14 octubre 1952

La familia Luca de Tena recupera el control del medio de Prensa Española

Torcuato Luca de Tena y Brunet – hijo de Juan Ignacio Luca de Tena y nieto del fundador – nombrado director del diario ABC

Hechos

El 14.10.1952 el diario ABC anunció que D. Torcuato Luca de Tena y Brunet había sido nombrado director del periódico.

Lecturas

El Gobierno acepta la propuesta del Consejo de Administración de Prensa Española S. A. de nombrar director del periódico privado ABC a D. Torcuato Luca de Tena Brunet, hijo de D. Juan Ignacio Luca de Tena García de Torres en sustitución de D. Ramón Pastor Mendívil.

LA NOTA OFICIAL DE ABC:

«Por el ministro de Información y Turismo y a propuesta del Consejo de Administración de Prensa Española, previo informe favorable de la Dirección General de Prensa, ha sido nombrado director del periódico ABC de Madrid, D. Torcuato Luca de Tena y Brunet. (…)

Ramón Pastor, que reiteradamente había venido manifestando su deseo de abandonar la dirección de ABC, continuará, por supuesto, y sin embargo, participando en nuestra diaria tarea desde la plana mayor del periódico. 

Franco sí, pero...

Torcuato Luca de Tena Brunet

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El 14 de octubre de 1952 los periódicos de Madrid publicaron la noticia de que a propuesta de la Sociedad Prensa Española y previa autorización de la Dirección General de Prensa, había sido nombrado director de ABC el que ahora lo cuenta. La pura enumeración de quién proponía, quién daba el visto bueno y quién nombraba a los directores de periódicos, da testimonio de hasta qué punto estaba sojuzgada la prensa y, por supuesto, de la radical inutilidad de mi conferencia en el Ateneo.

Lo primero que hice al llegar a la dirección del periódico fue buscar donantes de sangre nueva. ABC amenazaba con quedarse viejo, como vieja era la edad de todos sus directivos y casi todos sus redactores.

Era precisa una transfusión de sangre joven para reponer glóbulos de un organismo aquejado de anemia y yo intenté dárselo con la incorporación de una primera hornada de talento: Gonzalo Fernández de la Mora como editorialista y jefe de colaboraciones, encargado por tanto, de buscar savia nueva para la tercera ABC; Enrique Llovet como autor de una sección diaria titulada ‘Mirador’;  Antonio Mingote, para ocupar le vacío nunca cubierto hasta entonces, que, tras su muerte, dejó en nuestras páginas Xauradóo. Muchos pensaban, mi padre entre ellos, que este popular dibujante era insustituible. Bien pronto se vio que no era así. Xauradó era un estupendo fabricante de chistes ilustrados con un dibujo. Mingote, un filósofo, un poeta y un político que se expresa con el lápiz.  Quise que la sección de deportes estuviese al día y encargué la sección a Lorenzo López Sancho, que se hizo popularísimo con ella con el seudónimo Isidro.

Incorporé a la nómina de ABC como corresponsal en Roma a un escritor político sobradamente conocido pero que nunca había hecho periodismo directo: Julián Cortés Cavanillas. Y me traje de París, desde donde escribía como corresponsal, al veterano Luis Calvo, a quien nombré subdirector, cargo que en aquel tiempo no existía y crítico teatral. Y cree secciones nuevas: la ‘Sentencia de la Semana’, comentada por el excelente jurista, ya conocido de los lectores de estos recuerdos, Juan Manuel Fanjul.

Río Arriba

Gonzalo Fernández de la Mora

1995

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Pag 107-114

He escrito editoriales, la responsabilidad intelectual y jurídica la asume la empresa editora. En el otoño de 1946 me invitó el entonces director de ABC, Ramón Pastor, que era un gran caballero. Mi primer texto anónimo (9-X-1946) fue una reivindicación intelectual de Ortega y Gasset. El segundo (7-XI-1946) fue una glosa al curso ‘Cinco concepciones clásicas del tema del hombre’ con que Xavier Zubiri continuaba la docencia privada.

En septiembre de 1952, Torcuato Luca de Tena, que había asumido la dirección de ABC, me pidió que le ayudara a interpretar el espíritu del periódico – españolista, católico, monárquico, conservador, tolerante, caballeroso y honesto – y me entregó la responsabilidad de las páginas de colaboradores y de las columnas editoriales. Lo primero era un trabajo ingrato, pues me leía cuanto llegaba a la redacción, desde los artículos de los académicos hasta los de los espontáneos. Creo que durante mi etapa se mantuvo una calidad media muy alta. Trataba de evitar el lapsus de los consagrados: citando un texto clásico, que sin duda leía en francés, Pérez de Ayala, en el primer original suyo que llegó a mis manos, escribió ‘javelicona’ en vez de jabalina. Es un ejemplo entre centenares. Estoy convencido de que los editores y los correctores de erratas han evitado innumerables batacazos a los escritores españoles. En los archivos de un editor como José Manuel Lara sé que hay anécdotas escalofriantes de capitales pecados literarios, salvados desde el inteligente anonimato. Y leyendo manuscritos de jóvenes desconocidos descubrí entre otros, a Carlos Luis Álvarez, quien así vio su primer original publicado.

Inicié mi trabajo de editorialista en septiembre de 1952, y aquel mes batí mi record histórico: 34 artículos sin firma. Entre el 1 de septiembre de 1952 y el 23 de febrero de 1954. Escribí 304 editoriales. Mi jornada en el Ministerio de Asuntos Exteriores me ocupaba todas las mañanas y un par de horas a media tarde, hasta las ocho. era, pues, al anochecer cuando despachaba con Torcuato unos minutos para decidir el asunto y la posición. Si la actualidad no brindaba un pretexto, le proponía algún tema doctrinal. Solía redactar la columna en menos de una hora y, si premiaban las rotativas, dictaba a un excelente taquimecanógrafo que en pocos minutos convertía mi voz en nítida y espaciada escritura. Luego, Torcuato y yo discutíamos el texto: la suya era siempre la última palabra. En un editorial el amor propio o la autenticidad personal no existen. Hay, ciertamente una influencia mutua entre lo que se piensa y lo que se encarna; pero muy pocos los artículos sin firma que me gustaría ver incluidos en unas hipotéticas obras complementarias mías y no tanto por discrepancias esenciales cuando por la efímera trivialidad de los asuntos, la simplicidad del estilo y la elementalidad de los conceptos.

Torcuato y yo nos medíamos con las nutridas huestes de los órganos gubernamentales, unas veces como aliados que guardan las distancias, otras a primera sangre.

El Análisis

EL EFÍMERO PRIMER REGRESO DE LOS LUCA DE TENA

JF Lamata

La nota oficial de Prensa Española dejaba claro que era ‘el ministerio de Información’ franquista de D. Gabriel Arias Salgado el que nombraba a los directores reduciendo a sus legítimos propietarios el poder a meros ‘sugeridores’ de directivos. Que el Gobierno franquista aceptara que el apellido Luca de Tena volviera a controlar ABC después de la defenestración del marqués D. Juan Ignacio Luca de Tena en 1944 significaba ‘el retorno’ de la influyente familia periodística.

Pero aquel retorno resultaría ‘efímero’, puesto que el ‘caso Beria‘ causaría que ese retorno duraría apenas un año.

J. F. Lamata