30 octubre 2016
Pedro Sánchez renunció a su acta horas antes de la votación y sus afines y los diputados del PSC votaron en contra
El Congreso de los Diputados elige a Mariano Rajoy presidente del Gobierno con los votos de PP, Ciudadanos y la abstención del PSOE
Hechos
El 29.10.2016 D. Mariano Rajoy fue investido presidente del Gobierno por el Congreso de los Diputados
Lecturas
El 23 de octubre de 2016 el Comité Federal del PSOE aprueba a la propuesta de la Gestora presidida por D. Javier Fernández Fernández – por 139 votos a favor frente a 96 en contra – que el PSOE se abstenga en la investidura para acabar con el bloqueo parlamentario y que arranque por fin la legislatura.
Los días 28 y 29 de octubre de 2016 se celebra el debate de investidura en el que D. Mariano Rajoy Brey es investido presidente del Gobierno con 170 votos a favor (PP + Ciudadanos + CC), 111 en contra y la abstención de 68 de los 85 diputados del PSOE, cuyo portavoz en el debate fue D. Antonio Hernándo Vera, que tuvo que defender a su partido de los ataques e insultos de los portavoces de Podemos, ERC y EH Bildu en aquela sesión. Especialmente burlones en el caso de D. Gabriel Rufián (ERC).
La orden era que todos los diputados del PSOE se abstuvieron, pero los 7 diputados del PSC (Dña. Meritxell Batet, D. Manuel Cruz Rodríguez, Dña. Lidia Guinart Moreno, Dña. Mercè Pera Conillas, D. José Zaragoza Alonso, D. Marc Lamuà Estañol y D. Pere Joan Pons) desobedecen la decisión del Comité Federal a pesar de que esta era vinculante para todo el grupo y votan ‘no’ en lugar de abstenerse.
También desobedecieron al Federal otros 8 diputados del PSOE, Dña. Margarita Robles Fernández, D. Odón Elorza González, Dña. Sofía Hernanz Costa, Dña. María Luz Martínez, Dña. Susana Sumelzo Jordán, Dña. Zaida Cantera de Castro, D. Rocío de Frutos Madrazo y D. Joan Ruiz Carbonell, en total 15 diputados, que deberán asumir ahora las sanciones previstas por la disciplina de partido del Grupo Socialista.
D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón no participa en la votación porque renuncia a su acta de diputado el mismo 29 de octubre de 2016 para así no tener que desobedecer el mandato del Comité Federal. Si quiere volver a asumir el liderazgo del PSOE, no podía sentar la premisa de que se puede desobedecer al Comité Federal.
D. Mariano Rajoy Brey es investido presidente poniendo fin al bloqueo parlamentario existente en España desde las elecciones de 2015.
Esta decisión se ha producido después de dimisión forzada de D. Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE y la formación de una Gestora presidida por D. Javier Fernández (presidente de Asturias) que decidió la abstención para desbloquear el país.
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TENSIÓN EN EL DEBATE DE INVESTIDURA.
D. Antonio Hernando (PSOE) fue el encargado de argumentar la decisión del PSOE de abstenerse.
D. Gabriel Rufián (ERC) dirigió su intervención a arremeter contra el PSOE por desbloquear la situación permitiendo la investidura de D. Mariano Rajoy.
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PEDRO SÁNCHEZ DIMITE COMO DIPUTADO DEL PSOE
Como había anunciado el ex Secretario General del PSOE, D. Pedro Sánchez, renunció a su acta de diputado para no tener que desobedecer ni acatar la decisión del Comité Federal del PSOE de permitir la investidura de D. Mariano Rajoy con su abstención.
30 Octubre 2016
Fin del bloqueo
La reelección de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno pone fin a 10 meses de interinidad política que han dejado en evidencia la incapacidad de los principales partidos para administrar los resultados de dos elecciones generales. Queda atrás un periodo que ha deteriorado gravemente la confianza de los ciudadanos en la política y sus instituciones. Las circunstancias han situado la investidura de Rajoy como el único procedimiento posible de conseguir ese desbloqueo, evitando así el grotesco recurso a unas terceras elecciones.
Queda por delante la tarea de recuperar la normalidad institucional, y en nada contribuyen a ello los discursos de odio y resentimiento empleados por algunos de los que dicen representar la renovación de la política o las constantes alusiones al pasado más oscuro de España en algunos de los discursos pronunciados desde la tribuna. Es el futuro lo que está en juego y no saldar las cuentas de la Guerra Civil o el franquismo.
Tampoco se puede endosar la participación de varios diputados de Unidos Podemos, entre ellos Alberto Garzón, en una marcha convocada “contra el golpe de la mafia” que discurrió ayer por el centro de Madrid, organizada bajo la idea de agitar la ilegitimidad de la investidura del presidente del Gobierno. Este propósito, rotundamente antidemocrático, ha contado increíblemente con parlamentarios dispuestos a actuar de espaldas al órgano representativo del que forman parte.
Políticamente, el presidente reelecto dio menos muestras de encarar positivamente el futuro de las que debe. Al contrario, su discurso de ayer se enrocó en su pasada obra de gobierno y sonó demasiado a continuismo: no dio señales de que se proponga negociar y pactar las reformas que necesita España, sino que reclamó su derecho a disponer de un Gobierno “previsible”, que pueda “gobernar y no ser gobernado”. Las advertencias contra la demolición de sus decisiones anteriores perfilan un Rajoy a la defensiva ante una legislatura que debería estar presidida por la voluntad de tender puentes, dialogar y construir.
Además del apoyo expreso de los diputados de Ciudadanos, la reelección de Rajoy ha sido posible gracias a la abstención de la mayoría de los parlamentarios socialistas. La ausencia del ex secretario general, Pedro Sánchez, que renunció al acta de diputado horas antes de la votación, restó efectivos a la minoría de diputados socialistas que mantuvo el voto negativo a Rajoy, incluidos en ella los representantes del PSC. Ahora toca cerrar la herida abierta en el seno del PSOE, que ha sabido dar un ejemplo de sentido de Estado. Confiamos en que a partir de este momento el PSOE sabrá ejercer su tarea como principal partido de la oposición y alternativa de Gobierno.
Queda en manos de un Rajoy en minoría el liderar la construcción de los consensos básicos que este país necesita y así emprender las inaplazables reformas que el paso del tiempo ha ido postergando. El nuevo Gobierno, cuya renovación debería ser profunda, será la primera y verdadera prueba de si Rajoy ha entendido la coyuntura en la que se sitúa o si pretende seguir como siempre.
30 Octubre 2016
La hora de la lealtad política
Tras un pleno cargado por la tensión de los discursos pronunciados contra el PSOE por los portavoces de Podemos, Bildu y ERC, los socialistas cumplieron el acuerdo de su Comité Federal y la mayoría de sus diputados se abstuvo -68, frente a quince, que votaron no-, facilitando la investidura de Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno recibió 170 votos a favor, respaldo amplio en cualquier otra circunstancia, pero que en esta nueva legislatura no garantiza, en absoluto, la estabilidad de su mandato. Rajoy dio a su discurso de ayer mayor contenido político que al del jueves pasado, porque remarcó su compromiso con las reformas realizadas en el mandato anterior y avisó de que su disponibilidad al acuerdo tiene límites que no está dispuesto a superar. La relación con la Unión Europea, la unidad nacional y la estabilidad presupuestaria no serán negociables con Rajoy al frente del Ejecutivo.
No va a ser una legislatura fácil para Rajoy, porque va a pesar sobre su gobierno la sombra de una mayoría parlamentaria formada por partidos de izquierda y nacionalistas predispuestos a trasladar al Congreso de los Diputados el mayor número posible de las funciones de gobierno que la Constitución atribuye al poder ejecutivo. Además de una confrontación permanente entre gobierno y oposición, se vislumbra también en esta legislatura un problema de relación constitucional entre poderes del Estado.
Rajoy tiene ahora que conformar un gobierno acorde con la situación, lo que quiere decir que deberá crear un equipo de colaboradores con capacidad de interlocución con Ciudadanos y PSOE, y de defenderse en los debates parlamentarios. Será en estos -sesiones de control, plenos legislativos, comisiones parlamentarias- cuando el PSOE y demás minorías querrán demostrar su superioridad numérica sobre el PP. Y sólo numérica, porque ayer quedó demostrado que la izquierda en España vive instalada en un enfrentamiento sectario sin un proyecto para España. Los discursos de Bildu, ERC y Podemos debieron convencer al PSOE de que la abstención fue la menos mala de sus decisiones, porque un pacto de gobierno y legislatura con esas fuerzas habría sido inviable. La izquierda carece de un proyecto nacional. Está dominada por un resentimiento interno que tiene su causa en no haber desbancado al PSOE y en que este partido no haya sido el comodín para que la extrema izquierda entrara en el poder político de la nación. Los que hasta pocos días clamaban por un pacto con el PSOE ayer volcaron contra esta formación un auténtico discurso del odio, especialmente el portavoz de ERC, el diputado Rufián, trufado de insultos y descalificaciones, de tal calibre que provocaron una legítima y airada respuesta de Antonio Hernando, portavoz socialista. Sin embargo, más allá de los insultos, tras ese ataque de la extrema izquierda y de los separatismos, se alza una coalición de intereses anticonstitucional y antisistema, bien explícita en los aplausos de Podemos al discurso deleznable del portavoz de Bildu.
Esta legislatura será la de la lucha sin cuartel entre el PSOE y la extrema izquierda. Cuando Pablo Iglesias anunció que gobernará España, lo que hizo fue avisar no a Rajoy, sino al PSOE. Por eso, el calvario que algunos prevén para Mariano Rajoy también tendrá que recorrerlo el PSOE, al que le esperan unos meses de luchas internas, en las que, despejada la incógnita de la investidura de Rajoy, se pondrá en juego el liderazgo, el programa y el futuro del PSOE. La abstención de ayer pasará factura a largo plazo.
Urge ahora, tras los trámites del nombramiento de Rajoy por el Rey y de la toma de posesión del presidente del Gobierno, que el nuevo Ejecutivo empiece a tomar las primeras decisiones que estén a su alcance, sobre todo aquellas que la Unión Europea necesita para retomar la confianza en España. A partir de ahí, es necesario que el Gobierno y el PSOE institucionalicen su diálogo para que su relación no responda a declaraciones ocasionales y coyunturas críticas. Si todos quieren tomarse en serio la gravedad del momento, es imprescindible que adopten nuevas formas de tratarse recíprocamente. La alternativa a un diálogo leal es conducir al país a otra versión del bloqueo que ayer finalizó y forzar a Rajoy a convocar unas nuevas elecciones el año que viene. Ayer no acabó nada y empezó todo, principalmente el gran desafío que recae sobre Mariano Rajoy, pero también sobre el resto de fuerzas representadas en el Parlamento.
30 Octubre 2016
La fractura del PSOE amenaza la estabilidad del Gobierno
Mariano Rajoy fue investido ayer de nuevo presidente del Gobierno. Pero casi fue lo de menos porque era lo previsible. La noticia estuvo por la mañana en la renuncia de Pedro Sánchez a su acta de diputado y, después, en la manifestación Rodea el Congreso convocada por grupos afines a Unidos Podemos. La protesta transcurrió con escasa asistencia y sin incidentes y hay que alegrarse por ello. En el Hemiciclo, lo único que quedaba por conocer era la magnitud de la rebelión de los parlamentarios socialistas contra la dirección de su partido. La decisión del ex secretario general del PSOE pesó mucho en la votación y va a suponer un serio condicionante en el discurrir de la legislatura.
La renuncia al escaño era el camino más lógico que tenía Sánchez si quería seguir aspirando en un futuro a liderar el PSOE. Abstenerse habría supuesto abdicar de sus principios y el voto negativo significaba desobedecer a la dirección del partido. Le habría sido muy complicado después pedir disciplina de voto a quien la rompió en una ocasión tan trascendental como la de ayer. Ahora bien, está por ver que ese movimiento de Sánchez sea positivo para España en este momento concreto.
Asegurar la «gobernabilidad» del país fue el eje del discurso del candidato a la Presidencia del Gobierno. Rajoy afirmó que es absurdo propiciar la investidura y luego poner palos en las ruedas del Ejecutivo. Dijo que al PP no se le puede pedir que legisle contra su programa, aunque se comprometió a «trabajar día a día esa gobernabilidad». A la vez, puso tres límites que no está dispuesto a rebasar: el mantenimiento de la unidad de España, el cumplimiento de los compromisos impuestos por Bruselas y la consolidación de las reformas que han contribuido a la recuperación económica. En este sentido, el portavoz socialista, Antonio Hernando, recalcó que la abstención en la investidura no supone un cheque en blanco y que Rajoy «no tiene la confianza» de los socialistas, pero al mismo tiempo se abrió a negociar los Presupuestos: «Tendrá que convencernos» de que son buenos para España, afirmó.
Rajoy va a contar con un elemento imprevisto a la hora de buscar esos acuerdos de Gobierno con el PSOE. Se va a encontrar un partido socialista profundamente dividido, en el que en estos primeros meses de legislatura van a pugnar por el poder dos visiones políticas casi contrapuestas.
La defenestración de Sánchez, la llegada de la Comisión Gestora y el cambio de postura del no a la abstención ha supuesto un grave deterioro de la imagen del partido y ha roto muchos puentes entre la cúpula y esa parte de la militancia que está con el ex secretario general. Pero lo cierto es que el PSOE ha demostrado sentido del Estado, aunque su portavoz no pudo ocultar ayer que el partido se siente avergonzado por su giro para evitar las elecciones.
La decisión de Sánchez de intentar volver al liderazgo del PSOE tensiona enormemente al partido y, por consiguiente, al grupo parlamentario. Es significativo que ayer votaran no a Rajoy 15 diputados socialistas, con los del PSC a la cabeza como estaba previsto. Es parte de la fuerza con la que cuenta Pedro Sánchez en el Congreso -otros parlamentarios que se abstuvieron también están con él- para iniciar la reconquista del poder.
Una mención especial merece la impresentable intervención del diputado de ERCGabriel Rufián. Un político no puede escudarse en la impunidad que le da la tribuna de oradores para dedicar su discurso a insultar a diestro y siniestro o a enfrentarse a la presidenta del Congreso cuando le quita la palabra. Es bochornoso que un diputado se comporte en el Parlamento como si estuviera en una mala taberna. Rufián debería reconsiderar su actitud.
Pero el hecho es que España cuenta de nuevo con un presidente del Gobierno con plenos poderes, que el próximo jueves por la mañana nombrará su Gabinete. Es una buenísima noticia después de más de 300 días de impasse político. Como también es positivo que ese Ejecutivo se constituya gracias a un amplio acuerdo parlamentario en el que, sea por el voto afirmativo o por la abstención, están implicados tres de los cuatro mayores partidos políticos españoles.