28 junio 1919
Las brutales contradicciones hacen desaparecer la teoría de 'paz sin vencedores ni vencidos' del presidente Wilson
Tratado de Versalles: Francia, Reino Unido y Estados Unidos pasan factura a Alemania por la Primera Guerra Mundial

Hechos
El 28.06.1919 se firmó el Tratado de Versalles entre los países vencedores de la Primera Guerra Mundial, Reino Unido, Estados Unidos de América, Francia e Italia con el país vencido, Alemania.
Lecturas
El 28 de junio de 1919 las potencias aliadas y Alemania firmaron en Versalles el tratado que puso fin a la Primera Guerra Mundial [que comenzó en julio de 1914]. Sin embargo, la paz reconciliadora que esperaba el presidente de Estados Unidos, Thomas Woodrow Wilson, no llegó a producirse.
Hermann Müller y Johannes Bell se vieron obligador a firmar en nombre de la nueva Alemania democrática, la República de Weimar, las condiciones dictaminadas por Francia y sus aliados ante la amenaza que, de no hacerlo, el país sería invadido.
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TERRITORIOS QUE ALEMANIA DEBE CEDER
- – Región de Memel
- – Danzig
- – Prusia Occidental
- – Posnania
- – Silesia
- – Eupen y Malmedy
- – Alsacia y Lorena
- – Todas sus colonias
- – Las minas de carbón de la región del Sarre pasarán a ser administradas por Francia.
- – Se prohíbe expresamente la integración de Austria en Alemania.
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BALANCE
Alemania pierde, con el Tratado de Versalles una décima parte de su población, una octava parte de su territorio nacional, el 15% de su agricultura y el 20% de su minería.
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ALEMANIA ÚNICA CULPABLE DE LA GUERRA
El Tratado de Versalles establece que Alemania es, según los aliados, el único culpable de la Primera Guerra Mundial, por lo que deberá pagar con todos los gastos causados que cifren Francia, Reino Unido y Estados Unidos.
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SIN EJÉRCITO ALEMÁN
El Tratado de Versalles también incluye la prohibición a Alemania de tener un Ejército de más de 100.000 hombres, es decir, se le impide tener un ejército equivalente al de Francia o Reino Unido, para que el país no vuelva a representar un desafío para los otros europeos.
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MAZAZO PARA LA DEMOCRACIA ALEMANA
La población alemana ha reaccionado con indignación contra el tratado de Versalles y contra su gobierno, la República de Weimar, por haberlo aceptado.
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En la ceremonia inaugural de la conferencia de paz celebrada el 18 enero, participaron 79 delegados de los 32 países vencedores de la Primera Guerra Mundial. La decisión más importante se había tomado tras meses de negociación, no en las asambleas plenarias sino en los encuentros celebrados entre las cinco grandes potencias: Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Estados Unidos.
La idea de Wilson de conseguir una paz justa basada en el derecho de autodeterminación de los pueblos constituyó el punto central de las deliberaciones. Sin embargo, las opiniones sobre la forma de poner en práctica este postulado divergían notablemente: Lloyd George y Wilson intentaron frenar las elevadas exigencias francesas sobre las reparaciones de guerra que debían imponerse a Alemania. Francia quería amplias garantías de seguridad, porque temía los deseos de venganza de su vecino. No obstante, Lloyd George y Wilson rechazaron el deseo de Francia de una ocupación militar permanente en el Rin y el Sarre. El monto de las reparaciones quedó abierto, la ocupación de Renania, limitada a un máximo de quince quince años, y el futuro del Sarre fue sometido a la decisión de la Sociedad de Naciones.
El tratado se alejaba considerablemente de los objetivos del presidente estadounidense: para cimentar un orden pacífico y duradero entre países con igualdad de derechos, Wilson había formulado 14 puntos que constituyeron el fundamento de la capitulación alemana y del Tratado de Versalles. El punto más importante, sin embargo, la creación de la Sociedad de Naciones, sólo consiguió imponerlo después de que la delegación estadounidense aceptara las exigencias francesas sobre las reparaciones de guerra que debían imponerse a Alemania. No obstante el Congreso de Estados Unidos nunca ratificó este tratado ni la integración del país en la Sociedad de Naciones. Finalmente, en 1921 firmó una paz separada con Alemania.
Una oleada de indignación recorrió Alemania al conocerse las condiciones de paz (que acababa de padecer un revolución comunista), pues el tratado poco tenía que ver con la esperada paz que supusiera la reconciliación entre los diversos países: Alemania debía ceder unos 70.000 kilómetros cuadrados de territorio y todas sus cololonias, además de quedar desmilitarizada y ser reconocida como responsable única de la guerra. Aparte de las reparaciones en dinero el Reich tenía que entregar el 90% de su flota mercante. A ello se añadían fábricas, materiales de construcción, carbón y otras materias primas, locomotoras, camiones y maquinaria diversa. Sin embargo, y para evitar una invasión de las tropas aliadas, el Reichstag optó por la aceptación.
Compromisos como por ejemplo un referéndum sobre el futuro de la Alta Silesia sólo se consiguieron en pocos aspectos. de ese modo, las fuerzas nacionalistas que aspiraban a una revisión, es decir a la liquidación del Tratado de Versalles, considerado deshonroso, atrajeron a un número cada vez mayor de adeptos.
El Análisis
La firma del Tratado de Versalles en junio de 1919 supuso el final formal de la Gran Guerra, pero no el inicio de una paz duradera. En lugar de cerrar con dignidad un conflicto que desangró al continente, la victoria de la Entente —con Francia a la cabeza— se tradujo en una imposición humillante sobre Alemania, que desbordó toda expectativa de justicia o equilibrio. Aquel ideal de una “paz sin vencedores ni vencidos”, que el presidente estadounidense Woodrow Wilson había esbozado en sus famosos Catorce Puntos, se desvaneció en los pasillos del Palacio de Versalles ante el deseo de revancha de Georges Clemenceau y otros líderes europeos. El tratado declaró a Alemania única responsable de la guerra, le despojó de todas sus colonias, de territorios como Alsacia y Lorena, de su capacidad minera en el Sarre, redujo drásticamente su ejército y, sobre todo, la obligó a pagar reparaciones económicas desorbitadas.
El impacto fue demoledor. Para una población que, hasta apenas un año antes, había sido alimentada con promesas de victoria inminente por su propio Estado Mayor, el tratado cayó como un mazazo. No solo por las pérdidas materiales, sino por la humillación moral que supuso el artículo de “culpabilidad de guerra”. La Alemania derrotada de 1919 era una nación derrotada en todos los frentes, pero el texto de Versalles fue percibido como un castigo y una infamia. Las consecuencias políticas no tardaron en llegar. El nuevo Gobierno democrático de la República de Weimar, forzado a aceptar el tratado bajo la amenaza de una reanudación de las hostilidades, quedó marcado de por vida. A los ojos de muchos alemanes, los líderes republicanos pasaron a ser “los traidores de noviembre”, los débiles que habían claudicado ante la Entente.
Así, el tratado de paz se convirtió, paradójicamente, en una condena para la paz. En lugar de estabilizar Europa, sembró resentimiento y revanchismo. La República de Weimar nació estigmatizada, su legitimidad erosionada desde el primer día por el estigma de Versalles. Para los extremistas, tanto nacionalistas como comunistas, el tratado fue una herramienta propagandística poderosa. Las democracias vencedoras, al optar por una paz de vencedores humillantes, perdieron una oportunidad histórica de consolidar un nuevo orden. Versalles no fue el fin de la guerra, sino la firma de un armisticio prolongado. Una paz tan injusta que terminó siendo combustible para un futuro incendio.
J. F. Lamata