13 septiembre 1977

Una agresión policial al diputado Jaime Blanco García (PSOE) desata una bronca en las Cortes Constituyentes de la oposición contra el ministro Martín Villa

Hechos

  • El 13 de septiembre de 1977 se celebró una sesión parlamentaria en la que la oposición interpeló al ministro D. Rodolfo Martín Villa.

Lecturas

LAS FRASES

ALFONSO GUERRA: «MARTÍN VILLA ES EL SÍMBOLO DEL FRANQUISMO»

En una dura intervención contra el ministro del Interior, D. Rodolfo Martín Villa, el diputado del PSOE D. Alfonso Guerra le calificó de «símbolo del franquismo» y lamentó que D. Francisco Fernández Ordóñez y D. Joaquín Garrigues Walker hayan pasado de estar en la oposición al régimen a ser parte de él como ministros».

«IGNACIO CAMUÑAS ES UN CORSARIO»

El Sr. Guerra también atacó al ministro D. Ignacio Camuñas Solís, que sobre la agresión policial a D. Jaime Blanco había dicho que los diputados no podían tener patente de corso. «¡Él sí es un corsario!»

CARRILLO: «SERÍA DIFÍCIL ENCONTRAR OTRO MINISTRO PEOR QUE MARTÍN VILLA»

D. Santiago Carrillo, del PCE; también en su intervención atizó al ministro al considerar que sería difícil encontrar a un ministro peor.

«EL PSOE HA VETADO A TIERNO GALVÁN DE LA COMISIÓN CONSTITUCIONAL».

El diputado de UCD D. José Pedro Pérez Llorca, en una apartente intención de dividir a la oposición, aprovechó su intervención para deslizar el dato de que el PSOE había puesto como condición en la comisión constitucional que no estuviera representado el Grupo Mixto para excluir expresamente al Partido Socialista Popular de D. Enrique Tierno Galván.

12 Septiembre 1977

Inútil Total

EL ALCÁZAR (Director: Antonio Izquierdo)

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A nosotros no nos duelen prensa: lamentamos sinceramente haber intervenido en la polémica en torno a los incidentes ocurridos en Santander de los que fue protagonista el diputado del PSOE Jaime Blanco García.

Nos costaba trabajo imaginar el infinito nivel de decoro que reflejaba el comportamiento airado del diputado aludido, aunque en materia de nivel no nos hacemos demasiadas ilusiones en cuanto a estas primeras Cortes de la democracia se refiere.

Efectivamente, estábamos equivocados. Don Jaime Blanco es un enfermo y nos apresuramos a señalarlo así a la vez que rogamos tanto el diputado como el PSOE, todo género de disculpas. El Sr. Blanco García no es, a nuestro modo de ver las cosas, responsable de sus gritos, ofensas y destemplanzas para los servicios de orden público. El diputado socialista por Santander fue declarado en su día inútil total para el servicio militar como consecuencia de una certificación médica, suscrita por el doctor Aldama, de la institución sanitaria de Valdecilla, como epiléptico agresivo. Esa certificación, avalada por los trámites clínicos, llevaron al tribunal competente a declarar inútil a don Jaime Blanco García, que causó baja en el censo militar. Según nuestros informes – y otros antecedentes que, por respeto, no deseamos exhumar – tal certificación era correcta. La epilepsia, en un caso agudo como el que llevó a la declaración de inutilidad total del mozo en caja o recluta, produce, como característica generalizada, la disritmia cerebral, la pérdida o disminución de la conciencia y las frecuentes descargas de impulsos nerviosos que dan lugar a varios tipos de comportamientos neurasténicos o esquizofrénicos, según los músculos o glándulas afectadas.

De hecho, a la persona que se le eximía del manejo de armas, en servicio de España, no puede exigírsele comportamientos racionales en medio de una agitación callejera. También resultaría inútil, por nuestra parte, polemizar más. En esta ocasión deseamos callar por razones obvias.

Las Cortes pueden quedarse mudas o vacías – si es que no lo están ya.

14 Septiembre 1977

Demasiado tarde

DIARIO16 (Director: Miguel Ángel Aguilar)

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Desde la tarde de ayer, un imprevisto Pleno del Congreso de Diputados está sirviendo de marco para un debate doblemente paradójico. Por una parte, se aborda en él un incidente que, como el del diputado del PSOE Jaime Blanco, debiera haberse resuelto fulminantemente, pero que, por el contrario, se ha convertido en un moroso trámite parlamentario que está involucrando, además de a la autoridad de las Cortes, a la credibilidad del Gobierno. Y, por otra parte, se asiste en tal Pleno a un espectáculo tan insólito como el que proporciona un ministro del Interior intentando dar excusas ante los representantes del pueblo sobre la conducta de la Fuerzas de Orden Público, cuando lo que se le exige es otra cosa: que asuma las responsabilidades políticas derivadas de tal conducta.

En su alocución de ayer, Martín Villa, pese a sus ejercicios explicatorios, no supo sortear la exigencia política que le obliga a afrontar tales responsabilidades. La causa del desajuste hay que buscarla en la actitud inicial del ministro ante el ‘caso Blanco’, en su sorprendente tardanza y reticencia para dar una adecuada respuesta administrativa al incidente. De ahí una paradoja más: la que supone el que uno de los políticos más veloces de maniobra de cuenta componen el equipo gubernamental se mostrase perplejo, dubitativo y moroso ante un hecho que, al margen de averiguaciones posteriores, sólo tenía en primera instancia una traducción política posible: la reacción rápida contra un evidente transgresión de la inmunidad parlamentaria. La contradicción es clara, y amenaza con conducir el ‘caso Blanco’ a un torpe callejón sin salida hoy, cuando el país está más necesitado que nunca de caminos despejados.

Por ello, creemos indispensable que tanto el Gobierno como el Parlamento reconduzcan el incidente Blanco a sus dimensiones reales de incidente. de otra manera, que se proporcionen al país sin dilación los automatismos legales y administrativos que garanticen no sólo la solución inmediata de posibles casos similares, sino también a la reconsideración profunda de la función de las Fuerzas de Orden Público dentro del nuevo orden político con el que han de identificarse.

15 Septiembre 1977

Fin de un viaje de novios

Manuel Vicent

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Los pasillos de las Cortes olían a mercromina y compresas de yodo, mas a pesar de eso la gente sonreía, los invitados al combate se guiñaban el ojo y los adversarios directos, después de todo, se mostraban mutuamente la dentadura, llenos de felicidad administrativa. Algo raro pasaba aquí, en un ambiente de tensión divertida, cargada de electricidad estática, con una expectación de antesala de canódromo y un hormigueo en la rabadilla del respetable que sabe que se va a iniciar un baile sobre una trampilla que da directamente al foso de los cocodrilos. Es un juego apasionan te ese de jugar con fuego, sobre todo si se espera que no haya ningún bombero a mano con la manguera preparada.La sesión comenzó con un lenguaje de clínica de urgencia y de juzgado de guardia, reclamaciones, atestados, denuncias de gente apaleada y herida en sus sentimientos. El tema lo centró Felipe González con un discurso compacto, duro y bien leído contra la política de orden público del Gobierno. Y la cosa a buen seguro que no habría salido de esa dialéctica, del florete si no llega Pérez Llorca, en turno de réplica, hecho un patán con su oración llena de malicia burda y ratonera golpeando directamente al hígado socialista y manteniendo además su propia defensa baja. Porque de repente se ha levantado Alfonso Guerra y ha pegado un manotazo en mitad del avispero. Y aquella cuestión del celo profesional desmedido de unos señores guardias ha convertido la política en moral, el trapicheo de ponencia en dignidad lastimada y una posición estratégica en una necesidad de mantener el tipo. De modo que Alfonso Guerra, ese joven pálido y puntiagudo de huesos, abrasado por una zarza ardiente, sin pensarlo dos veces, se ha lanzado a la yugular del Gobierno. Arrojándose sin paracaídas desde lo alto de la filosofía política, dejado a un lado el género epiceno, se fue directamente con el dedo, hecho un Júpiter rojo, a vomitar sobre los tibios del banco azul. Y desde allí saltó el corsario Camuñas con las patas por delante desgañitando su profesión de fe democrática a través de la algarabía. Esto es tan bonito que no puede durar.También es mala pata que el, primer enfrentamiento entre las fuerzas políticas del PSOE y de UCD,- que tan dulcemente pastaban a medias al pie de la colina, se haya establecido en torno a la misma cola del alacrán, es decir, sobre los métodos de nuestra policía, que es uno de los ritos sagrados,- un fario intocable, una fibra nerviosa que mueve aún el sistema vagal de este país. Un debate sobre el orden público, así, para abrir boca, se ha convertido en el juego de la patata caliente que sus señorías se han pasado de mano en mano entre aplausos, gritos, risotadas y abucheos; y al final, cuando comenzó a enfriarse, alguien la ha metido en un cucurucho y se la ha regalado a Martín Villa. Ha sido Gómez Llorente con un bello discurso desamarrado del folio, que ha sorprendido al personal acreditado. Este chico vale. Tiene la lengua de pentecostés sobre el flequillo.

Con esta sesión ha terminado el viaje de novios. Los socialistas habían decidido ser buenos amigos de los centristas, estaban programados para llevar la política del país a ese terreno práctico e insulso del medio campo y el amorío hasta funcionaba bien, con pactos, cuitas, sonrisas y abrazos en lo alto de la superestructura de la profesión. Pero los socialistas, al parecer, se apean en la próxima parada.

He salido de las Cortes llevando en el bolsillo el concepto de naturaleza caída. Ya se sabe, en este país la felicidad no es obligatoria, no hay más que oír a Fraga. Uno creía que los socialistas iban a plantear en las Cortes la noche Oscura de su alma, un subí tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance, esas cosas del corzo herido. Pero lo del PSOE ha sido un zarpazo a los residuos de la autocracia. Después en el pasillo allí estaban todos, otra vez mostrándose los dientes.