28 marzo 1993

Mario Onaindia se muestra entusiasmado con el proceso de unificación de la que se define como el cumplimiento de un objetivo 'largamente perseguido por él'

1er Congreso del PSE-EE: Euskadiko Ezkerra y el PSOE vasco se fusionan en una formación liderada por Txiki Benegas y Jáuregui

Hechos

El I Congreso del PSE-EE celebrado el 27.03.1993 eligió a D. José María Benegas como su presidente y a D. Ramón Jáuregui como su Secretario General.

Lecturas

El 28 de marzo de 1993 se celebra el congreso constituyente de la nueva formación política Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE) que, en la práctica será la federación vasca del PSOE.

El secretario de organización del PSOE, el ‘guerrista’ D. José María Benegas Haddad, será el nuevo presidente del PSE-EE. Y el que hasta ahora secretario general del Partido Socialista de Euskadi D. Ramón Jáuregui, ahora lo será del PSE-EE. D. Mario Onaindia, uno de los fundadores de Euskadiko Ezkerra, será el Vicepresidente del PSE-EE.

Si el anterior congreso del PSE de 1991 fue de tranquilidad, este ha sido el de la refundación, dado que pasará a denominarse PSE-EE.

El siguiente congreso, celebrado sólo un año después, en 1994, ya como PSE-EE, también será un congreso tranquilo.

11 Enero 1993

Izquierda de Euskadi

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Con más resignación que entusiasmo suscribieron el sábado los órganos directivos del Partido Socialista de Euskadi (PSE-PSOE) y de Euskadiko Ezkerra (EE) el documento que servirá de base a la fusión de ambas formaciones en un congreso a celebrar en marzo. El encuentro entre la tradición socialista vasca y el sector autonomista de la izquierda nacionalista pudo haber sido un factor decisivo en el panorama de Euskadi de haberse producido, como ocurrió en Cataluña, a comienzos de la transición. Ahora, sus efectos serán limitados. El escepticismo se debe sobre todo a la conciencia de que la fusión es, antes que la desembocadura de un proyecto, el resultado de factores impuestos por las circunstancias: la ruptura de EE por un sector -Auñamendi- que apostó por el reforzamiento de las señas de identidad nacionalistas.Esa ruptura abrió paso a una dinámica que suponía la negación de la trayectoria seguida por Euskadiko Ezkerra a lo largo de los años ochenta. Este partido, pese a sus modestos resultados electorales (entre el 8% y el 11% en las consultas celebradas en esa década), influyó de manera considerable en la política vas ca de ese periodo. El hecho de que varios de sus dirigentes hubieran militado en la ETA antifranquista del juicio de Burgos otorgó mayor eco. ciudadano a su denuncía de la violencia y una credibilidad adicional a las iniciativas que impulsó para acabar con esa lacra: el proceso de reinserción de los antiguos polimilis, entre otras. Su existencia fue además, hasta fecha reciente, la prueba de que era posible la convivencia entre personas de origen y sensibilidades nacionalistas con otras que no se planteaban esa cuestión (que habían perdido la fe o que nunca la tuvieron). Ello fue un factor de estabilidad y moderación en unos años en los que la incesante presencia de una violencia ejercida en nombre de la patria vasca polarizó fuertemente la sociedad.

A finales de la década, sin embargo, el derrumbe del comunismo y la fiebre nacionalista que le acompañó, junto con un análisis optimista sobre el inminente fin del terrorismo etarra, convencieron a un sector de EE de que la única posibiidad de plantear una alternativa al nacionalismo conservador del PNV era potenciar él alma nacionalista del partido y conformar, en alianza con Garaikoetxea., un foco capaz de atraer al electorado de HB tras la desaparición de ETA. Esa apuesta no ha servido de momento para cuestionar la hegemonía del PNV, sino todo lo contrario, y tampoco para debilitar al mundo político del radicalismo violento; en cambio, ha impuesto una lógica de polarización frentista que supone la negación del proyecto integrador que un día definió a los euskadikos.

Las evidentes limitaciones del proyecto de fusión con los socialistas impulsado por el otro sector -agravadas por el desenganche de algunos de sus dirigentes- no justifican en absoluto los sarcasmos sobre lo mucho que han cambiado algunos, con que su anuncio ha sido recibido por determinados medios iluminados de oportunismo: no queda claro si lo que se les reprocha es entrar en el PSOE o haber abandonado lalucha armada. Es verdad que el PSOE actual tiene poco que ver con algunos de los ideales defendidos por Bandrés desde su escaño de diputado o por Onaindía en sus escritos; pero ha sido el reforzamiento del sectarismo nacionalista y la dinámica de frente abertzale impulsada por otros lo que ha empujado al sector que ha conservado. las siglas de EE a intentar afianzar un foco alternativo sobre la base de la identificación Con el Estatuto de Gernika. Un foco que manifiesta su voluntad de integración, que se opone a la sutil discriminación de los ciudadanos por motivos ideológicos o lingüísticos y que apuesta por la autonomía como marco estable (y no como paso intermedio hacia otra cosa).

No hace falta ser un lince para descubrir que la unión entre dos socios de tamaño tan desigual (el Partido Socialista de Euskadi obtuvo en las últimas elecciones el triple de votos que EE) tiene más de absorción que de fusión. Pero ¿qué otra alternativa realista les dejaba una ruptura que además tenía un evidente componente geográfico: vizcaínos, por un lado, y guipuzcoanos, por otro?

11 Enero 1993

Socialismo vasco de papel

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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A nadie puede sorprender que el proyecto de unidad orgánica entre el PSE-PSOE y Euskadiko Ezkerra acabe saliendo adelante. Pocas ocasiones se le van a presentar al PSOE tan ventajosas como ésta para ampliar su base social. La militancia de EE representa, casi a la perfección, lo que le falta al sector de la izquierda que el PSOE aglutina en Euskadi: identificación con la lengua y cultura vascas y arraigo en las clases urbanas profesionales. EE, por su parte, se enfrentaba tras su escisión a un futuro electoral más que incierto, y sus militantes, al dilema de irse a casa aceptando su fracaso o dejar el huevo de su idea política integradora de la izquierda en el único nido disponible. El PSE-EE ofrece a EE una salida más airosa que la autodisolución, y ésta a los socialistas, el toque de legitimidad sociológica que necesitan para presentarse como alternativa de Gobierno al PNV. Ganan también con ello los socialistas vascos la oportunidad de mejorar su imagen, resentida en exceso por su supeditación a las necesidades del Gobierno en Madrid, cuya consecuencia más evidente ha sido la sensación de que el PSE no tenía un proyecto definido para Euskadi que fuera más allá de oponerse a ETA y al nacionalismo radical, mientras consolidaba su implantación política mediante pactos de Gobierno con el PNV. Sería injusto, de todos modos, reducir esta convergencia a razones de oportunidad, e ignorar que tras ella late un proyecto político que ni es nuevo ni puede tomarse a la ligera: superar la bipolarización política del País Vasco, distorsionada en exceso por la división en torno a la cuestión nacional. Esa fue, de hecho, la aspiración fundacional de EE. Sobre el papel, es también la aspiración que recoge el documento político de la fusión PSE-EE. ¿Por qué entonces suscita ésta tan poco entusiasmo en las propias filas de EE? La explicación tal vez esté en el desarrollo del mismo proceso de convergencia y en la luz que éste ha arrojado sobre la sinceridad del deseo de renovación de los socialistas vascos. Aquel proyecto de partido nuevo y soberano del que PSE y EE hablaron en un principio, que tendría presencia propia en la Internacional Socialista y decidiría autónomamente sus relaciones con el PSOE estatal, se ha difuminado. La voluntad de remozar el mensaje del socialismo vasco no ha encontrado tampoco expresión en la renovación orgánica. Si ello es el reflejo de la distancia que media entre las palabras y los hechos, es de temer que «el nuevo socialismo vasco» que augura el PSE-EE-PSOE se quede en papel mojado. Y que la formación política resultante no sea sino el Partido Socialista de Euskadi de siempre, con el mero añadido de unas siglas y de unas personas de curiosa trayectoria política, muchas de las cuales han pasado de identificarse ayer con ETA a militar hoy en una formación sobre la que se proyecta la sombra de los GAL.