6 abril 1917

Es una respuesta al hundimiento de barcos por parte del almirantazgo alemán

Vuelco en la Primera Guerra Mundial: Los Estados Unidos de América declaran la guerra a Alemania

Hechos

El 6.04.1917 El senado de los Estados Unidos de América aprobó declarar la guerra a Alemania y aliarse con la ‘Entente Cordiale’ (Reino Unido – Francia – Rusia).

Lecturas

Desde julio de 1914 el continente europeo afronta la Primera Guerra Mundial. 

Wilson_1916  El presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, fue el principal instigador de la declaración de guerra a los alemanes a pesar de que durante las elecciones presidenciales de 1916 la campaña Wilson había alardeado del neutralismo norteamericano («Él nos mantuvo fuera de la guerra», rezaba su eslogan).

lusitania_1916  Los alemanes habían hundido el 7 de mayo de 1916 el trasatlántico británico de pasajeros ‘Lusitania’ en el que murieron 1.300 personas, de las cuales 128 ciudadanos norteamericanos, un acto que desató la indignación de los norteamericanos.

tirpiz  Alfred von Tirpitz, jefe de la marina imperial de Alemania, fue el máximo defensor de la guerra indiscriminada submarina con la que se torpedeaba a todo barco mercante sospechoso de poder prestar ayuda a Reino Unido. Él ordenó el hundimiento del Lusitania. Tras la aparición en la contiende de un poderoso enemigo como Estados Unidos, Tirpitz fue obligado a presentar su dimisión.

La guerra submarina ilimitada provocó que en 1917 Estados Unidos entrara en la contienda del lado de la Entente.

Con el paso de la guerra submarina limitada, Alemania forzó en 1915 la generalización de la guerra naval al torpedear barcos aliados sin previo aviso. El 7 de mayo de 1915 el submarino U 20, al mando del teniente de navío Walter Schwieger, hundió con un torpedo el Lusitania, un transatlántico británico con 1.257 pasajeros a bordo, creyendo que se trataba de un buque destinado al transporte de tropas.

Sólo 59 personas sobrevivieron a la catástrofe y entre los 1.198 muertos había también 120 ciudadanos estadounidenses. Aunque la embajada alemana en Estados Unidos había advertido del peligro de cruzar el Atlántico a bordo de barcos británicos, una oleada de indignación recorrió el país. Sin embargo el presidente Thomas Woodrow Wilson, que a toda costa quería mantener a su país al margen de la contienda, evitó lanzar amenazas directas contra Alemania, aunque sí condenó la guerra submarina ilimitada y la violación del derecho marítimo.

De cara al exterior, Alemania se defendió aduciendo que a bordo había tropas canadienses – lo cual era falso – y que el barco transportaba municiones, lo que aún no se había demostrado.

Hubo división de opiniones en el seno del gobierno alemán: el cancellar Theobald von Bethmann Hollweg, que no quería involucrar a Estados Unidos en la guerra, era partidario de garantizar la seguridad de los ciudadanos estadounidenses en el mar. Impuso, por tanto, el retorno a la llamada guerra de acorazados, frente a la oposición, sobre todo, del capitán general de la armada, Alfred von Tirpitz , que amenazó con presentar su dimisión porque cada vez  había más barcos mercantes que transportaban armamento camuflado.

Bethmann Hollweg y el Káiser alemán prohibieron en septiembre de 1915 atacar cualquier barco de pasajeros. Sin embargo, Estados Unidos puso en duda la sinceridad de las promesas cuando el submarino alemán U29 torpedeó el 24 de marzo de 1916 el barco de pasajeros inglés Sussex. Una vez más, el comandante del submarino había confundido el buque de línea que realizaba el servicio enre Folkestone y Dieppe con un navío aliado destinado al transporte de tropas.

De los 325 civiles que se encontraban a bordo, perecieron unos 80, entre ellos varios estadounidenses. Este incidente provocó un cambio de opinión de gran trascendencia en Estados Unidos; el presidente Wilson renunció a la postura reservada que había mantenido hasta entonces.

Después de que México recibiera una propuesta de Alemania para una alianza contra los norteamericanos, el Congreso de Estados Unidos a petición del presidente, declaró la guerra a Alemania. El 6 de abril Thomas Woodrow Wilson firmó la declaración de guerra.

Al apoyo de Estados Unidos sería vital para logra la rendición de Alemania que pondría fin a la Primera Guerra Mundial. 

 

El Análisis

Wilson cruza el Atlántico: la guerra deja de ser solo europea

JF Lamata

Abril de 1917 ha marcado un antes y un después: Estados Unidos ha decidido, por fin, entrar en la Gran Guerra, abandonando su neutralidad. El presidente Woodrow Wilson, reelegido meses atrás con el lema de “nos mantuvo fuera de la guerra”, ha dado un giro crucial, convencido de que no se puede seguir siendo espectador en una contienda que ya no solo desangra a Europa, sino que amenaza al orden mundial. Y aunque para muchos norteamericanos la guerra era un asunto lejano entre imperios viejos y revanchas antiguas, los últimos meses han demostrado que ningún océano basta para aislarse del caos.

Las provocaciones alemanas han sido el detonante: el regreso a la guerra submarina sin restricciones —con el hundimiento de barcos como el Lusitania, donde perecieron ciudadanos estadounidenses— y el escándalo del Telegrama Zimmermann, en el que Berlín ofrecía a México una alianza contra EE.UU. a cambio de recuperar territorios perdidos, terminaron de inclinar la balanza. Wilson ha enarbolado la bandera de “hacer el mundo seguro para la democracia”, y con esa promesa, América entra en una guerra que, hasta entonces, parecía ir mal para la Entente tras la retirada de la Rusia zarista y el ascenso del caos en Oriente.

El impacto será mayúsculo. El potencial industrial, económico y humano de Estados Unidos rompe el equilibrio, inclinando de forma decisiva la balanza a favor de Francia y Reino Unido. Más allá de los campos de batalla, la entrada americana anuncia también la llegada de una nueva potencia a la escena internacional. Si el siglo XIX fue de Europa, el XX empieza a hablar con acento americano. Wilson no solo entra en la guerra, entra en la historia con la idea de liderar la paz. El mundo, ya convulso, cambia de eje.

J. F. Lamata