20 septiembre 1978

El partido lo expulsó tras conocer que Lasuén estaba realizando gestiones para liderar una escisión de UCD en el grupo parlamentario

El diputado por Teruel José Ramón Lasuén Sancho es expulsado de la UCD y anuncia que se pasa al Grupo Mixto

Hechos

El 19.09.1978 el comité ejecutivo de la Unión de Centro Democrática (UCD) hizo pública la decisión de expulsar de sus filas al diputado D. José Ramón Lasué.

Lecturas

El 19 de septiembre de 1978 el comité ejecutivo de la Unión de Centro Democrático acordó abrir un expediente de expulsión al diputado D. José Ramón Lasuén Sancho después de haber detectado que estaba haciendo gestiones para convencer a diputados de UCD de que abandonaran el partido para pasarse con él al Grupo Mixto.

El Sr. Lasuén Sancho pasa, por tanto, al Grupo Mixto y con él se van el diputado D. Rubens Henríquez Hernández, D. Manuel Acevedo Bisnopp (ambos procedentes de la Federación Socialdemócrata del Sr. Lasuén Sancho) y D. Pedro Morales Moya.

LOS PRIMEROS TRÁNSFUGAS DE LA DEMOCRACIA

El Sr. Lasué era el tercer diputado de UCD que se pasaba al Grupo Mixto, antes también lo habían hecho D. Rubéns Henríquez y D. Pedro Morales. Posteriormente también lo hará el diputado D. Jesús Aizpún.

04 Octubre 1978

El centro es el vacío

José Ramón Lasuén

Leer

Retóricamente, la España democrática está políticamente organizada en torno a su «centro» político. Y no funciona bien. Nada marcha como es debido; ni la economía, ni el. Parlamento, ni el orden público, ni el teatro, ni el cine, ni el fútbol, ni la novela, ni los periódicos… ¡Nada! Hay un sentimiento general de frustración.

¿Por qué?

¿Falla el principio de que el Poder debe estar en el «centro»? ¿Falla el país? o simplemente, ¿se aplica mal el principio?

Respecto de la eficacia del concepto no hay duda. Todos los países democráticos prósperos están organizados alrededor de su «centro». Aunque, bien es verdad, ese «centro» no es el que conceptualizó Fraga ni televisó Suárez.

¿Falla su aplicación? Tampoco, dicen los franquistas conversos: Todo va bien; mejor de lo que se podía esperar; los que se quejan son reaccionarios.

No es verdad, piensa en su fuero interno el español medio: Ni con Franco se vivía mejor, ni ahora se vive como se esperaba Hay poca libertad, escaso orden y justicia, y nulo progreso. En todo caso, si no estamos peor no es gracias a los políticos, sino al país, que aguanta todo.

¿Qué es lo que falla, entonces?

Falla, lo que tenía que fallar, la falsa retórica.

El país no funciona bien porque no lo dirige el «centro». Y no lo dirige porque no existe ni como fuerza ni siquiera como idea política.

El «centro» sólo es una posibilidad política.

En realidad, hoy, el «centro» es el vacío. Un vacío de inhibición ciudadana, absentismo del trabajo, emigración empresarial, aburrimiento intelectual y abstención política.

El «centro» es la tierra de nadie, ocupada electoralmente por el PSOE y la UCD mediante campañas publicitarias ficticias y, desde entonces, desertizadas por los dos, como consecuencia de la presión de sus electorados básicos respectivos, de izquierda y derecha moderadas.

¿Qué hay en ese vacío?

Alrededor del 30% de la población electoral. La más joven, la más urbana, la más secular, la más autogestionaria, autonomista y empresarial, la más progresista, europeísta y atlantista. Una población que rechaza crecientemente a la UCD y, en menor medida, al PSOE.

Ideológicamente, es un vacío que responde a dos ideologías próximas: la liberal, pero liberal progresista, y la socialdemócrata, pero socialdemócrata neopositivista, de empresa privada y atlantista.

Es un vacío que crece y puede convertirse en la sima política, económica, social y cultural, que se trague al país, porque contiene todo el potencial de curiosidad, crítica, participación, responsabilidad, esfuerzo, racionalidad, modernidad, profesionalidad, emoción y mística, precisos para evitar que la crisis mundial nos vuelva a africanizar.

Es un vacío que es imprescindible rellenar. Es un abismo que hay que transmutar en puente, por el que atravesar el marasmo que nos asfixia, para integrarnos, de una vez y para siempre, en el mundo occidental.

¿Cómo se puede organizar y activar?

Partiendo claramente de su realidad. El centro no es homogéneo, de clase media, como cree Fraga. Es heterogéneo. Tampoco es moderado, disciplinado y pactista, como creen Suárez y González. Es radical, libertario y crítico.

Por tanto, la única forma de arrancar a la parte más vital del país del inconformismo pasivo en que se ha sumido ante la vulgaridad del «botejarismo» prevalente (primera generación: AP; segunda: UCD; tercera: PSOE) es ofrecer opciones políticas nítidas, que permitan la plena y voluntaria realización del individuo creador, la mezcla de entusiasmo y capacidad que produzca la chispa nacional.

Posteriormen te, esas opciones, liberal y socialdemócrata, que habrán de adoptar formas orga nizativas muy democráticas y autonómicas, se unirán gradual mente, por instinto de supervivencia, con aquellas otras fuerzas que se muestren más afines y que les permitan dirigir, como les compete, el destino del país.

Este acontecer previsible no es nada artificial ni original. Es natural y ha sucedido y sucede en todos los países occidentales. Los partidos grandes, homogéneos y disciplinados, están en las alas; los partidos pequeños, heterogéneos y críticos, en el «centro». Pero, como en la evolución, son los mutantes quienes determinan el progreso.

Lo que es artificial y anómalo es el espectro político actual. No hay ningún país democrático donde los partidos grandes tengan frontera común. El espectro centro izquierda.(PSOE)-centro derecha (UCD) español es exclusivamente producto de la improvisación ante el miedo al vacío que dejó Franco.

Igual miedo debería existir entre los demócratas auténticos ante el otro vacío, el del «centro», que ha creado el artificio UCD-PSOE. E igual reacción. Unos deberían facilitar el que se rellenara y otros apresurarse a hacerlo.

El argumento es válido cualquiera que sea la óptica que se adopte sobre la evolución delproceso democrático. Si se estima que es reversible, entonces, una vez comprobado que no es posible forzar la participación activa del «centro» desde UCD o PSOE, y se entiende que la estabilización del país exige el concurso de todos, especialmente del «centro», se sigue que debería propiciarse la creación acelerada de partidos centristas. Aun si, por el contrario, se estima que es irreversible, no tiene sentido retrasar su aparición, si se conoce que, por razones históricas universales, el «centro» reclamará siempre un espacio político propio.

¿Por qué se corre, entonces, el riesgo de no fomentarlos? ¿Por qué se intenta, de hecho, por algunos, abortar su nacimiento o impedir su crecimiento?

¿Por qué se intenta desprestigiar a los partidos centristas vascos y condicionar a los catalanes? ¿Por qué se intenta impedir el nacimiento de partidos liberales o socialdemócratas puros?

¿Es por irreflexión o por deseo duopolista, antidemocrático, de reparto del Poder?

El relleno del vacío de Franco ha creado otro vacío, el del «centro», que puede frenar o impedir la evolución democrática.

Todos los demócratas tienen la obligación de cubrir ese hueco con la mayor rapidez posible.