12 octubre 1932
La victoria del ministro supone un triunfo para los partidarios de mantenerse en el Gobierno de la II República
13º Congreso del PSOE – Francisco Largo Caballero es nombrado Presidente, derrotando a Julián Besteiro
Hechos
El 12.10.1932 finalizó el XII Congreso del PSOE en el que D. Francisco Largo Caballero fue elegido nuevo Presidente.
Lecturas
El 12 de octubre de 1932 D. Francisco Largo Caballero fue elegido nuevo presidente del PSOE en el XII Congreso del partido.
En el congreso D. Julián Besteiro Fernández, presidente de Las Cortes, volvió a defender la ruptura del PSOE con el Gobierno Azaña. Mientras que D. Indalecio Prieto Tuero defendió la permanencia. El resultado fue el siguiente:
- A favor de seguir en el Gobierno – 23.718 votos.
- En contra de seguir en el Gobierno – 6.536 votos.
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Para la elección de la nuevo Comisión Ejecutiva se escogió lo siguiente:
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Presidente del PSOE:
- Francisco Largo Caballero – 15.817 votos.
- Julián Besteiro Fernández – 14.261 votos.
- Remigio Cabello – 300 votos.
- Fernando de los Ríos Urruti – 60 votos.
- Manuel Cordero – 37 votos.
- Luis Jiménez Asúa – 28 votos.
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Vicepresidente del PSOE :
- Remigio Cabello – 15.078 votos.
- Francisco Largo Caballero – 8.949 votos.
- Fernando de los Ríos Urruti – 1.739 votos.
- Manuel Cordero – 538 votos.
- Luis Jiménez Asúa – 364 votos.
- Antonio Fabra Ribas – 346 votos.
- De Francisco – 305 votos.
- Julián Besteiro Fernández – 206 votos.
- Saborit – 200 votos.
- Ruiz del Toro – 85 votos.
- Dña. Margarita Nelken – 28 votos.
- Trifón Gómez – 15 votos.
- Juan Negrín López – 12 votos.
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Secretario-Tesorero del PSOE:
- Enrique de Francisco Jiménez – 13.960 votos.
- Andrés Saborit Colomer – 8.680 votos.
- Manuel Albar – 5.108 votos.
- Ruiz del Toro – 1.985 votos.
- Jiménez Asúa – 356 votos.
- Wenceslao Carrillo – 286 votos.
- Pascual Tomás – 159 votos.
- Trifón Gómez – 63 votos.
- Mairal – 40 votos.
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Después de la votación la ejecutiva quedó formada de la siguiente manera:
- Presidente – D. Francisco Largo Caballero.
- Vicepresidente – D. Remigio Cabello.
- Secretario-tesorero – D. Enrique de Francisco Jiménez.
- Vicesecretario – D. Juan Simeón Vidarte.
- Secretario de Actas – D. Pascual Tomás.
- Vocales – D. Indalecio Prieto Tuero, D. Fernando de los Ríos Urruti, D. Manuel Cordero, D. Anastasio de Gracia, D. Wenceslao Carrillo y D. Antonio Fabra Ribas.
13 Octubre 1932
La Discrepancias entre la República y el Socialismo
Como era de presumir, dadas las instrucciones que traían los delegados de sus respectivas agrupaciones, el Congreso Socialista, al llegar al tema fundamental de los sometidos a sus deliberaciones – el referente a la participación de los socialistas en el Poder – se ha pronunciado a favor del criterio colaboracionista tal como aparecía reflejado en la enmienda del Sr. Prieto. Lo substancial de este texto era dejar a la libre determinación de la minoría parlamentario y de la Comisión ejecutiva el cuidar de fijar el momento en que procede dar por terminada la participación de los socialistas en el Gobierno.
Los ministros socialistas han conseguido, pues, una victoria innegable; pero cabe dudar de que les haya satisfecho demasiado. Por de pronto, y a pesar de que como queda dicho, el acuerdo venía ya casi prejuzgado con las instrucciones de los delegados, el Congreso ha vacilado ostensiblemente, y dos de los ministros socialistas, Prieto y Largo Caballero – seguramente los dos oradores que mejor saben cómo llegar a las Asambleas socialistas – han tenido que emplearse a fondo para sacar adelante la participación. Pero la dificultad para ellos no está en esto, sino en que el acuerdo participacionista se compagina mal con otros del mismo Congreso, como el relativo a la disolución de la Guardia Civil y el que se refiere a los armamentos militares; no cabe duda de que el espíritu relevado en estos acuerdos dificultará la colaboración de los ministros socialistas con sus colegas republicanos.
Hoy son esos problemas; mañana surgirán otras cuestiones, en las que se plantee de un modo claro la discrepancia entre el republicanismo y el socialismo. La República es, indudablemente, un movimiento de reforma que aspira a estructurar sobre bases más firmes y más sólidas el Estado, la economía u la sociedad española. Estas reformas que la República tiene el compromiso de implantar coincidirán en ocasiones con determinados puntos del ideario socialista; ya no es tan fácil que coincida el ritmo que han de llevar las reformas, pues mientras los socialistas van a la realización de un credo doctrinal, los Gobiernos republicanos han de cuidar de que una actuación atropellada y precipitada no destruya fuentes de riqueza y elementos de orden social que sería luego muy difícil reemplazar. Pero la República, por reformista que sea, no es socialista, y, por tanto, tiene que llegar un momento en que la colaboración se rompa. Para nosotros ese momento ha llegado y, por consiguiente, cuanto antes sobrevenga la ruptura tanto mejor.
El Partido Socialista ocupa hoy en la política española una posición debida en gran parte a la anormalidad de las elecciones para las Constituyentes. La falta de partidos republicanos bien organizados dio al socialismo una preponderancia que no correspondía a su arraigo efectivo en el país. Gracias a este fue la socialista la minoría más numerosa de la Cámara y la más disciplinada también, lo que aumentaba su influjo. Ante una coalición de fuerzas republicanas, esto no hubiera tenido importancia; pero, divididos los republicanos, el único Gobierno posible era el que apoyándose en los socialistas formasen los grupos de izquierda republicanos.
Basta enunciar así las cosas para darse cuenta de que una alianza contraída en tales condiciones, impuesta casi por la composición del Parlamento a los republicanos, sólo podía ser una alianza pasajera. Y no solo eso, sino que prolongarla más allá de lo conveniente puede ser peligroso para las dos partes, tanto para los republicanos como para los socialistas. Los republicanos no pueden hacer política socialista, lo cual no quiere decir precisamente que hayas de hacer política anti socialista. El socialismo es un partido de clase, y la República es un movimiento nacional en el que caben gentes de los más variados matices. Prolongado su alianza con el socialismo, la República se expone a granjearse la hostilidad o, por lo menos, la desconfianza de todos los españoles que no están inscritos en la Unión General de Trabajadores. La República necesita una política suya en economía, en hacienda, en instrucción, en milicia, y no puede vivir de retazos del programa socialista.
13 Octubre 1932
No ha pasado nada
En el Congreso socialista se encauzó por fin lo que parecía desbordarse. La supresión de la Guardia Civil no es ningún proyecto que tengan que presentar a las constituyentes los diputados socialistas, es una aspiración, como lo es también el desarme en todas las democracias pacifistas. Y aún esa aspiración está atenuada en lo que al benemérito instituto hace referencia con el confesado propósito de convertirlo o sustituirlo con una guardia rural que persiga al os bandidos y proteja las carreteras de los golpes de mano de la gente maleante. ¡Para eso se creó la Guardia Civil! La Monarquía la hizo odiosa haciendo uso de ella para otros menesteres. La República se propuso rehabilitarla, y al efecto la desmilitarizó incorporándola al ministerio de la Gobernación y reduciendo cuanto pudo sus servicios. A medida que vaya desarrollándose el Cuerpo de Guardias Civiles a la institución con que quieren sustituirla los socialistas. Es, pues, una aspiración remota la del partido obrero, pero la República inicií ya su realización. Y nadie tiene, pues por qué inquietarse con los discursos pronunciados en el Congreso socialista. Más que a los debates, debemos atenernos a los acuerdos. Y en los acuerdos de la democracia social obrera predomina siempre el buen sentido burlando las ilusiones que suelen hacerles sus enemigos.
Modificada la ponencia con la enmienda del Sr. Prieto el dictamen aumenta las posibilidades de una mayor permanencia de los socialistas en el Gobierno del Sr. Azaña. Sólo en caso de discrepancia de la minoría parlamentaria con la Ejecutiva tendrá que resolver el Comité nacional.
Esto permite cultivar con más tiempo la conveniencia de la federación parlamentaria que deba servir de instrumento al Gobierno republicano, cuando el actual considere terminada su misión; pero lo que no permite el acuerdo socialista es abandonar la idea de hacer esa federación parlamentaria porque lo imprevisto puede hacer cambiar la situación con cualquier pretexto. Y no faltan motivos que hagan temer usa eventualidad a los que no apetecen la sorpresa de los acontecimientos.
El caso es producir alarmas e inquietudes… ¡A ver qué pasa!
“A nadie se le oculta – decía ayer EL DEBATE – que la política exterior ocupa ahora el primer plano en las preocupaciones de todos los gobiernos… y España – añade – no es una excepción. Lo prueba el discruso del presidente del Consejo en Santander y sus preocupaciones de orden miltiar”. El Sr. Azaña es más neutral ante una nueva conflagración que todos los derrotistas juntos.
Ya lo han visto en el Congreso socialista. No ha pasado nada. ¡Que le vamos a hacer!