12 marzo 1995

Fue ejecutado por los franquistas durante la Guerra Civil española tras un consejo de Guerra sumarísimo

TV3 emite un reportaje para señalar a todos los catalanes franquistas que testificaron contra Manuel Carrasco i Formiguera en su juicio

Hechos

En marzo de 1995 TV3 emitió el reportaje ‘Sumaríssim 477’.

Lecturas

CATALANES FRANQUISTAS TESTIFICARON CONTRA CARRASCO

Los ‘nacionales’ en Burgos sometieron a D. Manuel Carrasco i Formiguera a un juicio sumarísimo. En su instrucción fueron llamados a testificar cinco catalanes adheridos al Movimiento franquista que testificaron que el Sr. Carrasco i Formiguera, a pesar de ser un fervoroso cristiano, también había sido un destacado activista en favor la ruptura del Estado español por su defensa de la ‘separación’ de Cataluña del resto de España, así como de que estaba en contacto con potencias extranjeras para que apoyaran esta independencia. Alguno de los testigos incluyó además la acusación de que el Sr. Carrasco había apoyado la revuelta de la Generalitat de octubre 1934.

 D. Carlos Trías Beltrán

 D. José Ribas Seva.

 D. Antonio Martínez Tomas

 D. Diego Ramírez Pastor

  D. José María Fontana

Los hijos de dos de los señalados, D. Jorge Trias Sagnier y D. Pepe Ribas respondieron con sendos artículos en defensa de sus padres.

28 Febrero 1995

EN MEMORIA DE MI PADRE

Jorge Trías Sagnier

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Mi padre – Carlos Trías Beltrán – murió hace veinticinco años, en plena madurez familiar, profesional y política. Tuvo ocho hijos, algunos de brillante trayectoria intelectual como el filósofo Eugenio Trías o el escritor Carlos Trías: era abogado y secretario de la Academia de Jurisprudencia y Legislaciónn de Cataluña y en el momento de su fallecimiento, consejero nacional del Movimiento y procurador en Cortes; en los años sesenta contribuyó a que se diesen los primeros pasos de lo que constituyó el protoperturismo del régimen. Hombre de la ley y, sobre todo, del urbanismo, primero en Barcelona y luego en Madrid.

Tuvo la decencia de no anclarse en el pasado y nos educó con la libertad de conciencia y pensamiento posibilitando que todos sus hijos estuviéramos radicalmente alejados del franquismo. Nos contó la guerra como un terrible desgarro y sus experiencias en el frente donde estuvo siempre en primera línea y fue herido. En 1940 no acudió a testificar en el consejo de guerra que condujo al fusilamiento de Lluís Companys. Luego se opuso a Serrano Suñer y dimitió en 1941 de todos los cargos de Falange. Y en 1955 se enfrentó gallardamente al todopoderoso gobernador civil de Barcelona, general Acedo Colunga. Escribo hoy para defender su nombre, contrarrestando la infamia que sobre él se ha lanzado en TV3 a raíz de un programa sobre Carrasco i Formiguera. Fue tan injusto y brutal el fusilamiento de ese hombre bueno que fue Carrasco, que todavía sería mayr la injusticia si para ensalzar su figura tuviese que lanzarse al Averno a otros personajes que, como mi padre o José Ribas Seva, no hicieron más que cumplir con su deber – y obligación militar – en una situación de guerra.

El caso de Carrasco tiene gran importancia para Cataluña. Al ver el programa de televisión no podía dar crédito a lo que en él se decía. Carlos Trías Beltrán – con nombre y apellidos, como se señala en él – aparecía junto a Ribas y otros, como si hubiese sido el causante, poco menos, del fusilamiento de Carrasco i Formiguera. Ello me llevó a investigar. Hablé con los historiadores Raguer, Thomas i Benet; también solicité testimonio del sumario 477/37 en lo que hacía referencia a mi padre. El programa de TV3 era impecable al referirse a Carrasco i Formiguera, que no me cansaré de repetirlo, fue injustamente fusilado en Burgos. Tan injustamente como después lo fue Lluís Companys o anteriormente lo había sido Primo de Rivera o el hijo de Moscardó, por citar dos del otro bando. El programa contó con familiares y amigos del líder catalán, silenció el testimonio de mi tío José María Sagnier porque no le convino en su estrategia citarlo – fue testigo de la defensa – y cargó la mano sobre los muertos, como mi padre. Olvidándose, además, de aquellos catalanes mucho más importantes que apoyaron la causa nacional y no hicieron nada, absolutamente nada, por Carrasco i Formiguera.

Mi padre huyó de Barcelona hacia Marsella gracias a su tío José María Beltrán de Quintana, republicano, catalanista, liberal y masón. Llegó a Burgos y fue nombrado subjefe territorial de la Falange de Cataluña; pero creía que no era el momento de hacer política – ¡tenía 22 años! – y se fue al frente solicitando un puesto de primera línea. Cuando se detuvo a Carrasco, mi padre tenía ese cargo político y fue citado – no acudió voluntariamente como se dijo en TV3  – por el tribunal militar para declarar sobre el detenido. Su declaración se limita a la descripción de lo que él conocía: la actuación política de Carrasco i Formiguera. Todo ello en el periodo de la instrucción. No participó en el juicio adonde fe llamado y ni siquiera acudió, y su testimonio, contra lo que falazmente se ha dicho también, no es citado en la sentencia. De ahí a imputarle, junto a otros declarantes, su fusilamiento va un abismo: el abismo del infundio y la mentira. A Carrasco sel e fusila siete meses y medio después de dictada la sentencia porque en el macabro comercio de intercambio de vidas humanas de Franco no cuadró su figura.

Hace unos días hablé con Raimon Carrasco – hijo de Carrasco i Formiguera – comentando todo eso que ocurrió entonces. Yo ni siquiera lo viví; él tiene un recuerdo trágico que nunca se le borrará. Ambos tenemos hoy parecidos ideales humanos, políticos y sociales y además estábamos de acuerdo en otra cosa: que la historia de la Guerra Civil y de estos cuarenta años de franquismo no puede simplificarse. Una guerra civil es algo terrible y una dictadura – y en eso también estábamos de acuerdo – algo intolerable. Pero en cualquier caso, si analizamos mal lo que ha ocurrido en España, podríamos caer en las mismas injusticias que perpetraron durante cuarenta años los enemigos de la libertad.

Jorge Trías Sagnier

19 Marzo 1995

En rescate de la memoria de mi padre

José Ribas

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Si 60 años después no conseguimos contextualizar la historia con cierta imparcialidad, podemos llegar a reavivar una peligrosa guerra ideológica. Personalmente y éticamente, como hijo y para mantener mi identidad, he de defender lo que me parece justo, porque quien calla, otorga, y en estas cosas nos jugamos la democracia. Me duele que, a través de omisiones y fraudes, una televisión pública distorsione la realidad pasada y perjudique gravemente la memoria. Tengo gran respeto por los historiadores especialistas en la época de la represión como Hilari Raguer, Josep Benet y Joan Vilarroya, y no puedo creer que estén de acuerdo con ese reportaje. No se trata de ir contra nadie. Como catalán y como hombre de cultura, sólo pido que sean los especialistas en nuestra historia los que debatan y nos informen, y formen, nuestra conciencia histórica para no repetir errores y para robustecer la pluralidad en Cataluña.

‘Sumarissim 477’ dice que mi padre no tuvo compasión. Conociendo las actitudes pacifistas de mi padre y su discreto pero fervoroso catolicismo, así como su intervención ayudando a presos republicanos en los campos de concentración de Francia entre 1939 y 1942, no me extrañaría que hubiera intervenido personalmente en el intento de canje de Carrasco por aviadores presos por los republicanos, y espero poderlo demostrar un día.

En 1933, tras haber sido catalanista y tras haber soportado en su fábrica de muebles las luchas con bombas entre CNT y UGT, trabó relación con Roberto Bassas, quien le presentó a José Antonio Primo de Rivera.

Mi padre fue un falangista de primera época, idealista, intelectual y pacifista. Ocupó el cargo de jefe territorial de la Falange en Burgos, por lealtad a los principios políticos que había compartido con Bassas (Bassas tuvo que permanecer toda la guerra oculto en un altillo de Barcelona, y una semana antes de la toma de Barcelona fue delatado por su querida y fusilado en El Collell, Banyoles, por los rojos durante su huída hacia la frontera). A partir de ese momento, y sobre todo tras la unificación de la Falange, mi padre fue dejando todos sus cargos políticos – contrariamente a lo que sostiene el reportaje, que afirma que todos ocuparon altos cargos como prebenda por declarar contra Carrasco – y estuvo sólo en segunda fila en Ayuntamiento y Diputación para reconstruir su ciudad y su país”.

Sobre el acta del Consejo de Guerra, que recoge que Carrasco se adhirió al Movimiento, Ribas observa que ‘es un documento, y está ahí”, pero señala: “Un padre de ocho hijos tiene todo el derecho a tratar de salvar su vida para mantener vivo el cariño que todo hijo necesita de un padre”. Ribas que ha dedicado semanas en indagar sobre el caso, se muestra dolido pero constructivo: “reconozco que este incidente me ha permitido descubrir facetas inforadas de mi padre, y también a un político de la talla de Carrasco i Formiguera.

22 Marzo 1995

477: PROCESO A UN PROCESO

Hilari Raguea

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Decía el señor Jorge Trías Sagnier, en su artículo del pasado 28 de febrero, ‘En memoria de mi padre’ que hablo conmigo, con lo que sugería que respaldo sus afirmaciones. Para explicar mi posición a propósito del programa ‘Sumaríssim 477’ diré que no soy responsable del guión y algún punto yo lo hubiera formulado de otro modo, pero no lo considero una ‘infamia’. Jorge Trías me decía que había que contextualizar lo sucedido, que aquello fue una guerra civil y que su padre hizo con Carrasco lo que éste habría hecho con su padre. Tuve que disentir y decirle que Carrasco y gente de la Generalitat, arriesgado sus vidas habían ayudado a escapar de Cataluña a millares de enemigos políticos, lo cual era justo lo contrario de lo que hizo Trías Bertrán. Le cité la aguda grase de Josep Benet: “De la otra zona no salió ningún barco”, mientras que de ésta salieron a miles, en buques italianos y franceses, por tren y por avión, personas de derechas, obispos, sacerdotes, religiosas, políticos y militares destacados (¡el padre de Mola!), porque no querían que cayeran en manos de los asesinos. Tarradellas, comentando la tragedia de Carrasco i Formiguera, me decía que no había posibilidad de canje porque no tenían rehenes: “Habíamos dado pasaporte falso a todos los importantes y no nos quedaba nadie”. Uno de esos pasaportes falsos fue el de Trías Beltrán.

Carlos Trías Beltrán era un fascista. Actualmente esta palabra se ha trivilizado, vaciada de todo contenido concreto y convertida en un simple insulto, pero ya la uso aquí en el sentido riguroso que tiene en la historia de las ideas políticas. Pertenecía a Falange Española, un partido fascista, a sueldo de Mussolini, que propugnaba la violencia y la dialéctica de los puños y las pistolas, y así contribuyó, el brazo de la extrema izquierda, al precalmentamiento de la Guerra Civil. Falange tomó

Joan Villarroya en su monografía sobre la Guerra Civil en Badalona, acuñó la expresión “bomberos” para designar a los que en aquellos momentos trágicos se esforzaban por salvar vidas, no sin riesgos de la propia. El gran ‘bombero’ de Maresme fue el cenetista Joan Peiró, ingnominiosamente fusilado al término de la Guerra Civil. La cuantía de las víctimas fue probablemente mayor en la zona llamada nacional (aunque falta aún un estudio definitivo para toda España como el que Villarroya y Solé i Sabaté han hecho para Cataluña), pero la gran diferencia estriba en que mientras en la zona republicana se mataba a pesar de los esfuerzos de la República y sobre todo de la Generalitat, en la obra las matanzas eran bastante controladas. En la zona nacional hubo ‘bomberos’, pero pocos. Recordemos la valiente alocución ‘No más sangre’ de monseñor Olaechea, salesiano, arzobispo de Pamplona, el informe del  P. Huidobro S: J. a Yagüe contra los fusilamientos de prisionerosy de civiles, o la denuncia de Pemán a Cabanellas. Era tan sabido que el marqués de Lozoya avalaba pródigamente que, según Dionisio Ridruejo, al preguntarse a un juez si cierto sumario estaba ya listo, contestó: “No; falta aún el aval del marqués de Lozoya”. En cambio Trías Beltran, en 1939, denunciaba el falangista Luy Santamarina porque avalaba demasiado. Merecen figurar entre los ‘bomberos’ dos familiares de Trías Beltrán. Uno, su primo hermano Josep María Trías Peitx, que durante la guerra fue secretario general de Unió Democrática de Catalunya y trabajó heroicamente, junto al ministro vasco Irujo y el doctor Vila d´Abadal, en tareas humanitarias. Otro, José María Sagnier, que creo que era tío de los hermanosTrías Sagnier. Siendo auditor de brigada y fiscal jurídico militar del cuerpo de ejército de Burgos, compareció como testigo de la defensa. Sagnier, compañero de bachillerato y de carrera de Carrasco, explica cómo éste defendió a la Iglesia y a los jesuitas. Cierto que caba su declaración diciendo: “Su conducta como particular, excelente, como político, desastrosa…”, ero no es lo de Trías Beltrán.

Los Trías Sagnier se deshacen ahora en elogios de Carrasco i Formiguera y en denuestos contra el crimen de su muerte, pero sostienen que su padre no tuvo nada que ver con el fusilamiento. Puede que sin el testimonio de Trías Beltrán Carrasco hubiera acabado igual, pero esto no quita que el declarante sabía muy bien ‘por donde iban los tiros’. Aquellos sumarísimos, parodia de juicio, buscaban pretextos para condenar por rebelión militar a los que no habían sido partidarios del alzamiento y, sobre todo, a los ‘separatistas’. Trías Bertrán se prestó aese juego mortal. Su extensa declaración es grave, apasionada y está plagada de falsedades, y el fiscal la cita antes de pedir pena de muerte.

El escrito de defensa, localizado por la señora Genovés en manos del hijo del defensor, y a mi entender redactado por el propio Carrasco, asume gallardamente que siempre ha propugnado la autodeterminación de Cataluña, pero rechaza las acusaciones de haber participado en acciones subversivas. Carrasco no era un vulgar agitador, sino hombre de pensamiento. Sostuvo siempre un nacionalismo radical, pero no viento. Al proclamar Maciá la república catalana, él dio al manifiesto su definitiva forma oficial, invocando el principio de autodeterminación, pero dentro de la república España. Fue a Madrid, enviado por Maciá para entenderse con el Gobierno provisional de la República. Alcalá Zamora, el 16 de abril, recibió a los periodistas acompañado por varios ministros y por Carrasco y, señalando a éste, lo puso por testigo de las buenas relaciones con Barcelona y el propio Carrasco aseguró que en Cataluña “no había hostilidad hacia las demás tierras de España”. Según alega Carrasco en el citado escrito, fue él (y no Fernando de los Ríos, como suele decirse), quien propuso, cuando fueron a entrevistarse con Maciá, la fórmula de la Generalitat de Catalunya en vez de República Catalana. Cuando en la discusión del Estatuto defendía el texto de Núria, Pérez Madrigal le interrumpió gritando: “Eso se defiende a tiros, con discursos no”, y Carrasco le contestó, con serenidad, que rechazaba toda violencia y sólo confiaba en procedimientos jurídicos y democráticos. Contra lo que dijo Trías Beltrán, ni Carrasco ni su partido participaron en la insurrección del 6-X-1934. Más grave aún era acusarle de intentar, en plena guerra, junto con Estat Catalá (¡los que habían desencadenado su tragedia!), “la fundación de una república catalana bajo la protección de una potencia extranjera”.

Hilari Raguea