28 febrero 1981

Emilio Romero (ABC) y Rafael García Serrano (EL ALCÁZAR) replican a Tovar recordándole su pasado franquista

Antonio Tovar carga contra EL ALCÁZAR desde las páginas de EL PAÍS mientras aumentan las peticiones de cierre del diario ultra

Hechos

  • El 26.02.1981 el diario EL PAÍS publicaba un artículo de D. Antonio Tovar contra los golpistas del 23-F en el que aludía al diario EL ALCÁZAR. Ese mismo día el diputado del PSOE D. Enrique Múgica declaró que una democracia no podía permitir que existiera un periódico como EL ALCÁZAR.

Lecturas

Confirmado el fracaso del 23-F en el diario El País se publica una tribuna de D. Antonio Tovar Llorente en la que culpa a ‘los microcéfalos’ de El Alcázar de complicidad en el golpe. El artículo del Sr. Tovar Llorente es criticado por D. Emilio Romero Gómez en ABC y ridiculizado por D. Rafael García Serrano en El Alcázar. El 1 de marzo El Alcázar publica un editorial de réplica, ‘La macrocefalia de D. Antonio Tovar’, recordándole su pasado franquista y el 24 de mayo una fotografía del Sr. Tovar Llorente en la Universidad de Salamanca con D. Francisco Franco Bahamonde.

enriquemugica El dirigente del PSOE, D. Enrique Múgica fue el primero en pedir públicamente el cierre de EL ALCÁZAR, lo hizo el 26 de febrero de 1981. En realidad el Sr. Múgica pidió el cierre de dos periódicos: el que hacía apología del golpismo y el que hacía apoligía del terrorismo. Sólo que del primer caso aclaró que se refería EL ALCÁZAR, mientras que el segundo caso no confirmó cual era. Preguntado por un miembro de HEMEROTECA DEL BUITRE confirmó que el otro diario al que se refería era el diario EGIN.

Audio: General Sáenz de Santamaría sobre EL ALCÁZAR 

26 Febrero 1981

"¡TEJERO, MÁTALOS!!"

Antonio Tovar

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Esa aventura ha resultado la ejecución a gran orquesta de lo que planearon unos oficiales en la cafetería Galaxia. «No tuvo importancia, fue una completa tontería», dijeron entonces altos jefes. «Los pobrecitos no querían más que detener el proceso prostituyente», se atrevían a escribir los microcéfalos de EL ALCÁZAR.

Ese era el grito con que unos pocos nostálgicos vergonzantes, según se ha sabido, coreaban alrededor de la plaza de Neptuno el acto tribal con el que unos antropoides pretendían imponerse al Parlamento y al Gobierno de un país civilizado del siglo XX.«¡Siéntesen, estesen quietos!», vociferaba aquel Idi Amin con bigotes y tricornio en la escena humillante y vergonzosa que la televisión ha inmortalizado.

Lo trágico y aleccionador es que ese paranoico «¡Tejero, mátalos!» no era ninguna novedad. «¡Queipo, mátalos!», «¡Mola, mátalos! », «Franco, mátalos! » fueron alaridos triunfales en 1936, y con ellos se echó a la calle mucha gente. Y para responder a esos gritos también se echaron a la calle milicias y sindicatos, y España se hundió, en uno y otro lado, en un mar de sangre. Pero la verdad, con mayor vergüenza para el bando provocador, el llamado nacional, todo comenzó (precipitado, es cierto, por el asesinato de Calvo Sotelo, un jefe de la oposición en el Parlamento) con una actitud que ahora tiene aún eco espeluznante en ese «¡Tejero, mátalos! ».

¡Mátalos! es el grito salvaje que no ha dejado de resonar durante casi cuarenta años. Estalló en 1936, siguió resonando, a veces con sordina, en toda la represión que siguió a la guerra civil, y contra las guerrillas e infiltrados de los años finales de la guerra mundial; y todo a lo largo de los famosos «25 años de paz» de los cartelones del plebiscito, instrumentado con ejecuciones, y rematado con el juicio de Burgos y con los fusilamientos del último 1 de octubre del general Franco.

Ya estamos hartos de los que gritan, o piensan, ¡Tejero, mátalos! Pues durante los casi cuarenta años había gente que creía que su vida, su tranquilidad y sus negocios, su paz para media España se basaba en que la otra media estuviera callada porque pesaba en el ambiente un ¡Franco, mátalos! Pues él había dicho: «Mi mano no temblará».

Para la instauración, al fin, de una vida civil, civilizada, hay que desfanatizar a los que creen que el remedio de algo está en un ¡mátalos! Y, mientras tanto, es absolutamente necesario que quienes piensan así queden apartados de todo aparato militar y policiaco. No se puede dejar a Tejeros que jueguen con armas ni que tengan intervención en fuerzas de seguridad donde se interroga a los detenidos quemándoles los pies.

Los que no somos jóvenes nos hemos acordado del 10 de agosto, preludio de una guerra civil. La noche del 23 tuvo sus semejanzas: un capitán. general. que en una provincia se echa a la calle (ahora con sospechoso aparato de cañones antiaéreos), mientras que los que salían en Madrid eran gente de menos graduación y con un plan que parece, en el fracaso, embarullado. Afortunadamente, esta vez sin muertos, sin tragedia -gracias a la admirable serenidad y sabiduría del Rey-, hemos podido ver mejor los aspectos caricaturescos de lo que, sin broma ninguna, preludiaba la puesta en marcha de un generalizado ¡Tejero, mátalos! La falta de respeto y educación de unos subalternos, la agresión a un militar digno e inteligente como el general Gutiérrez Mellado por los que han estado tragando hiel en los cuartos de banderas (y uno querría poder empezar a tener consideración para esos locales), la exhibición desmoralizadora de fuerza bruta, las palabras obscenas prodigadas con ese tradicional orgullo testicular que encocoraba a Unamuno cuando la primera dictadura, todo, con las patadas en las puertas, pudimos disfrutarlo en la larga noche en que estuvo en muy poco que el paranoico ¡Tejero, mátalos! se convirtiera otra vez, como en 1936, en programa de gobierno.

Hemos vivido un 10 de agosto en caricatura. Pero el esclarecimiento que el Estado se debe a sí mismo de la tragicómica aventura del 23 de febrero es obligado, para que se salve de nuevos pelioros. Esa aventura ha resultado la ejecución a gran orquesta de lo que planearon unos oficiales en la cafetería Galaxia. «No tuvo importancia, fue una completa tontería», dijeron entonces altos jefes. «Los pobrecitos no querían más que detener el proceso prostituyente», se atrevían a escribir los microcéfalos de EL ALCÁZAR.

Ahora habria que averiguar en nombre de quién, durante el suceso mismo, el general Armada entraba y salía a parlamentar con los salvajes que habían abierto a patadas las puertas del Congreso, humillándolos a todos hasta sentir vergüenza de ser compatriotas de ellos. No ha terminado, pues, con detener a Tejero y sus muchachos, el esclarecimiento del episodio. ¿Quién era el alto jefe que iba a dar órdenes desde la presidencia de la Cámara, no sabemos si dejando o no meterse las manos en los bolsillos a los diputados? Todos los conspiradores de la Galaxia de ahora tienen que dejar sus mandos y vivir en su casa como vivimos los ciudadanos normales, sin disponer de las Fuerzas Armadas. Hubiera sido bueno alejar definitivamente del Ejército a los que cuando lo de Galaxia dictaron benévolas sentencias, desacataron a autoridades superiores y siguieron dejando al teniente coronel Tejero al mando de tropas. No hacerlo ahora sería complicidad.

Yo quiero poder respetar a toda persona con uniforme, como he respetado y respeto personalmente a militares respetables, y como estimo a muchos, dignos de amistad, pero en las Fuerzas Armadas (y la televisión nos mostró, junto a Tejero, a un marino galáctico, para recordarnos que el problema es amplio) queda, sin duda, gente que nos impide el respeto pleno y sin desconfianzas ni reservas, un respeto que no guarde el recelo de si metido en el uniforme no está quien, para empezar a hacer su política, sueña con oír un ¡mátalos!

Antonio Tovar

27 Febrero 1981

SIN MATONES

Emilio Romero

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Confieso mi escándalo por el artículo de Antonio Tovar en EL PAÍS. Habla del bando provocador en la guerra civil echando sobre él basura, teniendo un trastorno de memoria porque él figuraba relevantemente en ese bando

Confieso mi escándalo por el artículo de Antonio Tovar, de ayer, en EL PAÍS. No refuto sus tesis básicas, que las refiero al ‘No matarás’ de mi fe católica. Nadie debe matar a nadie por su cuenta; nadie debe invitar a que maten a nadie. Pero cuando Antonio Tovar habla del bando provocador en la guerra civil y echa sobre él la acusación y la basura, resulta que ha tenido un trastorno de memoria este profesor tan insigne, y a quien desde mi primera juventud he tenido admiración, vínculos afectivos familiares – porque mi hermana Raquel fue su secretaria – y alguna gratitud. Antonio Tovar figuraba relevantemente en el bando provocador. Tuvo la Propaganda en sus manos, antes las enseñanzas técnicas, estaba al lado de ese gran personaje que es Ramón Serrano Suñer, y en función de la confianza que se tenía en él y en su gran preparación fue el intérprete de Franco en Hendaya con Hitler. Después fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca, a la sombra gloriosa de Unamuno, y su conferencia sobre lo que el Estado debía a la Falange fue un gran monumento dialéctico . Salió de aquella Universidad cuando Franco suspendió a Ruiz-Giménez como ministro dde Educación, y nadie le tocó un pelo de la ropa, y explicó sus enseñanzas fuera, y escribió aquí, y no le pasó nada. Yo, afortunadamente, estoy más limpio de polvo y paja; me tocó zona republicana. Y, por favor, no me toquen el pasado para aprovecharse del presente, porque a la manera del amestro Juan Martínez, que estaba en la Rusia del 17, y la contó, yo estaba en aquella época, y cambiar de opinión – que es razonable – no autoriza a parcializar muertos.

Ese triste y lamentable grito de ‘¡Tejero, mátalos!’, pero con otras víctimas y otros verdugos suena también en otros lugares que Antonio Tovar, desmemoriadamente calla. La autoridad moral de un profesor consiste en denunciar a todos los que invitan a matar. Nuestra trágica historia moderna y contemporánea empezaría a funcionar tras nuestro primer acontecimiento constitucional de Cádiz. Mataron los realistas, los cristinos, los liberales, los carlistas, los republicanos, los ácratas, los comunistas, los socialistas y los fascistas. La pintora, la narrativa, del siglo XIX y del siglo XX está llena de emboscadas criminales, de magnicidios, de pelotones de ejecución, de paseos, y de esas invitaciones a matar. Lo que procede en una conciencia recta, no es escoger para la denuncia a un solo bando de animadores a matar, e inhabilitarlo de justas repulsas, sino a todos, porque, de lo contrario, el profesor Tovar habría escogido solamente una razón política para matar, y todas, absolutamente todas, son intolerables.

Por lo pronto es también justo y objetivo reseñar que en el golpe militar del teniente coronel Tejero no hubo muertos, y tuvo a su merced a 350 diputados de todas las especies políticas – cuya muerte habría sido repugnante y monstruosa – y, sin embargo, en los cuatro años que llevamos de transición a la democracia se han producido varios centenares a muertos, gritos de ‘¡Mátalos!, y a manos de personas o de individuos no militares.

La historia, aunque sea de ahora mismo, hay que contarla sin emociones, sin oportunismos y sin interés. Acaso estas voces como la mía – las del análisis sin compromisos y con carpetazo al pasado – sean más útiles para la concordia que las del sectarismo, tristemente en la pluma de un profesor. Sepa bien el Sr. Tovar que Unamuno, que se las tuvo tiesas con Primo de Rivera, con los republicanos y con Millán Astray en Salamanca, estaría hoy si viviera más cerca de mí, respecto a lo que digo en ese artículo que de mi viejo y olvidadizo y admirado amigo Antonio Tovar. Tenemos que hacer entre todos una España sin matones.

Emilio Romero

28 Febrero 1981

EL PROFESOR TOVAR (Sólo para vencedores)

Rafael García Serrano

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Me asombra que Emilio Romero se siente escandalizado por el artículo de Tovar. Tovar es un ser despreciable a quien pierden sus propios impulsos, la urgencia con que se apunta a todo el que gana.

Siempre me ha divertido la célebre consideración de Ortega sobre Baroja y sus improperios. A propósito de ‘El árbol de la ciencia recoge una larga serie de ellos, reiterada, brutal y finalmente Ortega coemnta: ‘Aún cuando en nada de esto hubiera motivo de extrañeza, lo habría en que, después de todo esto, allá por la página 253, le ocurre a Baroja hacernos la siguiente comunicación: «Comenzaba a sentir una irritación profunda contra todo».

Un sistema contable semejante, si bien en el espacio de un breve artículo, se le podría aplicar al profesor Tovar, de cuya pluma ofidia nacieron las siguientes expresiones en torno al golpe en el Congreso, impecable por cierto, desde el punto de vista de la ejecución: ‘acto tribal’, ‘antropoides’, ‘Idi Amín con bigotes y tricornio’, ‘paranoico’, ‘los microcéfalos de EL ALCÁZAR’, ‘salvajes’. También Tovar está contra todo, pero rigurosamente por turno.

Ortega recoge quince frases menospreciantes en, por lo menos, 253 páginas de Baroja. Modestamente, yo hago la cuenta y me salen ocho en las dos holandesas enviadas por Tovar a las páginas de opinión de EL PAÍS. El profesor Tovar gana; Baroja pierde. Aunque pudiera pillarme de lleno, no me importa reproducir aquí el juicio de Ortega a propósito de este estilo que comento: ‘La abundancia de improperios en el síntoma de la regresión de un vocabulario hacia su infancia o, cuando menos, de una puericia persistente y que se inyecta en el léxico de las personas mayores’.

Pero el eminente intelectual – presuntamente adulto – autor del artículo que aquí se comenta, no sólo se limita a insultar a unos honorables caballeros de uniforme, imposibilitados, claro, para responderle, sino que acude a su buena memoria para recordarnos que en zona nacional se gritaba ‘Queipo, mátalos’, ‘Mola, mátalos’, ‘Franco, mátalos’. Respondo personalmente de que esto no es cierto, así como de que en los primeros momentos, siempre peligrosos, de una violencia histórica a cuatro manos, unanimemente concelebrada, tras de la ocupación de una pequeña ciudad dominada por los rojos, yo mismo esuché al teniente coronel que nos mandaba dar órdenes terminantes para la protección de los prisioneros no muy seguros ante la ira popular estimulada a causa de los previos asesinatos cometidos por estos. Los perpetuos fervores del converso que padece Tovar pueden llevarle a dar por cierto lo que sólo son imaginaciones suyas. Tovar pasa, como tantos, de la izquierda a la Falange ancha y cordial de José Antonio. Viene desde Alemania a Valladolid por propia voluntad. Era libre para elegir zona. Quizá sus estudios germanos le inclinan hacia el nazismo. Siempre le he oído sostener – en otro tiempo, por supuesto – que Franco cometió el grave error de no entrar en la guerra munidal junto a Alemania, criterio ciertamente defendible, pero de escasa concordancia con los pluritos democráticos que comenzaron a brotarle justamente con la derrota nazi, largamente contenidos durante años hasta que fuese cesado en 1956 de su cargo de Magnífico Rector de Salamanca. Hasta los actos más delicados e íntimos de su vida privada fueron puestos bajo el signo del yugo y las flechas, como ha recordado Juan Blanco. Hace unos meses tuve ocasión de evocarle dictando sus clases en la Facultad madrileña de Filosofía y Letras vestido de rigurosos falangista. La lista de sus cargos y hnores es interminable bajo el tiempo de Franco, desde director de Radio Nacional en la Salamanca del Cuartel General y también en Burgos, hasta consejero nacional y procurador en Cortes, subsecretario,vicesecretario, delegado nacional, magnífico rector, intérprete personal del Caudillo en Hendaya y, por cierto, jefe de una censura que ejerció sin la menor muestra de su actual espíritu democrático y liberal. Me asombra que Emilio Romero, tan perspicaz, se siente escandalizado por el artículo de Tovar. Tovar, querido Emilio, siempre ha corrido en socorro del vencedor. Es un ganador nato. Con la República ya andaba de crucero por el Mediterráneo en aquel viaje que el gobierno republicanosocialista organizó a beneficio de los estudiantes de la FUE que habían propiciado el advenimiento del nuevo régimen. Su actual elogio al Rey se compensa con sus latines a Franco en el Arco de Triunfo de la Universitaria y con los vítores en su honor estampados, a iniciativa suya, sobre las piedras doradas de la Salamanca universitaria. En la vida de Tovar todo tiene sus compensaciones. El iletrado Pipaón galdosiano se queda corto ante este intelectual del siglo XX.

Ahora, como siempre, ha corrido brutalmente en socorro del vencedor. ¿Que irá a pedir? Como yo soy un microcéfalo de EL ALCÁZAR no alcanzo a comprender su grande, cautelosa y cobarde ambición. Entiendo, eso sí, que es un ser despreciable a quien pierden sus propios impulsos, la urgencia con que se apunta a todo el que gana, como un pobre atropellaplatos, con una indignidad impropia de su estupenda calificación científica. Trata de arrojar lodo sobre los años de su colaboracionismo expecionalmente pagado, de amnistiar su ficha de cara al rojoseparatismo. Pretende que la paz que entonces disfrutamos se debía a que ‘pesaba en el ambiente un ‘Franco, mátalos!’. Pues él (Franco) había dicho: ‘Mi mano no temblará’.

Sin duda Don Juan Carlos se veía en estas tres palabras de firmeza otras razones de dignidad en el mando bien distintas a las homicidas que encuentra Tovar. De otro modo nunca las hubiera repetido el 23 de julio de 1969, en el acto solemne de aceptar la sucesión: ‘A pesar de los grandes sacrificios que esta tarea pueda proporcionarme, estoy seguro de que ‘mi pulso no temblará’ para hacer cuanto fuer preciso en defensa de los Principios y Leyes que acabo de jurar’.

Vestido de tricoteuse, el profesor Tovar queda más bien en ridículo, pueril, desnudito de argumentos, cegado por sus varios y persistentes fervorines de converso perpetuamente equivocado, hasta el punto de intentar acusar gravemente al propio Don Juan Carlos.

Rafael García Serrano

01 Marzo 1981

La macrocefalia de Antonio Tovar

EL ALCÁZAR (Director: Antonio Izquierdo)

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El señor Antonio Tovar nos ha llamado microcéfalos a los que escribimos en EL ALCÁZAR, en un kafkiano artículo, que pretende ser una glosa de los acontecimientos ocurridos en torno a la incruenta ocupación del Congreso de los Diputados.

Si nos califica de microcéfalos con propósito despectivo hay que suponer que él, por contraposición, se considere macrocéfalo, es decir, de desmesurada cabeza. Pero su volumen craneal no parece ir acompañado de una adecuada memoria, como lo demuestra el delirante contenido de su artículo. Sostiene que el alzamiento nacional del 18 de julio (que él tantas veces llamó ‘glorioso’) se hizo impulsado por los alaridos triunfales de ‘¡Queipo, mátalos! ¡Mola, matalos! ¡Franco, mátalos!». Si no fuera porque conocemos la biografía del señor Tovar, creeríamos que la guerra la vivió en zona roja y sufre confusión de sus recuerdos. Porque el Alzamiento nacional tuvo lugar al os gritos de ‘viva España’ sin ningún ‘mátalos’ ni siquiera los ‘muera’ habituales en la época que José Antonio prohibió siempre en el vocabulario de sus seguidores.

Cita a los terroristas fusilados en 1975, cinco exactamente, omitiendo que esos terroristas eran autores de varios asesinatos que, sumados a los de sus compinches, sumaban en esos años finales del franquismo, 47 asesinatos (de ellos 12 muertos y 70 heridos en el bárbaro atentadoo de la calle del Correo) que habían dejado 29 viudas y 72 huérfanos.

En cambio, y haciendo gala de una falta de memoria preocupante o voluntariamente obnubilada, olvida los 400 asesinatos cometidos desde que acabó el franquismo por las cuadrillas rojo-separatistas y el grito: «¡ETA, mátalos!» dado a la luz pública en las calles del País Vasco, y que debe conocer por la lectura de cualquier periódico incluidos los que se honran con su firma.

Si es sorprendente que olvide quién ha dado y ejecutado, en los últimos años, el grito de ‘Mátalos’ tampoco puede excusar en el peso de la vejez su confusión sobre los años de la guerra, ya que lo hubiera bastado releer sus propios discursos encontrables en cualquier hemeroteca, para recordar que el 16 de julio de 1953, en el discurso de inauguración de la Asamblea de Universidades Españolas, justificaba el Alzamiento Nacional con estas palabras: «CUando la etapa del Frente Popular llegó, todos hubimos de tomar partido. Vencimos nosotros, no porque tuviéramos más fuerza, sino porque teníamos mejores razones.». ¿Acaso la razón de Antonio Tovar, al unirse al Alzamiento era el grito de ‘¡Franco, mátalos!’? Si así fuera, debió de resultar un tipo extravagante entre su juventud ardorosa que se movilizaba al bello grito de ‘Viva España’ ‘Arriba España’ también hizo entonces una referencia a ‘la indiscutible pericia de nuestro Caudillo’, no en matar, como ahora falazmente proclama, sino en su política exterior, que él conoció muy bien, ya que en los años de la guerra mundial sirvióo de intérprete en las conversaciones con Hitler, al que tuvo ocasión de saludar con el más ejemplar brazo en alto, vestido de azul de los pies a la cabeza.

Pero su admiración por el Caudillo era entonces tan grande, que llegaba al culto a la personalidad, como lo demuestra que, al investirla doctor ‘honoris causa’ de la Facultad de Derecho, en 1954 proclamaba: «El Caudilo para la Universidad, la Universidad para el Caudillo, que es decir para España».

En fin, que se puede tener una cabeza muy grande (macrocefalia) y una memoria muy pequeña, a la vez que nosotros podemos ser ‘microcéfalos’ y tener la memoria suficiente para recordar de la vida y milagros de Antonio Tovar lo que él mismo olvida.

El Análisis

SÍMBOLO DE LA DEMOCRACIA

JF Lamata

Es un hecho que a los periodistas franquistas les escucieran más las críticas de un D. Antonio Tovar que las de otro, por el hecho de ser el Sr. Tovar un hombre procedente del franquismo que de un ‘rojo’ como D. Enrique Múgica. Prueba de ello es que a los ataques de medios ‘progresistas’ como pudieran ser EL PAÍS o DIARIO16 les replicaban algo menos que cuando era un ex camarada, se llamara Sr. Tovar, se llamara D. Pedro Rodríguez o se llamara D. Eugenio Suárez.

Que medios como SÁBADO GRÁFICO o políticos como D. Enrique Múgica pidieran el cierre del diario EL ALCÁZAR eran palabras mayores. Probablemente si los amigos de EL ALCÁZAR hubieran tomado el poder en una dictadura, unos cuantos periódicos hubieran tenido que echar el cierre. Se trataba, por tanto, de demostrar que la democracia era diferente a la dictadura y podía permitir que le medio que comunicación que seguía siendo franquista podía funcionar igual que el resto.

Y aunque el Gobierno de UCD hizo todo lo que pudo para ponerle las cosas difíciles a EL ALCÁZAR, su canal: Radio Televisión Española (RTVE) permitió al director de EL ALCÁZAR aparecer ante las pantallas del único canal de televisión del país, junto al director de EL PAÍS para que ambos dieran sus respectivas versiones del 23-F. ¡Eso sí que fue un símbolo de democracia!

J. F. Lamata