2 diciembre 2009

Secuestrados los cooperantes catalanes Albert Vilalta y Roque Pascual en Mauritania por partidarios de Al Qaeda en el Magreb Islámico

Hechos

Roque Pascual y Albert Vilalta permanecieron secuestrados en Mauritania entre el 29 de noviembre de 2009 y el 22 de agosto de 2020.

02 Diciembre 2009

Españoles secuestrados en Harrod´s

Antonio Burgos

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ANTE artículos como el presente debe ponerse un aviso como tras los anuncios de medicinas en la tele: advierto que este texto es políticamente incorrectísimo y puede producir no somnolencia, sino urticaria, a los progres Dolce Gabana y a los anónimos profesionales del insulto en foros y redes sociales.

Porque voy a decir que aparte de que es español el que no puede ser otra cosa (como suizo para votar contra las mezquitas impuestas en nuestros barrios católicos, o alemán para haber salido ya de la crisis), tras el pago del rescate del «Playa de Bakio» y del «Alakrana», la condición de nacional, que dice Moratinos, se ha convertido fuera de España en una profesión de riesgo. Los piratas y terroristas internacionales hacen con españoles los módulos de la FP para sacarse el Carné de Secuestrador. En las escuelas de secuestradores, los alumnos se pelean cuando ven llegar un barco, un autobús turístico, un 4×4 de cooperantes, con españoles a bordo. Es facilísimo aprobar el examen secuestrando españoles, ya que se sabe que el Gobierno de ZP, como tiene tanta práctica de cuando el difunto Proceso de Paz, siempre negocia, hocica y paga el rescate. Son terribles esas peleas de los educandos de secuestro en clase, que se quejan a la profe:

-¡Seño, que yo vi primero a esos españoles, y este niño los quiere ahora secuestrar él y quitarme el rescate, que era mío!

Los secuestradores mundiales saben que quien apresa a un español tiene el rescate asegurado. A los españoles los secuestradores es que se los quitan de las manos. Un poner: en cuanto ven una ikurriña ondeando a popa de un atunero, como saben que son españoles que no quieren serlo, y que el Gobierno hocica ante todo lo que huela a vascongado, se dan tortas por asaltar el barco. Y nada digo de los cooperantes. Los cooperantes son ahora como los misioneros antes, que rima. Los misioneros eran el plato preferido de los indígenas antropófagos: «De la mar el mero, y de la tierra, el misionero». Los cooperantes son la presa favorita de los secuestradores de la Berbería, que en vez del ciento volando de reclamar su tela marinera como descendientes de moriscos, prefieren el pájaro en mano del cooperante catalán apresado. Cooperantes Visa Oro que, claro, como en España no hay parados que llenen los comedores de Cáritas y de las hermanas de San Vicente Paúl; como en España no hay gente que se haya quedado sin casa por mor de la hipoteca; como en España no hay gitanos rumanos viviendo bajo de los puentes, pues se tienen los pobres que ir a lejanas tierras africanas para encontrar indigentes con los que hacer solidaridades con dinero de la Generalidad de Cataluña y del Ayuntamiento de Barcelona. Que ya saben que se llaman ONG, organizaciones no gubernamentales, aquellas que viven a costa del dinero de los distintos gobiernos.

08 Diciembre 2009

Gorrones sin fronteras

Fernando Sánchez Dragó

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PUENTE LARGO. Remoloneo en la cama. La tele dice que los misioneros sin crucifijo, pero con chalecos de coronel Tapioca, secuestrados en Mauritania siguen en paradero desconocido. Mi mujer, que es japonesa, exclama: ¡Menudo chollo! Los españoles pagáis al contado y, encima, convertís en héroes a esos pijos. Razón lleva. Pijos, caraduras, gilipollas y gorrones, añado. ¿Acció solidaria? No. Acción mamaria (de mamoneo). Lo de esa gubernamentalísima organización no gubernamental es como para clamar al cielo en el que sus frailes no creen. Pijos, porque basta verlos, saber quiénes son sus papis y pasar lista a los enchufes de los que viven. Caraduras, porque jeta de granito hay que tener para asegurar que es la misericordia -solidaridad, la llaman. Jerga progre- lo que los mueve. ¡Oh, cuánto sacrificio! ¡Qué entereza de ánimo la que los lleva a arrostrar las penalidades del turismo de aventura! Gilipollas, porque lo es en grado sumo todo el que piense que con unos cuantos camiones cargados de alubias, chocolatinas y preservativos va a sacar de apuros a millones de personas gobernadas por sinvergüenzas. Son éstos quienes se quedan con el cepillo. Y aunque así no fuese, ¿no sería más lógico cargar la ayuda en un mercante y entregarla en los puertos de destino a cualquier institución solvente (si existiera, lo que es dudoso) o depositarla en las huchas del Domund? Tres cuartas partes, como mínimo, del dinero recaudado por las oenegés laicas van a parar al pozo de los gastos de gestión y al sumidero de la corrupción. Añadan a eso los del viajecito de treinta y tantas personas -¡treinta y tantas!- enviadas desde Cataluña, a todo tren, a tan lejanos parajes y echen cuentas. ¿Es que no hay aquí pobres sin intermediarios a la vuelta de cualquier esquina? Y si el donante los prefiere de raza negra o circuncisos y con chilaba por mor del exotismo, no han de faltarle. En cuanto a lo de gorrones… Yo también me pongo a veces ridículos chalecos de coronel Tapioca, pero los pago de mi bolsillo. Si cruzo el Sáhara para revolcarme en las dunas y me descalabro o me voy al Índico a pescar atunes y doy en hueso, es sólo asunto mío o de los míos. ¡Ojalá los chupópteros sin fronteras regresen ilesos a sus camitas, pero confío en que lo sucedido sirva de escarmiento a esos tontainas y a quienes les consienten los caprichos! ¡Qué buenos son los politicastros mendicantes que nos llevan de excursión! Nunca viene mal una colleja propinada en el momento justo.

10 Diciembre 2009

Secuestrados y apaleados

Javier Vizcaíno

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Siguiendo la estela de Antonio Burgos y José García Domínguez, Fernando Sánchez-Dragó hoza con su pluma en el secuestro de los tres cooperantes catalanes en Mauritania. Como llega el último al festín, se siente en la necesidad de ir un poco más lejos que quienes le han precedido y, encaramado en su columna de El Mundo, vocea: «Mi mujer, que es japonesa, exclama: ¡Menudo chollo! Los españoles pagáis al contado y, encima, convertís en héroes a esos pijos. Razón lleva. Pijos, caraduras, gilipollas y gorrones, añado. ¿Acció solidaria? No. Acción mamaria (de mamoneo)». Mirémoslo por el lado positivo. El periódico donde escribe tales soplagaiteces no ha dicho, ante la reivindicación de Al Qaeda, que esto huele a conjura de ETA y los servicios secretos de no sé dónde. Aún.

El pasado siempre vuelve

Desde hace unas semanas, ABC permite consultar su centenaria hemeroteca en internet. Supongo que por eso tuve la certidumbre de haber descargado por error un ejemplar anterior al 18 de julio de 1936 cuando mis ojos se toparon con esto: «Una España sumida en la debilidad, deliberadamente conducida a ella desde el Gobierno, es perfecta para poder ahondar en un proyecto que acabe conduciendo a un ambiente político y social asfixiante para quienes deseamos hacer valer convicciones, creencias o principios». Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo al ver, junto a la fecha actual, la firma de Jaime Mayor Oreja. Y otro más, al leer lo que pudo haber sido escrito en el mismo periódico hace 73 años: «De todas las urgencias políticas que tenemos ante nosotros, la primera de todas ellas es la definición y determinación de un proyecto de regeneración y rectificación de la actual España insostenible».

Buscando sosiego, me refugié en la homilía que semanalmente firma en La Razón Monseñor Antonio Cañizares. Craso error, porque el purpurado estaba sacando brillo al fetiche que dio el nombre de Cruzada a la guerra civil. Si creían que lo de «España, unidad de destino en lo universal» es cosa del pasado, verán que no: «El Crucifijo, Cristo en la Cruz, es fundamento y símbolo de lo que somos, base de la identidad de los pueblos que formamos, desde siglos, una unidad y un proyecto común que es España. No sé si nos damos cuenta que quitar el Crucifijo, se diga lo que se diga, es renunciar a nuestra identidad más propia». Y mientras, Pío Moa proclama que «Franco no aniquiló a los rojos; sólo los escarmentó». ¡Caray con la memoria histérica!