22 enero 1981

Diputados en el PCE protestan en el parlamento por considerar que los artículos de Almendros son un llamamiento a la intervención del Ejército en política

Inquietud por los artículos del columnista anónimo ‘Almendros’ en EL ALCÁZAR solicitando la intervención de ‘otras instituciones’

Hechos

  • En el diario EL ALCÁZAR se publicaron tres artículos firmados por el seudónimo ‘Almendros’: El 17 de diciembre de 1980, el 22 de enero de 1980 y el 1 de febrero de 1981, este último tras la dimisión de D. Adolfo Suárez como presidente del Gobierno.

Lecturas

El 17 de diciembre de 1980 se publicó en El Alcázar el primer artículo de ‘Almendros’ contra la situación política de España. El 19 de diciembre D. Emilio Romero Gómez se hacía eco de su texto en ABC asegurando que Almendros era ‘un colectivo’ y que los miembros de ese colectivo podían ser militares. El 22 de enero de 1981 se publica un segundo artículo de ‘Almendros’, ‘La hora de las otras instituciones’, interpretado como un llamamiento al Ejército y el 1 de febrero de 1981, tras la dimisión de D. Adolfo Suárez González como presidente del Gobierno, un tercero, ‘La decisión del mando supremo’. Diario16 respondió a ‘Almendros’ el 4 de febrero con un editorial y con reportaje de D. Fernando Reinlein García-Miranda acusándole de azuzar el golpismo. Después del intento de golpe de Estado del 23-F, tanto El País como Diario16 publicarán informaciones especulando sobre si ‘Almendros’ estaba involucrado en la intentona. El 4 de marzo de 1981 D. Ismael Medina Cruz publicaba en El Alcázar su respuesta a una periodista de El País que le interrogó sobre si el era ‘Almendros’: “No respondo a mendaces atribuciones”.

El diario EL ALCÁZAR cuya editora, DYRSA, presidía el ex ministro D. José Antonio Girón, había sido el matutino que más recelos despertaba en la profesión (tras el fin de EL IMPARCIAL era el único periódico de ámbito nacional contrario a la Constitución del 78).

Su director, don Antonio Izquierdo, intentaba dejar claro que EL ALCÁZAR no era de extrema derecha, como dijo en una carta al diario EL PAÍS.

No es cuestión ahora de explicarte lo que personalmente entiendo por extrema derecha, pero sí de decirte (…) que el conferenciante nada tiene que ver con la extrema derecha; ni siquiera con la derecha; como tampoco tienen nada que ver con la izquierda o con la extrema izquierda. (…) Los males que aquejan a España (…) sólo podrán resolverse cuando la mayoría política esté compuesta por hombres y mujeres que, desdeñando una y otra posición teórica, antepongan a sus filias o fobias lo que se considere el supremo interés de España. Y esa fuerza será más democrática que aquellas que por vía democrática aspiran exclusivamente a la implantación de la dictadura marxista. (D. Antonio Izquierdo, carta al director de EL PAÍS, 10-12-1978)

Desde su llegada a la dirección en 1977, el Sr. Izquierdo hablaba  en primera persona de “los que aceptamos el sistema democrático”. El diario, aunque no renegaba del franquismo, aseguraba acatar el sistema democrático, aunque criticaba duramente a los periodistas “franquistas-conversos” como el ex director de ARRIBA, don Jaime Campmany, columnista diario en ABC.

La línea de EL ALCÁZAR era visceralmente anti-Suárez, anti-Gobierno y anti-UCD, lo que estaba costando caro pues el Gobierno hizo todo lo posible para disminuir al mínimo la influencia del rotativo, mandó que sus ejemplares no aparecieran por ningún cuartel militar y ordenó a Iberia borrar la suscripción con el periódico. Todo ello fue denunciado por los columnistas del diario, pero el tema que más desataba sus iras era el terrorismo, el periódico acusaba abiertamente de debilidad al Gobierno e insinuaba complicidad de los terroristas con los partidos de izquierda. Un buen ejemplo es el editorial de noviembre del 79, en el que el director se refería al terrorismo y a la orden de secuestro de la edición de EL ACÁZAR por un artículo del falangista don Rafael García Serrano.

Pero no fue el Sr. García Serrano el que más asustó a Gobierno ni a Oposición, sino los editoriales que aparecieron firmados por “Almendros”. La cuestión es que desde esos reportajes se aseguraba la necesidad de que las Fuerzas Armadas tomaran partido para salvar la situación.

La Constitución, tal y como está, no funciona. Hace ingobernable la nación, suministra excesivas ambigüedades (…) ¿Puede el desguazador reconstruir la misma nave que ha desmantelado? En este imperativo lógico se detiene nuestra reflexión. Ahora bien, cuando nadie en el Estado parece poder desarrollar esta función, quizá sea la hora, no de apelar a congresos, partidos, Gobierno, de los que nada decisivo ya puede salir, sino a las restantes instituciones del Estado. (Almendros, EL ALCÁZAR, 22-1-1981)

Sobra decir que “el desguazador” debía ser el duque de Suárez con la ayuda de los otros políticos y la “restante institución del Estado” era la militar. Tras la dimisión del duque, Almendros publica un editorial similar:

Hemos entrado en un tiempo protagónico para las otras Instituciones: el Rey y las Fuerzas Armadas (…) Ha llegado la hora de recordar que el orden de prioridades es: España como patria común e indivisible, las instituciones del Estado y las libertades. (Almendros, EL ALCÁZAR, 1-2-1981)

Antes incluso del 23-F los diputados del PCE protestaron por aquellos artículos de Almendros en el Congreso y pidieron la intervención de la fiscalía. Por un lado resultaba irónico que los comunistas, tan defensores de la libertad de expresión con los periodistas de izquierda pidieran medidas policiales contra los periodistas franquistas como lo era EL ALCÁZAR. Ahora bien, puestos a comparar, resultaba aún más irónico aún la actitud de la Fiscalía y el Tribunal Supremo que, después haber cargado contra el Sr. Cebrián por su crítica a la justicia en EL PAÍS,  no tomaran ninguna medida contra Almendros, que arremetía abiertamente contra la Carta Magna de las leyes del Estado español.

La responsabilidad del director de EL ALCÁZAR en la publicación de aquellos artículos era evidente, pero igual de evidente es que él no compartía el criterio de sus colaboradores, puesto que así lo dejó claro en su editorial firmado al día siguiente de la dimisión del duque de Suárez de la presidencia.

Hecho el tránsito de la dictadura a la democracia, es hora de mantener a las Fuerzas Armadas alejadas de la clase política. La presencia de un general en el Gabinete no beneficiaría en absoluto a las Fuerzas Armadas, hay políticos que desean embarcarlas otra vez. Ya no existe justificación alguna. Se hizo la transición. Es la hora de los políticos. Es la hora, mejor dicho, de que los políticos asuman por entero su responsabilidad. (D. Antonio Izquierdo, EL ALCÁZAR, 30-1-1981).

17 Diciembre 1980

Análisis político del momento militar

Almendros

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Las últimas fechas del calendario están plagadas de coincidencias y elementos nada desdeñables para el análisis. El de diciembre, por tradición, ha sido un mes de encuentros oficiales, de fiestas militares (tres patronas de la FAS coinciden en la primera quincena: Santa Bárbara, la Inmaculada y la Virgen de Loreto), y celebraciones entrañables de índole familiar. Pero este año diciembre ha traído algo más que un frío prematuro y polar. Las celebraciones parecen menos celebración: las ausencias de ciertos elementos de la fiesta, mucho más enfáticas; la concurrencia de nuevos hechos circunstanciales infinitamente más sorprendente. El mes de diciembre de 1980 no parece un diciembre como los demás.

La copa

El pasado 5 ha venido a ser una de esas fechas en las que diciembre ha subrayado esa peculiaridad de los nuevos tiempos. A poca sensibilidad que se tenga, este 5 de diciembre enhebra sin duda el síntoma de que un proceso de honra significación se ha iniciado. EL PAÍS y DIARIO16 han acarreado información y desinformación sobre los hechos que de alguna manera aportan los elementos que permiten enmarcar el nuevo síndrome político. El hecho de que un vino español que anualmente ofrece el general del Estado Mayor y que permite reunir durante unas horas a algo más de seiscientos generales, jefes y oficiales (en activo o retirados), diplomados en Estado Mayor, se convierta en todo un síntoma del momento que vivimos, es algo nuevo y no valorado suficientemente por los medios de comunicación. En esta oportunidad los más de seiscientos generales asisten habituales menugaron hasta menos del centenar y aún estos, en su mayor parte permanecieron escaso tiempo, tal vez el imprescindible para advertir las razones auténticas de la excepcional y desangelada situación.

Según los datos que hemos podido recabar de entre los asistentes al tradicional acto, la nómina de la concurrencia resulta tan significativa como parca: Por una parte los mandos que ofrecían la recepción y quienes tenían alguna responsabilidad en la organización del a misma: por otra parte los mandos que ofrecían la recepción y quiénes tenían alguna responsabilidad en la organización de la misma: por la otra los pertencientes a los servicios de información del gabinete ministerial, cuyas razones de presencia eran obvias. Llegar a la conclusión de que ha sido muy generalizado el sacrificio efectuado por este significativo colectivo militar, al renunciar a tan tradicional motivo de festiva coincidencia, no parece que sea desorbitar las cosas. Si grave resulta la ausencia del acto del cuadro de profesores del prestigioso centro militar, no menor gravedad pudieran haber adquirido al a luz de los acontecimientos, las tensiones suscitadas en días pasados en dicho centro y que han dado lugar incluso a partes y arrestos.

…Y el almuerzo

Justamente el mismo día – y ya es una coincidencia curiosa que posibilista el paralelismo para un riguroso analista político – se celebró otra reunión en un almuerzo al que acudieron tres docenas de jefes y oficiales (ni uno más, a pesar de las cifras hinchadas por algún medio informativo) que conforman en la práctica la vieja guardia de la UMD. Y más específicamente los de orientación comunista entre ellos. Según las informaciones reunidas, ni siquiera la presencia de los militares separados del servicio en su día por pertenecer a dicha organización, ni la de sus esposas, algunas de las cuales con manifiesto activismo político – lograron eliminar la frustrante desolación de un salón preparado para recibir una mucho mayor concurrencia (Los organizadores, en el colmo del optimismo, habían previsto casi unos trescientos). En tales circunstancias el ‘¡Viva la Constitución!’ resaltó más en su languidez, en medio de un ambiente deprimido, y subrayo sus perfiles de pretexto para un encuentro de militares que, por lo demás, al carácter de autorización y ser conocidos por el ministro de Defensa, entendemos que obligará sin duda a proseguir su inveterada trayectoria de arrestos y destituciones, como sucediera en casos anteriores, si bien de signo diferente.

Los hechos resultan tremendamente sintomáticos, y su importancia – por lo que se refiere al vino español celebrado en la Escuela de Estado Mayor – queda suficientemente probada a la vista de ciertas desinformaciones que han sido publicadas

Los antecedentes de lo sucedido el día 5 de los corrientes en la Escuela de Estado Mayor no bastarían – como EL PAÍS pretende – para desencadenar el pronunciamiento de los ausentes, de no haber sido nutridos previamente de ciertas significaciones simbólicas en el contexto de un estado de cosas generalizado que difunde la conciencia de peligro que como nación atraviesa España en esta hora: al tiempo que denota una actitud acerca de la formulación improvisada del sistema democrático, lo que innegablemente acrecienta las dificultades de un gobierno, cuya acción evidencia sus desaciertos a la vista de los resultados tan magros que puede ofrecer a la opinión pública. Acción de gobierno aún más preocupante si se establece un riguroso análisis en el campo de las Fuerzas Armadas, en el que el balance de incumplimientos de palabra empelada de discrecionalidades en los destinos y rangos supera con creces a las realizaciones positivas, al extremo de haber penetrado en una crisis definitiva que acentúa el aislamiento profundo del vicepresidente para la Defensa [Gutiérrez Mellado]. Y, de insistir por esta vía, probablemente llevará al fracaso la gestión del actual ministro de Defensa al que se ha soportado, según todos los indicios, como mal menor y por un alto sentido de la disciplina, dado su escaso entendimiento de las esencias militares, su escasa consideración hacia los escalones jerárquicos y su propensión al asesoramiento de un reducido equipo de jefes y oficiales escasamente representativas del sentir colectivo, en su política constante de neutralización y ubicación de ciertos mandos.

Consideraciones necesarias

Probablemente estos incidentes que comentamos, acaecidos en la Escuela de Estado Mayor, no hubieran posibilitado una respuesta colectiva (y en buena medida espontánea de un sector tan cualificado y profesional) den o haber concurrido las circunstancias que adoban estos hechos: un general al que se le destina para dicha dirección, según se dice en virtud de su capacidad para democratizar la escuela: un coronel de reconocida rectitud profesional cuya rigidez era conocida; y finalmente un comandante que crea el problema en el mismo momento en que hace pública manifestación de solidaridad con sus colegas de la UMD, separados tiempo atrás de todo servicio. Todos estos factores debidamente considerados, arrojan tres conclusiones dignas de ser estimadas en toda su extensión:

En primer lugar la innegable unidad moral de los cuadros de las Fuerzas Armadas que a diario se refuerza. Al parecer se ha superado ya la inicial perplejidad que supuso una transición política que aún en el supuesto de alterarles su cuadro de valores

Divorcio entre el Gobierno y los cuadros militares

Es un hecho cierto que cuando el presidente y el vicepresidente primero del Gobierno por imperativo de los innumerables pactos políticos y de escalar los niveles más favorables de los sondeos de opinión, perdieron el control del proceso de reforma (Y se vieron arrastrados por la dinámica de lo que algún político ha calificado de ruptura fáctica y otro de ruptura pactada, además de por la improvisación) buscaron el alivio en el contrapeso regulador de la institución militar, y no dudan en su neutralización bajo pretextos teóricos y pesudoprofesionales. Pero dicha neutralización consistió en interrumpir en lo posible la relación de los eslabones de la cadena de mando con el Rey; en el aislamiento de los mandos militares de los centros de decisión, relegándolos a terceros o cuartos niveles de la Administración; en mantener dispersos los Consejos Superiores de los Ejércitos, en dejar al total arbitrio del Gobierno los nombramientos y destinos de los generales e incluso en casos tan significativos como los jefes de Estado Mayores y el mismo presidente de la Junta. Difícilmente podrá eludirse la sospecha en tales casos de la introducción de supuestos factores de politización partidista, y por otra parte, de difuminar la confianza de los miembros de la institución militar, acerca de la representación disciplinada de sus intereses y sentimientos colectivos.

Ese concepto de la ‘neutralización’ fue interpretado por el actual ministro como una mezcla, escasamente hábil, de gestos y discurso ‘constitucional patrioteros’ para la galería y, por otra parte, una estrategia de descolocación y postergación de ciertos mandos, haciendo caso omiso de su prestigio profesional o competencia. La verificación final de los resultados de una tal política saltan a la vista: un alejamiento del Gobierno y los cuadros militares, y la expresión consiguiente de los sentimientos colectivos de éstos por canales tan atípicos como lo sucedido en la Escuela de Estado Mayor el pasado día 5, cuya explicitud acerca de los que ello comporta, ofrece parvas dudas, incluso a lo que no están avezados a entender el lenguaje de los gestos. .

El sucesor

En tercer lugar, cabe suponer que algunos altos mandos militares estarán suficientemente preocupados por el desbordamiento exterior (podríamos decir que público y notorio) de las tensiones militares y el recurso a esta suerte de procedimientos insólitos que, en el supuesto de prodigarse, acabarían por instaurar una dinámica que afectaría formalmente a la disciplina consustancial en las Fuerzas Armadas. Pero no es fácil poner vallas al campo ni menos aún tratar de que los militares, corporativamente, permanezcan ajenos a la situación nacional, como si estuviéramos instalados en un sistema consolidado, cuyas excelencias y resultados positivos se hubieren verificado en la paz imperante, en el orden público, en la prosperidad económica y en la libertad real y eficaz en el seno de los comportamientos sociales. Parece escasamente dudoso que, para lograr eficazmente los propósitos de buen gobierno toda inquietud haya que encuadrarla y asumirla inteligentemente para que fructifiquen.

Por el contrario, muy pocos negarán la evidencia de una degradación notoria de la situación española, que empieza a alcanzar niveles dramáticos; y menos aún que se hayan puesto al albur del día capacidades colectivas para superar las dificultades. En la calle está firmemente instalada la urgencia de una solución correctora que permita regenerar la situación, al tiempo que se recupere un verdadero propósito nacional que sea capaz de introducir un cambio cualitativo en el clima moral de nuestra sociedad, que posibilite resolver con urgencia, sacrificio y grandeza las graves cuestiones que condicionan en este instante, y fatalmente, la organización de una convivencia solidaria y esperanzada.

Cuando parecemos abocados, según toda la sintomatología, a una próxima crisis en la Presidencia del Gobierno, habría que desear que el sucesor reuniese las condiciones necesarias para recuperar la autoridad moral sobre unos militares que, ante todo y sobre todo apetecen el ejercicio de su profesión en un ambiente de honor y disciplina, al servicio de España, de todos los españoles y de un sistema de libertades que respete la pluralidad en el ser y en el sentir, pero sin que ello menoscabe o ensombrezca la innegociable unidad de la Patria.

Almendros

19 Diciembre 1980

El documento 'Almendros'

Emilio Romero

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Por primera vez en la Prensa española se ha producido, probablemente, una manifestación militar clectiva respecto a la situaicón. Podría decirse mejor ‘que ha estallado’. Se trata de un texto que analiza la situación política de estos momentos, e informa sobre unos sucesos militares de gran significación, y todo eso firmado con un colectivo que se denomina ‘Almendros’. No quiero averiguar intenciones, pero la flor del almendro es la primera manifestación floral después del invierno. Mi indagación íntima me dice que ‘Almendros’ es un colectivo militar. El texto ha aparecido en EL ALCÁZAR. Es una actitud frente a la situación. Señala entre una información copiosa, y muy resuelta, y muy grave, y al tiempo muy moderada – ajena al panfleto y a la soflama – que la dignidad y el honor militares estarían llamados a entrar institucionalmente en el juego.

¿Qué es esto de entrar constitucionalmente en el juego? No puede ser otra cosa que privar de la identidad de golpe a una acción militar. El artículo octavo de la Constitución dice que las Fuerzas Armadas ‘tienen como misión garnatizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional’. La perplejidad, o las incógnitas, de este artículo están en el modo de oparar o de actuar. Las Fuerzas Armadas tienen una organización jerárquica. De acuerdo con el artículo 97 el Gobierno dirige la Administración civil y militar, y la primera contradicción a esto es que el jefe de Estado, que es el Rey, ejerce el manod supremo de las Fuerzas Armadas, según se establece en el artículo 62, que enumera las atribuciones de la Corona. El ejfe del Estado no puede depender del GObierno en asuntos de la Administración, o de la organización, militares. Esto tuvo que tener otro planteamiento constitucional, puede burlar la Constitución, o hacerse el distraído con ella, en asuntos que se refieren a todo eso que las Fuerzas Armadas tienen que garantizar. ¿Qué pasa entonces? ¿Se callan las Fuerzas Armadas, infringiendo sus deberes? Esta es la cuestión.

El escritor político es nuestro país, aquel que no está en ninguna salsa – que ese es mi aso – tiene la obligación de no hacerse el distraído con ningún problema grave, aunque quemara en las manos. En estos momentos se palpa en la ivda española algo que ya ha trascendido a los grandes periodos del exterior. El proceso constituyente, tal como se está haciendo, ha agotado la esperanza de mucho, y los primeros alarmados son los pol´tiicos. Toda ‘la ofensiva anti Suárez’ y todo eso de los ‘Gobiernos de gestión’ no es otra cosa que el deseo de salir de una situación sin salida. Por eso el documento ‘Almendros’ es especialmente valioso y trasendente.

Emilio Romero

22 Enero 1981

LA HORA DE LAS OTRAS INSTITUCIONES

Almendros

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A esa realización histórica, que a través de generaciones ha otorgado sentido convergente y convivencial a los sacrificios y esfuerzos, coincidentes o encontrados, de hombres y grupos sociales y territoriales que llamamos España, se le ha sumido hoy en una profunda crisis de identidad. Para determinados políticos de este momento no nos hallamos ante un hecho del que se parte – en contra de lo que pudiere advertirse en la más destacadas páginas de la Historia Universal – sino de un supuesto a partir del cual cabe la apertura de un debate muy extendido, y que configure tal vez una meta a lograr algún día en un postrer esfuerzo del consenso, en lugar de aceptaría sencillamente como Patria común y matriz de los españoles.

Y esta España de hoy, como nación y como Estado, se adentra cada vez más en una crisis radical, cuyas características resultan ya históricas por la gravedad y el sentido inverso del conjunto de su historia. Sorprendidos quizá por el ritmo de los acontecimientos y perplejos por la confusión de apariencias y realidades, sólo ahora se empieza a traslucir la tensión subyaciente en el quietismo, esa suerte de fatalismo de la sociedad española, al margen de que en la clase política siga sin detectarse, ni menos aún se intente modificar el tratamiento de un tal estado de cosas. De proseguir el actual curso de los acontecimientos en los meses inmediatos se habrán consumado situaciones en el curso del proceso autonímico con alta potencialidad disgregadora por lo que constituyen de institución, fuerza, cultura y privilegio insolidario. Y, pero aún, enmarcado todo ello por una coyuntura de depresión económica, de inensidad ddesconcoida en los últimos lustros, de profundo e inquietante desconcierto moral. La salida necesaria de este fracasado ensayo democrático a partir de estas bases se veía probablemente forzado a transcurrir en medio de dolorosas tensiones, o por las amargas horcas del brutal enfretnamiento entre españoles con sus secuelas, ya clásicas por conocidas, de precedentes, rencores y desilusiones a la hora de reconstruir de nuevo un sistema realista que posibilite una convivencia plural, eficaz y digna. Es decir, mientras se endurece la gravedad de los acontecimientos, se reduce en consecuencia la capacdida para resolverlos. Lo acaba de corroborar el político catalán Josep Tarradellas desde su perspectiva de la experiencia. ‘Me asusta un poco este quietismo, este fatalismo español, que reconoce una vez más: hay que hacer algo’ (DIARIO16, 14.1.81)

Nos encontramos en el punto crítico

Ante una semejante perspectica cuyos tonos dramáticos se insinúan a diario en detalles que parecen nimios, no deja de sorprender que la mayor dificultad de este momento, lejos de ser la puesta en marcha del proceso de corrección, lo constituya la insuficiente conciencia por parte de algunos sectores civiles de que nos encontramos ya en el punto crítico. La opinión de que mal andan las cosas está ciertamente generalizada, si bien de manera difusa. Se da el pesimismo y la alarma, pero a su vez un bloqueo de la voluntad, por prejuicios y falta de vitor para ingyectar la esperanza en torno a la posibilidad de una solución por otra parte necesaria. A veces, como si de una pesadilla tragicómica se tratare, desearíamos despertar repentinamente, y al advertir recompuesto lo deshacuado, sentirnos liberados del a frustración democrática que nos acongoja. Y, eludiendo el desafío, evitar o asumir el riesgo o el sentimiento de cobardía moral consiguiente (….)

El ensayo democrático ha fracasado

A fin de clarificar las situaciones y serenar los juicios, es preciso evitar la coartada dialéctica de centrar el problema en estar a favor o en contra de los sistemas democráticos. Aquí y ahora, noblemente, se ha de afrontar el imperativo de la realidad: es decir, el fracaso definitivo de este ensayo llevado a cabo con ilusión y esperanza, pero al mismo tiempo con exceso de improvisaciones, arpiorismos, reflejos regresivos y sin sentido del Estado, ni menos aún del liderazg. La Constitución, tal y como está, no funciona. Hace ingobernable la nación, suministra excesivas ambigüedades, se convierte en un arca de subterfugios legales para ser utilizados según las razones coyunturales y los pactos – a la larga fraticidas – de cada momento de apuro. Que urge su reforma ya lo expresan en privado y algunos en público, los principales líderes políticos. Amplios sectores de la opinión dejan traslucir sus decepciones, cuando no su defintiivo divorcio de las instituciones políticas. Lo que, sin ningún género de dudas se viene verificando a lo largo de los último sprocesos electorales posteriores a la consulta en referéndum nacional sobre la Ley de la Reforma Política. Fue aquella convocatoria la que mayor entusiasmo suscitó entre los españoles. Y, precisamente n aquella oportunidad – lo que no deja de ser sintomático – se pronunciaron en contra los políticos que presumen de su mayor pedigree democrático. Por el contrario, en los más recientes referéndums y elecciones de origen autonómico, sólo el triunfalismo oficial habitaul pudo oculta la gravedad – en el caso gallego extrema- de los resultados por lo que tienen expresión de voluntad popular.

Resulta tan innegable el divorcio entre ciudadanos y políticos, que de ello se deduce que éstos buscan desesperadamente las disculpas, como las del ministro antes citado tratando de arroparse en la deficiencia de los liderados: ‘Estamos (…).

Almendros

30 Enero 1981

UCD busca un General

Antonio Izquierdo

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Hecho el tránsito de la dictadura a la democracia, es hora de mantener a las Fuerzas Armadas alejadas de la clave política.

El presidente del Gobierno ha dimitido. Y aunque de su mensaje no puede deducirse la causa última de esa grave decisión, en sus palabras existe una declaración de parte que a mi ver (…)

Desde que se hizo pública la información de que Adolfo Suárez había quedado fuera de combate, tras la suspensión sine die del Congreso de UCD se han barajado diversos nombres para la sustitución, entre ellos el de los señores Calvo Sotelo, López de Letona… ¿Y Landelino Lavilla? Hace tiempo que en estas páginas se advertía al llamado grupo azul de UCD – ¡Que también es humor! – de lo que se les venía encima: habían sido utilizados para el desmantelamiento del Régimen de Franco y para la puesta en marcha del sistema democrático. Fueron colchón amortiguador. Ya no interesan.

Desde mi punto de vista de observador político, creo que la verdadera crisis o mejor dicho que la clave para la resolución de la crisis o mejor dicho que la clave para la resolución de la crisis no está en la figura del presidente, sino, en la del vicepresidente para Asuntos de Defensa. ¿Estará algún general dispuesto a pasar a la reserva para sustituir a don Manuel Gutiérrez Mellado? Esta es, a mi juicio, la clave. Tengo mi opinión al respecto. Hecho el tránsito de la dictadura a la democracia, es hora de mantener a las Fuerzas Armadas alejadas de la clave política. La presencia de un general en el Gabinete – aunque ese general sea, en razón constitucional, un general ‘dimisionario – no beneficiaría en absoluto a las Fuerzas Armada. Hay políticos que desean embarcarlas otra vez, que buscan apresuradamente un general. Pero ya no existe justificación alguna. Se hizo la transición. Es la hora de los políticos. Es la hora, mejor dicho, que que los políticos asuman por entero su responsabilidad.

Antonio Izquierdo

01 Febrero 1981

LA DECISIÓN DEL MANDO SUPREMO

Almendros

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Se ha alcanzado el punto crítico, de no retorno, de la decisiva crisis institucional del sistema que se ha precipitado, sin diseño previo, a través de la ruptura blanda que ha terminado por ser esta transición acomplejada y errática.

Todavía es posible que asistamos a nuevos procesos de confusión, si bien cada vez de ciclo más corto. Así, por ejemplo, en la medida en que la inestabilidad se manifieste como insufrible, se manifestarán a su vez pausas terroristas, y frente a una crecida toma de conciencia sobre la necesidad de reconsiderar el proceso autonómico, los fanáticos políticos del nacionalismo retrocederán un paso hacia las apariencias de respeto a España, seguros de ganar con ello el crédito necesario para progresar otros dos pasos hacia la afirmación secesionista. Incluso cuando perciban el riesgo definitivo de lo insostenible, arriesgarán como última jugada el instrumentalizar la ‘indisoluble unidad en la Corona’.

En el punto de crítico

Hemos entrado en un tiempo protagónico para las otras instituciones: el Rey y las Fuerzas Armadas, pero también de catarsis personal y social para remontar la mediocre tibieza o la autojustificación de la duda de arriesgarse con decisión en la elección de lo que el imperativo patriótico reclama. Los acontecimientos recientes han venido a corroborar con plenitud nuestro diagnóstico. Estamos en el punto crítico, se inicia la cuenta atrás. La irresponsabilidad política ha culminado un triste proceso en el que forzosamente se obliga a intervenir a la Corona. Las peripecias de la política menos privan por encima del sentido del Estado con menoscabo del respeto que se merecen las reglas de juego del sistema democrático. Analizada con serenidad la crisis planteada por la dimisión del presidente del Gobierno, no puede hurtarse la sensación de que dimitió en un peligroso ejercicio de conveniencias personales en el seno de su partido. Y ello sin reparar en la coincidencia con una de las más comprometidas decisiones: el viaje del os Reyes a Vascongadas todavía con el Estatuto vigente.

La Corona, depositaria de un gran caudal de poder en las Leyes Fundamentales, motor del cambio según la clase política fue reducida por ésta en sus facultades constitucionales en una medida tal que rebasa los límites de las restantes monarquías parlamentarias de Europa. Y precisamente ahora se ve abocada a afrontar una crisis decisiva, que supera los entornos habituales en las democracias de Occidente. Su autoridad moral sobre los sectores más ‘inequívocamente democráticos’ acumulada a lo largo del difícil periodo de la transición, le concede ahora una gran libertad de acción para el uso de las facultades de arbitraje que la Constitución le otorga, para accionar hacia la búsqueda de la solución correctora del reciente proceso político, cuya herencia no tiene por qué sancionar. Quienes provocaron la situación a la que nos referimos., si realmente poseen el exigible patriotismo y sentido del Estado, deberán eludir la tentación ya manifestada de inmovilizar al Rey, reduciendo su papel a la interpretación literal y mecánica de las reglas constitucionales para los cambios de gobierno. Ni estamos ante una crisis normal, ni la coyuntura en la que se ha producido aconseja una fría y aséptica contemplación de los hechos, que de alguna manera condicionan el porvenir de las instituciones del Estado y la salud futura de la convivencia democrática de nuestro pueblo. Su solución no pasa por la vía del puro continuismo.

Un golpe de timón

Se ha emplazado a la Corona ante la oportunidad histórica de iniciar una sustancial corrección de rumbo, el reiterado golpe de timón que posibilite la formación de un gobierno de regeneración nacional asistido de toda la autoridad que precisan unas circunstancias tan excepcionales como las que vivimos. Un gobierno que se vea respaldado por las instituciones, cuya fuerza procede de su propia condición y que son las llamadas históricamente a garantizar la paz y la subsistencia nacional en los momentos de peculiar delicadeza. Lo que es posible acometer con el mínimo quebranto de las instituciones democráticos en el supuesto de que se reconozca la imperativa necesidad de abrir el proceso de la reforma constitucional para que la realidad impregne, sin sobredosis de doctrinarismo, la arquitectura de nuestra Constitución. De lo contrario, una miope visión de los acontecimientos y de su circunstancia envolvente pudiera muy bien provocar una distorsión de las conveniencias nacionales, achatándola en solución de puro parcheo o reduciendo la salida de la crisis a la búsqueda de un gobierno de coalición, cuya única viabilidad se fundamentaría en el prestigio y la autoridad fáctica de quien lo presidiere, para que le permitiera disciplinar las distenciones internas, que sin duda provocarían un espectáculo aún más triste que el ofrecido en la actualidad por los partidos, obcecados más en sus cuestiones internas que preocupados por la decadencia nacional. Una realidad evidente que, de proseguir, a corto plazo instauraría la oportunidad para una legítima intervención de las Fuerzas Armadas.

Orden de prioridades

Ha llegado el momento de recordar que el orden de prioridades es España, como patria común e indivisible, las instituciones del Estado y las libertades. Pues sí en éstas es preciso fundamentar la convivencia plural de los españoles, quedan imposibilitadas las libertades cuando las instituciones se degradan y la nación pierde su identidad. El general De Gaulle supo ver este ordenamiento de la lógica patriótica que es la que, en definitiva, inyecta en la conciencia del pueblo la razón de ser y la obligación de sobrevivir en función de unos valores que han conformado el alma de la patria, el nexo vital del ser nacional. Menospreciar esta realidad espiritual, olvidar los supremos parámetros que conducen al correcto comportamiento de los hombres y de las instituciones, liquidar el común denominador que funciona como soporte de la convivencia a partir de unas convicciones y una correcta conducta moral instalada por la historia en el subconsciente de cada pueblo, es arrasar el patrimonio común de los ciudadanos de una nación y depositar el futuro de los mismos al pie de los caballos. Justamente en razón de ello Francia, con toda su tradición revolucionaria, innovadora y democrática, se agarró firmemente a esta evidencia en 1958 cuando los partidos políticos, una imposible Constitución y la pérdida de la identidad nacional, unida a una profunda crisis económica, amenazaban con abrir un foso entre el pueblo y su clase dirigente; y supo encontrar al hombre que, desde las raíces íntimas del patriotismo, la levantó de nuevo al más alto nivel internacional de las últimas décadas.

Soledad de la Corona

El paralelismo en nuestro caso no resulta forzado, a pesar de la desinformación que se produce desde unos medios de comunicación acomplejados por el síndrome democrático, que les impide denunciar la cruda realidad de estos momentos. Decía ya Ortega y Gasset, en una conferencia pronunciada en 1909, que ‘en cada país sólo pueden ser duraderos aquellos gobiernos que representan como una proyección plástica y bajo la especie de personas el estado íntimo de sus almas’. Lo contrario es, por lo tanto, antinatural, la evidencia poco dudosa de la inestabilidad. Nuestra historia está ya harta de los períodos democráticos con aciagas lluvias de gobiernos que duraban apenas el semestre. De esta guisa, ni se construye el futuro, ni se acreditan las constituciones democráticas.

Quienes ha madurado en la experiencia del mando y en el servicio a los supremos intereses de España se sienten en esta hora de grave reflexión impresionada por la onerosa responsabilidad que aquí y ahora se ha cargado sobre la Corona. Nunca como en estos momentos la soledad de la institución suprema del Estado bordea los riesgos del compromiso con el futuro de la nación. A partir de la decisión del Rey se abre ante el pueblo español una disyuntiva: o un proceso que se precipite en la traumática liquidación del sistema institucional, por el empeño de mantener una ‘inequívoca normalidad democrática’ o la instauración de un cambio a la esperanza que, tras la superación de una inevitable fase regeneracionista de gobierno, posibilite a los españoles el progreso hacia unas soluciones que alancen la paz en el marco de la dignidad, la libertad en el del orden y la justicia en un contexto de progreso social y creatividad.

Almendros

04 Febrero 1981

'Almendros' que no florecerán

DIARIO16 (Director: Pedro J. Ramírez)

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Un sospechoso seudónimo, ‘Almendros’, está incitando a las Fuerzas Armadas desde el diario EL ALCÁZAR para que se intervengan en el curso político. En el tercero de sus artículos, publicado el domingo pasado, día 1, llega todavía a más: pide que actúe el Rey.
Su técnica es simple y engañosa: no acaba en una conclusión a partir de hechos observados por todos, sino en una conclusión previamente establecida gracias a unos hechos caprichosamente seleccionados. Así, la actual crisis no es un episodio más en la vida de una nación, por muy grave que parezca, sino el fondo de una decadencia que justifica intervenciones extraordinarias.

‘Almendros’ atribuye a la Corona y al Ejército funciones distintas de las que prevé nuestro ordenamiento constitucional. Intenta comprometer gravemente a la institución monárquica en una borrosa operación y sitúa a las Fuerzas Armadas por encima del poder político.

Lo que hace ‘Almendros’ es incitar a la quiebra del normal curso democrático. Y lo hace desde un periódico, bien a las claras, ante los ojos del propio Govierno, que se queda tan frío, como si oyera llover.

En algunos medios militares se han escuchado últimamente ciertas ‘claves’ que bien podrían tener relación con la actividad del seudónimo. Se ha oído, por ejemplo, que ‘los almendros florecen en primavera’.

Nosotros, que confiamos y deseamos, como la mayoría de los españoles, que las instituciones cumplan con los exactos objetivos que tienen encomendados, estamos seguros de que esos ‘Almendros’ de EL ALCÁZAR no florecerán. Su burda maniobra, tantas veces propuesta en la etapa de transición, tiene que quedar descuartizada por los mecanismos de autodefensa de la democracia.

El Análisis

¿QUIÉN ERA ALMENDROS?

JF Lamata

Los tres artículos de Almendros se podrían resumir en ‘todo funciona fatal en España’, ‘todo se ha hecho mal’ y ‘hacen falta que se vayan los que están y vengan nuevos’ . ¿Era Almendros un nostálgico del franquismo? Seguramente. ¿Simpatizaría con la idea del Ejército en el poder? Tal vez. ¿Era un cómplice del 23-F? No parece haber suficiente material como para agarrarse a eso.

Lo más extraño en torno a Almendros fue la obsesión que tuvieron muchos periodistas en asegurar que Almendros era ‘un colectivo’. El propio director de EL ALCÁZAR, D. Antonio Izquierdo, aseguró en un debate en TVE sobre el 23-F que Almendros era una única persona con ‘carné’ de identidad, información confirmada también por otros periodistas del citado diario consultados por La Hemeroteca del Buitre como D. Antonio Gibello o D. Juan Blanco. Sin embargo los investigadores de ‘la trama civil’ del 23-F se centraron en Almendros para buscar a las conspiradores y los apodaron ‘colectivo Almendros’. El famoso libro ‘Todos al Suelo’ era, en gran parte, una especulación sobre quiénes podían ser el colectivo Almendros, aunque al final resultara que era un coronel retirado del ejército en solitario.

Pero si se trata de mirar llamamientos al golpe de Estado desde las páginas de EL ALCÁZAR, quizá fue más destacado el artículo ‘Situación Límite’ del ex vicepresidente del Gobierno, General De Santiago.

J. F. Lamata