19 noviembre 1989

El Partido Comunista de Italia rechazó ir al congreso, al contrario que el PCE español que sí acudió

El dictador comunista de Rumanía, Nicolae Ceaucescu, rechaza cualquier cambio en su régimen a pesar de los sucesos del Este

Hechos

  • El 19.11.1989 Se celebró el 14º Congreso del Partido Comunista de Rumanía en Bucarest con Nicolae Ceaucescu como su secretario general.

Lecturas

EL PCE ESTUVO REPRESENTADO EN EL ACTO DE CEAUCESCU, AL CONTRARIO QUE EL PSOE

Dña. Marisa Bergaz fue la representante del Partido Comunista de España, enviada para tal misión por D. Julio Anguita,  en el Congreso de la dictadura del Partido Comunista Rumano en los que se entendía como un respaldo del PCE hacia el régimen de Ceaucescu y la propia Bergaz aplaudió el discurso del dictador rumano. El PSOE, que había sido invitado, rechazó asistir.

marisabergaz Preguntado por sus aplausos al dictador comunista Ceaucescu, aseguró que lo hacía por cortesía.

El corresponsal de EL PAÍS, Hermann Tertsch, vetado

Tertsch_joven La dictadura comunista de Rumanía no permitió al corresponsal de EL PAÍS en Rumanía, D. Hermann Tertsch, asistir a aquel cónclave. En su lugar fue Berna G. Harbour que expresó su protesta porque los agentes aplicaran registros e interceptaran parte de las notas de todos los corresponsales.

22 Noviembre 1989

Nicolae, el 'gran hermano' de Rumanía

Berna González Harbour

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Las calles de Bucarest están limpias de mendigos estos días. En su lugar han puesto una colección de agentes, altos y bajos, visibles e invisibles, que simulan entretenerse mirando escaparates, esperando luz verde en el semáforo para nunca cruzar o aguardando a algún colega inexistente. Se dice también que han abierto nuevas tiendas de comida esta semana. Todo forma parte de la puesta en escena del gran espectáculo que empezó el lunes: el 142 Congreso del Partido Comunista Rumano, el de las grandes victorias del socialismo.

En el interior del palacio del Congreso, como acomodadores de un cine surrealista, los anfitriones de la Prensa van de acá para allá intercalando a periodistas con agentes. En todas las filas, en palcos y butacas, los mismos agentes se convierten en apuntadores: en el momento preciso, cuando Ceaucescu alza la voz en tono apasionado para acabar cualquier párrafo de su discurso de inauguración, ellos aseguran que todo el mundo aplauda.»Ceau-ces-cu re-elec-ción, Ceau-ces-cu re-elec-ción», gritan todos, en pie, al ritmo de unos aplausos sin fervor ni pasión. Unos golpes de mano contra mano, más que aplausos, perfectamente rítmicos y al unísono.Tan perfectos que son imposibles. Y es que un play back no muy bien disimulado ruge en las tripas del salón. La mayoría de los delegados ni siquiera abre la boca durante la aclamación. Los altavoces delatan un sonido pregrabado que se corta, como una radio al apagarse, cuando Ceaucescu hace la debida señal. Y la escena se repite 120 veces en la misma mañana.

Falsa fiesta

Pero lo más curioso en esta sala no es el espectáculo. Lo tremendo es ver a diplomáticos y delegados extranjeros -entre ellos, la enviada del Partido Comunista de España (PCE), Marisa Bergaz- levantarse a aclamar al líder al mismo tiempo que los comunistas rumanos, y titubear entre aplaudir, no gritar, gritar o no aplaudir. Pero la presión del fervor en radiocasete es tan grande, tan enérgicos los gritos de los agentes apuntadores, que casi todos los extranjeros participan de esta falsa fiesta que es el culto al conducator. Falsa porque pasan las horas y muchos de esos hombres con el escudo del partido en la solapa, ya cansados, dormitan hasta la próxima señal. Hasta el hijo de Nicolae y de Elena, el joven Nicu, jefe del partido en Sibiu, aplaude desganado y sin gritar a su ilustre papá.

Y falso porque cada periódico, cada cartel, cada estandarte en la calle y la televisión. repiten las mismas palabras: «Ceaucescu, comunismo, reelección». Los propios trabajadores de la Prensa oficial rumana (la única existente) reconocen que no se cuenta nada de lo que pasa en el muro de Berlín, en las calles de Sofia o de Praga.

¿Qué delegaciones extranjeras vienen al congreso? «No se sabe bien. Algunas parece que vienen y otras parece que no vienen, pero no se sabe muy bien», contesta un portavoz rumano. ¿Por qué nos quitaron todos los papeles en el aeropuerto? «Ah, quién sabe, hay funcionarios de aduanas que no hacen bien su labor, es muy dificil saber», responde otro portavoz con una sonrisa de oreja a oreja.

Ceaucescu se ha armado de un potentísimo aparato de propaganda que protege el Estado policial que ha organizado. Al finalizar la primera sesión del congreso, el pasado lunes, el informativo Telejurnal de la televisión rumana desplegó todos sus medios para mostrar al líder engrandecido por las aclamaciones.

[Los países miembros de la CE han hecho una declaración por la cual justifican su no presencia en el congreso comunista rumano, informa la Oficina de Información Diplomática (OID). Los Gobiernos de los docedeploran la situación de los derechos humanos en Rumanía y la negativa de Bucarest a aplicar los aucerdos internacionales].

Berna Gonzalez Harbour

21 Noviembre 1989

El anacronismo rumano

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL CONGRESO del Partido Comunista de Rumanía que se inauguró ayer ofrece la imagen perfecta de un pasado en trance de desaparición en otros países de Europa oriental. Todo lo ocurrido en la sala del congreso: el informe de cinco horas de Ceaucescu, las reiteradas ovaciones, los himnos, las banderas, representa un mundo artificial que nada tiene que ver ni con la trágica realidad de un país miserable y desabastecido ni con una Europa en acelerado proceso de cambios.A pesar de que el congreso estaba prefabricado para dar una sensación de unidad, los hechos discurren por cauces muy distintos. El desastre económico, los efectos calamitosos de los planes del máximo líder -como el de reagrupar las aldeas en centros urbanos-, han creado un descontento que penetra en el propio aparato del partido. Muchos rumanos se han unido al éxodo de la minoría húngara de Transfivania hacia su país de origen. Incluso entre los íntimos de Ceaucescu, colocados por éste en puestos de alta dirección, se observan gestos dirigidos a tomar sus distancias de un régimen odiado. Las destituciones de ministros y altos cargos que han tenido lugar en vísperas del congreso reflejan el deseo de Ceaucescu de buscar chivos expiatorios para sus fracasos. Pero existe, al núsino tiempo, en los círculos del poder un ambiente de «fin de reino», de sospechas generalizadas y de pesimismo. Y aumenta el número de los que prefieren abandonar el barco antes de que se hunda.

De la interminable perorata del máximo líder, lo que aparece más claro es su voluntad de convertir a Rumanía en una isla: una isla del socialismo «puro y duro», que semeja más a los fascismos totalitarios de antaño. Propósito completamente imposible. Rumanía no es Albania, un pequeño país que puede mantenerse en sus montañas casi sin relación con el exterior. Rumanía tiene una historia y una cultura ancladas en Europa, con unas raíces latinas que el propio Ceaucescu invocó en otras épocas, cuando hacía pinitos de heterodoxia nacionalista. Los rumanos no merecen quedar encerrados en una fortaleza impermeable a los aires que corren por Europa.

20 Noviembre 1989

Malvenidos a Bucarest

Berna González Harbour

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Mientras una decena de hombrecillos misteriosos iba de un lado a otro del aeropuerto, clavando miradas sin disimulo a los periodistas recién llegados, los guardias de aduanas empezaron a registrar los equipajes.Milímetro a milímetro, los agentes revisaron cualquier papel hasta depurar toda sombra de disidencia. En sus manos quedaron decenas de recortes y notas que esta periodista llevaba consigo, números de teléfonos y hasta las páginas de internacional y opinión de EL PAÍS del sábado, que fueron separadas sin piedad del resto del periódico.

La misma escena se repitió con los colegas presentes, y así había ocurrido la víspera con otros periodistas llegados a Bucarest con ocasión del inicio hoy del congreso del Partido Comunista Rumano. Otros, unos 35, ni siquiera han podido entrar, al habérseles denegado el visado, entre ellos el corresponsal de EL PAÍS para Europa del Este, Hermann Tertsch.

En las carpetas quedaron los programas oficiales del congreso, editados por el Gobierno rumano, y un par de cuadernos en blanco. Una pequeña cámara oculta nos registraba y nos daba la bienvenida a Bucarest.