22 enero 1960

Estaba considerado como el director de un periódico generalista más firme defensor del General Franco

Luis de Galinsoga derribado de la dirección de LA VANGUARDIA tras ofender al idioma catalán: «es una mierda»

Hechos

El 21 de enero de 1960 D. Luis Martínez de Galinsoga abandonó la dirección del periódico LA VANGUARDIA, siendo reemplazado por el periodista D. Manuel Aznar.

Lecturas

El nombre de Luis Martínez de Galinsoga deja de figurar en la portada del periódico privado La Vanguardia Española como director a partir del 21 de enero de 1960 tras dimitir a petición del Consejo de Ministros. El director de la Agencia Efe, Manuel Aznar Zubigaray asume la dirección del periódico La Vanguardia por segunda vez, simultaneando temporalmente ambos cargos.

Si el director de PUEBLO, D. Emilio Romero, se refería al dictador como “Su excelencia” al entrevistarle, el director de LA VANGUARDIA, don Luis Martínez de Galinsoga, en una entrevista al Caudillo ese mismo año se refería a él como “Mi General” o “Vuenencia”, como si de un fiel soldado de su ejército se tratara, pero la carrera de ‘el soldado Galinsoga’ estaba apunto de terminar.

A finales de 1959 el director de LA VANGUARDIA acudió a una misa en San Ildefonso de Barcelona cuya homilía fue dada en catalán por el cura de marras, D. Narcís Seguer, cosa que le molestó hasta tal punto que optó por irrumpir en la sacristía a protestar. Ante la firmeza de los curas el Sr. Galinsoga optó por coger la puerta y marcharse de la parroquia. Se le atribuyó haber dicho: “Estos catalanes son una mierda”, otras versiones apuntan a que la expresión pudo haber sido «el catalán es una mierda», y algunos suben la temperatura y aseguran que la expresión fue «Todos los catalanes son una mierda».

El caso es que aquella frase con el “mierda” le costaría caro a LA VANGUARDIA. Opositores cristianos catalanistas encabezados por don Jordi Pujol se dedicaron a romper públicamente ejemplares del periódico y muchos suscriptores del diario se dieron de baja. A pesar de que los medios silenciaban la campaña, la tensión llegó hasta tal punto que el Sr. Galinsoga publicó una carta abierta en LA VANGUARDIA bajo el titular “Afecto y servicio a Cataluña”.

Cuando los arabescos del destino trazaron el mío de dirigir en 1939 LA VANGUARDIA –  ¡Quién me lo había de decir entonces! – Yo me encontré en Barcelona con amistades muy sólidas. Hay más  de  veinte años  y  medio  de  labor  cotidiana  y  desvelada  al  frente  de LA VANGUARDIA. Tuve siempre por norma y guía de todos mis actos la idea y el propósito de que Barcelona y la región catalana pudiesen enorgullecerse de albergar uno de los mejores periódicos de Europa y, acaso, del mundo. Nunca hubiera molestado a mis lectores con   este  alegato si no fuera porque toda esa campaña se ha urdido sobre el artilugio de un “slogan”  prefabricado, de una patraña según la cual se han puesto en mis labios palabras que yo no he podido decir nunca  contra  los  catalanes.  Pocos  como  yo  conocen  las  virtudes  que  palpitan  en  la  vibración  de LA VANGUARDIA. Lo que más me duele es que algunos mal informados hayan podido creer que soy capaz de proferir palabras necias. Que se me juzgue por mis hechos y no por mis palabras. (D. Luis de Galinsoga)

Aquel artículo no hizo sino incrementar las protestas catalanistas. El diario LA VANGUARDIA era propiedad del Conde de Godó, D. Carlos Godó, fiel seguidor de la dictadura, pero se daba la circunstancia de que era el General Franco quien había designado al Sr. Galinsoga, por lo que, a ojos del Sr. Godó, era del General Franco de quien dependía la continuidad o no del Sr. Galinsoga.

El general Franco que decidió la destitución del Sr. Galinsoga y su nombre fue retirado de la portada del rotativo barcelonés. El que más tarde sería redactor de LA VANGUARDIA, don Enric Sopena, me habló de la situación del periódico en aquella época: “Si hubiera sido sólo Galinsoga hubiera sido genial, pero él no era la excepción, el franquismo era hegemónico. Los periodistas franquistas eran los que cortaban el bacalao, con el visto bueno de Franco”. Al Sr. Galinsoga le sustituyó don Manuel Aznar, que permaneció hasta 1963, cuando se nombró director a don Xavier de Echarri. “Echarri había evolucionado hasta posiciones cercanas a don Juan de Borbón” – comenta el Sr. Sopena –  “luego mantuvo posiciones constitucionales”. En 1969 se nombró director a don Horacio Sáenz Guerrero, que pilotaría la transición en ese periódico. El caso es que la oposición catalanista se apuntaba su primer tanto gracias a un “mierda».

AFECTO Y SERVICIO A CATALUÑA

Luis de Galinsoga

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"Que se me juzgue por mis hechos y no por mis palabras"

De esto que voy a Invocar —y a evocar— hace más de cuarenta año». Sería allá por 1917 o 1918 cuando se reunía en Barcelona una asamblea de la Mancomunidad catalana, presidida por el señor Puig y Cadafalch. Era yo a la sazón redactor político de «La Acción», el diario maurista madrileño dirigido por el inolvidable maestro don Manuel Delgado Barreto. «La Acción» se adscribió, desde el primer momento — había, sido fundado en 1916—, a la defensa de -la política desplegada por la minoría regionalista catalana que presidia en el Congreso don Francisco de A. Cambó. No era arbitraría esta postura del diario maurista, porque notoriamente don Antonio Maura simpatizaba, como luego lo demostró al formar Gobierno, con los hombres de dicho partido catalán. Yo vine, pues, a Barcelona en aquellas jornadas, para hacer informaciones y comentarios objetivos, pero evidentemente con una consigna de mi director; a saber: la de inclinarme a favor de la sana política regionalista. ¡Dios mío!, ¡la que se armó en Madrid entre los periódicos de izquierda, singularmente los del llamado trust, o sea, EL IMPARCIAL, EL LIBERAL y EL HERALDO, que lanzaron contra mí pobre juventud de entonces los anatemas más irritados y casi insultantes! Hubo alguno de aquellos periódicos, no recuerdo si fue EL HERALDO o ‘El País’, que me calificaba de ‘maurista filibustero’. Naturalmente que yo cumplí con mi deber periodístico entonces, como he procurado hacerlo siempre, y me quedé tan tranquilo ante aquella ofensiva. Y no se diga que atestiguo con muertos, porque si no fuera muy firme mi propósito de no aludir a nadie nominalmente en este artículo —ya que-‘no quiero implicar a nadie en mi defensa— yo nombraría a uno de aquellos diputados, casi imberbe a la sazón y hoy ilustre y veterano en el foro y en la’cátedra. Podría él atestiguar, o, dicho mejor, ‘podrá él atestiguar, y estoy seguro de que en su conciencia lo hace si me honra leyendo estas líneas,’que «La Acción» y su redactor político prestaron en aquellos momentos de ofensiva general contra los políticos del regionalismo catalán un positivo y trascendental servicio. De entonces me quedaron a mí la complacencia y el honor de ser amigo, muy amigo, en algunos casos amigo íntimo, de aquella minoría regionalista que en los pasillos y en el salón de conferencias del Congreso charlábamos animadamente para pasar después al «hall» y a los salones del Palace, cuartel general mundano de la simpática peña «catalana, llena de vivacidad y humor. O allá nos reuníamos en lo que ellos llamaban «el convento», un piso principal de la calle de Alarcón, esquina a Lealtad.

Pasaron muchos años y yo mantuve siempre un contacto amistoso muy estrecho con los políticos de referencia. Y cuando los arabescos del destino trazaron el mío de venir a dirigir en 1939 LA VANGUARDIA —¡quién me lo había de decir entonces!— yo me encontré en Barcelona con amistades muy sólidas nacidas en aquellos tiempos de un modo bien romántico y desinteresado por ambas partes. Y en años recientes, al ir cumpliéndose la ley fatal de la muerte, se nos fueron don Francisco de A. Cambó y Felipe Hodés y José Bertrán y Musitu y Rahola y finalmente, hace justamente cinco meses, don Juan Ventosa. Mi pluma de una manera editorial, o con la firma, evocó, en ocasiones tales, aquellos tiempos en términos que yo no he de repetir hoy porque.sería reiterativa insistencia y alargaría este artículo. Pero quiero aludir, por haber sido la última triste coyuntura que se me presentó para ello, a la muerte’ de don Juan Ventosa, el admirado hombre público. Estaba yo en mis vacaciones veraniegas – era hacia el 20 de agosto— cuando oí en el diario hablado de la noche, de Radio Nacional, la funesta noticiade que había fallecido en Suiza el señor Ventosa. Y corrí al teléfono y de viva voz, sin haberlo escrito previamente, transmití a LA VANGUARDIA un artículo que a la mañana siguiente se publicaba y que produjo honda huella de impresión en toda Cataluña, porque era un emocionado homenaje, a aquel esclarecido estadista que entre otros muchos servicios rendidos a la Patria había ofrecido en holocausto, durante nuestra Cruzada, la vida de uno de sus hijos.

Y hace unos años, no recuerdo cuántos —porque yo no contabilizo mis espontaneidades ni mis sentimientos— al producirse una arbitrariedad en e¡ fallo de unas oposiciones en Madrid a cátedras universitarias, yo escribí en LA VANGUARDIA un artículo con mi firma protestando contra el caso, que a mí me parecía inaudito de desdeñar o, dicho mejor, postergar a un insigne desdeñar o, dicho mejor, postergar a un insigne médico de la egregia escuela catalana, famosa en todo el mundo, para discernir la cátedra en favor de un candidato apoyado por caciquismos, que tanto daño han hecho para el buen entendimiento entre ías provincias catalanas y el resto de sus hermanas españolas.

¿Y qué más…? Pues, si, hay mucho más. Hay más de veinte años y medio de labor cotidiana y desvelada al frente de LA VANGUARDIA en el cultivo cariñoso, atento y celosísimo de las mil actividades que en esta ciudad y en esta región se despliegan y que han sido recogidas fielmente en el periódico bajo mi dirección directa y personal, claro es que con el’esencial auxilió de la Empresa y con las indispensables colaboraciones de mis compañeros los redactores, los obreros de la imprenta, los empleados ¡administrativos y todo lo que, en suma, constituye el cuerpo vertebrado en el que radica el alma vibrátil de la redacción de un periódico como LA VANGUARDIA. Yo no he hecho más. que cumplir con mi deber y al tener el honor de dirigir» este periódico tuve siempre por norma y guía de todos mis actos la idea y el propósito de que Barcelona y la región catalana pudiesen enorgullecerse de albergar en su ciudad metropolitana uno de los mejores periódicos de Europa y, acaso, del mundo. A miles se podrían aducir testimonios de que estoy expresando una verdad escueta. Pero sería tanto como repasar la colección de LA VANGUARDIA de más de veinte años. Y no solamente en la sección propia de Barcelona, cuya «Crónica de la Jornada» constituye un cotidiano homenaje a las manifestaciones de progreso espiritual y material de esta ciudad, sino también en las consignas a los corresponsales ea provincias para que estén siempre atentos a las repercusiones de las cosas catalanas en aquéllas y especialmente en nuestra sección de Madrid, en donde tanto cuidado se pone para hacer resaltar la presencia de catalanes en la capital de España. Y los corresponsales en el extranjero, igualmente celosos en transmitirnos, como nosotros en publicar, los triunfos y las actividades dé catalanes en todo el mundo… En fin; no acabaríamos nunca, aun reduciendo la relación a un sencillo apuntamiento. Y por miles se contarán hoy las nobles conciencias que cuando lean este artículo me concedan su benévolo juicio que yo espero de su honradez, porque por este despacho de la Dirección de LA VANGUARDIA han pasado a miles los catalanes que pueden atestiguar de mi atención hacia ellos, de mi simpatía, de mi acogida cordial y propicia.

No; contra los hechos de una’conducta clara e infalsificabie no pueden prevalecer intentos de atizar el fuego de la discordia y no podrán desmentirse los hechos que apunto, solamente a título de ejemplo. Me parece haber condescendido con excesiva paciencia prudente a esa oleada de maledicencia que de una manera subrepticia se ha desencadenado contra mi actuación. Tengo mi historia periodística, modesta pero limpia, al servicio de la tarea  profesional. Y nunca hubiera molestado a mis lectores con este alegato en defensa propia y en defensa de la verdad si no fuera porque toda esa campaña se ha urdido sobre el artilugio da un «slogan’ prefabricado, de una patraña según la cual se han puesto en mis labios palabras que yo no he podido decir nunca contra los catalanes, porque pocos como yo conocen desde muy antiguo, en nuestra contemporaneidad, las virtudes y los esfuerzos beneméritos que hace más de cuarenta años elogiaba yo, con vibrante tesón, en las columnas del diario «La Acción» y que ahora palpitan en la vibración de LA VANGUARDIA. Lo que más me duele es que algunos, mal informados, hayan podido creer que yo soy capaz de proferir unas palabras que sobre ser procaces resultan sencillamente necias. Yo pido que se me juzgue por mis hechos y no por mis palabras. Y menos, si las palabras que se me han atribuido’ quedan claramente desmentidas por mí.

Luis de Galinsoga

"Mis conversaciones con Franco"

Francisco Franco

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2-2-1957

Hablando de la prensa con Franco me dice: “Tiene bastantes defectos, casi toda la prensa es insulsa. Hay periódicos como LA VANGUARDIA que son muy combativos, pero a Galinsoga hay que frenarle a veces”.

4-03-1957

Hablo con Franco de Galinsoga; Franco me dice: “Galinsoga es un poco duro en sus artículos y generaliza mucho”. Yo le he defendido en el sentido de que por ser muy apasionado por el régimen y por el Caudillo, a veces se le iba la pluma”.

18-04-1960

Le cuento a Franco que según me dijo Galinsoga en el ABC se negaban a recibir sus artículos y se los devolvían; Franco me dice:

“No lo creo y es un tópico que ahora quiere esgrimir Galinsoga, porque lo que le ocurrió no fue por hacer propaganda a mi favor, sino por su conducta irreflexiva ante el párroco de Barcelona, insultando a los catalanes. Esto es la verdad, conforme se lo manifestó Galinsoga al ministro  Gual Villalbí. Ahora es muy cómodo decir que todo lo que le pasa es por las campañas que ha hecho a mi favor, como si fuera el único periodista que las ha hecho”.

30-06-1960

Hablamos después de la campaña que realizan los elementos separatistas de Barcelona; Franco me dice “Todo estaba preparado para deslucir los actos celebrados con motivo de mi estancia. Se comprobó que el señor Pujol es un elemento separatista y en el registro hecho en su casa se le encontró mucha propaganda de esa índole”.

Hablamos luego del actual gobernador de aquella provincia, señor Acedo. He dicho a Franco que Acedo está molesto porque dice que nada se le consulta; así sucedió en el caso de Galinsoga, que fue debido a que el capitán general llamó al ministro y le manifestó que se iba a organizar una protesta con los cláxones en los coches en el partido de fútbol al que iba a asistir dicho ministro. En vista de esto se destituyó a Galinsoga. Acedo se quejó de que dicha medida se tomara sin contar con él. Franco me dice: “Galinsoga no tuvo tacto y con su violencia y las frases que empleó perdió la razón”

El Análisis

¿CUÁL FUE EL PAPEL DEL EDITOR?

JF Lamata

Nadie estaba en la sacristía de la Parroquia en la que se enfrentó el Sr. Galinsoga al cura catalán, por lo que nadie sabrá a ciencia cierta qué fue lo que dijo. Pero no hablamos de hechos, sino de sentimientos, y el Sr. Galinsoga no fue capaz de transmitir sentimiento de respeto hacia el idioma catalán, sino de ofensa. El error le costó el cargo.

En la historia oficiosa de LA VANGUARDIA parece dar a entender que la figura D. Luis de Galinsoga fue la de un franquista usurpador en periódico catalán por excelencia. En esa historia sorprende que parece obviarse el apoyo total al franquismo de la familia propietaria de LA VANGUARDIA y el Grupo Godó, encarnada en la figura del conde, D. Carlos Godó. ¿O acaso pretenden borrar de la historia todos los textos inspirados por Godó en apoyo de aquel régimen? «Galinsoga, fue sólo Galinsoga», dicen sus herederos. Pero las hemerotecas están ahí. Y también las fotografías.

godo_franco El conde de Godó con el General Franco.

J. F. Lamata