14 octubre 2015

Después de que su propuesta de diálogo con Bildu sin pedirle la condena a ETA fuera desautorizada por el PP nacional y Alfonso Alonso

Arantza Quiroga dimite como Presidenta del Partido Popular vasco desatando una crisis a dos meses de las elecciones

Hechos

El 14.10.2015 Dña. Arantza Quiroga dimitió como Presidente del PP vasco.

Lecturas

Dña. Arantza Quiroga es presidenta del Partido Popular vasco desde mayo de 2013. El final de su mandato se produce tras ser desautorizada por la dirección nacional:

El 6 de octubre de 2015 se hizo público que la presidenta del Partido Popular en el País Vasco, Dña. Arantza Quiroga Cia proponía una ‘ponencia sobre Libertad y Convivencia’ en el País Vasco en la que se mostraba dispuesta a compartir espacios de diálogo con EH Bildu ahora que ETA ha cesado su actividad, con la única condición de que EH Bildu exprese su rechazo total a la violencia, algo que EH Bildu ya ha hecho en sus estatutos, es decir, sin exigirles utilizar la palabra ‘condena’, único punto que se niegan a usar los abertzades. Esta actitud es inmediatamente desautorizada por la dirección nacional del PP que encabezan D. Mariano Rajoy Brey y Dña. María Dolores Cospedal García. También cuenta con la clara oposición dentro del PP vasco de la federación de Álava que encabeza D. Alfonso Alonso Aranegui.

El 14 de octubre de 2015 Dña. Arantza Quiroga Cia comparece a los medios de comunicación para anunciar su dimisión como presidenta del PP vasco, renunciar a todos sus cargos y retirarse de la política al ser desautorizada por la dirección del partido. El 15 de octubre de 2015 la dirección nacional del PP designa al ministro de Sanidad D. Alfonso Alonso Aranegui nuevo presidente del PP vasco.

Si la llegada de D. Alfonso Alonso a la presidencia del PP vasco se produce por una desautorización de la dirección nacional a la presidenta anterior, su salida del mando del PP vasco se producirá por el mismo motivo en febrero de 2020.

14 Octubre 2015

El error es otro

Patxo Unzueta

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La crisis que ha llevado a la dimisión de Arantza Quiroga tiene raíces políticas y organizativas anteriores, pero se agudiza tras la sesión de control del Gobierno de Euskadi celebrada del 2 de octubre. Ese día, la presidenta del PP vasco planteó al lehendakari la necesidad de desbloquear la ponencia de paz y convivencia, paralizada por falta de acuerdo entre la mayoría de los grupos y el de la izquierda abertzale sobre el suelo ético que todos debían asumir y que incluía la condena de toda la trayectoria de ETA. Propuso para ello una reformulación de las bases de dicha ponencia que facilitara la integración en la misma del grupo de EH Bildu. Quiroga invocó en favor de su iniciativa las novedades que creía percibir en un artículo publicado la víspera en El Correo y firmado por dirigentes de la izquierda abertzale encabezados por el presidente de Sortu, Hasier Arraiz.

Era un artículo muy retórico pero en el que podía leerse que “a nuestros hijos e hijas les contaremos que la violencia es siempre el peor camino. Incluso cuando uno piensa que no hay otra vía”. Idea similar a la que había defendido Mario Onaindía durante sus últimos años de vida. Quiroga y un grupo reducido de dirigentes redactaron una moción que incluía como novedad la sustitución de la expresión “condena del terrorismo” por “rechazo expreso de la violencia”. Aunque en el último momento se introdujo una mención a la “deslegitimación definitiva del terrorismo”, lo que equivalía según sus impulsores a condena de ETA, el texto fue interpretado dentro y fuera del partido como una concesión. Lo que forzó su retirada. Con una explicación confusa: que los abertzales estaban presentando la propuesta como una victoria propia.

Sortu y los demás herederos de Batasuna no son todavía partidos como los demás, sobre todo a efectos de pactar con ellos; pero las condiciones para que lo sean no podrán ser las mismas que cuando ETA mataba y ellos justificaban. Cuando en tiempos del plan Ibarretxe la izquierda abertzale prometía utilizar exclusivamente medios políticos y democráticos se le respondía exigiéndole compromisos concretos de desligarse de ETA. Tras el cese del terrorismo, lo que se les pide es que convenzan a la banda para que entregue las armas y se disuelva.

Lo de menos es la palabra que se utilice. Condenar y rechazar son casi sinónimos y en todo caso lo que se quiere evitar —un relato que blanquee la historia de ETA—, no depende de cuál de esos términos se emplee. La continuidad con su pasado se expresa hoy en la pretensión de condicionar el desarme y la autodisolución a una negociación con contrapartidas políticas como la retirada de las fuerzas de seguridad del Estado de territorio vasco. Eso es lo que, más allá de las palabras, impide el acuerdo. La exigencia pública por parte de Sortu y compañía de renuncia de ETA a esa negociación es la forma más realista de deslegitimación de su pasado, principal garantía de que no volverá.

15 Octubre 2015

Basagoiti y el parque temático

Luis R. Aizpeolea

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El 22 de octubre de 2012, al día siguiente de las últimas elecciones autonómicas vascas, Antonio Basagoiti, líder del PP vasco, se encontró en la sede nacional de su partido con una Esperanza Aguirre, aún poderosa, que le reprochó su mal resultado recalcándole la caída electoral progresiva de los populares vascos desde los tiempos de Jaime Mayor (19 escaños en 2001); pasando por María San Gil (15 y 13 en 2005 y 2009) hasta los 10 de Basagoiti.

Para Aguirre y otros dirigentes nacionales del PP no cabía duda de que el fracaso electoral de los populares vascos con Basagoiti era la consecuencia de haber perdido las esencias, de no seguir siendo el partido referente de la resistencia contra el terrorismo etarra. Lo que, ciertamente, en su momento, cuando ETA asesinaba y había hecho de los populares vascos una de sus dianas preferentes -en los tiempos del liderazgo de Mayor y San Gil- fue reconocido por la sociedad vasca con un importante apoyo electoral.

Pero los tiempos de Basagoiti eran otros. ETA ya no mataba ni actuaba y la vida en el País Vasco cambiaba muy rápido y eso lo veía el líder vasco del PP. Al margen de Aguirre, Basagoiti comprendió que su fracaso electoral iba aparejado a una pérdida de influencia en las cuestiones vascas de las que había gozado en la dirección nacional del PP y en el propio Rajoy; que no le quedaba margen para hacer en el País Vasco una política adaptada a los nuevos tiempos del final de ETA, y terminó por irse de manera discreta.

Casi tres años después y con otras circunstancias singulares, como sus rivalidades internas con los influyentes populares alaveses en la Moncloa y sus problemas en Gipuzkoa que no ha gestionado con habilidad, a Arantza Quiroga le ha venido a ocurrir lo mismo que a Basagoiti. Quiroga se había dado cuenta, especialmente tras el desastroso resultado de las elecciones municipales, que si el PP vasco quería salir del agujero tenía que dejar atrás al partido de la resistencia, adaptarse a una Euskadi sin terrorismo y tomar la iniciativa en los debates políticos actuales, sea la ponencia parlamentaria de paz y convivencia o la economía.

Pero Quiroga se ha encontrado con el muro de un Gobierno que, al parecer, quiere seguir haciendo del PP vasco una especie de parque temático de la “firmeza” contra un terrorismo que hace cuatro años que terminó, una política que cada vez resulta más alejada de la realidad. Y es una pena para el PP vasco que cuenta con un activo en la política vasca, que nadie le podrá arrebatar, y es haber sido la avanzadilla, en parte con el PSE, en la defensa de los derechos y en el reconocimiento a las víctimas del terrorismo, una cuestión que hoy está en el centro del debate vasco.

15 Octubre 2015

La fortaleza del PP vasco

Editorial (Director: Francisco Marhuenda)

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La dimisión ayer de la presidenta del Partido Popular vasco, Arantza Quiroga, es la consecuencia lógica de su alejamiento de las señas de identidad del partido. La moción que Quiroga pretendía sacar adelante en el Parlamento vasco, calificada por ella misma como de «convivencia», se daba de bruces con las tesis más básicas del PP sobre la violencia etarra y sobre la manera de honrar a las víctimas del terrorismo. Por ello, no debe extrañar a nadie su adiós al liderazgo. Quiroga cometió un error y ha pagado su irresponsabilidad política, algo, por lo demás, lógico desde el punto de vista democrático. Pero en un partido como el PP vasco, de una importancia medular también a nivel nacional, hay cantera de sobra y equipos curtidos para ilusionar al votante con nombres como los de Borja Semper o Alfonso Alonso. La labor encomiable de los populares vascos contra los violentos, su abnegación y su lucha en primera línea de batalla han sido siempre un ejemplo para todos y eso ni va a cambiar a partir de mañana ni ha perdido un ápice de su valor. Por otra parte, la renuncia de Quiroga no benefició para nada a la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, que fue una de las pocas voces que respaldaron públicamente a la ya ex presidenta del PP vasco.

16 Octubre 2015

¿Solución provisional?

Santiago González

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En medio de la desolación que vive el PP, cabe apuntar un dato positivo: la rapidez con que los populares vascos han cerrado la crisis de la última semana. A las 24 horas de la rueda de prensa en la que Arantza Quiroga presentaba su dimisión y anunciaba su retirada de la política, el partido ha cubierto el hueco a una velocidad considerable con el mayor nivel de representación del que disponía: Alfonso Alonso.

Es difícil no ver en la pugna entre Alonso y Quiroga el enfrentamiento vicario entre Moncloa y Génova, o la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal. Los seis días que Quiroga se tomó para resolver su futuro político fueron otro error, aunque al decir de la ex presidenta no fuera suyo, que tenía decidido su abandono desde la retirada de la moción, pero atendió la petición de la secretaria general de tomarse unos días para meditar.

Los populares vascos han llegado a la conclusión de que no podían perder otra semana, o han aprovechado mejor que Quiroga sus seis días de retiro intelectual. Formalmente resuelta la crisis, sorprende que la solución más pertinente haya sido sustituirla por un hombre a quien casi todo el mundo daba por entregado a la política nacional, donde había hecho una estimable carrera: fue un buen portavoz de su partido en el Congreso y ha devuelto el sosiego al Ministerio de Sanidad después de la gestión, ustedes perdonarán la hipérbole, de Ana Mato.

En la hipótesis más favorable cabe preguntarse si se pueden atender a la vez un Ministerio y la Presidencia de un partido en crisis como el PP vasco o estamos ante una solución provisional que tiene su límite temporal en las elecciones generales del 20 de diciembre, y que en su fuero interno el propio Alonso contempla el partido como un plan B por si no hay Ministerio a partir de Navidades.

¿Cómo se pueden querer esas dos funciones a la vez y no estar loco? cantaría aproximadamente Antonio Machín.

La moción Quiroga va a seguir dando algo de lata a lospopulares vascos, aunque no parece que entre ellos tuviera muchos más partidarios que la presidenta y sus más íntimos. Ahora tiene más: no sólo la presidenta dimitida ha sacado energías renovadas y una recrecida determinación de su fracaso: volvería a presentarla una y 1.000 veces. Los nacionalistas han descubierto en ella virtudes que nunca le sospecharon. Sólo ha servido para que la alabe el batasuno mayor, el mismo Hasier Arraiz que llamó «fascista» en la cámara a Borja Sémper, el compañero de Quiroga.

Ha explicado el sentido último de su intentona: pasar de ser un partido de resistencia a un partido de influencia. La influencia no es una posición en el espacio, sino el ejercicio de una capacidad. El PP vasco pudo ser un partido de influencia tras las elecciones de marzo de 2009. Los 13 escaños que ayudaron al PSE a alcanzar la mayoría absoluta eran determinantes para López pero no dieron más influencia al PP que la presidencia del Parlamento vasco para Quiroga. Es decir, ninguna.

15 Octubre 2015

Una mala noticia

EL CORREO vasco (Director: Juan Carlos Martínez Gauna)

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La dimisión de Arantza Quiroga como presidenta del PP del País Vasco supone una mala noticia y por varios motivos. Es consecuencia de la imposibilidad de abrir un marco de juego incluyente en la búsqueda del máximo entendimiento político en el final de terrorismo etarra. Es reflejo del as dificultades a que se enfrenta un partido, cuyos integrantes fueron perseguidos con saña por la violencia liberticida, para afrontar el nuevo tiempo. Es resultado de las divergencias territoriales y hasta personales que afectan al PP vasco, sin que sea sencillo traducirlas en términos políticos. Es también – como no – el efecto final de la gestión desarrollada por una mujer que quiso encauzar la trayectoria de los populares en Euskadi siendo fiel a sus propios criterios. Siempre es una mala noticia que las inercias políticas cierren el paso a otras alternativas. Sería injusto concluir simplemente, que Quiroga se dejó llevar por sus buenas intenciones sin reparar en los riegos que contraía. SU propia dimisión la hace merecedora de un juicio más respetuoso con la entereza de una mujer que en todo momento fue consciente del terreno que pisaba, dentro de su partido y fuera de él.

Asumió la presidencia del PP vasco a sabiendas de que sus expectativas electorales declinaban, quiso gestionar el partido soslayando el juego de equilibrios que heredaba, trató de renovarlo contra la corriente que revelaron los comicios locales y forales últimos, y acabó ensayando una jugada arriesgada ante la atonía general que mostraban propios y extraños en un tema ciertamente delicado. Arantza Quiroga no es la causante de la enésima crisis en el PP de Euskadi. Su dimisión es, si acaso, el acto que obliga a los populares de Álava, Bizcaia y Guipuzkoa a mirarse en el espejo de sus reservas e indecisiones.

La noticia que delata la falta de respuestas en Génova a cuantas situaciones comprometidas se ha de enfrentar el PP. Quiroga tuvo el atrevimiento de sacudir la inacción de su partido y de enfrentarse a las liturgias – la del Plan de Paz del Gobierno vasco y la de la izquierda abertzade – que se disputan el escenario después de ETA. Es posible que se excediera en sus atribuciones, pero nunca en provecho propio. Es posible que confiara en su voluntarismo con la correspondiente dosis de ingenuidad. Pero su dimisión es una pérdida que ninguno de los hombres del PP vasco está en condiciones de hacer olvidar.