11 abril 1981

El militar es el principal acusado por el intento de Golpe de Estado del 23-F

El ABC publica un artículo del encarcelado Coronel Tejero, desatando las iras del Gobierno Calvo Sotelo, EL PAÍS y DIARIO16

Hechos

El 11.04.1981 el diario ABC publicó un artículo del Teniente Coronel Antonio Tejero, encarcelado desde el 24.02.1981 por el 23-F.

Lecturas

El Teniente Coronel D. Antonio Tejero Molina, encarcelado desde el 23-F y en espera de juicio, publica una tribuna en el diario ABC el 11 de abril para defender su visión de la Guardia Civil. Tanto el diario El País de D. Juan Luis Cebrián Echarri como el periódico Diario16 de D. Pedro José Ramírez Codina publican editoriales reprobando la publicación de ese artículo. El 1 de mayo ABC publica una segunda nota de Tejero Molina en la que este se queja del mal trato que le ha dado ABC publicando un editorial de D. Guillermo Luca de Tena Brunet y un artículo de D. Pedro Rodríguez García contra su texto.

El 11.04.1981 el director del diario ABC, D. Guillermo Luca de Tena, realizó una de los actos más polémicos de su mandato: publicar un artículo del coronel Tejero, encarcelado desde 24 de febrero de 1981, tras el intento de Golpe de Estado. Es verdad que era probablemente el encarcelado más celebre de España y que muchos lectores podían tener ganas de saber lo que pensaba aquel hombre del tema del que todos los columnistas hablaban, pero corría el riesgo a que, al ser ABC un periódico de derechas, se le pudiera señalar como diario ‘vinculado’ al 23-F. No en balde en ABC escribía D. Emilio Romero, que había sido el primero en sugerir públicamente que el General Armada tomara el poder tras la caída de Suárez, aunque no tardaría en pasarse al diario YA.

Para dejar claro que el diario ABC no era un periódico pro-golpista. El propio director de ABC publicó un editorial como contra-artículo al del Sr. Tejero, desmarcándose completamente de los argumentos que el golpista reproducía en sus propias páginas.

Para que quedara más claru aún, una semana después el periodista D. Pedro Rodríguez publicó un artículo a página completa contra el Sr. Tejero, artículo que causó una nueva réplica del encarcelado coronel Tejero en ‘cartas al director’.

11 Abril 1981

UN GUARDIA CIVIL

Antonio Tejero Molina

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Yo me he declarado responsable de todo. Yo ordené los disparos. Yo ordené a todo el mundo que se tumbara en el suelo. Yo distribuí y ordené los servicios y los vigilé. Mi fuerza sabe que conmigo no se juega, y en mi poder está ese documento que exime de responsabilidades a guardias, cabos y suboficiales. ¡Señores, soy el único responsable de los sucedido dentro de las Cortes!

En el Ejército, lo primero que se hace antes de iniciar una relación entre varios es presentarse con el nombre, grado y destino, como pequeño adelanto de la personalidad del militar; y como por circunstancias harto conocidas me encuentro en boca de muchos de mis compatriotas, quiero presentarme ante ellos para que, de esta forma, lo más objetivamente que pueda hacerlo, sepan algo sobre quién es Tejero y las circunstancias que le rodean.

Ante ustedes, no por voluntad propia, sino por avatares del destino, se presenta Antonio Tejero Molina, militar español, para quien ante el sacrosanto nombre de España todo lo demás, excepto Dios, queda oscurecido  de tal forma que apenas sí se ve, de tal forma que por ella, por España y cuanto representa, río, sufro, trabajo, vivo y si es necesario muero con alegría.

Que el sentirse español sea para mí el más preciado título, tiene una sencilla y demostrable explicación: es que España es tan grande, tan hermosa… Es grande en su historia hermosa en sus tierras, rica en sus campos, fecunda en sus gentes y divina en su lengua: ¡El español! Me he recreado miles de veces mirando con avaricia sus tierras; y lo mismo me ha estallado el alma de orgullo ante sus altivas montañas, que ante sus verdes y sosegados valles de Vascongadas; lo mismo se ha perdido mi ilusionada mirada en su inmensa llanura manchega que he creído volar desde lo alto de los Picos de Europa; lo mismo me he tostado bajo el sol en sus playas de Málaga y de Maspalomas, que me he quemado con sus nieves en Candanchú y en el ‘Escaparate’, me he empapado durante años con el agua de sus cielos de Galicia, de la misma forma que me he abrasado al sol de su hermosa ‘siberia’ extremeña.

Y la belleza de sus rías, y el fragor de sus minas y el bullicio de sus ciudades, y el sosiego de sus pueblos y el sabor de sus vinos: Jerez, Rioja, Jumilla, Priorato, Rueda y Ribeiro… y el gusto de sus guisos; fabada, cocido, escudilla, gazpacho, caldereta, porte, marmitako, sanconcho… Comidas y bebidas de una raza bravía cuyos machos han llegado a ser dioses y ejemplo de heroínas sus hembras.

Y de su tierra a su historia, ante la que, señores, ¡hay que descubrirse! Todos sabemos que desde los Reyes Católicos fuimos una gran nación, que no tardó en convertirse en grandísima. Tan grande era que en ella no se ponía el sol, y alumbró entonces nuevas tierras y se entregó generosa a aquellas hijas de más allá del océano, que son hoy pueblos hermosos que recuerdan a la Madre Patria que les dio el ser, que la recuerdan en español y que en español, y a la sombra de la cruz, rezan a sus hijos.

Desde entonces, nuestra Patria ha caminado siempre por la Historia sacudiéndose el yugo cuando intentaron ponérselo  porque al grito de ‘La Patricia está en peligro’ ha tenido siempre prestos a sus hijos para volver a convertirla de meretriz en soberbia matrona. Y es esa Historia la que nos grita: ¡Mirad a España!, pero mirad sintiéndola, para que se nos grabe en el alma, para llevarla eternamente en nuestros sentidos’. ‘¡Mirad a España! Pero mirad sintiéndola, para que se nos grabe en el alma, para llevarla eternamente en nuestros sentidos’ ‘¡Mirad a España! Pero viéndola en sus tierras, oyéndola en sus cantares, descubriéndola en su Historia, abrazándola en su bandera, rezando en sus templos, mirando sus cielos, trabajando sus campos, amando a sus gentes, comiendo sus guisos, bebiendo sus caldos, sudando bajo su sol y tiritando sobre su nieve’. (…)

Yo me he declarado responsable de todo. Yo ordené los disparos. Yo ordené a todo el mundo que se tumbara en el suelo. Yo distribuí y ordené los servicios y los vigilé. Mi fuerza sabe que conmigo no se juega, y en mi poder está ese documento que exime de responsabilidades a guardias, cabos y suboficiales. ¡Señores, soy el único responsable de los sucedido dentro de las Cortes! ¡Señores, dejen ya tranquila a una Fuerza de la que deben sentirse orgullosos ustedes y toda España, sea cual sea su color y su ideología! ¿No se pedía eficacia a las FOP? ¡Pues ahí tienes ustedes eficacia!… Claro que las órdenes que recibieron fueron claras y enérgicas.

Por todo ello me encuentro hoy en prisiones militares para aceptar lo que España disponga de mí, con el ánimo sereno y la conciencia tranquila, mucho más tranquila de lo que puedan tenerla quienes debiendo no están aquí con nosotros.

Sea cual sea mi destino, ¡gracias España por permitir que te haya servido!

Alcalá de Henares (prisión militar), marzo de 1981

Antonio Tejero Molina

11 Abril 1981

PUNTUALIZACIONES AL SEÑOR TEJERO

Editorial (Director: Guillermo Luca de Tena)

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Es muy probable que a algunos de nuestros lectores les sorprenda la publicación que en este número de hoy hacemos del artículo que hemos recibido del teniente coronel Tejero. Y pensamos que no estarán de mas algunas puntualizaciones.

La primera para señalar la infinita distancia que hay – en cuanto a visión de la democracia y las libertades – entre ABC y el teniente coronel Tejero. Basta una elemental pregunta. De haber triunfado el golpe del señor Tejero, ¿habría consentido éste a nuestro periódico el derecho a hablar en libertad y de hacerlo contra su antidemocrático golpe? ¿Habría concedido a cuantos discrepaban de su visión de España ese mismo derecho? No se lo negaremos nosotros a él. POrque creemos que la grandeza y la fuerza de quienes defendemos su sistema de libertades, basado en la primacía de la Ley, está precisamente en ese respecto que nos conduce a no amordazar a nadie.

La segunda puntualización, quiere subrayar a nuestros lectores cuál es el perfil del secuestrador de nuestro Parlamento: junto a la retórica bucólica, junto al amor a los ríos, los montes, las mujeres, los niños, los vinos, los valles, y los quesos de España, late en sus palabras esa grave desviación del patriotismo de quienes, como los daltónicos, terminan por ver y pintar la realidad de España tal y como la ven sus personajes ojos a los que ellos mismos constituyen en únicos e inapelables jueces de esa realidad. ¡Y se atreven incluso a imponer por la violencia esa personal visión suya a los demás! El Teniente coronel Tejero piensa que España era más respetada en 1951 que en 1981. Y está en su derecho a creerlo así. Nosotros creemos que actitudes como la suya no contribuyen a ese respeto. El teniente coronel Tejero cree que el terrorismo es el más grave mal de nuestro país; pero no lo creerá con mayor firmeza que nosotros. Sin embargo Tejero piensa que los culpables del terrorismo son quienes ejercen el Poder, y esto nos parece un juicio tan injusto como elemental y escalofriante. Y no debería olvidar el señor Tejero que esos ‘cuarenta sectarios’ como él les llama fueron libre y voluntariamente elegidos por ese pueblo español que el teniente coronel tanto estima y valora y que seguirán siendo legítimos representantes mientras este pueblo – y no el teniente coronel Tejero – no les retire la confianza.

Y no será necesario señalar a nuestros lectores la parcialidad de ese escrito, la autocomplaciente autocanonización del autor, la dulce ingenuidad que le lleva a contarnos hoy la operación Galaxia como una charla de café. Pero sí queremos al menos aludir a la tan grave presentación en la que, a lo largo de todo el escrito, se define como un ‘verdadero guardia civil’ y la simultánea exaltación de sus repetidas desobediencias a sus jefes legítimos, desobediencias a sus jefes legítimos, desobediencias que vienen a negar la misma esencia de la disciplina – háganse por las razones que se hagan – y de la propia dignidad de la Guardia Civil.

A pesar de las graves discrepancias – y de muchas otras más que, al menos de momentos, omitimos – ABC no quiere permitir que se nos acuse de coartar, nosotros mismos, la libertad de expresión con el pretexto de que aquí, en España, se deja opinar a todos sobre el golpe de Estado, salvo a quien lo protagonizó. Por eso abrimos nuestras páginas al trabajo que el teniente coronel Tejero nos envía. Si hemos de apostar por una democracia valiente. vamos a dar pruebas de ello, como ha pedido, con entereza, el presidente del Gobierno.

Pero junto a esta libertad, quede aquí nuestro rechazo a esa singular interpretación del patirotismo que propone el autor del asalto al Parlamento. Le abrimos hoy nuestras páginas. Las mimas que el 24 de febrero se abrieron para condenar sin paliativos la ofensa que, dirigida por él, se inflingió al nombre de España, en la tarde del día 23. Desde hace diez años venimos pidiendo que el peso de la Ley caiga indefectiblemente sobre quienes, con acciones terroristas, atacan la raíz misma de la sociedad. Ahora, tras el golpe de Estado, hemos pedido y pedimos que todo el peso de la ley caiga sobre los autores del más grave atentado que ha podido hacerse a las instituciones democráticas que, además, sólo por una afortunada coincidencia de venturosas circunstancias, resultó incruento. En todo caso es cierto que Tejero, en su pretendida acción salvadora, puso en entredicho el nombre de España y comprometió el honor de las Fuerzas Armadas.

Ese honor militar es una cadena que empieza en España con Gonzalo de Córdoba y termina con el último de nuestros soldados, el teniente coronel José Luis Prieto Gracia, asesinado el mes pasado en Pamplona. No; el honor militar tiene en España otros modelos que el teniente coronel Tejero.

En un pueblecito de Virginia yace hoy mismo, de cuerpo presente, un hombre legendario, Omar Bradley, general de Estado Mayor que conoció el fuego de dos guerras, vertió su sangre, tomó Túñez y Sicilia, desembarcó en Normandía al mando de la Infantería americana y consumó, en ocho meses de infierno, a lo largo de Baviera y Sajonia, la victoria final en la mayor guerra nunca vista: algo más arduo que disolver manifestaciones en Málaga. Pues bien, del viejo soldado, muerto anteayer, son estas palabras: «Mi patria me ha dado estas armas y este uniforme. Me ha entregado con ello su confianza. He tenido valor para mandar militares de soldados a la muerte, y para saltar yo mismo a su frente, en medo de la metralla de Messina o de Cherburgo. No hubiera tenido nunca el valor de traicionar la confianza puesta en mí por los ciudadanos americanos y de imponerles a la fueza, disfrazado de salvador de la patria, mis criterios particulares sobre los problemas de la nación.

13 Abril 1981

TEJERO, EN ABC

Editorial (Director: Pedro J. Ramírez)

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El diario ABC, al publicar el lamentable artículo de Tejero, ha propinado un rudo golpe al planteamiento que inspiró la llamada ley de Defensa de la Democracia

Sin que, por supuesto mediara intención de causar ese destrozo, el diario ABC ha propinado un rudo golpe al planteamiento que inspiró la llamada ley de Defensa de la Democracia. Al publicar el lamentable artículo del señor Tejero, el colega de la calle de Serrano ha colocado al poder político en el poco confortable brete de proceder, a través del ministerio fiscal, contra un rotatitvo que, evidentemente, apoya la legalidad constitucional desde una valiosa posición conservadora o sentar un peligroso precedente de impunidad.

La publicación del largo manifiesto exculpatorio del señor Tejero constituye una clara apología del golpismo, prácticamente equiparable a la inserción en el diario EGIN de un hipotético texto de Iturbe  Abásolo titulado ‘Por qué mato guardias civiles’. Todos sabemos, de hecho, que en el ánimo del legislador que elaboró las medidas aprobadas hace dos semanas pesaba la idea de evitar que el diario EL ALCÁZAR pudiera publicar artículos de idéntica significación y exacto calibre al difundido por ABC.

La justificación aducida en el editorial que acompaña el sábado a la rúbrica de Tejero es, probablemente, tan sincera como errónea. Alega ABC que se trata de no amordazar a nadie. La aplicación del principio sería ya discutible si Tejero fuera simplemente un ‘golpista potencial’ más, agazapado en espera de su oportunidad; pero resulta suicida cuando todos hemos sido testigos de sus acto.

El liberalismo debe ser, ante todo, una actitud pragmática ante la vida y no puede reivindicarse cuando la explicitación de una infinitesimal parcela de la libertad puede hacer saltar por los aires todas las libertades en su conjunto. Es Tejero quien se ha amordazado a sí mismo al cometer un crimen de lesa patria y situarse al margen de las reglas de juego fijadas por todos en la Constitución.

La publicación del artículo de Tejero es, cuando menos, un gesto temerario, pues bien conoce la dirección de ABC las proclividades de algunos de sus lectores, como consecuencia de ciertas reacciones suscitadas por su propia trayectoria ecuánime y democrática de los últimos años. Avalando con su bien acumulado prestigio la firma de Tejero, ABC ha sentado además, un peligroso precedente, al amparo del cual puede florecer todo un aparato propagandístico – con derivaciones de negocio – dedicado a la exaltación de la figura del estrafalario teniente coronel.

No es nuestra intención zaheir al ABC con el análisis de su error. Todos nos equivocamos, y otras veces nos ha tocado y nos volverá a tocar a nosotros entonar el ‘mea culpa’.

De lo que se trata es de ver si es posible proteger a nuestra democracia de este tipo de riesgos, sin que ello implique merma alguna de la libertad de expresión. Para ello sólo existe una respuesta: autocontrol.

Estamos seguros de que ABC no habría publicado el artículo de Tejero si los editores y directores de los principales periódicos hubieran discutido previamente en torno a una mesa los márgenes de contribución de la prensa a la estabilidad del sistema en un momento que, como bien subrayó el rotativo monárquico, es de la suficiente gravedad como para que se publique un escrito con la inusual rúbrica genérica de ‘el director de ABC’.

Se constituya o no el tan traído y llevado Consejo de Prensa, pensamos que la sociedad española se merece ese inmediato esfuerzo de reflexión colectiva por parte de los medios de comunicación.

12 Abril 1981

AUTORRETRATO DE UN GOLPISTA

Editorial (Director: Juan Luis Cebrián)

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La proclama del teniente coronel Tejero, publicada ayer por el diario ABC, no posee, en sí misma, mayor interés. A quienes contemplaron, en directo o en video, su violenta irrupción en el hemiciclo del Congreso, la brutal cobardía con que agredió -pistola en ristre y con la protección de una cohorte de hombres armados- al teniente general Gutiérrez Mellado, y la tabernaria manera con que secuestró durante dieciocho horas al Gobierno de la nación y a los diputados no podrá extrañarles el perfil de su autorretrato, pero sí les sorprenderá su grado de fatuidad y primitivismo.Los párrafos en los que explaya sus concepciones patrióticas parecen escritos por la pluma de un vitriólico, caricaturista que se hubiera propuesto avergonzar a los españoles. El paisaje y la gastronomía son las principales notas con que la proclama define la realidad de España, de la que están ausentes los ciudadanos comunes y corrientes, sustituidos por «una raza bravía, cuyos machos han llegado a ser dioses y ejemplo de heroínas sus hembras». Es tan pobre de ideas y tan rico en tonterías todo el escrito que hace temer que sea una baza ideada por los abogados del sedicioso militar, que podrían intentar demostrar, en base a semejante cosa publicada, que Tejero padece deficiencias insuperables que le llevaron a cometer la bárbara tropelía del 23 de febrero.

Tejero narra desde sus éxitos en el bachillerato hasta sus diversos destinos como oficial y jefe de la Guardia Civil. Conocemos así que sirvió en Cataluña, de la que sólo comenta que «era por aquellos años uno de los últimos reductos del bandolerismo español»; en la parte sur de Galicia, sumariamente definida corno «zona contrabandista de duro y sacrificado servicio»; en Vélez-Málaga, en Las Palmas y en Badajoz. Pero fue 1974 el año que «tendría una importancia decisiva en mi vida militar», ya que coincidió con su destino en Guipúzcoa. Por el propio Tejero nos enteramos de que el terrorismo era ya durante la última época del franquismo una plaga de difícil erradicación y de que también en ese período las víctimas de ETA caían «por la insensatez de nuestros dirigentes». Antonio Tejero, que fanfarronea de que acudía a las salas de fiestas «vestido de uniforme», no aduce pruebas de que su política de orden público contribuyera a frenar los crímenes de ETA. En cambio, rememora que la legalización de la ikurriña le hizo pasar «la peor noche» de su vida y que su protesta por esa decisión del Gobierno le costó un mes de arresto y el traslado a la jefatura de la Comandancia de Málaga.

En ese destino disolvió una manifestación pacífica previamente aprobada por el gobernador civil. El nuevo mes de arresto y el nuevo cese por esa insubordinación tuvieron, ni qué decir tiene, una nueva recompensa, esta vez como jefe de la Agrupación de Destinos de la Dirección General de la Guardia Civil, desde cuyo despacho conminó por escrito al Rey para que impidiera. la aprobación de un proyecto de Constitución «en el que faltaba Dios y sobraban nacionalidades». El incidente se saldó tan sólo con catorce días de arresto, y Antonio Tejero, inasequible al desaliento, se dispuso a impedir por la fuerza -con la operación Galaxia– lo que no había logrado con su escrito: el aborto de la Constitución. A partir de ahí, los hechos ya son conocidos por el gran público: un proceso que termina con unos meses de prisión, el regreso al servicio activo y el golpe de Estado del 23 de febrero del presente año.

Antonio Tejero escribe en su larga proclama un cúmulo de insensateces. El golpista no perdona un solo tópico -«soy católico practicante sin ser beato », « me inclino por el más débil no en una relación paternalista, sino en un plano de igualdad humana, de hombre a hombre», «entre mis grandes preocupaciones está la justicia social, pero sin demagogias»-, y no ahorra una sola frase hecha. Su diagnóstico de la situación actual tampoco discrepa ni un milímetro del que predican los ideólogos del golpismo desde su Prensa, ya se refiera a las autonomías -adjetivadas de «separatistas»-, al desempleo -suprimible «mediante la adecuada utilización de la riqueza que en España existe»-, o a la seguridad ciudadana. Todo esto, sin embargo, sería una anécdota, o mejor, un chiste, si no fuera porque Antonio Tejero, al escribir su autorretrato, revela la impunidad con la que fue trenzando, a lo largo de los últimos cinco años, su conjura golpista. Los arrestos por su comportamiento en Guipúzcoa, Málaga y Madrid, primero, y el procesamiento por la operación Galaxia, después, hubieran sido, en cualquier otro régimen democrático, avisos suficientes para saber que Antonio Tejero, que afirma en su proclama que «después de reculeos y blandengueos es imprescindible la violencia», era un profesional de la sedición y del golpismo, y a este conspirador perpetuo el Estado no sólo le pagaba mensualmente un sueldo, sino que además le permitía disponer de hombres y de armamento, también sufragados por los contribuyentes.

Ahora, el golpe del 23 de febrero parece ser visto por el perpetrador de ese delito de rebelión militar con el mismo optimismo con el que seguramente recibió sus anteriores arrestos o la condena por la operación Galaxia. Tras insultar a sus «desmemoriados» profesores de la Academia de Zaragoza -« ¡voy a tener que darles rabillos de pasas! »- por no prestarle apoyo, ratificar que ocupó el palacio del Congreso «a las órdenes del general Milans del Bosch» y apelar a la conciencia de los complotados que le dejaron en la estacada y no le hacen compañía en prisión -«quienes debiendo no están aquí con nosotros»-, Antonio Tejero inculpa al Gobierno y a la autoridad militar judicial por exigir responsabilidades penales a quienes, infringiendo las Reales Ordenanzas, secundaron su acción sediciosa. «Todo lo que se hizo allí fue por orden mía», «mi fuerza sabe que conmigo no se juega», «soy el único responsable». Antonio Tejero se convierte así en juez de sus juzgadores, e incluso exonera a sus hombres con la falsedad de que «no pudo ser más caballeroso el comportamiento de la fuerza con los diputados».

Pero si no es un chiste el artículo, entonces pertenece al mundo que el artículo mismo narra: al intento, incomprensiblemente ayudado por un periódico respetable, de desinformar y desorientar a la opinión pública sobre un salvaje atentado a la libertad. Tejero no dice nada interesante, pero es interesante, en cambio, comprobar que hay quien está dispuesto a servirle de altavoz -en forma de artículo o de libro de memorias- a ese mercachifle del patriotismo. Cosas veredes.

El Análisis

GOL DE TEJERO AL GOBIERNO CALVO SOTELO

JF Lamata

El intento de Golpe de Estado del 23-F había causado ‘fiebre anti-golpista’ en España y particularmente en el Gobierno Calvo Sotelo, que se moría de ganas de destruir al medio de comunicación que consideraba más próximo al golpismo: el diario EL ALCÁZAR. De ahí la creación de ‘La Ley de Defensa de la Democracia’. El Gobierno sólo tenía que esperar a que el Coronel Tejero o el General Milans publicara algún tipo de carta en EL ALCÁZAR para decir que eso era ‘apología del golpismo’ y ‘suspenderlo’.

Pero lo que nadie podía esperar es que el diario que publicara un artículo del encarcelado Tejero fuera el diario ABC. ¿Cómo iba el Gobierno a clausurar al ABC con lo que eso significaba? ¿Y si no tomaba medidas contra el ABC como justificar tomarlas contra EL ALCÁZAR si luego hacía algo parecido? El golpista había metido un gol al Gobierno.

En cuanto a las críticas, merece la pena destacar que entre los críticos estaba D. Pedro J. Ramírez, que consideró intolerable la entrevista a Tejero en 1981, pero en cambio no tendría problemas en entrevistar él a la cúpula de ETA en 1988, haciendo sospechar si en su caso, que una entrevista esté bien o mal, depende que la haga él o la competencia.

J. F. Lamata