19 marzo 1992
El editor de libros decide retirarse del sector de medios de comunicación tras su mala experiencia en televisión y prensa
Germán Sánchez Ruipérez (Anaya) cierra el periódico EL SOL tras 2 años de inestabilidad y grandes pérdidas económicas
Hechos
El 19.03.1992 el Grupo Anaya anunció el cierre de su periódico, EL SOL.
Lecturas
El 18 de marzo se hace público el comunicado de la Compañía Europea de Comunicación e Información (CECISA) que comunica el cierre del diario El Sol por decisión del presidente de la compañía, el editor de Anaya, Germán Sánchez Ruipérez, que mantuvo separado el negocio de CECISA de Anaya para que su editorial – única editorial que cotizaba en bolsa en España – no se viera perjudicada si, como pasó, El Sol no se consolidaba, como explica el CEO de la editorial, Antonio Basanta Reyes. Como gesto de rebeldía la última redacción de El Sol dirigida por Manuel Colomina sacará tres números adiciones centrados en atacar a la figura de Sánchez Ruipérez, el propietario de CECISA.
El Sol no llegó a tener suficiente tirada como para contabilizar en el OJD pero el EGM le adjudicó una tirada de 115.000 ejemplares.
Los periódicos El Mundo, El País y ABC publicarán artículos criticando la forma de ejercer el cargo de editor por parte de Sánchez Ruipérez. En el caso de ABC cita como responsable del fracaso de El Sol al Adjunto a la presidencia de Anaya a José Ángel Hernández. Para Basanta Reyes la responsabilidad de Hernández como gerente es que, en los momentos de conflicto de Ruipérez con sus empleados, lejos de suavizar, fomentaba la tensión.
Hay una realidad en los periódicos y es que sus primeros años de vida son los más arriesgados. Principalmente por los costes, por los gastos y porque casi todo son pérdidas, no ha habido hasta el momento un periódico que desde el principio tenga ganancias (ni siquiera EL PAÍS, aunque en su caso se puede decir que logró ganancias en tiempo record en comparación con los demás). El presidente del Grupo Anaya, don Germán Sánchez Ruipérez, fundó en 1990 el diario EL SOL con el objetivo de que fuera un periódico de centro-izquierda y puso al frente de su editorial a D. Pedro de Vega.
Pero la evolución de EL SOL desde su salida no pudo ser más convulsa con directores del periódico que iban siendo despedidos uno de tras de otro sin tener tiempo a consolidar el proyecto: D. J. A. Martínez Soler (que fue el primero y tendría que haber hecho las veces de cofundador), D. Miguel Ángel Aguilar, D. Eduardo San Martín o D. Ignacio Alonso fueron cayendo uno detrás de otro. “Actuaron como Gil y Gil en el Atleti, cada tres meses cambiaba en el director, se volvieron locos”, declaró D. Miguel Ángel Aguilar a un miembro de LA HEMEROTECA DEL BUITRE.
La caída del periódico era imparable, ni siquiera la oferta de mayo de 1991 de regalar un libro de Anaya en cada edición sirvió para mejorar la situación. En octubre de 1991 D. Germán Sánchez Ruipérez optó por despedir a D. Pedro de Vega, el hombre que había conducido el periódico desde su fundación – de manera caótica – dicho sea de paso e intentó buscar algún tipo de socio. No lo encontró.
Tras seis directores del periódico e incontables pérdidas el Sr. Sánchez Ruipérez decidió cerrar EL SOL en marzo de 1992 y terminar con el experimento de Anaya en los medios de comunicación. Aquella decisión pilló por total sorpresa a la redacción del diario, que ni siquiera había sido consultada. Los trabajadores recibieron muestras de solidaridad de la mayoría de periódicos y revistas como ÉPOCA. Los empleados no culparon en esta ocasión a “La apisonadora socialista del establishment” sino a su empresario por haber llevado a la empresa al desastre, echándole en cara sus promesas. “Por la solvencia, seriedad y prestigio del grupo que lo patrocina puedo garantizar la continuidad de EL SOL”, había llegado a afirmar el Sr. Sánchez Ruipérez a sus empleados. Pese a las manifestaciones de los empleados el periódico EL SOL ya era historia.
EL SOL publicó un último número el 19 de marzo cargado de ataques contra el editor del periódico:
Amo y no empresario de profesión, Germán Sánchez Ruipérez soñó un día en ser alguien en el mundo de la comunicación. Años de acumulación de dinero en el intervenido y controlado mercado del libro de texto le hicieron pensar que estaba predestinado a convertirse en el amo del mundo de la imagen y la prensa escrita. (…) Los trabajadores de EL SOL han tenido que sufrir durante 22 meses la incompetencia empresarial de un propietario incapaz de estar a la altura de la histórica cabecera. (EL SOL, 19-3-1992)
La sede del diario EL SOL fue clausurada por orden del Grupo Anaya el 19 de marzo de 1992.
La redacción del periódico permaneció encerrada en la sede del diario clausurado durante dos jornadas para expresar su rechazo al cierre y colgaron un enorme cartel en la puerta contra el Grupo Anaya.
D. Manuel Colomina, director de EL SOL compareció ante la prensa para mostrar el último ejemplar del periódico y la voluntad de la redacción con que el diario siguiera abierto.
Los TeleNoticias de TELEMADRID, presentados por D. Hilario Pino, anunciaron todo su apoyo a la redacción de EL SOL y su deseo de que el periódico siguiera abierto.
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19 Marzo 1992
Una felonía empresarial
Desde Larra, a quien censuras isabelinas, restauracionistas o liberales habían habituado a la clausura de diarios, satíricos o literarios, nunca se habían vuelto a ejercer con tanta largueza y tanta irresponsabilidad los pretendidos derechos de un capitalismo anacrónicamente entendido.
Ha habido que esperar pues casi 200 años para asistir, en algo más de seis meses, al cierre de tres periódicos de ámbito nacional en España, sin que nada haya quedado patente, salvo la avaricia de miopes hombres de negocios, tardíos y torpes valedores de la información.
Los trabajadores de EL SOL han tenido que sufrir durante 22 meses la incompetencia empresarial de un propietario incapaz de estar a la altura de la histórica cabecera que compró en su día. Sánchez Ruipérez creyó que se puede ser empresario de prensa a golpe de talonario. Olvidaba que hacen falta también y, sobre todo, ideas innovadoras y convicciones democráticas.
En esta ocasión, y en el mejor estilo de relaciones laborales que patrocinara la escuela de Manchester, un cierre patronal, incoherente y abusivo, privará probablemente de EL SOL a sus lectores. Atrás queda el empeño de muchos redactores, de muchos publicistas, de personal técnico y administrativo, toneladas de papel impreso, tanques de tinta, miles de imágenes.
Sólo la ineptitud para la gestión de una empresa periodística ha culminado en el más paradójico de los regalos que la sociedad española podía esperar precisamente en 1992: la condena al silencio de un instrumento cultural plural y libre, el enmudecimiento a la fuerza de un periódico que, a pesar de sus carencias, pretendía ser un reflejo de la España que tantos y tan buenos tenderos han pretendido vender en el extranjero.
Si el momento fuera otro, si éstos fueran tiempos de cordura y sensatez, de hombres de empresa arriesgados, de luchadores por la liebrtad, mañana no habría un hueco más en los quioscos. Se ha dado un paso más para reducir el abanico de opiniones y hurtar a los lectores otra forma de ver las cosas, una manera distinta de acercarse a la realidad. Pero, además, se ha cometido un desmán. Y los felones deberían dar la cara ante toda una sociedad ahíta de prepotencias enriquecedoras de pocos y empobrecedoras de todos.
19 Marzo 1992
El peso de la interferencia política
Las cabeceras de medios informativos están apareciendo en esta sección de obituarios con una frecuencia que no puede más que dejar profundamente preocupados a los profesionales y, por encima de ellos, a un público que encuentra en el pluralismo informativo la mejor garantía de sus libertades. Desde el verano pasado, tres diarios de información general editados en Madrid han desaparecido de los kioscos. Tras CLARO y EL INDEPENDIENTE ahora le ha tocado a EL SOL, que por dos meses y cuatro días no ha llegado a cumplir los dos años de vida. De los periódicos nuevos que surgieron a partir de 1989 en Madrid sólo subsiste hoy EL MUNDO. Entre esos nuevos periódicos, uno nacía con una cabecera cargada de historia, la de EL SOL, el gran diario liberal de principios de este siglo, tribuna de José Ortega y Gasset, que supuso un salto adelante en la Prensa diaria española. El peso de esa púrpura siempre ha parecido abrumar a la nueva versión de El Sol. Un importante editor de libros, Germán Sánchez Ruipérez, presidente de Anaya, decidió emular a su colega y competidor Jesús de Polanco lanzándose a un mundo aparentemente parecido al suyo, pero en realidad radicalmente distinto, como es el de la edición de Prensa. En muchos aspectos -incluido ese cordón umbilical, del que ambos han hecho gala, con el antiguo El Sol, los profesionales han observado un paralelismo entre El País y El Sol. ¿Que en su día innovó El País con su moderno diseño germánico, obra de Reinhard Gáde? Pues Sánchez Ruipérez no reparó en gastos y encargó un caro y original diseño, esta vez norteamericano, para su nuevo periódico. No hubo, en su lanzamiento, ninguna traba material: un sistema redaccional modernísimo desarrollado por Anaya Systems (filial tecnológica de Anaya) sobre la base Apple Macintosh; un importante centro de producción e impresión en Illescas (Toledo); la redacción, en la elegante calle de Goya. Lo que sucedía es que intentar hacer un «País bis» era una tarea ardua porque ya existía El País, con su éxito y su solidez bien establecidos. Y un periódico no se reduce a medios materiales; su aceptación depende de su línea y de su contenido en información y opinión. Desde el principio, El Sol tuvo serios problemas de imagen: su maqueta tipo USA Today -mucho color, muchas «pildoritas»- chocaba con el estilo serio que sus responsables, desde Sánchez Ruipérez hasta el académico Fernando Lázaro Carreter, querían infundirle. Esa personalidad indefinida le impediría «despegar» inicialmente e hipotecaría, luego, toda su existencia. Una promoción costosa y original -un libro diario junto al diario, por un total de 100 pesetas- sólo supuso una breve bocanada de oxígeno hace un año. Su vida ha sido la más agitada de todos los nuevos periódicos: han desfilado por El Sol seis directores, fijos o en funciones; el primero, Martínez Soler, no llegó a las ocho semanas en el cargo. Sin embargo, el factor que más ha influido en esos cambios y vaivenes ha sido el político, tampoco ajeno a la crisis de EL INDEPENDIENTE pero que en el caso de EL SOL ha estado constantemente presente. La primera crisis interna llevó al «poder» al vicepresidente y editor Pedro de Vega, miembro de la Junta Electoral Central con el apoyo del PSOE y próximo al «aparato» del partido en el poder. Con él, el sesgo gubernamental de un diario a cuya fiesta inaugural acudieron cinco ministros se hizo muy patente y contribuyó a su poca difusión. En noviembre pasado, con el cese de De Vega, del director Ignacio Alonso y de varios altos cargos de la redacción próximos al PSOE, quedaba patente una ruptura con el «guerrismo» que, según candidatos a la compra del periódico, nunca fue total.
20 Marzo 1992
Cuando los editores actúan sólo como amos
El cierre de tres diarios nacionales en menos de un año y las frenéticas negociaciones para culminar la venta de un cuarto sobre el que se abre un horizonte de incertidumbre, han vuelto a traer a primer plano complejas cuestiones sobre el poder de informar y las relaciones entre los editores y los profesionales del periodismo. Tanto en el caso de la abrupta desaparición de EL SOL -cuyo propietario ha dado la enésima muestra de su falta de urbanidad empresarial al despedirse a la francesa- como con ocasión de los cierres de CLARO y EL INDEPENDIENTE Independiente, la redacción ha lanzado durísimas acusaciones públicas contra los editores, mientras éstos dejaban traslucir en privado su decepción por los miles de millones dilapidados y las parcas cifras de difusión obtenidas. Tras los reproches mutuos queda la constatación de lo alto que está el listón que hay que superar para consolidarse, en un país con el índice de lectura más bajo de la Europa desarrollada y en un época de recesión publicitaria. Partiendo de la base de que son los lectores quienes, mediante las reglas del mercado, deciden qué periódicos salen adelante y cuáles no, la experiencia está demostrando que para sobrevivir resulta imprescindible alcanzar unos niveles de venta de ejemplares muy superiores a los obtenidos por ninguno de los tres colegas desaparecidos. Y el ejemplo de EL SOL es el más ilustrativo de cómo la mera dedicación de ingentes sumas de dinero a la consecución de ese empeño, no sirve de nada si se carece de los restantes requisitos que establecen la diferencia entre unos medios y otros. Un periódico es, ante todo, un proyecto intelectual, bajo el que ha de latir una concepción de la vida y unos planteamientos sobre la organización de la sociedad. Lanzar un diario como simple expresión de vanidad insatisfecha o de celos hacia un competidor es una de las mayores idioteces imaginables. Precisamente es esta dimensión intelectual la que impone que en la empresa periodística exista un tipo de relaciones laborales muy diferente al de otros sectores. Si entre la propiedad y los profesionales contratados no existe un claro consenso sobre la línea informativa y editorial a desarrollar y ese consenso no se traduce en amplias dosis de respeto y comprensión hacia el papel de cada cual, la escarpada cumbre del éxito se vuelve inalcanzable. Un editor no puede actuar como el amo caprichoso que utiliza el medio a su servicio particular o al de sus amistades peligrosas. No puede convertir en capataz al director y tratar a los redactores como si fueran braceros. Tal vez si la primera, la segunda, o al menos la tercera o la cuarta vez que cambió de director, alguien le hubiera dicho a Sánchez Ruipérez la décima parte de las cosas publicadas ayer en el número póstumo distribuido, en un meritorio gesto de coraje, por la redacción de EL SOL, la alocada carrera del periódico hacia el suicidio podría haberse detenido. La pregunta que ahora flota en el ambiente es si lo ocurrido servirá al menos para que haya quien escarmiente en cabeza ajena.
20 Marzo 1992
¿Quién cerró EL SOL?
TODOS los indicios apuntaban a una venta inminente de El Sol. El periodista y empresario Juan Pablo de Villanueva llevaba meses negociando y pensaba que estaba a punto de llegar a un acuerdo con Germán Sánchez Ruipérez. En medios del Partido Socialista, donde siempre consideraron al periódico como «neutralizado», o incluso amigo durante una larga etapa, se habían movido sus propios candidatos a la compra. La consigna era «evitar que caiga en manos del Opus». Pero la negociación con más posibilidades de salir adelante, según fuentes del sector, era la que se hacía con De Villanueva. Bruscamente, este miércoles se anunciaba el cierre inmediato. Fuentes cercanas a los presuntos compradores aseguraban que «en Ferraz han preferido ordenar el cierre a perder el periódico». En la propia Redacción se rumoreaba que Sánchez Ruipérez se aprestaba a ceder las instalaciones del diario, sin personal, a un comprador que lanzaría su propio periódico. De Villanueva negaba haber llegado a semejante acuerdo, y de hecho la empresa empezaba a ofrecer esas instalaciones a otras del sector, lo que parecía desmentir una operación ya concertada para «vaciar» de personal El Sol. La opción Villanueva pareció durante largas semanas viable. ¿Por qué, entonces, optar por el cierre traumático? ¿Quién decidió u ordenó ese cierre? Los protagonistas no hablan, y ésa es una pregunta que sigue hoy en el aire. El resultado es que, apenas 22 meses después de su salida, El Sol se ha puesto. La «suspensión temporal» del periódico madrileño, propiedad de Sánchez Ruipérez, presidente del grupo editorial Anaya, fue comunicada el miércoles a los trabajadores, que esperaban desde hace semanas noticias sobre el futuro del diario. Según un comunicado oficial de Cecisa, la empresa editora, la decisión de suspender la publicación obedece al resultado negativo «de las negociaciones mantenidas en los últimos meses con distintos interlocutores, tanto nacionales como extranjeros, con el propósito de dar entrada a nuevos socios». En una durísima réplica, los trabajadores, que pese a los distintos rumores no esperaban este abrupto final, calificaron la decisión de «cierre encubierto» y «estafa moral». «En público, en privado y por escrito, el señor Sánchez Ruipérez ha reiterado hasta la saciedad su voluntad de potenciar el diario y ha negado sistemáticamente la posibilidad de un cierre. La última vez fue el pasado jueves, ante el comité de empresa y el director en funciones», se afirmaba en la nota. No menos sorprendido por el cierre quedó De Villanueva, ex director de Expansión, quien hasta el día anterior mantuvo conversaciones para adquirir la mayoría del capital de El Sol. El mismo miércoles, ABC reproducía unas declaraciones en las que esbozaba sus planes respecto al períodico, si las negociaciones con Sánchez Ruipérez llegaban a buen término. Según declaró posteriormente, en la mañana del miércoles De Villanueva recibió una llamada de José Angel Hernández, adjunto a la presidencia de Cecisa, quien le comunicó la decisión de cierre temporal. De Villanueva también desmintió el rumor que le atribuía la compra de la planta industrial del periódico, una vez saneada la empresa. De Villanueva no es el único al que Sánchez Ruipérez invitó a entrar en el accionariado de El Sol. El periódico tiene unas pérdidas «importantísimas» según De Villanueva, y en los últimos meses ha perdido el beneficio de la promoción lanzada en la primavera del año pasado, el regalo de un libro con cada ejemplar del diario por sólo 20 pesetas más. Tras un fuerte crecimiento en mayo (150.000 ejemplares según OJD), la caída de la cuota de mercado en Madrid ha sido constante, hasta quedar apenas un 1% por encima de la que tenía antes de la promoción. La OJD certificó en los meses anteriores a ésta una difusión total apenas superior a los 30.000 ejemplares. Desde septiembre del año pasado, el presidente de Anaya mantuvo contactos con diversos grupos extranjeros y españoles, aunque sólo a partir de febrero Sánchez Ruipérez pareció dispuesto a desprenderse de la mayoría. Con el grupo francés Hersant se consideró la posibilidad de una fusión con Diario 16. Con Antena 3 TV, se estudió la absorción de la cabecera de El Sol por Ya. El grupo Zeta no llegó a estudiar la propuesta, pero dejó claro que sólo entraría mediante una ampliación de capital. Otro de los candidatos fue el grupo canadiense Hollinger, de Conrad Black, editor del Daily Telegraph. Aunque inicialmente mostró cierto interés en el proyecto, hace apenas unas semanas un portavoz oficial del grupo desmintió a EL MUNDO cualquier negociación y afirmó que no contempla inversiones en el mercado español a largo plazo. Quedaban todavía otros dos posibles compradores. En varias ocasiones, las negociaciones con De Villanueva fracasaron debido al precio de las acciones y a la negativa de Sánchez Ruipérez a perder el control del periódico. De Villanueva inició entonces un acercamiento a Diario 16. En febrero de este año, Sánchez Ruipérez empezó a considerar un cambio de actitud y en marzo propuso a Villanueva que se hiciera cargo de un crédito de 1.000 millones de pesetas. Tampoco entonces se llegó a un acuerdo. En uno de los últimos contactos, De Villanueva ofreció 1.500 millones de pesetas para capitalizar la empresa, a cambio del 51% de las acciones y de la dirección de la cabecera. Sánchez Ruipérez liberaría otro 20% progresivamente en favor suyo. Al mismo tiempo Sánchez Ruipérez mantuvo contactos directos con Txiki Benegas, quien ya actuó como mediador entre José Osinalde y la ONCE, en el caso de El Independiente, y con otros dirigentes socialistas, como Alejandro Cercas y Guillermo Galeote. Al parecer, el PSOE se comprometió a buscar accionistas entre los empresarios vinculados al partido. Se barajaron distintos nombres como el de Emilio Martín, de la cadena de Prensa andaluza Mundicom, y el de Enrique Sarasola, amigo de Felipe González. Sin embargo, la propuesta concreta del PSOE tardó en formalizarse, y en las últimas semanas todo parecía indicar que Sánchez Ruipérez cerraría un acuerdo con De Villanueva. Según fuentes cercanas a la negociación, en el cierre decidido por el presidente de Anaya han pesado las presiones del partido, que no aprobaba que El Sol se convirtiese en un medio liberal no controlado por el Gobierno, como el que pretendía hacer De Villanueva. Ya en anteriores ocasiones, varios directivos de Anaya advirtieron de la delicada situación del grupo, al depender -como le ocurre a Jesús de Polanco, con el grupo editorial Timón, del visto bueno del Ministerio de Educación para otra de sus líneas de negocio, la edición de libros de texto. De hecho, tras las dos ampliaciones de capital efectuadas por Cecisa, la participación directa de Anaya en el capital de El Sol se redujo de un 60 a un 17%. Las fuentes próximas a Villanueva han informado también de ciertas presiones de un sector del Opus Dei enfrentado con el ex editor de Expansión. En cualquier caso, las pérdidas acumuladas durante la corta vida del diario, que según algunas fuentes se sitúan entre 4.000 y 5.000 millones de pesetas («diez millones diarios en el momento del cierre», se decía el miércoles) han pesado sobre todo el largo proceso de venta, finalmente frustrado. Fracasa así la segunda incursión de Sánchez Ruipérez en los medios de comunicación. La primera se cerró en febrero de 1990, cuando el grupo Anaya vendió su participación de un 25% en el canal privado Tele 5 a Javier de la Rosa, mientras la ONCE y Berlusconi vendieron sus participaciones de un 18% y un 20%, respectivamente, en El Sol. Sánchez Ruipérez, que ya poseía el 62% de las acciones de El Sol, alcanzó así el control del 100% del capital de Cecisa, la empresa editora. Concluía el enfrentamiento que Anaya mantenía con sus socios debido a las distintas concepciones del modelo de televisión y a la pretensión de Berlusconi de controlar la publicidad.
Por la venta de sus acciones en Tele 5, fruto de una generosa concesión administrativa -el canal no había siquiera empezado a emitir, Sánchez Ruipérez obtuvo unas plusvalías cercanas al 400%, alrededor de 4.000 millones en total, logrando con ello una liquidez que sirvió para el lanzamiento de El Sol y su posterior mantenimiento. Su aparición, el 22 de mayo de 1990, se presentó insistentemente como el regreso, tras 54 años de «eclipse», de la histórica cabecera de Urgoiti y Ortega. En este caso no existía, sin embargo, nexo hereditario, como el que puede encontrarse entre El Sol de 1917 y El País, a través de José Ortega Spottorno. El nuevo periódico, dirigido por José Antonio Martínez Soler, se definió a sí mismo como «liberal e independiente» y apostó por la última tecnología, tanto en su moderna redacción de la calle Goya como en la planta de impresión de Illescas (Toledo). Pese a los buenos augurios, su corta historia ha sido una sucesión de crisis. La primera se produjo tan sólo dos meses después de su aparición, a primeros de julio de 1990, con la destitución de Pedro Higuera, consejero delegado de Cecisa. Con él desapareció entonces la figura del consejero delegado y se nombró editor del diario y vicepresidente de Cecisa a Pedro de Vega, catedrático de Derecho Político y miembro de la Junta Electoral Central con el apoyo del PSOE, considerado como una persona próxima al guerrismo. El nuevo editor asumió también las facultades delegadas del Consejo. La causa de esta crisis se explicó oficialmente como la pérdida de confianza de Sánchez Ruipérez en Higuera. Sin embargo, otras fuentes próximas al periódico atribuían el conflicto a los enfrentamientos entre Higuera y De Vega, quien había intentado intervenir más activamente en las tareas de la Redacción. El Sol cambió hasta siete veces de director: por este orden, dirigieron el periódico José AntonioMartínez Soler, Eduardo San Martín (en funciones), Miguel Angel Aguilar, de nuevo Eduardo San Martín y luego José Angel Hernández (ambos de forma interina), Ignacio Alonso y Manuel Colomina (también en funciones). En la última crisis, ocurrida en noviembre de este año cuando ya se habían iniciado los contactos con posibles accionistas, fueron destituidos por Sánchez Ruipérez varios miembros de la espina dorsal sobre la que se montó el periódico (César Alonso de los Ríos, Ignacio Alonso, Pedro Altares y Pedro de Vega), algunos de ellos considerados como miembros del «plantel guerrista». En varios de estos casos, las destituciones resultaron tan sorprendentes y fulminantes como esta última decisión de cierre. Así, por ejemplo, José Antonio Martínez Soler fue destituido pocos días después de que Sánchez Ruipérez confirmara públicamente en sus puestos a todos los directivos. La salida de Pedro de Vega, cuya presencia llegó a ser calificada por de Sánchez Ruipérez de «incuestionable», también resultó un hecho inesperado. El comunicado hecho público el miércoles por los trabajadores acusa al presidente de Anaya de «incompetencia en la gestión empresarial» y le culpa del «continuo baile de directores, las vacilaciones sobre la línea editorial y la imprecisión sobre el modelo de periódico que quería hacer». En una segunda nota emitida ayer, el comité de empresa de El Sol anunciaba su decisión «de continuar editando el periódico mientras no haya autorización administrativa para su cierre, de mantenerse en sus puestos de trabajo, de exigir la presencia de interlocutores directos de la presidencia del consejo de administración y del grupo Anaya, ya que hasta la fecha no han existido, manteniendo a los trabajadores en la más angustiosa incertidumbre sobre su futuro». Con sus propios vehículos, varios grupos de trabajadores del periódico repartieron ayer gratuitamente, en distintos puntos de Madrid, dos ediciones de 16 páginas, que consiguieron sacar a última hora de la noche. En la primera página, bajo el título «Sánchez Ruipérez cierra «El Sol», se explicaba las circunstancias del cierre. Varias páginas interiores se dedicaban al mismo tema, así como el editorial y la sección «Protagonista del día», en la que se hacía un duro perfil del presidente de Anaya. A las 13,30 de hoy, los trabajadores han convocado a los periodistas de todos los medios a una concentración en la plaza de Colón. También tienen previsto reunirse con dos representantes de Sánchez Ruipérez, José Angel Hernández y José Luis Tapia. Y mientras el propietario lo permita, seguir publicando el diario.
21 Marzo 1992
Sánchez Ruipérez se equivocó
Germán Sánchez Ruipérez es un empresario que ha tenido éxito en muy numerosos empeños en los que consolidó un prestigio de hombre tenaz, lúcido y emprendedor. Cuando decidió invertir parte de su fortuna en un periódico recibió generales elogios porque eso ensanchaba la libertad de expresión. Pero se equivocó. Creyó que habricar periódicos era lo mismo que fabricar frigoríficos. Despreció a los periodistas, y se apoyó en el marketing sin aceptar que un periódico fracasa por bien que se organice la gestión de empresa. Y por lo tanto, lo que se hace en las empresas periodísticas serias es mimar y potenciar a la Redacción y a los profesionales del periodismo. Según muchos de los trabajadores y gestores de EL SOL consultados por ABC, los errores de Sánchez Ruipérez se derivan de haber nombrado como adjunto a la presidencia a José Ángel Hernández. La torpreza de este hombre ha contribuido considerablemente al fracaso de EL SOL. Los trabajadores de EL SOL recibieron ayer, cuando estaban reunidos en asamblea, un comunicado de Sánchez Ruipérez en el que les anunciaba el cierre definitivo del periódico.
23 Marzo 1992
La burra cocea a don Germán
Nunca ha sido nadie tan vilipendiado por sus empleados, en su propia empresa y con papel pagado por su bolsillo como estos días lo está siendo el propietario de «El Sol», don Germán Sánchez Ruipérez, en los ejemplares que diariamente editan sus periodistas. En el pecado (de soberbia), está llevando la merecida penitencia. Don Germán supeditó los criterios profesionales a sus intereses personales, definiéndose a sí mismo no como editor de periódicos sino como «el amo de la burra».
El Análisis
El diario EL SOL venía a querer competir por el espacio de la prensa progresista que desde el comienzo de la Transición ocupaba de manera predominante EL PAÍS. No era el único que quería meter cuchara en ese hueco, EL INDEPENDIENTE también lo había intentado y salió trasquilado. Pero EL SOL podía ser una amenaza seria por motivos empresariales. EL PAÍS había podido subsistir gracias a tener un gran apoyo económico: el de un editor de libros de texto como D. Jesús Polanco – con una importante su editorial como era Santillana – que fue el encargado de garantizar la supervivencia de EL PAÍS en los tiempos truculentos.
La editorial Anaya tenía todavía más peso económico de Santillana. Por lo tanto, era evidente que aunque EL SOL tuviera pérdidas en sus inicios Anaya podría contenerlo. Una gran empresa está dispuesta a aceptar pérdidas si a cambio tiene ganancias por otro lado a cambio de mantener el papelín, quizá si EL SOL hubiera estado enlazado con TELECINCO, las ganancias por TELECINCO hubieran compensado las pérdidas del periódico, pero Anaya se había quedado fuera de la tele. Tampoco D. Alfonso Guerra parecía estar en condiciones de ayudar mucho a Anaya a cambio de mantener el periódico. Anaya se hartó y puso fin a la aventura.
Un claro ganador, D. Jesús Polanco, que además se encargó de que EL PAÍS aireara convenientemente en recuadritos y columnistas todos los problemas internos que tenía EL SOL. Es poco probable que hubiera hablado tanto de él si las cosas le hubieran ido bien. Dos perdedores: D. Alfonso Guerra – que se quedó sin periódico afín – y, naturalmente, D. Germán Sánchez Ruipérez, que comprobó que no todos los millonarios podían ser magnates de la prensa.
J. F. Lamata