20 octubre 2016

Afines al PP reventaron otro acto similar en la misma universidad en 1993

Activistas de izquierda afines a Podemos revientan un acto en la Universidad Autónoma de Felipe González y Juan Luis Cebrián

Hechos

El 19.10.2016 La Universidad Autónoma tuve que suspender una conferencia de D. Felipe González y D. Juan Luis Cebrián.

19 Octubre 2016

No en mi universidad

José Manuel Calvo

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La dictadura no pudo silenciar a la Autónoma hace 40 años. Los violentos que impiden hablar tampoco lo lograrán

El miércoles 18 de febrero de 1976, un grupo de estudiantes y profesores organizó un acto en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid. Allí hablaron, presididos por Carlos París, director del Departamento de Filosofía Pura, Simón Sánchez Montero, del Partido Comunista de España, Pablo Castellano, del PSOE, y Joaquín Ruiz-Giménez, del ala izquierda de la Democracia Cristiana. Ninguno de esos partidos estaba legalizado. En un salón de actos a rebosar, los oradores pidieron entre grandes aplausos la amnistía, las libertades democráticas y el reconocimiento de todos los partidos políticos.

A las 10.30 de la noche del día siguiente, Sánchez Montero —que había pasado 15 años en las cárceles franquistas— recibió la visita de los inspectores de la Brigada de Investigación Político Social. Fue encarcelado y procesado como presunto autor de un delito de asociación ilícita y otro de propaganda ilegal. «Hizo manifestaciones de carácter subversivo», justificaba el magistrado-juez del Tribunal de Orden Público número 1 de Madrid. Sánchez Montero salió en libertad varios meses después, en agosto, por una amnistía parcial.

Eran tiempos agitados: el espíritu de febrero que había lanzado dos años antes Carlos Arias Navarro había fracasado nada más nacer, como era de esperar; Arias tuvo que dimitir unos meses después, el 1 de julio de 1976. El franquismo ya sin Franco se extinguía entre coletazos represivos. El régimen se iba por las costuras y la democracia avanzaba de forma imparable gracias también, entre otras muchas y más importantes cosas, a actos como el de la Autónoma. Aquello le costó a un tipo íntegro y bueno como Simón Sánchez Montero algunos meses más de privación de libertad. Al régimen que moría le supuso solo algunos desgarros: las asambleas y manifestaciones para pedir la libertad del encarcelado, el encierro en la iglesia de San Antonio, en Bravo Murillo… Pero la universidad fue un escenario de lucha por la libertad.

La ironía quiere que otro miércoles, el de hoy, 19 de octubre, la Autónoma de Madrid haya sido escenario de una acción no a favor de la libertad, como la de febrero de 1976 y muchísimas otras, sino en contra. No de defensa de las palabras en un ambiente hostil como hace 40 años, sino de hostilidad contra la libertad de expresión en una sociedad democrática. Unas docenas de personas, la mayoría con la cara tapada (otra ironía: el piquete gritaba «fuera, fascistas, de la universidad»), han irrumpido en la Facultad de Derecho para impedir a gritos la celebración de una conferencia del ciclo Sociedad civil y cambio global en la que iban a intervenir Felipe González y Juan Luis Cebrián.

El franquismo no logró callar a Sánchez Montero; solo lo metió en la cárcel. Por cierto, en 1977, ya en democracia, fue elegido diputado por Madrid, y reelegido dos años después.

ETA, que asesinó —también en la Autónoma— a Francisco Tomás y Valiente en 1996, no pudo destruir la democracia. La sala en la que se celebra el ciclo asaltado hoy lleva su nombre. Los chicos y chicas de las caretas seguramente no sabrán quien era Tomás y Valiente ni cómo murió.

Las partidas de la porra, los piquetes de encapuchados, los violentos que impiden hablar, tampoco lo conseguirán.

No en una sociedad que sabe muy bien lo que es vivir sin libertad.

No en la Universidad Autónoma de Madrid.

No en mi universidad.

20 Octubre 2016

A golpes con la libertad

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Impedir con violencia el ejercicio de la libre expresión en la Universidad es una grave amenaza a la democracia

El lamentable episodio vivido ayer en la Universidad Autónoma de Madrid, donde unos encapuchados impidieron violentamente la celebración de un acto académico organizado conjuntamente por este diario y la Universidad, ofrece un serio aviso sobre el deterioro de las condiciones del debate público que estamos viviendo en este país.

La libertad de expresión no solo es un derecho fundamental, sino central en el ámbito universitario, un lugar donde en modo alguno cabe la violencia física que ayer emplearon unos encapuchados, tan valerosos que ni siquiera se atrevían a dar la cara. Hemos recordado estos días cómo hace 80 años Miguel de Unamuno fue interrumpido, precisamente en una Universidad, por los fascistas que querían silenciarle.

Resulta muy doloroso que esta sinrazón tenga lugar en la misma Facultad de Derecho en la que fue asesinado Francisco Tomás y Valiente, cuyo ejemplo como hombre de diálogo y adalid de los derechos humanos es unánimemente reconocido. Sus asesinos fueron precisamente miembros de ETA, una organización reivindicada en algunas de las pancartas vistas ayer.

Todo esto no ocurre por azar: es la traducción a hechos del continuo señalamiento que este diario y sus trabajadores vienen sufriendo. En el hostigamiento que sufrieron ayer un expresidente del Gobierno democrático de España y el presidente del Grupo PRISA se reprodujeron milimétricamente los eslóganes y acusaciones que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, viene desplegando en las redes sociales y en sus intervenciones públicas, un camino iniciado por Iglesias en la legislatura anterior con su infausta referencia a la “cal viva”.

Extraña que los líderes de Podemos, la mayoría de ellos politólogos, y no pocos profesores, sigan sin entender cuáles son las reglas básicas de la democracia y el papel de los medios de comunicación en ella. Que Iglesias llame a sus seguidores a “liberarse de un poder no electo” (en referencia a este diario) o que su cofundador, Juan Carlos Monedero, afirme que “el franquismo se le está haciendo muy largo» demuestra que algunos líderes de la tercera fuerza política de este país navegan en los límites de la democracia. A izquierda o derecha, sean los mentores venezolanos de esta izquierda tan radical como trasnochada como los populistas xenófobos, todos buscan servirse de la democracia para llegar al poder y luego desbordarla y vaciarla de contenido.

Como muestra, basta un botón: Pablo Iglesias y los suyos, en lugar de condenar los hechos con rotundidad y desvincularse de ellos, acusan a los perseguidos de habérselo buscado con sus provocaciones. Culpabilizar a las víctimas está en todos los manuales de los reventadores de la libertad. Pasionaria, la histórica líder comunista, supo combinar la resistencia al fascismo con la presidencia de la primera sesión de las Cortes democráticas de este régimen que estos líderes tanto desprecian. Su “no pasarán” es patrimonio de todos los demócratas. No pudieron hacerlo los tricornios, y no lo harán las capuchas.

20 Octubre 2016

Juan Luis Cebrián y las amenazas a la libertad de expresión

Ignacio Escolar

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Estoy en contra del boicot de varios estudiantes en la Universidad de Autónoma de Madrid contra la conferencia de Felipe González y Juan Luis Cebrián. No cuestiono los abucheos o las pancartas: el derecho a la protesta es necesario y legítimo. Pero también creo que esa minoría que protestaba no tenía derecho a bloquear las puertas de la sala y boicotear el acto. Tan estudiantes de la Autónoma son quienes protestaban como quienes querían escuchar la conferencia. Que Cebrián y González tengan tribunas más que de sobra para expresar su opinión no justifica tampoco que se les calle en la universidad.

Estoy en contra de este boicot, pero me parece extremadamente hipócrita su criminalización y su utilización política. El diario El País, en el editorial en defensa de su primer ejecutivo, ha relacionado lo ocurrido con el golpe de Estado del 23F, con el asesinato por parte de ETA de Francisco Tomás y Valiente y con el “muera la inteligencia” del fascista Millán Astray contra Miguel de Unamuno, que acabó con el filósofo expulsado como rector de la universidad y después con varios meses de arresto domiciliario hasta su muerte. La exageración es tan obvia que ofende a la inteligencia. Su falta de coherencia ofende aún más.

Lamento el boicot en la universidad no solo por el boicot en sí. También por la oportunidad perdida: la de escuchar las explicaciones de Juan Luis Cebrian y de Felipe González –miembro del consejo editorial de Prisa– ante las preguntas de los estudiantes sobre el papel de El País en la última crisis del PSOE, sobre su apoyo a la investidura de Rajoy, sobre sus negocios con el empresario petrolero iraní Zandi o sobre sus despidos a periodistas incómodos. Prefiero que hablen en público, se retratan mucho más.

La víctima de la libertad de expresión, Juan Luis Cebrián, es el mismo periodista que amenazó con acciones legales a La Sexta, El Confidencial y eldiario.es por dar a conocer sus negocios particulares con el petróleo de un país en guerra, Sudán del Sur, y sus relaciones con los paraísos fiscales a través de esta petrolera y de la que entonces era su esposa, en régimen de gananciales.

Juan Luis Cebrián, la víctima de la libertad de expresión, es también quien ha presentado una demanda mercantil contra El Confidencial, donde pide a este periódico 8,2 millones de euros por competencia desleal. Es una vía judicial inusual y peligrosa.

Lo habitual, cuando un ciudadano considera que un medio de comunicación ha mentido o le ha calumniado, es recurrir a una demanda por derecho al honor. En los casos más extremos, a una querella penal, que puede acabar incluso en una condena de cárcel.

En vez de estas vías, Cebrián ha optado por una tercera opción hasta ahora desconocida: una demanda por competencia desleal donde asegura que El Confidencial buscaba en sus informaciones menoscabar la imagen de Prisa y El País para deteriorar la cuenta de resultados de un competidor. Para argumentarlo, quiere hacer responsable a este medio del descenso en el número de suscriptores, anunciantes y lectores de El País que –según la propia demanda– han provocado las noticias sobre Cebrián.

Que Cebrián tenga relación con dudosas petroleras, con paraísos fiscales, con insultantes editoriales, con maniobras de poder, con golpes internos en el PSOE o con cuestionables despidos es responsabilidad de Cebrián, no de los medios que publicamos estas informaciones veraces y nunca desmentidas. El principal responsable de la pérdida de credibilidad, lectores y suscriptores de los medios de Prisa es el propio Juan Luis Cebrián, no los medios que hemos informado sobre él.

También es Cebrián el principal responsable de haber hundido el Grupo Prisa, cuya valor en bolsa e independencia editorial han caído a la misma velocidad a la que han aumentado sus deudas. En el camino, Prisa tuvo que vender Cuatro, vender Sogecable, cerrar Localia, cerrar CNN plus… El título de la conferencia boicoteada –El futuro no es lo que era– es también el nombre de un ensayo que recogía una larga conversación entre Cebrián y Felipe. Se publicó en 2001 en uno de los sellos del grupo, la editorial Aguilar. Hoy Aguilar es de Penguin Random House, a quien Prisa tuvo que vender todos los sellos literarios para rebajar su deuda. El futuro de Prisa no es tampoco lo que era. Y no solo por su deuda, que explica en gran medida la deriva de este grupo de comunicación.

Cuando Cebrián presenta una denuncia de ese calibre contra un medio –8,2 millones de euros, casi tanto como pedir su cierre–, lo que busca no es solo una indemnización con argumentos más que dudosos. Es amedrentar a toda la prensa para que no informe sobre él.

¿Amenazas a la libertad de expresión? ¿Y tú te lo preguntas? La amenaza para la libertad de expresión, Juan Luis Cebrián, eres tú.