31 marzo 2000

El juez del Tribunal Supremo duplica la pena impuesta al ex presidente de Banesto

Sentencia del ‘Caso Banesto’: la Audiencia Nacional condena prisión a Mario Conde (10 años), Romaní (13), Garro (6) y Pérez Escolar (6)

Hechos

El 31.03.2000 la Sela Penal de la Audiencia Nacional formada por los jueces D. Siro García, D. José Antonio Choclán y D. Antonio Díaz Delgado dictó sentencia sobre el llamado ‘caso Banesto’.

Lecturas

PROTAGONISTAS DEL JUICIO

Juez Instructora:

Teresa_Palacios Dña. Teresa Palacios fue la juez Instructora del caso.

Tribunal que juzgó el ‘caso Banesto’:

Siro_Garcia El juez D. Siro García, Presidente de la Sala Penal de la Audiencia Nacional, presidió el juicio por el caso ‘Banesto’, fue el segundo juicio contra D. Mario Conde que presidía. Los otros dos magistrados eran los Sres. Choclán y Díaz Delga.

juez_Choclan El juez D. José Antonio Choclán fue el ponente de la sentencia del caso Banesto.

fiscal_Ignacio_Gordillo D. Ignacio Peláez fue el fiscal del caso dirigiendo la acusación contra D. Mario Conde

sanchez_calero  D. Juan Sánchez Calero fue el abogado de D. Mario Conde

Acusados y Sentencias:

mario_conde_congreso D. Mario Conde – Condenado a 10 años de cárcel

arturo_romani D. Arturo Romaní – Condenado a 13 años de cárcel

fernando_garro D. Fernando Garro – Condenado a 6 años de cárcel

PerezEscolar D. Rafael Pérez Escolar – Condenado a 6 años de cárcel

enrique_lasarte D. Enrique Lasarte – ABSUELTO

miguel_belloso_1987 D. Juan Belloso – ABSUELTO

Jacques_Hachuel D. Jacques Hachuel – ABSUELTO

Mariano_Gomez_Liano D. Mariano Gómez de Liaño – ABSUELTO

 

01 Abril 2000

Condenado

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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No se trataba de audaces -e incomprendidas- operaciones financieras cargadas de futuro; tampoco de simple imprudencia temeraria. Los artificios contables desplegados por Mario Conde y sus cómplices eran un simple ejercicio de encubrimiento de operaciones destinadas a enriquecerse personal e ilegalmente a cuenta del banco que dirigían. Ya no es una opinión más o menos fundada, sino una conclusión que se desprende de la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Banesto. Es decir, sobre la relación entre el agujero descubierto en esa entidad tras su intervención y el enriquecimiento de algunos de sus gestores. El héroe de quienes hagiográficamente consideraron que la intervención obedecía a un impulso político ha resultado ser un estafador.De nueve operaciones enjuiciadas, la sentencia estima con contenido delictivo siete, aunque algunas de ellas las considera prescritas o sin tipo penal aplicable conforme al anterior Código Penal, y cifra en más de 7.000 millones de pesetas el quebranto económico producido en Banesto. Su ex presidente es condenado a 10 años y dos meses de cárcel por apropiación indebida y estafa en tres de los casos considerados; una pena inferior a los 13 años y ocho meses que le caen a su lugarteniente, Arturo Romaní, seguramente porque siendo la persona encargada de ejecutar las operaciones ha dejado más huellas.

La sentencia era esperada no sólo por la gravedad de los delitos enjuiciados -de estafa, apropiación indebida y falsedad-, sino porque nunca antes un tribunal de justicia se había enfrentado al reto de aplicar dichos tipos delictivos a operaciones de ingeniería financiera tan sofisticadas como las llevadas a cabo por Mario Conde y sus colaboradores.

El caso ponía a prueba la capacidad de la justicia española para adentrarse en el entramado de esas operaciones y descubrir el engaño y el afán de enriquecimiento que podían esconderse tras su aparente brillantez. Pero es que además todo este asunto desafiaba la capacidad de la justicia para desmontar la teoría de la persecución política, publicitada de forma reiterada por los escribidores de Conde.

La sentencia demuestra que la Fiscalía de la Audiencia Nacional actuó con fundamento al querellarse en noviembre de 1994 contra Conde y sus colaboradores basándose en actuaciones imputables a ellos personalmente. La condena del ex banquero puede parecer corta en relación con los casi 50 años solicitados por el ministerio fiscal. Así lo creen, sobre todo, las asociaciones que han representado en el juicio a la enorme masa de perjudicados: pequeños accionistas, empleados, contribuyentes.

Ciertamente, los condenados podían haber salido peor librados. Pero lo importante es que el fallo de la Audiencia ha puesto de manifiesto que la justicia es capaz de desentrañar a la vez los artificios para disimular el delito y las artimañas -incluyendo un intento de chantaje al Gobierno de entonces- para garantizarse la impunidad. La sentencia permitirá recuperar una parte al menos del patrimonio al declarar el comiso -incautación por el Estado- de las principales propiedades inmobiliarias de Conde.

En todo caso, la última palabra, como sucedió en el caso Argentia Trust, en el que Conde fue condenado a cuatro años y seis meses de prisión, la dirá la Sala Segunda del Supremo, a la que, previsiblemente, recurrirán los condenados y las acusaciones.

De los siete delitos de que era acusado Conde, la Audiencia Nacional ha considerado probados una estafa relacionada con su actuación en las operaciones Centro Comercial Concha Espina y Oil Dor y una apropiación indebida en la operación de las Cementeras de Banesto. Se considera prescrito el de apropiación indebida de los 300 millones de pesetas que Conde alega haber entregado, sin haberlo acreditado nunca, a Adolfo Suárez. Además de los anteriores delitos, a Arturo Romaní se le considera responsable de otro delito de apropiación indebida en cuantía de 1.344 millones de pesetas relacionada con la operación de Carburos Metálicos. También han sido condenados el ex director general de Banesto Fernando Garro (antiguo hombre de confianza de Conde) y el ex consejero de la entidad Rafael Pérez Escolar. Los otros siete ex colaboradores de Conde procesados han sido absueltos.

La sentencia puede considerarse ponderada. Allí donde no advierte suficiente carga probatoria resuelve no forzar los tipos penales. Quizá por ello parezca suave, pero resulta demoledora para Conde. Simplemente porque quedan demostrados todos y cada uno de los delitos cometidos por aquel gran hombre.

01 Abril 2000

Mario Conde

LA RAZÓN (Director: Joaquín Vila)

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Da vergüenza ajena contemplar cómo los aduladores de ayer se ceban hoy con Mario Conde. Sic transit. Durante varios años Mario Conde fue un hombre brillante que demostró talento y extraordinaria capacidad para la gestión. Se convirtió en un líder social y se vio envuelto en la adulación.

Su talón de Aquiles fue el exceso de ambición. No supo medir ni a sus amigos mediáticos ni sus posibilidades políticas. González y Aznar se sintieron amenazados por la actitud de Conde. La clase política se puso en contra de un hombre que arrastraba irregularidades en la gestión del Banco que presidía. Era su punto flaco. POr ahí le atacaron sin piedad. Tras la intervención del Banco en diciembre de 1993, el futuro de Conde estaba cegado. Los coletazos del gran poder de que dispuso fueron decisivos para la denuncia pública de las irregularidades de González, la guerra sucia y otras historias.

La justicia habló ayer. Hay que acatarla. Si el Supremo no casa la sentencia, Mario Conde pagará por sus culpas y por las de otros, pero se reintegrará en la vida social todavía joven. No haremos leña del árbol caído. La vida de Mario Conde no se termina con la sentencia de ayer.

03 Abril 2000

Pérez Escolar

Luis María Anson

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He tratado durante largos años a Rafael Pérez Escolar. Cuando regresé a ABC en 1982 era consejero de Prensa Española. Su amistad con Guillermo Luca de Tena y su lealtad a la casa en la gravísima crisis que atravesaba entonces el periódico le convirtieron en un hombre de referencia para todos.

Pérez escolar es un jurista de calidad excepcional, un juez con vocación de imparcialidad, un estupendo amigo de sus amigos, ¡que enemigo de los enemigos!, con los bravos y dañosos, un león.

Es Pérez Escolar un articulista no desdeñable. Hizo terceras jurídicas políticas y también literarias que todavía recuerdo. No quiero entrar en el fondo de lo que le ha ocrrudo: Se me escapa que un hombre tan prudente, con tanta mesura y equilibrio como Rafael Pérez Escolar, haya podido cometer los delitos por los que ha sido condenado. En estos momentos difíciles para él y aunque hace varios años que ni siquiera le he visto, me parece de justicia resaltar ante la opinión pública los valores positivos del perisonaje caído. seré lapidaod inmediatamente por los intransigentes y los intolerables, también por los enemigos muy numerosos que cosechó a lo largo de su vida Rafael Pérez Esoclar. LA condena ha caído sobre el abogado le hace especialmente vulneabrel. Vae Victis diría breno a los romanos mientras arrojaba su espada y su tahalí. ¡Ay de los vencidos! NO me agrada presenciar la crueldad de los leñadores con el árbol caído. Toda mi vida he ejercido esta profesión esforzándome por no perder la ecuanimidad ni la independencia en el juicio.

01 Abril 2000

Mario Conde, culpable de mucho... pero no de todo

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Las sentencias judiciales, en contra de lo que suele a veces reclamarse de los tribunales, no deben aspirar a ser ejemplarizantes. Con ser justas les basta y sobra. Cosa diferente es que, al hacer justicia, muestren claramente a la sociedad la frontera que separa lo admisible de lo inadmisible.

El fallo de la Audiencia Nacional sobre el caso Banesto tiene esa virtud no pretendida, en la medida en que condena conductas propias de lo que aún no hace una década constituía en España todo un referente social: recuérdese cuantos jóvenes declaraban por entonces que Mario Conde era su principal espejo de virtudes.

Fue aquello un mal producto de los mecanismos de conformación de la opinión pública -el culto a la mal llamada cultura del pelotazo- que ahora ha sido puesta en evidencia por esta importante sentencia, que establece penas de diez años y dos meses de cárcel para el propio Conde, de más de 13 años para Arturo Romaní, de seis años para Fernando Garro y de otros tantos para Rafael Pérez Escolar.

A lo largo del extenso juicio, Conde ha insistido reiteradamente en que la intervención de Banesto, que propició el procedimiento judicial, fue un acto de motivación política. El tribunal ha obviado esa consideración, y ha hecho bien. A la justicia no le importa cómo y por qué se desvelan las presuntas irregularidades, sino si lo son y, en tal caso, quién es culpable de ellas. La Audiencia no ha juzgado ni las intrigas políticas que se pusieron en marcha contra Conde -que las hubo, y grandes- ni su mayor o menor habilidad como gestor financiero. Se ha centrado en la consideración de las siete imputaciones que recaían sobre él, condenándolo por dos de ellas y absolviéndole de las otras cinco. En los dos asuntos que han merecido condena -el caso Cementeras y el caso Dorna-, aunque la tipificación penal sea diferente -en el primer caso, apropiación indebida, y en el segundo, estafa-, la conducta sancionada es similar: se le reprocha haber participado en sociedades que se lucraron mediando entre terceros y el propio banco que presidía en perjuicio de este. Es la acusación más grave que puede dirigirse a alguien encargado de gestionar dinero ajeno: quedarse con él.

Pero, si la sentencia recoge estos dos gravísimos delitos, no menos cierto es que le absuelve de otros cinco (uno de ellos porque ha prescrito). Quiere decirse que el fallo tampoco abona la imagen, tan machacona como interesadamente difundida, de un banquero casi patológicamente incapaz de gestionar un negocio sin guardar para sí una parte sustancial de los beneficios. Lo cual es de doble importancia, si se considera que ningún financiero ha sido tan minuciosamente investigado en España como lo ha sido Conde en estos años.

La Audiencia Nacional lo ha juzgado así: no como la caricatura de ave de rapiña que algunos han dibujado; sí como un banquero que incurrió en prácticas radicalmente inaceptables. Y condenables con diez años y dos meses de cárcel.

01 Marzo 2000

El silencio de los corderos

Mario Conde

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Son las cinco de la tarde del 31 de marzo de 2000. Trato de contener la emoción y sujetar los sentimientos que se agolpan inconexos, atolondrados, como niños en el patio del recreo, en un alma dañada que pelea por su equilibrio en un entorno de oleaje y viento que, una vez más, demuestra la calidad humana de este país al que algunos seguimos llamando España. Ahora, conocido el resultado, iniciados los primerizos análisis de un texto que ya forma parte de la historia, es complicado evitar que mis manos tiemblen sobre el teclado del ordenador de los ojos reúnan tal cantidad de líquido que amenace caer incontroladamente, recordando, que, gracias a Dios, seguimos siendo humanos, y a pesar de los pesares, habiendo pastado en prados tan complejos como los de Madrid Norte, la contemplación de la miseria y la pobredumbre  humana, en vez de convertirnos en lo que no somos, aunque lo imaginemos, nos devuelve a nuestra auténtica condición.

No deseo a nadie, absolutamente a nadie, ni siquiera a un juez, que sufra los indecibles momentos de espera de una sentencia de que la que depende tu vida, tu hacienda, tu equilibrio emocional, tu estabilidad familiar, la angustia de tus colaboradores, de la gentes que no saben que será de ellas al día siguiente de que tres magistrados, provistos de una autoridad concedida por el Estado, cercana a su llamada Razón, decidan sin saber lo que pasó que fue lo que se´gun su leal saber y entender tuvo que ocurrir y en consecuencia, ordenar patrimonios, libertades, afectos, angustias, vivencias… en fin, eso que mi mujer y mis hijos conocen, mis amigos al igual, mis personas más cercanas con nítidas textura. Aquellos que nos han ofendido durante tantos años supongo que a estas alturas del curso se limitará a una breve sonrisa. No han conseguido tanta privación de libertad como la que pretendieron, pero al menos las cuotas de sufrimiento personal y de daño patrimonio que nos han infringido – y nos seguirán infringiendo – seguramente les permitirán retozar pletóricos en sus inmensa miseria humana. Pido a Dios que cumpla su infinita injusticia con estas almas.

Me resulta imposible no recordar las miles de páginas – tal vez exagero – que algunos medios de comunicación dedicaron a lo que llamaron ‘trama suiza’, materia a que dedicaron editoriales, páginas y páginas, ofensa, ofensas, insultos e insultos, descalificaciones y descalificaciones… en fin, toda esa batería de artilugios protegido por el llamado Defensor del Lector. ¿Qué hay de Gallone y Gallone? ¿De la trama suiza? ¿De Euman Valyse? ¿De mis supuestos testaferros? No quiero seguir escribiendo porque la sangre de mi tierra gallega se enciende con fuerza. Que Dios les dé su trato debido.

Aquella fría madrugada del 24 de diciembre de 1993 leía aterido en mi celda el auto de prisión incondicional sin fianza dirigido por García Castellón. Me envió a los dominios de Alcalá-Meco.  Habrían merecido algún tipo de reconocimiento en el público. Pero mejor no equivocarse. ¿De qué sirve una sentencia que «sólo» te condene a diez años de cárcel cuando los medios de comunicación social han conseguido que la verdadera condena, la auténtica sentencia, la que afecta a tus derechos como hipotético ser elegible se haya cumplido con la precisión de un reloj suizo, provocando en esta democracia virtual en la que vivimos que aquello que no existe en un medio de masas no exista más que para los individuos pero no para las masas. Una democracia es, precisamente eso, un sistema en el que deciden las masas, salvo por un ligero detalle: que la propia virtualidad del sistema, la propia configuración de su mecanismos interiores, convierte a la masa en escribana del voto de quienes le garantizan, adoctrinan y ordenan lo que deben hacer. No me quejo. Sencillamente señaló lo que ocurre.

¿Qué interés tendría un político en acudir a las siete menos cuarto de la mañana a un lugar tan inhóspito como Mercamadrid, en donde el perfume del hielo, el olor del pescado, la respiración cortada de miles de cuerpos humanos que comienzan su jornada laboral a las cuatro del amanecer, se mezclan con el agua helada fruto de la descongelación que inunda los inmensos corredores de la gigantesca nave, provocando que la sensación de humedad ascienda por tus huesos, incluso a pesar de la gruesas botas con las que algunos se protegen? Eso es política a pie de calle. Cuando aquel hombre me increpó diciendo que qué hacía en aquel lugar, que estaba hasta las narices de los políticos que sólo tenían interés en ellos  cuando trataba de pedirles su voto, no tuve más remedio que reconocer que tenía razón, que eso es así, que la política es ya un producto virtual capaz de convertir al mejor de los mediocres en un ser merecedor de atención.

El silencio de los corderos fue la medicina que nos aplicaron. No me quejo – insisto – Son las normas que necesitaba un sistema de estas características para poder subsistir. Lo bueno, lo impagable realmente ha constituido una experiencia digna de todo encomio. Es haberlo vivido, sentido percibido, experimentado. Desde las grandes alturas de Banesto jamás pensé que pudiera existir un lugar como Mercamadrid. Agradezco la experiencia porque me aproxima a la realidad real y me aleja, valga la insistencia de la realidad virtual.

No puedo contenerme por más tiempo mi emoción sube enteros. Conozco la sentencia cada vez en sus mejores detalles. No entiendo muchas cosas. Agradezco las absoluciones pero no entiendo las condenas. Hoy mi carta es deliberativamente corta. No puedo seguir escribiendo mucho más porque tal vez los sentimientos que me inundan, los que percibo a mi alrededor, los que noto entre mi gente, la actitud de mis hijos, de mi mujer, de mis amigos, de Paco, de paloma, de quienes tanto han sufrido conmigo – y lo que les toca – me turba la capacidad de discernir con claridad. Tal vez ningún condenado a diez años de cárcel haya escrito una página de editor cuando el papel escrito en el que se contiene su sentencia se perciba a golpe de pura epidermis.

La Audiencia se ha pronunciado.

A muchos les ha molestado.

Sigo pendiente de una sentencia que no es firme.

Mis respetos al Supremo.

Cuando el más alto Tribunal se pronuncié, tal vez sea la hora de escribir en orden.

Tal vez entonces ya no quede nada por escribir.

Mario Conde.

El Análisis

MORIR LUCHANDO

JF Lamata

La sentencia del ‘caso Banesto’ venía a terminar de hundir al Sr. Conde, ya bastante destruido con el ‘caso Argentia’. La sentencia del ‘caso Banesto’ venía a acreditar que en el Banco Español de Crédito había habido más agujeros que un queso gruyere. ¿O acaso era una invención del desvío de fondos en la Operación Cementeras? ¿O el paso de 300 millones al CDS del Duque de Suárez? No, eran realidades. ¿Cómo podía, pues, vender el Sr. Conde la teoría de que era una víctima política? Sólo mediante una manera, intentando asegurar que lo que él había hecho lo hacían todos los bancos y que ‘el poder’ hizo la vista gorda con todos y no con él para destruirle políticamente (triste consuelo de ser así, que además tampoco le absuelve de responsabilidad).

De D. Mario Conde llama la atención que, mediáticamente y políticamente, luchó hasta al final. Poco antes de su juicio por el ‘caso Banesto’ fundó una revista para defender sus posiciones, la revista MC, con D. Javier Bleda, y también intentó una carrera política en el ya citado UC-CDS. Todo fracasó, pero demostró que era un luchador, actitud que mantendría tras salir de la trena.

J. F. Lamata