8 junio 1971

Conmoción en la Chile de Salvador Allende: Grupos de extrema izquierda asesinan a Edmundo Pérez Zujovic, fundador de la Democracia Cristiana y ex ministro de Eduardo Frei

Hechos

El 8 de junio de 1971 murió asesinado Edmundo Pérez Zujovic.

Lecturas

Los demócrata-cristianos fueron, precisamente, los que decidieron que Allende fuera presidente apoyándole en el parlamento después de las ajustadas elecciones de 1970.

El cantante izquierdista chileno, Víctor Jara, había compuesto canciones contra Edmundo Pérez Zujovic, asegurando que ‘tendría que responder ante el pueblo’ de presuntos crímenes cometidos cuando era ministro de Interior en el Gobierno de Eduardo Frei Montalva.

El giro a la izquierda de Chile quedará de manifiesto con la larga visita de Fidel Castro a Chile.

10 Junio 1971

Los límites del presidente Allende

ABC (Director: Torcuato Luca de Tena Brunet)

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Al poco de que el doctor Allende fuera elegido presidente de la República de Chile y días antes de que recibiera la investidura el jefe del Ejército chileno general Schneider caía asesinado a manos de un grupo terrorista de derecha. Ahora, a manos del terrorismo de izquierda ha muerto el que fuera ministro del Interior del presidente Frei en la última etapa del mandato democristiano. Mírese por donde se quiera, el orden público es problema de primera magnitud en la república andina desde que en el pasado mes de septiembre la coalición de izquierdas que patrocinaba la candidatura presidencial de Salvador Allende obtenía una mayoría relativa de votos: inferior cuantitativamente al número de sufragios alcanzados por la derecha y el centro. La paradoja sangrienta, sin embargo, es que la personalidad ahora asesinada, Eduardo Pérez Zujovic fue quien asumió directamente, en razón del cargo que ocupaba, la responsabilidad de que el tránsito de un Gobierno democristiano al actual de estructura frentepopulista se realizara de forma ordenada. Y que Pérez Zujovic, por otra parte, asumiera el mando de las fuerzas de seguridad durante las actuaciones que llevaron a la detención de los presuntos asesinos del general Schneider.

Estamos, pues, ante dos asesinatos que han marcado los límites de las posibilidades del frentepopulismo allendista; del empeño en realizar una revolución socialista dentro del orden y en el riguroso respeto a las libertades y normas constitucionales. Asume Allende el compromiso de un programa inédito hasta ahora en la Historia del mundo iberoamericano: el paso sin solución de continuidad desde una democracia parlamentaria a una democracia socialista. Según el patrón mismo de una ideología progresista o de un intelectualismo revolucionario para el que la revolución francesa de 1789 y la revolución bolchevique de 1917 son hitos en el mismo camino del progreso de la Humanidad.

Pero es lo cierto, empero que hasta el presente no se ha producido en el mundo occidental ninguna revolución socialista que tuviera sus orígenes en un proceso democrático legitimado por los sufragios. Antes o después, de una forma o de otra – por golpe de Estado interno o por la intervención de fuerzas armadas exteriores – todos los regímenes socialistas en curso proceden del corto circuito y la ruptura con el veredicto originario de los votos. El Gobierno de Unidad Popular ha sostenido con cierto éxito hasta el momento por cuanto la derecha ha aceptado el juego, la demostración de que era viable la experiencia revolucionaria y socialista en la continuidad constitucional.

No obstante, ahora que el terrorismo ha expresado de forma tan brutal las limitaciones que la realidad impone al programa de Salvador Allende, es más que oportuno señalar de qué modo han menudeado desde el mes de octubre en Chile las violaciones crudísimas de la legalidad a cuenta de los propósitos revolucionarios del régimen. Las ocupaciones ilegales de ciertos fundos rústicos ante la impotencia del Gobierno, habían puesto bien a las claras dos extremos de la mayor trascendencia: de una parte, la heterogeneidad de propósitos de las fuerzas que ostentan el Poder; de otra, la necesidad en que se encuentran quienes asumiendo las posturas más moderadas y respetuosas con la ley deben, para sostenerse transigir con los componentes más extremistas. Mayores y más graves son las dificultades del doctor Allende para mantener la discontinuidad y el límite entre lo que el Poder constituido es y lo que quieren que sea los grupos de extrema izquierda, que los obstáculos y problemas que su Gobierno tiene que superar y resolver para llevar a puerto final sus propósitos revolucionarios: las expropiaciones, las nacionalizaciones. Los cambios de estructura.

Más allá del tema de si es viable o no el socialismo en la democracia, está la necesidad de salvaguardar la ley, de preservar el orden. Mientras no se establezcan las garantías suficientes para que el Estado subsista en su integridad conformadora – igual da que sea a la derecha que a la izquierda – n ose habrá conseguido nada y se estará en peligro de perderlo todo. Llega la hora de los recursos extremos. Se hacen necesarias actuaciones que garanticen los supuestos mínimos de orden y estable convivencia.

El asesinato del ex ministro chileno del Interior supone una enérgica denuncia ante el Poder. Pero ¿podrá el Poder actuar en consecuencia? ¿Le es dado al presidente embridar a toda la parentela política de quienes le llevaron y sostienen en la cúspide del Estado? Los límites de Allende no son los de su conciencia ni los horizontes que su amor al Derecho le alumbran. Las fronteras de su poder y de su capacidad acaban allí donde comienza la desatada emulación revolucionaria de la extrema izquierda chilena. Es decir, en el punto mismo ante el cual puede revolverse y levantarse la derecha. El Estado, la ley, no es patrimonio de nadie, porque es derecho de todos. Civilizado decoro de la patria.