21 julio 2015

La difusión de la noticia causa un enfrentamiento entre los diarios ABC y LA RAZÓN

Tres periodistas españoles desaparecen en Siria abriendo el temor a que hayan sido secuestrados por yihadistas

Hechos

El 21.07.2015 la web del diario ABC informó de la desaparición de tres españoles en Siria.

Lecturas

El secuestro de los periodistas D. Antonio Pampliega, D. Ángel Sastre Canelas y D. José Manuel López abrió dos polémicas mediáticas. La primera sobre la inoportunidad de hacer pública la noticia del secuestro y la segunda sobre si era correcto o no que el Estado pagara un rescate.

El diario ABC fue el primero en informar de los secuestros lo que le llevó a un enfrentamiento del diario LA RAZÓN que le echó en cara el haber difundido una noticia que les ponía en peligro.

Recuadro_secuestrados El diario LA RAZÓN dirigido por D. Francisco Marhuenda publicó un recuadro en el que reprochaba la actitud de ABC, pero sin citarle. El recuadro causó un debate en 13TV entre el Sr. Marhuenda y el periodista de ABC, D. Jaime González.

Recuadro_secuestrados2  El director de ABC, D. Bieito Rubido, replicó con un artículo a LA RAZÓN, aunque tampoco les citaba expresamente.

22 Julio 2015

Una información que pone en riesgo a los periodistas

Editorial (Director: Francisco Marhuenda)

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El corresponsal de LA RAZÓN en Iberoamérica lleva desaparecido en Siria desde el 13 de julio. Esta preocupante noticia, conocida desde hace días por este periódico, fue mantenida en secreto para no perjudicar la seguridad de Sastre y los dos compañeros que viajaban con él. Sin embargo, a última hora de la tarde de ayer, un diario dio a conocer de forma unilateral e irresponsable una información que sólo los pone en peligro. La discreción es fundamental para lograr que vuelvan a casa, que es lo único que debe importarnos a todos.

23 Julio 2015

La verdad de ABC

Bieito Rubido

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A propósito de la publicación la tarde del martes en ABC.es de la noticia sobre la desaparición de tres periodistas españoles en Siria, deseo dar una explicación a los lectores muchos de los cuales permanecen ajenos a una polémica estéril suscitada por algún colega y en el patio de atrás de alguna red social confirmando que su inquina es una realidad paralela y no siempre racional. Hay quien aprovecha estas situaciones para sus particulares ajustes de cuentas, que al ciudadano de bien ni le interesan ni entiende.

Varios datos que deben quedar claros desde el principio: la información sobre los tres reporteros desaparecidos en Alepo ya había sido publicada el lunes 20 de julio en un medio digital árabe cuya dirección online es www.stepagency-sy.net. A partir de ahí, pues, es un asunto público sobre el que no cabe control alguno y, de hecho, las autoridades españolas tuvieron el martes la certeza de que, al día siguiente, lo iba a contar The New York Times, un diario norteamericano de fuerte repercusión internacional, cuyos titulares es imposible que pasen inadvertidos. Es entonces cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores, de acuerdo con las familias, toma la decisión de difundir un comunicado para que la noticia se conozca en España, el país de los afectados, en sus términos adecuados y conforme a la prudencia que requiere la investigación.

Dos buenos profesionales de la redacción de ABC, al conocer la previsión de NYT y la decisión consensuada de exteriores de confirmar la información en España, proponen publicarla en la web sin que nadie hubiera advertido de pacto alguno ni hubiera llegado petición de cautela alguna al director. Nadie se dirigió a mí en tales términos.

ABC conocía los hechos con detalle y sólo optó por hacerlos públicos en su web en el momento en que supo a ciencia cierta y de fuentes directamente responsables que era sensato y conveniente. La decisión se toma en todo momento priorizado el interés de los tres desaparecidos. No hay vida que tenga precio, ni mucho menos el precio de una exclusiva. No se puede romper ningún pacto, ya que nadie planteó tal acuerdo. Esta es la verdad de ABC. Otros pueden seguir con su ruido.

Bieito Rubido

23 Julio 2015

Dilema ético

Isabel San Sebastián

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Los yihadistas del Daesh son maestros en el arte de administrar el terror. Es su negocio, el que les alimenta dentro y fuera de las fronteras que controlan, gestionado a base de adaptar con refinada eficacia su propio grado de crueldad a la respuesta de sus enemigos. La mayor parte del poder que han conseguido no se debe ni a su pericia militar ni mucho menos a su armamento o efectivos humanos, considerablemente inferiores a los de las fuerzas que les plantan cara, sino al miedo que son capaces de inspirar. Y en el empeño de aterrorizar del modo más favorable para sus intereses el periodismo constituye un altavoz impagable, además de un escaparate mundial.
La presencia de periodistas en zonas de conflicto resulta indispensable para dar testimonio de lo que allí acontece y proteger de ese modo a las víctimas inocentes; cierto. Ello no obstante, cuando los propios periodistas, advertidos, señalados y reconocibles, se convierten en blanco de uno de los bandos combatientes a fin de ser utilizados en repugnantes chantajes o brutales «sacrificios» humanos, es hora de plantearse si su trabajo informativo empieza a ser contraproducente. Mi respuesta en el caso de Siria, donde más de cincuenta reporteros han caído abatidos por su condición de informadores, es que sí. Lo es porque la munición propagandística que brindan a los islamistas en el caso de ser capturados, por no hablar del dinero fresco que les proporcionan sus rescates, causa un daño muy superior al valor de cualquier noticia. Lo es en opinión de no pocos expertos, incluidos muchos ilustres colegas, por más que pocos se atrevan a decirlo públicamente, desafiando con ello uno de los dogmas sagrados de la corrección profesional.
Antonio, José Manuel y Ángel, tres compañeros free lance que se movían en los alrededores de Alepo, permanecen secuestrados a esta hora en alguna lóbrega mazmorra, probablemente por los mismos bárbaros fanáticos que mantuvieron retenidos durante meses a Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova, después de haber degollado a James Foley. La razón por la que unos están vivos y el otro muerto es evidente, aunque tampoco sea de buen tono exponerla con claridad: España paga por sus nacionales, mientras que Estados Unidos rehúsa negociar con terroristas, aunque esté en juego la vida de un reportero, hermano, para más señas, de un marine americano desplegado en Irak. Aquí nadie lo admitirá nunca oficialmente, pero, como ha anunciado Rajoy, «el Gobierno hará todo lo posible para traer de vuelta a casa» a esos compatriotas, lo que equivale a reconocer que cederá a la extorsión. Es la demanda abierta de una amplia mayoría social, horrorizada ante la posibilidad de que uno de los secuestrados fuese su hijo o su hermano, y a pocos parecen incomodar las implicaciones de esa capitulación. No seré yo quien juzgue si se trata o no de la decisión correcta. No me corresponde ese juicio y me sumo al deseo de una pronta liberación. ¡Por supuesto! Creo, eso sí, que debemos mirar de frente a la verdad, asumiendo el dilema ético que esconde y recordando otros casos en los que la firmeza del Estado ante el terror supuso el asesinato alevoso de un joven concejal llamado Miguel Ángel Blanco y el final de los secuestros perpetrados con fines políticos. Debemos mirar de frente a la verdad y llamar a las cosas por su nombre, porque cuando toda una nación, empezando por sus dirigentes, abdica sus principios ante una amenaza de esta naturaleza, el negocio terrorista prospera. La paz que se compra a cambio de dignidad acaba siempre convertida en indignidad y guerra.