9 enero 1995

Histórica entrevista al Presidente del Gobierno en la televisión pública tras la detención de Julián Sancristobal

Iñaki Gabilondo a Felipe González en una entrevista especial para TVE: «¿Organizó usted el GAL?»

Hechos

El 9.01.1995 D. Felipe González concedió una entrevista a TVE, realizada por el locutor de la SER, D. Iñaki Gabilondo, en medio de la polémica por el ‘caso GAL’.

09 Enero 1995

LA VERDAD DE LAS MENTIRAS

Luis María Anson

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En 1983 los lobos del terrorismo tenían metidos los hocicos entre los tobillos de España. La Unión Soviética y sus satélites nutrían con armas, dinero y cobertura internacional a los etarras. Francia les protegía y su territorio, por la gracia de Giscard d´Estaing, se había convertido en santuario de la banda criminal. Entre 1980 y 1982, las siembras de Caín dejaron sobre la tierra española ciento sesenta y cinco cadáveres despedazados. Los sables, que rumoreaban advertencias en los palacios madrileños, junto a las playas levantinas, cabe las montañas nevadas se desenvainaron el 23 de febrero de 1981. Si España hubiera sido una República, el golpe de Estado se habría consumado. Pero actuó el poder histórico del Rey y Juan Carlos I salvó para su pueblo la democracia y la libertad. La caravana de militares, guardias civiles y policías asesinados seguía arrastrándose en todo caso hacia inhóspitos horizontes amenazadores.

Ésta era la situación, entre el temor y el temblor, del a España de 1983. El partido socialista triunfante, prepotente, inmaduro, dispuestos muchos de sus miembros a hacr de la victoria electoral botín de riqueza personal, trazó una dura y en muchos aspectos acertada política contra el terrorismo, que amenazaba con derrumbarlo todo. Nadie podrá negar al ministerio del Interior la eficacia y valentía contra el acoso etarra. Pero al desarrollar esa política de metralletas calcinada, se cometieron, por parte de algunos depredadores, abusos y atropellos. Explicables sin duda porque la lucha antiterrorista está siempre más cerca de las ‘manos sucias’ de Sartre que de los guantes blancos de las columnas periodísticas. Pero al desarrollar esa política de metralletas calcinadas, se cometieron, por parte de algunos depredadores, abusos y atropellos. Explicables sin duda porque la lucha antiterrorista está siempre más cerca de las ‘manos sucias’ de Sartre que de los guantes blancos de las columnas periodísticas. Pero explicables no quiere decir justificables. El Estado de Derecho tiene ocmo primera exigencia combatir sólo con la ley, sólo desde la ley, a los que la vulneran. SI hubiera que elegir entre ser asesino o ser asesinado, la ética obliga a rechazar la primera posibilidad. Como ha escrito José Antonio Marina, ‘hay dos tipos de Estado: el selvático y el ético’. No se puede comulgar con ambos a la vez. La política del rodillo, soliviantada por la tentación totalitaria de la mayoría absoluta, no podía arrollar indefinidamente, impunemente, las exigencias democráticas. Tampoco podía apisonar ni a todos los periodistas ni a todos los jueces. Y la ley cayó sobre dos policías a los que se acusó de participar en hechos delictivos; dos policías que callaron atendiendo a ‘razones de Estado’ mientras tras las rejas de la prisión cruel contemplaban cómo el director general del a Guardia Civil se ciscaba en su sacrificio, cómo el tráfico de influencias se enseñoreaba en el Banco de España, cómo la corrupción enriquecía a los aprovechados del felipismo.

Doce años después de aquellos acontecimientos, un Felipe González azumbrado de poder deambula grogui por el ring español. Asido devotamente al ritual de sus escapularios ideológicos, no ha sabido medir ni controlar la reacción de los dos chivos expiatorios sacrificados a su mayor gloria. Tampoco ha sido capaz de embridar a un juez altanero, al que utilizó como maquillaje anticorrupción para retocar su tez arrugada y anar a trancas y subsidios las elecciones de 1993. Y le vejó ante la opinión pública al entregar la responsabilidad del ministerio bicéfalo de Interior y Justicia a otro juez lúcido y eficaz. ‘Roma no paga a pardillos’ se dijo el César omnipotente. Y se sacudió de la corona de laurel el polvo de Garzón encabronado.

El resultado de tanta torpeza a la vista está: los dos policías maltratados y el juez corneado y ofendido han disparado un torpedo de gran calibre contra la línea de flotación de la nave felipista. Enrocado en la Moncloa, árbitro ambiguo de la lucha entre los tartufos, el jefe del Gobierno, con los pies firmemente asentados en la fantasía, no da una a izquierdas, lo niega todo, lo ironiza todo, lo confunde todo, lo agrava todo, mientras España se despeña nacional e internacionalmente por los barranos de la zozobra y la crispación.

Son muchos los aspectos positivos de la gestión de González, sobre todo durante los primeros ocho años de su mandato. No reconocerlo así sería perder el sentido del equilibrio y la justicia. Pero no ha sabido retirarse a tiempo y deja ahora a España en el vagón de cola del tren europeo, vendida a pedazos a las multinacionales, con su unidad comprometida, la cultura arrasada. Marruecos insolente, las empresas públicas en quiebra y encrespadas, el paro en pesadilla, fracturada la seguridad, destruido el tejido industrial, Gibraltar mofándose, Pujol en éxtasis, Arzallus en delirio, las Fueras Armadas impecunes, la Educación bajo mínimos, la Universidad que da pena, desprestigiado el Banco de España, hecho trizas el sistema financiero, hipotecadas, en fin, las próximas generaciones por la herencia terrible de una deuda que excede ya los cuarentea billones de pesetas.

La crisis política generada en torno al desconcierto de un González agotado y trémulo le está costando a la nación en las últimas semanas cantidades insoportables de dinero y, como ha escrito lúcidamente José Luis Gutiérrez, puede suponer también ‘un retroceso de años en la lucha contra el terrorismo etarra’. EL presidente corre alocadamente hacia ninguna parte sin darse cuenda de que hay que reconocer la verdad, porque lo único que no perdona la opiión pública a un gobernante es la mentira. Nixon cayó no por espiar, sino por mentir. González ha perdido la credibilidad ante el pueblo español. De muy poco le va a servir aparecerse esta noche en televisión [TVE]. Sus truos de prestidigitación están agotados.

Lo que tiene que hacer el presidente del Gobierno parece claro. Muchos dirigentes socialista lo explican abiertamente en almuerzos privados. Felipe González debe arriar la prepotencia, dirigirse a la nación contar la verdad de las mentiras, recordar la amenaza de golpe de Estado en aquella España de 1983 zarandeada por el terrorismo, explicar la necesidad entonces de una política dura contra ETA, lamentar los abusos que se hayan podido cometer, cuya responsabilidad le alcanza, colaborar con la Justicia, reconocer los errores y asumir el desgaste político de indultar a sus subordinados que, equivocándose en ocasiones porque el fin no justifica los medios, se jugaron la vida contra los terroristas. Después, Felipe Gonzále tiene que entrevistarse con el jefe de la oposición y llegar a un acuerdo de Estado en muy fundamentales cuestiones…

Y convocar elecciones generales. Sí, convocar elecciones generales. Eso, en lugar de dar coces a los periodistas, es lo que exige la ética. Eso, en lugar de refugiarse en la televisión amiga y negar la evidencia, es lo que le pide a gritos el sentido común. Eso, a la vista de las elecciones generales europeas hace siete meses y de la encuesta que hoy publica ABC, es lo que reclama la democracia.

Pero no paree probable que el presidente del Gobierno, con su vocación albañal sea capaz de salir del cementerio de la Moncloa ni abandonar la cripta de su palacio bonsái, donde los cadáveres se descomponen entre incesantes rumores. Cegado por las tibias solanas de su jardín, por los espejos turbadores y rosas, las vanidades recónditas, los ángeles amadores, las devotas actitudes, los cebados corredores, el rubio fragor de la corrupción continuará allí, entre los muros desmoronados, hasta que los barrenderos populares recojan con estrépito los escombros de su política para arrojarlos a los vertederos de la Historia.

Luis María Anson

10 Enero 1995

González niega

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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ENFRENTADO A la media hora quizá más dramática de sus 12 años de presidencia, Felipe González negó ayer cualquier vínculo con los GAL. Aunque con algún temblor en la voz, aseguró con rotundidad que ni organizó ni autorizó ni encubrió ni toleró la actuación de los GAL. El presidente del Gobierno hizo una condena explícita de la guerra sucia contra ETA y dijo, por añadidura, que es falso que su Gobierno haya intentado, tapar la boca a los ya condenados Amedo y Domínguez con dinero procedente de los fondos reservados. Anunció la presentación de querellas contra quienes lo han afirmado.González reclamó ser creído, y lo hizo con profesionalidad, seguramente consciente de enfrentarse a una tarea cada vez más difícil. La distinción entre responsabilidad política y penal, que había llegado a admitir en algún caso anterior, ha desaparecido ahora: hasta que no se demuestren judicialmente las implicaciones insinuadas -vino a decir-, nadie tiene por qué responder -políticamente. Los indicios que han llevado al juez Garzón a encarcelar cautelarmente a altos cargos del Ministerio del Interior -como la existencia de un comunicado de los GAL escrito supuestamente por Julián Sancristóbal- no bastan, a juicio del presidente, para modificar la presunción de inocencia, ni obligan a otra iniciativa que no sea colaborar con la justicia en la investigación.

Tal vez era esperar demasiado que un presidente tan acosado arriesgase cualquier paso en una dirección más comprometida. Pero comprometió su honorabilidad al fiarlo todo a la imposibilidad de que aparezcan pruebas que puedan desmentirle. Volvió a insistir en que no puede haber pruebas de algo que no ocurrió. Las querellas que anunció -entre ellas, una contra el dirigente de Izquieda Unida Felipe Alcaraz, que ayer mismo le había acusado (le ser la X de la cumbre del organigrama del juez Garzón sobre los GAL- obligarán a los tribunales a entrar en el fondo de, esas acusaciones, dilucidando si tienen o no fundamento las insinuaciones directamente dirigidas contra el Gobierno.

González defendió a todos sus ministros del Interior, con expresa mención de Barrionuevo, de las acusaciones vertidas por los ex policías Amedo y Domínguez, a quienes en dos ocasiones se refirió como «dos condenados por la justicia». Aunque su palabra amparaba a los miembros del Gobierno frente al titular publicado ayer por un diario, terminó por responder también en términos generales por la cúpula de Interior, y ni siquiera aceptó valorar como argumento en su contra el hecho de que algunos de ellos -como Sancristóbal, ex-director de la Seguridad del Estado- estén hoy cautelarmente en prisión.

El problema radica en que las últimas actuaciones del juez Garzón juegan, indicios aparte, a favor de la lógica. Cualquier hipótesis sobre los GAL que no pase por el aparato de Seguridad del Estado, al nivel que sea, resulta increíble por absurda. En un editorial publicado en estas páginas el 19 de febrero de 1986 decíamos sobre los GAL: «Nadie en su sano juicio puede siquiera insinuar que los pobladores del hampa internacional asesinan a militantes de ETA, por cuenta propia, inflamados por sus convicciones políticas o por su amor a los valores de la civilización occidental (…). ¿Quién recluta, organiza, arma, avitualla y paga a los mercenarios de los GAL? ¿Quién da luz verde para sus asesinatos, señala a las víctimas y da la orden de fuego? ¿Quién protege su retirada estratégica hacia la frontera con España? Si sólo el -silencio es la respuesta áestos interrogantes, no se debe olvidar que hay ocasiones en que el silencio es la más elocuente de las actitudes».

Las incógnitas de entonces no fueron totalmente despejadas en el juicio que condenó a Amedo y Domínguez a más de cien años de cárcel. Once años des pública que seguramente pues, con una opinion está hoy menos dispuesta a mirar para otro lado que entonces, nadie ha respondido aún políticamente, por la vía que fuere, de un invento que se reveló criminal y a la vez desastroso políticamente.

El propio González dio ayer un dato que indica ría que ni siquiera en el cambio- de actitud de las autoridades francesas fue decisiva la influencia de los crímenes de los GAL. Y hoy es evidente qué entre los efectos de esos 28 atentad ‘ os firmados por esas siglas, con el balance de 26 personas asesinadas nueve de las cuales eran totalmente ajenas a ETA, figuran los siguientes: prolongar el apoyo social a ETA por parte de una nueva generación seducida por la falacia de las dos violencias simétricas; deslegitimar gravemente al Estado democrático, dando con ello credibilidad a la hipótesis de la negociación política; dar pábulo a la idea de existencia de una auténtica guerra, como pretendía ETA, y ser el punto de partida de una dinámica de ilegalidades en cadena que condujo al descontrol de los fondos reservados, y con ello, a escándalos como el de Roldán y a la pérdida de control del Ministerio del Interior.

El Análisis

JAMÁS

JF Lamata

Aquella entrevista de D. Felipe González a TVE fue criticada por los periodistas de ‘El Sindicato del Crímen’ por el hecho de que los informativos, dirigido por Dña. María Antonia Iglesias, escogieran como entrevistador a D. Iñaki Gabilondo, que no era especialmente beligerante con el presidente González. Ellos hubieran preferido a un D. Antonio Herrero que agarrara de la solapa al Sr. González y la llamara ‘asesino’ ante toda la audiencia. Pero nadie que viera aquella entrevista puede negar que Gabilondo preguntó lo que había que preguntar en aquel momento.

El Sr. González dijo cosas que merece la pena citar: aseguró en esa histórica entrevista a Iñaki Gabilondo que jamás se planteó ni por asomo usar la violencia para luchar el terrorismo. Lo malo de estas historias es que quedan grabadas y luego se contradicen en actitudes posteriores. Unos quince años después, en otra entrevista, reconocería que sí que las fuerzas de seguridad del Estado si le propusieron volar a la cúpula de ETA y sí que se lo llegó a pensar, aunque al final decidió no hacerlo. Por tanto… ¿de aquel ‘jamás’ que usó para asegurar que no se planteó el tema, qué? ¿Por qué no lo dijo entonces? Pues nada, porque determinadas verdades sólo van saliendo conforme va pasando el tiempo. Llamémoslo desclasificación de hechos en las memorias de nuestros mandatarios.

J. F. Lamata