11 julio 1931
Rechazada la propuesta de Julián Besteiro de abandonar el gabinete
Congreso Extraordinario del PSOE 1931: Se aprueba la propuesta de Prieto para mantenerse en el Gobierno con los republicanos

Hechos
El 11.07.1931 terminó el congreso extraordinario del PSOE en el que se eligió continuar en el Gobierno Alcalá Zamora.
Lecturas
La coalición entre el marxista Partido Socialista Obrero Español con los republicanos burgueses acordada en el Pacto de San Sebastián causó tensiones internas en el PSOE desde el principio que se tradujeron en la dimisión de D. Julián Besteiro de la presidencia del partido. El debate de fondo se trasladó a los delegados en el congreso extraordinario de julio de 1931.
El 11 de julio de 1931 el Partido Socialista Obrero Español celebró un congreso extraordinario para decidir si el PSOE, una vez proclamada la II República y celebradas las primeras elecciones legislativas, debía seguir en el Gobierno presidido por D. Niceto Alcalá Zamora (donde el PSOE tiene tres representantes: D. Francisco Largo Caballero, D. Indalecio Prieto Tuero y D. Fernando de los Ríos Urruti).
- D. Julián Besteiro Fernández defender que el PSOE y sus ministros salgan del Gobierno, mientras que D. Indalecio Prieto Tuero defiende que continúen. El Sr. Besteiro Fernández considera que hay riesgo que el gobierno republicano pueda evolucionar en dictadura y sugiere que, si la mayoría de sus compañeros están en contra de su criterio, que le echen del partido. En su réplica el Sr. Prieto Tuero asegura que nunca permitirá que echen al Sr. Besteiro Fernández el partido, porque este es uno de los principales valores de la formación.
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La votación del congreso extraordinario da el siguiente resultado:
- A favor de seguir en el gobierno: 10.607 votos.
- A favor de romper con el gobierno: 8.302 votos.
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La ejecutiva del PSOE se mantiene encabezada por D. Remigio Cabello como presidente, D. Manuel Albar como secretario y D. Wenceslao Carrillo como vocal.
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El Análisis
El Congreso Extraordinario del Partido Socialista Obrero Español ha ofrecido una lección de política seria, cargada de tensión ideológica y altura personal. La votación sobre si el partido debía abandonar o no el Gobierno republicano ha sido ajustada: 10.607 votos a favor de continuar, frente a 8.302 partidarios de la ruptura. El debate, de fondo y no exento de dramatismo, ha enfrentado dos concepciones distintas sobre el papel del socialismo en esta etapa: la más prudente, casi escéptica, del señor Julián Besteiro, y la más decididamente cooperativa y pragmática de Indalecio Prieto, Largo Caballero y Fernando de los Ríos, actuales ministros del Gobierno republicano.
Besteiro, fiel a su pensamiento, ha advertido de los peligros que entraña una alianza prolongada con los republicanos burgueses —Alcalá Zamora, Azaña, Lerroux— y no ha ocultado su temor de que el nuevo régimen derive, por excesivo control del aparato estatal y debilidad de los contrapesos políticos, hacia una forma de dictadura. Su figura, sin embargo, no sale derrotada del Congreso: su dignidad, su firmeza y la réplica generosa del señor Prieto, que se negó a permitir su expulsión pese a las discrepancias, lo refuerzan como uno de los pilares morales e intelectuales del partido. La designación de Besteiro como presidente de las Cortes es un reconocimiento claro a ese peso, y una señal de que el PSOE, pese a las diferencias, busca mantenerse cohesionado.
Pero si algo ha dejado claro este Congreso, es que el poder real dentro del PSOE no reside en los cargos orgánicos. Pocos sabrían nombrar al presidente formal del partido, Remigio Cabello, o al secretario, Manuel Albar. La dirección efectiva —la que marca estrategia, tono y rumbo— está concentrada en ese triángulo político formado por Prieto, Largo Caballero y Besteiro, cuya autoridad sobrepasa estatutos o votaciones. El partido ha optado por seguir gobernando, pero no sin conciencia de los riesgos. El dilema socialista de 1931 no ha terminado: sigue siendo el de cómo transformar el país desde dentro del poder sin dejar de ser un partido obrero. Y esa tensión no se resuelve con una votación; se resolverá, o no, en el pulso de la historia.
J. F. Lamata