30 septiembre 1974

El cabecilla de la 'revolución de los claveles' asegura que existe el riesgo de una dictadura comunista en el país luso

El General Spínola dimite como presidente de Portugal protestando por la deriva izquierdista de la ‘revolución de los claveles’

Hechos

El 30.09.1975 el General Antonio de Spínola dimitió como presidente de la República de Portugal, siendo reemplazado por Francisco Costa Gomes.

Lecturas

El presidente de la República de Portugal, Antonio de Spínola, ha anunciado esta mañana al país su decisión de dimitir.

Apenas una hora más tarde, la Junta de Salvación Nacional anunciaba el nombre del nuevo presidente: el general Francisco da Costa y Gomes, hasta ahora jefe del Estado Mayor Central.

Este cambio en el poder es consecuencia de la situación explosiva gestada este último fin de semana. En la noche del viernes al sábado, el Movimiento de las Fuerzas Armadas y los piquetes de partidos izquierdistas detectaron los preparativos de un golpe reaccionario, que se desencadenaría aprovechando una manifestación de apoyo a Spínola por parte de cierta mayoría silenciosa.

A estas alturas son muchos los que en Portugal lamentan que Spínola se vaya, pero son más lo que piensan que el ‘hombre del monóculo’ ha fracasado en su gestión, al no tener la flexibilidad suficiente para conciliar su ideología conservadora con otras más radicales. Con Spínola se retirarán posiblemente sus más allegados colaboradores dentro de la Junta, favoreciendo el desarrollo progresista del programa del MFA.

01 Octubre 1974

Avatares de la democracia

Editorial (Director: Horacio Sáenz Guerrero)

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Cinco meses después del golpe de Estado que terminó con el régimen salazarista en Portugal, este país acaba de atravesar una de las crisis políticas más graves de su historia contemporánea. La dimisión como presidente del general Antonio de Spinola, el nombramiento para sustituirle del general Francisco Costa Gomes, el descubrimiento de una sol-dissant conspiración reaccionaria la detención de doscientos militantes derechistas y, en fin, la posible remodelación de ciertas instancias del poder ejecutivo, son apenas los avatares que el fraterno país acaba de experimentar con un mínimo de coste social y con un máximo de patriotismo.

Pesimista y contradictorio, Antonio de Spinola – el hombre más popular de Portugal y tal vez el que mayor futuro político tiene – no ahorro en su último discurso como presidente a sus antiguos colaboradores críticas y reproches. Que semejante discurso haya podido ser pronunciado sin que los aludidos que, al fin y al cabo son quienes ejercen el poder real en el país, no hayan reaccionado violentamente demuestra a las claras no solo la tolerancia de quienes se encargan ahora de regir los destinos de la nación sino también la absoluta libertad de que goza, por decisión unánime de sus ciudadanos, nuestro vecino peninsular. “Nunca – ha dicho Costa Gomes, en su discurso de toma de posesión – se ha llevado a cabo una revolución tan profunda como la que estamos realizando, con tan poca sangre”. Al reconocerlo así, el nuevo presidente de la República rechazaba el pesimismo apocalíptico de su antecesor y refrenda el alto espíritu patriótico de todo el pueblo y de sus dirigentes.

Porque, por encima de una información no siempre veraz ni imparcial, el experimento democrático portugués, al difícil cambio de Portugal hacia una democracia de participación económica y política, se está llevando a cabo en unas condiciones que, dada la amarga herencia del pasado, pueden ser calificadas de ejemplares. La tensiones políticas de estos días, la crisis que ha desembocado en la sustitución de un presidente por otro (y que tantas consecuencias puede tener para el futuro), se han producido en la clama mas notoria y sin que en ningún momento el orden público se quebrase.

Con la llegada del general Costa Gomez parece resolverse un problema que en los últimos tiempos se había agudizado: el derivado de las desavenencias entre el presidente de la República, por un lado, y el Gobierno provisional, por el otro, o, si se prefiere, entre el general Spínola y el Movimiento de las Fuerzas Armadas. La amarga reflexión de Spínola en su discurso de dimisión fue, precisamente, resultado de esta desavenencia. Costa Gomes y Vasco Goncaives, primer ministro, mantienen sobre los problemas fundamentales que el país debe afrontar ahora identidad de puntos de vista y, por tanto, el entendimiento y la colaboración serán incomparablemente más fáciles de lograr. Portugal necesitaba unificar la línea política del ejecutivo y deshacerse de las contradicciones que, desde las más altas instancias de la nación, aparecían con nitidez, ya fuese en política doméstica ya en política exterior. Ausente Spínola, parece que este obstáculo ha sido superado.

Quedan, naturalmente, otros problemas que no podrán ser resueltos de forma tan expeditiva. La coyuntura económica del país no es boyante. Tampoco la situación social. Ambas pueden comprometer seriamente, en el futuro inmediato, la estabilidad del régimen y poner en peligro la marcha hacia la democratización, que es el objetivo del programa del Movimiento de las Fuerzas Armadas. El ‘relanzamiento’ económico previsto para este otoño por el Gobierno provisional y la recuperación de ciertas inversiones, un tanto renuentes tras el 25 de abril, pueden verse seriamente comprometidos por la reciente crisis.

Spínola tranquilizaba al capital internacional; Costa Gomes es todavía un enigma.

De todos modos, sean cuales sean las dificultades que Portugal deba afrontar en el futuro, la solución de la crisis más reciente no puede en modo alguno pasar desapercibida para quienes siguen de cerca esta experiencia singular y se alegran, al menos por ahora, de que la sangre no haya llegado al río.