agilidad dialéctica de Rubalcaba, el debate no ha supuesto un punto de inflexión. Para Rubalcaba no había opción siquiera al empate. Por eso, su intervención ayer, frenta a Rajoy supone un pinchazo más de su campaña asentada en errores de táctica, de mensaje de y de compañeros de tribuna. Rajoy sale reforzado porque no perdió y por sus propios méritos como la serenidad y el conocimiento de la realidad. Es probable que el PSOE no haya ganado abstencionistas, ni convencido a indecisos y menos aún arrebatado votantes decididos por el PP. El debate le habrá dado al PSOE, en el mejor de los casos, una suma cero. Y esto supone sentencia el 20-N a favor del PP.

08 Noviembre 2011

Inmolación en directo

LA GACETA (Director: Carlos Dávila)

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Siempre nos quedará la duda de si las dos veces que Rajoy se dirigió anoche a Rubalcaba como Rodríguez en lugar de Pérez fue un lapsus o un misil dialéctico.

Que lo hiciera en dos ocasiones y que lo justificara explicando que le recordaba a Zapatero da que pensar. Porque ser un clon del peor gobernante que ha tenido España en siglos era el mayor hándicap del candidato socialista en el esperado debate televisivo, que marcó un punto de inflexión en la campaña.

A pesar de sus fintas dialécticas y las clásicas marrullerías de las que volvió a hacer gala ante las cámaras, Rubalcaba no logró quitarse de encima la cruz con la que carga desde que sucedió a Zapatero.

Eso explica que el político socialista planteara la mayor parte de su intervención desde la derrota, dando incluso por hecho que quien va a gobernar es el líder popular y haciéndole constantemente preguntas en el talón de Aquiles de los derechos sociales -con la vista puesta en el electorado de izquierda- como si el que tuviera que dar explicaciones del desastre en que ha terminado España fuera Rajoy y no el tándem Zapatero-Rubalcaba.

En este sentido, el álter ego de Zapatero navegó entre la ocurrencia adolescente (proponer que Europa atrase el ajuste, lo que significaría precipitarse aún más al abismo) y los guiños constantes a la parroquia más extrema de la izquierda. Esta última estrategia es la prueba más palpable de que el candidato da por seguro el batacazo el 20-N y de que trata, desesperadamente, de rebañar votos del flanco más extremo y marginal del espectro.

Da por perdido el centro, y como todos sabemos desde que Felipe González arrasó con el cambio en 1982, las elecciones se ganan por el centro. Es verdad que el duelista verbal superó su inocultable nerviosismo del comienzo y trató de poner contra las cuerdas al candidato popular, sacándolo de su célebre aplomo.

TRAMPAS INÚTILES

Pero de nada le sirvieron sus trampas, ni su batería de preguntas demagógicas. No tiene sentido insistir, como hizo él, en que el ajuste no basta si no hay inversión, cuando la tijera es absolutamente imprescindible.

Tampoco es de recibo apelar constantemente a la seguridad de los trabajadores o a los derechos sociales -otro mantra que Rubalcaba comparte con Zapatero, a quien ha unido para siempre su destino- cuando los mayores recortes los ha aplicado el PSOE y cuando -como apostilló Rajoy- el actual Gobierno no tiene la menor autoridad para hablar de seguridad, cuando ha destruido más de tres millones de puestos de trabajo.

En una teledemocracia, régimen de Gobierno inaugurado con el famoso debate de Nixon y Kennedy en 1960, focos y cámaras suplen en buena medida al hemiciclo y el poder de persuasión del político se convierte en un activo, de suerte que puede inclinar la balanza del voto en un sentido o en otro. Y en el debate de anoche quedó muy claro quién tiene un proyecto para sacar a España del colapso y quién se refugia en la insidia para enmascarar su falta de ideas y su fracaso político. La prueba es que Rubalcaba ni siquiera sacó el famoso as en la manga que algunos esperaban.

DEMAGOGÍA E IDEOLOGÍA

Así lo refleja la encuesta de Tábula-V/LA GACETA, según la cual el 67% de los espectadores cree que Rajoy ganó el debate. También quedó claro quién demuestra personalidad y quién se ha convertido en la patética sombra de Zapatero, recurriendo incluso a sus mismos tics en la parte más friki y demagógica de su ideología, como el matrimonio gay, a quien Rubalcaba se aferró como un boxeador sonado, cuando su intervención en el debate no daba más de sí en temas mucho más serios y urgentes.

Con todo, el resultado de la liza televisiva no es del todo relevante porque, de alguna manera, la campaña está sentenciada. De poco sirve la retórica, incluso en la era de la imagen, cuando la realidad incontestable son los cinco millones de parados. Una cosa es el plató virtual de la televisión y otra muy distinta el plató real de la urnas. Por bien que comunique, el PSOE no engaña a nadie a estas alturas.

España se enfrenta dentro de 10 días con unas elecciones históricas. Los ciudadanos deben decidir su futuro en la encrucijada más dramática que vive el país desde la Transición, hace más de tres décadas. Un Rubalcaba quemado y amortizado pasea estos días una mercancía electoral devaluada, como quien no tiene nada que ofrecer. Ese vacío explica que haya sustituido los argumentos por los insultos -auxiliado por espectros salidos del Jurásico- y el programa por la esgrima dialéctica.

En tanto que Rajoy ofrece medidas de choque para hacer frente a la triple crisis -económica, institucional y de valores- que asfixia a España. Vistas así las cosas, no le falta parte de razón a los socialistas al advertir del «sangre, sudor y lágrimas» que viene con la derecha.

OTRA ALTERNATIVA

Pero es que no hay otra alternativa. Frente al engaño de quienes han demostrado ser alumnos aventajados de Pinocho, la honradez de quienes advierten lealmente del problema, llaman a las cosas por su nombre y declaran que su enemigo -el enemigo común de todos los españoles- no es sino la crisis y el paro. No esperemos nada de esto de quienes han hecho de la mentira su seña de identidad -por utilizar la terminología del fantasma al que han sacado a pasear-.

De quienes alardearon de crear pleno empleo o presumían de haber situado a España en la Champions League y que se van ahora con la sombra de otro tipo de Campeón muy distinto planeando sobre su credibilidad. Ya conocemos su estilo de gobernar. Que tomen nota de Italia: si la Bolsa ha reaccionado con tanta alegría ante el simple rumor de que Berlusconi se marcha, imaginen con qué sensación de alivio saltaría el parqué español si el tándem Rubalcaba-Zapatero tomara las de Villadiego.

La tragedia de Rubalcaba, uno de los políticos más maquiavélicos del socialismo, ha consistido en acabar mimetizado por Zapatero. Su inmolación en las urnas tuvo ayer un aperitivo en un debate en el que dio la penosa sensación de que daba por hecho la victoria de Rajoy.