28 febrero 1925

Era jefe de Estado desde la huida del último Kaiser

Alemania: Muere Friedrich Ebert, presidente de la República de Weimar y líder socialdemócrata

Hechos

Falleció el 28.02.1925.

Lecturas

La república alemana acaba de perder a su primer presidente: Friedrich Ebert ha muerto a los 54 años, víctima de una peritonitis. Ebert era presidente de Alemania desde 1919.

Pero ni siquiera la muerte ha acallado la animadversión que despertaba en ciertos sectores: en el Reichstag, comunistas y nacionalistas de extrema derecha votaron en contra de que el sepelio se realice a cargo del presupuesto estatal.

Ebert, hijo de un sangre católico desempeñó un papel esencial en la estabilización de la república después de la guerra.

El nuevo Jefe de Estado de Alemania será elegido en elecciones presidenciales en mayo de 1925. 

El Análisis

Friedrich Ebert: el socialista que intentó reconciliar Alemania consigo misma

JF Lamata

Ha muerto Friedrich Ebert, primer presidente de la República de Weimar, y con él desaparece una figura clave en el intento —titubeante pero valiente— de edificar una Alemania democrática sobre las ruinas del Imperio. Obrero de origen y socialdemócrata por convicción, Ebert trató de construir un socialismo compatible con la libertad parlamentaria, enfrentando desde el primer día enemigos por todos los flancos: los conservadores nunca le perdonaron apuesta por un sistema parlamentario que consideran ‘débil’, y los comunistas lo acusaron de traidor tras su implacable actuación frente al levantamiento espartaquista de 1919, que él vio como una amenaza directa a la joven democracia.

A lo largo de su presidencia, Ebert caminó siempre por la cuerda floja. Eligió la difícil vía de la estabilidad frente a la utopía revolucionaria, lo que le hizo perder popularidad en los extremos pero conservar lo esencial: la continuidad institucional de Alemania en los años más oscuros de su posguerra. Enfrentó los efectos destructivos del Tratado de Versalles, la humillante invasión de la Cuenca del Ruhr, la hiperinflación, los intentos de golpe tanto desde la izquierda como desde la extrema derecha, y aún así logró mantener la legitimidad de un régimen nacido sin tradición republicana ni consenso nacional. Sus rivales, desde los nacionalistas hasta los comunistas, lo vieron como un obstáculo más que como un árbitro.

Hoy, tras su prematura muerte, la República queda más sola que nunca. La desconfianza hacia el parlamentarismo es profunda en amplios sectores del país. La ciudadanía, exhausta por las crisis económicas y la humillación internacional, se debate entre la nostalgia del orden imperial y la atracción de los radicalismos. Sin Ebert, el puente entre el viejo mundo y el nuevo queda frágilmente sostenido. Alemania necesita líderes que no teman al consenso, pero que tampoco vacilen ante la amenaza de los extremos. Y eso, en el actual clima, se antoja una tarea casi imposible.

J. F. Lamata