11 abril 1978

4º Congreso del Partido Socialista Popular: Los seguidores de Enrique Tierno Galván acuerdan disolverse e integrarse en el PSOE de Felipe González

Hechos

El 10 de abril de 1978 el Congreso del Partido Socialista Popular aprobó su integración en el PSOE.

Lecturas

El Partido Socialista Popular (PSP) de D. Enrique Tierno Galván estaba en crisis desde los malos resultados de las elecciones de junio de 1977. Su secretario general había dimitido en diciembre de 1977.

El 8 de abril de 1978 se celebró el IV Congreso del Partido Socialista Popular (PSP) en el que la formación debía decidir si se disolvía para integrarse en el PSOE. El resultado fue 202 votos a favor, 44 en contra y 13 abstenciones.  La integración del PSP en el PSOE se hará efectiva el 13 de mayo de 1978.

11 Abril 1978

El congreso del PSP y la unidad socialista

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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LA APROBACION en el IV Congreso del Partido Socialista Popular de la resolución favorable a la fusión con el PSOE hace que la unidad socialista sea inminente. A lo largo de las intervenciones de los delegados y del profesor Tierno, la melancolía por lo que pudo ser y no ha sido se ha entreverado con la real valoración de las circunstancias que hacen imposible el mantenimiento de una opción socialista independiente del PSOE y que aspire, al tiempo, a una implantación electoral y parlamentaria sólida.La aceptación hasta sus últimas consecuencias de los supuestos sobre los que descansa la democracia parlamentaria lleva en su seno implicaciones no siempre halagüeñas para quienes conciben la actividad política en términos demasiado doctrinarios. Porque la competición electoral en las sociedades desarrolladas trae consigo un sacrificio de los matices diferenciales y de las proclamaciones teóricas en favor de las opciones generales y de las propuestas prácticas. No se trata, como han pretendido ideólogos de signo autoritario, de un «crepúsculo de las ideologías, sino de una simplificación, tanto de las alter nativas ofrecidas como de las líneas que las articulan. Hay una dinámica que obliga a reducir el número de plata formas presentadas a los votantes; y, en consecuencia, que fuerza a buscar el máximo común divisor de las «diferentes actitudes y posiciones posibles dentro de los campos ideológicos genéricos.

La tensión entre lo que los políticos se proponen hacer con el poder y lo que los votantes quieren que aquéllos hagan se resuelve, inevitablemente, en favor de los electores. De esta forma, los dirigentes se ven obligados a recoger en sus programas lo que los ciudadanos desean y, a la vez, resulta compatible con sus parámetros ideológicos. El pragmatismo desnudo y el doctrinarismo excesivo marcan las fronteras de esa relación de doble dirección entre los partidos y sus electores. En cualquier caso, en un país como España el partido que se proponga gobernar en solitario o de manera hegemónica deberá conseguir alre dedor del 40% de los votos. Cuatro españoles de cada diez, al menos, habrán de entregar su confianza a las siglas que aspiren a controlar el poder. Esa es, sin duda, la razón última de la unidad socialista.

La aceptación de este cuadro de hechos llevó también, en su día, a los grupos situados entre Alianza Popular y los socialistas a forzar al máximo sus afinidades y zonas secantes. El resultado fue la UCD. En este caso, el esfuerzo por obviar diferencias y subrayar semejanzas incluso tensó la cuerda más allá de lo previsible. Así, los antiguos hombres del Movimiento, los liberales, los democristianos y los socialdemócratas borraron sus peculiaridades y, en búsqueda de los votos que les auparan al poder, buscaron cobijo bajo el tenue techo del «humanismo cristiano». Ideologías que en Europa occidental suelen servir de núcleo aglutinador para grupos políticos enfrentados entre sí han sido en España ingredientes de un mismo magma. Ganadas las elecciones, el ejercicio de la autoridad y el apoyo de intereses de diverso orden que se sienten amparados por UCD han constituido imanes suficientemente atrayentes para impedir la acción de las fuerzas centrífugas y para transformar una simple coalición electoral en disciplinado partido unitario.

Comparadas con las discrepancias que separan a los pragmáticos hombres del Movimiento del resto de sus doctrinarios compañeros de UCD, o a los liberales defensores de la libre empresa de los socialdemócratas partidarios del gasto público, o a los laicos instalados en la tradición regalista de los piadosos democristianos que consultan sus pasos con el Episcopado, las diferencias entre los militantes del PSOE y del PSP sólo serían reconocibles con un microscopio electrónico adaptado al análisis ideológico.

Nada más natural, pues, que la unidad de los socialistas encuadrados en ambos partidos. Las encontradas orientaciones en política exterior o el distinto énfasis puesto en determinadas formulaciones teóricas fueron más la consecuencia artificial que la causa natural de sus anteriores luchas, nacidas más bien del propósito de ocupar el amplísimo espacio político, sindical y electoral dejado en barbecho, durante el último período del franquismo, por el absentismo del señor Llopis y de sus compañeros de Toulouse. Los herederos legales de las siglas del PSOE ganaron esa batalla en las elecciones de junio de 1977; y dice mucho en honor de unos y de otros que vencedores y vencidos hayan olvidado anteriores ofensas y heridas y encaren sin rencores o prepotencias la fusión. La única cuestión pendiente, la militancia sindical en CCOO de parte de los afiliados al PSP, seguramente será resuelta en los próximos meses por la propia dinámica de las cosas, y, sin duda, el PSOE debe mostrarse más flexible en lo que se refiere a sus relaciones con UGT.

El reconocimiento de la lógica de las reglas de juego electoral, factor determinante de la unidad socialista, no implica, sin embargo, reducir toda la vida pública a opciones viables en las urnas. En el paisaje político también existen -y es deseable que así ocurra- alternativas que no pueden lograr adhesiones electoralmente significativas en el presente, pero que apuestan por un futuro cuyo advenimiento contribuyen a formar. Ahora bien, quienes conciben la política como ejercicio actual o inmediato del poder no tienen más salida, en una democracia representativa, que unir sus fuerzas con los afines, buscar los medios para integrar dentro de una sola opción las posiciones ideológicas emparentadas y adecuar su programa, por lo general rebajando sus exigencias y suavizando sus aristas, a los deseos del electorado. Y, sin duda, el partido que resulte de la fusión del PSOE con el PSP aspira a ejercer o compartir el Gobierno a corto plazo, no a dar testimonio moral en el presente o a prepararse para la conquista del poder a mediados del siglo XXI.

25 Abril 1978

Veinticinco años de lucha por la democracia

Raúl Morodo Leoncio

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En 1953, en Salamanca, se constituía en torno al profesor Tierno Galván un grupo intelectual-profesional que, desde entonces, estará presente, de manera constante, en todas las luchas, grandes y pequeñas, en pro de una democracia política y social y de una profunda renovación cultural. El «grupo Tierno». con sus distintas denominaciones, como Asociación por la Unidad Funcional de Europa, como Frente Socialista y Democrático, como Partido Socialista en el Interior y, finalmente, desde 1974, como PSP, entra dentro de la historia Política contemporánea española y se estudiará ya sosegadamente desde un punto de vista académico.

Con su fusión en PSOE, el PSP-organización cierra, así, un ciclo histórico, altamente positivo, de modernización cultural y de búsqueda, junto con otros grupos políticos, de una sociedad abierta y no represiva. Establecida la democracia en España, en vías de culminar el proceso de formalización constitucional, la primera y gran función histórica del «grupo Tierno», la de resistencia democrática, se disuelve. Los planteamientos y consecuencias electorales obligan también -con nostalgia, con sacrificio y con responsabilidad- a coadyuvar el proceso de racionalización o, al menos, de simplificación, de los espacios políticos: así, el PSP-organización, respetando las opciones personales, se fusiona con el partido histórico de¡ socialismo español.

La especificidad de¡ «grupo Tierno» fue, no sólo últimamente, sino desde siempre, objeto de discusión y de intento de fijación del grupo en un espacio político concreto. Pero la ambigüedad, como arma política eficaz en la lucha por la democracia, configuró también, hasta el final, la propia dinámica de¡ grupo. Por ello, como una primera aproximación, creo que sería útil definir, aunque sea aproximativamente, algunas notas que pueden ayudar a entender este peculiar fenómeno político que se dio en el franquismo. A saber: ser un grupo en donde la extraordinaria y compleja personalidad de Tierno Galván será eje-clave y decisoria en todo su proceso; ser un grupo abierto, en donde coexistan, implícita o explícitamente, tendencias ideológicas, desde progresistas hasta socialistas radicales de izquierda, y, por último, ser un grupo netamente del interior, actuando en la difícil frontera de la legalidad-ilegalidad.

Tierno Galván, revulsivo y aglutinante

La historia de este grupo, cuya formalización última será el PSP, hasta ahora es la historia del «viejo profesor». Su biografía político-intelectual se proyecta y se realiza, tenazmente, sobre amplios sectores de cuadros intelectuales, profesionales y, en menor medida, sindicales, que desean cambiar la sociedad española. Tierno Galván, contestatario de la cultura de hibernación dominante, actúa como un gran aglutinante ideológico y desde la protesta crítica respecto a esta cultura vicaria, la transforma en protesta cultural y ética y, en definitiva, en protesta política. Quien relea, ahora, por curiosidad, el Boletín de Salamanca, encontrará allí, entre los años cincuenta y sesenta, la penetración de las nuevas ideas que sorprendían y, en gran medida, seducían. Tierno Galván será, de esta manera, el gran seductor intelectual, crítico pero no demagógico, de esta época: casi por magia, introduce el culturalismo secularizado, el europeísmo político e ideológico, el marxismo humanista. El «viejo profesor», como un Croce radical, inicia un espíritu de resistencia democrática y aglutina a los cuadros jóvenes que, gradualmente, se van introduciendo en la Administración, en las Universidades, en las empresas, en las profesiones liberales. El dato objetivo de la tolerancia relativa por parte del propio sistema, que no excluye procesamientos, cárcel, confinamientos o sanciones, coadyuvará también a la cristalización de una imagen de máxima respetabilidad y de un mito, que permanece. En este sentido, creo que Tierno ha sido, y seguirá siendo, el intelectual-político de izquierda más admirado por la derecha, aunque no le vote, y que desearía que fuese suyo.

El resultado positivo que proyecta esta personalidad no podía ser otra cosa que un movimiento flexible y heterogéneo, que imprime a sus actuaciones un sello peculiar y diferenciado con respecto a los demás grupos. Este proceso, definido por él mismo en su ensayo sobre Ambigüedad y semidesarrollo, tiene. naturalmente, sus contradicciones, pero éstas -dentro del denominador de resistencia democrática- darán también cohesión al grupo y permitirán su extensión a ámbitos ideológicos más amplios. Hoy, en las Cortes, o en los partidos políticos, desde comunistas a ucedistas, se encuentran hombres que estuvieron -o siguen estando ligados- a esta aventura político-intelectual, curiosa y sorprendente.

Movimiento «versus» partido-organización

Este primer dato, clave en todo el proceso, de creación y de disolución, condicionará las distintas formalizaciones de lo que últimamente llamamos PSP. Porque, en realidad, han existido distintas versiones del «grupo Tierno». La flexibilidad y ambigüedad del grupo, la semi-ilegalidad en que se desenvolvía, el acusado, ingrediente libertarlo, la prioridad de la imaginación anti-burocrática, no permitía, desde luego, una disciplina cristalizada de partido. Por ello, habría que hablar, sociológicamente, de «movimiento» en el que, junto a la referencia inexcusable a Tierno, se aglutinaban mentalidades de resistencia democrática caracterizadas ideológicamente por el progresismo y el socialismo.

El proceso gradual de formación de los partidos, durante el franquismo, iba unido a la búsqueda de un concreto espacio político-social. Por nuestra parte, erróneamente o no, considerábamos más útil la actuación por medio de frentes amplios democráticos, es decir, siguiente la mejor y clásica tradicional resistente europea. Así, fuimos el primer grupo de izquierda que aceptó claramente la Monarquía y, también, el primer grupo que dio la mano a los comunistas en la Junta Democrática. Progresismo y marxismo humanista coexistían, de una u otra forma, en todo este largo camino. Para unos, el «viejo profesor» sería su proyección subjetiva de un Azaña modernizado. para otros. su proyección de la reactualización de Besteiro o de Negrín.

Sólo en los dos últimos años, a partir de junio de 1976. por el inevitable deterioro del valor «resistencia», al entrar en un período de reformismo avanzado. se intenta una transformación orgánica, pero manteniendo la misma práctica -y, en el fondo, los mismos supuestos- de nuestra política tradicional. Y tengo la impresión, y algo más que la Impresión, que el casi un millón de votos que obtuvo el PSP el 15 de junio, expresaron esta contradictoria ambigüedad ideológica y espíritu de resistencia de todos estos años. La imagen socialista radical, que se quiso vender en las elecciones. no creo que fuese captada o asimilada. Creo que, realmente, la imagen percibida -y la que obtuvo ese voto- fue la concebida como grupo progresista y de resistencia democrática. El espacio electoral objetivo, al margen de declaraciones y programas, se concretó en amplios sectores de las nuevas clases sociales, burguesía avanzada y progresista, consciente de la necesidad de un cambio político y socioeconómico y que, por diferentes razones, era discrepante con el PC, con el PSOE y con la UCD. Recogimos, así, los votos residuales de estas tres organizaciones. Tierno Galván, en sus intervenciones ante la televisión, cuando pidió -único dirigente- el voto no para el PSP, sino, genéricamente, para la democracia y para la izquierda, estaba siendo fiel al espíritu tradicional de resistencia.

El fin de la aventura

El «grupo Tierno», como grupo o como movimiento, actuó siempre en el interior y desde las estructuras internas de la sociedad política española. Desde el primer momento, se rechazó radicalmente la idea de clandestinidad: no por razones de principio, sino por la propia exigencia del componente social-profesional del grupo y por razones de eficacia. Era, muchas veces, difícil, convencer a los dirigentes del exilio, demócratas y socialistas, que la lucha por la consecución de la democracia estaba en e¡ interior y no ya fuera. Y que las nuevas generaciones de posguerra eran las predestinadas a llevar a cabo el cambio político. Los sitemas autoritarios, salvo en caso de fuerza, sólo se quiebran desde dentro. gradualmente, y nadie en España pensaba seriamente en guerras o invasiones.

Estos dos factores (espíritu de resistencia y lucha política noclandestina) condicionaba, evidentemente, el tipo y nivel de actuación. Estábamos y actuábamos. pues. en la ilegalidad con alguna pasividad y discrecionalidad por parte del sistema. En esta frontera, nada fácil, de ilegalidad y, de lucha por la legalidad nueva democrática, nos movíamos todos y especialmente nosotros, por nuestro mayoritario componente social-profesional. En el fondo, pues, teorizábamos sobre la ruptura, pero todos los grupos, y aquí no excluyo a nadie, íbamos practicando ya la reforma pactada y lo que hoy llamamos la «estrategia del consenso». No existía la Moncloa, como referencia política, pero se estaba configurando. Junta Democrática, Coordinación, Platajunta, Comisión de los Nueve, son etapas veloces que convierten la ilegalidad en legalidad. Y aquí acaba la resistencia. Que algunos de los grupos que, durante todos estos años, hayan establecido, coadyuvado o hecho efectiva esta estrategia, y ahora no protagonicen el proceso político actual, es otro tema. En todo caso, lo haya quien lo haya hecho, lo protagonice quien lo protagonice, es bueno y pos¡tivo para el país y para la sociedad española toda. En nuestro caso, la derrota era ya nuestra victoria, y, así es justo asumirlo.

Es, dentro de estas coordenadas, en donde hay que situar el deslizamiento que culmina en la integración del PSP-organización en el PSOE. En una nueva legalidad, a la que tanto hemos contribuido, no cabía ya un movimiento de resistencia democrático, progresista y socialista, en su esquema tradicional. El PSP tenía que asumir su rol histórico, que terminaba, o Iniciar solo, o con el PSOE, una nueva aventura. Tenía, de esta manera, que elegir, constituirse o reconstituirse como partido burocrático entre UCD y PSOE, o entre PSOE y PC, unirse al PSOE, o autodisolverse. El IV y último Congreso del PSP, por mayoría, acordó, como opción orgánica, fusionarse en el partido de Pablo Iglesias.

El Análisis

Certificado de defunción del PSP

JF Lamata

La fusión del PSP en el PSOE ha sido presentada como la culminación lógica de un proceso de simplificación electoral, pero detrás del barniz pragmático y de unidad socialista que predican Cebrián y Morodo se esconde, quizás, una farsa melancólica disfrazada de estrategia histórica. Mientras Cebrián, con su tono de politólogo de sobremesa, celebra la derrota de las ideologías como si fuera un triunfo de la democracia adulta, Morodo parece escribir la elegía de un difunto al que ya había enterrado antes de tiempo, añadiendo épica a lo que no deja de ser una renuncia disfrazada de virtud. En realidad, lo que presenciamos no es la unidad socialista, sino la absorción burocrática de un grupo que fue tan ambiguo como brillante, liderado por un profesor que sedujo a todos menos a los votantes.

Entre el realismo electoralista de Cebrián y la nostalgia académica de Morodo, queda flotando la duda de si el PSP alguna vez supo lo que quería ser. En su recorrido, pasó de resistencia democrática a resistencia al cambio, para finalmente rendirse en los brazos del PSOE como quien acepta una oferta de liquidación antes de cerrar el negocio. Tal vez Tierno Galván prefirió ser un mito en lugar de un político eficaz, y sus seguidores, lejos de formar un partido estructurado, se aferraron a la poesía cuando el electorado pedía manuales de instrucciones. Al final, tanto el editorial como el artículo coinciden en adornar con palabras solemnes lo que no es más que el fin de una ambigüedad creativa y el inicio de una obediencia pragmática.