24 octubre 1977

El Rey Juan Carlos I y el presidente del Gobierno Suárez apadrinaron al líder catalanista

El Josep Tarradellas reasume legalmente el cargo de ‘Presidente de la Generalitat’ jurando lealtad a España: «¡Ciudadanos de Catalunya, Ja soc aquí!»

Hechos

El 24 de Octubre de 1977 D. Josep Tarradellas juró como presidente de la restablecida Generalitat de Cataluña, jurando ante el Presidente D. Adolfo Suárez lealtad al Rey D. Juan Carlos I.

Lecturas

El 24 de octubre de 1977 el Rey Juan Carlos I y el presidente del Gobierno D. Adolfo Suárez González, restituyen la Generalitat de Catalunya (abolida en 1939 por la dictadura franquista) y designan a D. Josep Tarradellas Joan su presidente de manera provisional hasta que se aprueba el Estatuto de Autonomía de Catalunya.

UN EMPEÑO DEL REY JUAN CARLOS

ReyJuanCarlosTarradellas El Rey Juan Carlos I fue el principal impulsor de la restitución de la Generalitat de Catalunya gestionando personalmente parte de las negociaciones con la Generalitat en el exilio y con su presidente Sr. Tarradellas.

EL GOBIERNO VASCO EN EL EXILIO NO NEGOCIARÁ 

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Al contrario que la Generalitat en el exilio, el Gobierno vasco en el exilio que preside D. Jesús María de Leizaola, no será restituido, dado que el Sr. Leizaola se ha negado a iniciar negociaciones ni con el rey español, ni con el presidente español. En declaraciones publicadas por el diario del PNV, DEIA, explicaba: «El caso vasco y el caso catalán tienen grandes diferencias. Nosotros tenemos más dificultades para lograr nuestras reivindicaciones políticas. Los vascos han mantenido su reivindicación de pueblo con más energía, con más constancia por cuestiones de carácter, geográficas, históricas, idiomáticas y de otra índole. Somos más independientes sociológicamente. Además, nuestra experiencia sociológica ha sido muy distinta.»

25 Octubre 1977

Tarradellas juró ante Suarez lealtad al rey don Juan Carlos

Alfons Quintá

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A mediodía de ayer, en el palacio de la Generalitat de Barcelona, Josep Tarradellas tomó posesión de su cargo de presidente de la restablecida Generalitat provisional de Cataluña. Desde ayer, Tarradellas ocupa oficialmente el mismo cargo que le habían otorgado, en el exilio, en 1954, los miembros del Parlamento catalán elegidos en base al Estatuto de autonomía de 1932 presidió el acto de toma, de posesión el presidente Adolfo Suárez, acompañado de los ministros Martín Villa y Jiménez de Parga, así como del capitán general de la IV Región Militar, teniente general Francisco Coloma Gallegos.

La llegada de Tarradellas a Barcelona, en la tarde del domingo fue una auténtica apoteosis. Cientos de miles de personas se agruparon a lo largo de los siete u ocho kilómetros que recorrió Tarradellas en coche descubierto, acompañado de su esposa.Los puntos de mayor concentración fueron la plaza de España, donde le recibió el alcalde señor Socía, ante más de 100.000 personas, y la zona de la plaza de San Jaime, donde se halla el palacio de la Generalitat, en que estaban concentradas varias decenas de miles de personas.

En todas sus intervenciones Tarradellas se mostró extremadamente moderado, aludiendo a los no catalanes residentes en Cataluña y a la solidaridad de Cataluña con los demás pueblos de España.

En el acto de toma de posesión después de jurar, ante el señor Suárez, lealtad al Rey, Tarradellas pronunció un discurso también moderado, que fue respondido con una larga intervención del presidente del Gobierno quien fue muy cálidamente aplaudido por los políticos catalanes. Tanto Tarradellas como Suárez aludieron a la comprensión de la Corona hacia Cataluña y a la posibilidad de que la solución política y pacífica del derecho catalán al autogobierno sea un ejemplo para otros pueblos de España.

El señor Tarradellas resaltó la contribución política de la Generalitat, que resumió fundamentalmente en el deseo de libertad propia y respeto de la ajena, y en el espíritu pactista. Resaltó, asimismo, que Cataluña jamás renunció al autogobierno dentro de una unidad política más amplia. Resaltó, por fin, que Cataluña contribuirá con su esfuerzo para sacar adelante una España «más justa y democrática».

Por su parte, el señor Suárez recordó la política del Gobierno de plantearse el hecho calalán, resaltando que el reconocimiento de la personalidad política de Cataluña no viene a romper España ni el Estado español, sino que es un inicio del fin del centralismo. Recordó que esta vez el autogobierno de Cataluña se aborda sin tensiones ni hechos consumados, y con el evidente respaldo que está teniendo del pueblo, no puede fracasar.

Josep Tarradellas tomó posesión de su cargo de presidente de la Generalitat al mediodía de ayer en un acto celebrado en el palacio de la Generalitat de Barcelona bajo la presidencia de Adolfo Suárez, a quien acompañaban los ministros Martín Villa y Jiménez de Parga, así como el capitán general de la IV Región, Francisco Coloma Gallegos.Después de leídos por el secretario de la Diputación de Barcelona, Luis Sentís, los decretos-leyes restableciendo, la Generalitat y nombrando presidente de la misma a Josep Tarradellas, éste juró el cargo con la siguiente fórmula: «Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalitat de Cataluña con lealtad al Rey, respeto a los derechos de la persona y estricta observancia de la ley.»

A continuación pronuncio un discurso en el que dijo: «Con este acto cerramos un largo paréntesis: el de un período histórico en el que no ha sido posible que un presidente de la Generalitat de Cataluña tome posesión de su cargo en este histórico palacio.»

Después de afirmar que la historia de Cataluña se confunde con la de su Generalitat, añadiendo que «los catalanes han sido siempre fieles al sentido de la libertad: la suya y la de otros pueblos de España. Respetada su libertad, Cataluña ha sabido corresponder con lealtad».

Agradecimiento al Rey

Terminó diciendo que dos ideas considera básicas a la hora de inspirar su actuación en el futuro: «La unidad del pueblo de Cataluña y el arraigo de la democracia en España.» Agregó que «me siento presidente de todos los ciudadanos de Cataluña, es decir, de los nacidos aquí, y de los procedentes de otros pueblos que aman también a Cataluña». Finalizó diciendo que Cataluña contribuirá desde la Generalitat a alcanzar una España justa y democrática y expresó su agradecimiento al rey don Juan Carlos y al Gobierno y particularmente al presidente Suárez.

Por su parte, Adolfo Suárez pronunció un discurso más extenso que fue extraordinariamente aplaudido por todos los políticos catalanes asistentes en el acto.

Suárez fue al fondo de las cuestiones planteadas tratando no solamente de los problemas catalanes, sino del derecho a la autonomía de las otras nacionalidades españolas. En concreto Suárez afirmó que «Cataluña recobra su más arraigada institución. Hoy Cataluña inaugura para España un prometedor futuro de concordia. Por eso es también día de esperanza en el resto de España: porque del acto de toma de posesión del presidente de la Generalitat establecida se desprende la evidencia de que a los pueblos de España les ha llegado -aunque sea con fórmulas transitorias de una etapa preconstitucional- la hora de su autogobierno»

La victoria de un pueblo

Dijo también que por primera vez desde hace siglos «el hecho catalán se aborda desde el Gobierno de la Monarquía y desde Cataluña sin pasiones, sin enfrentamientos, sin violencias, sin plantear a priori hechos consumados y acciones de fuerza».

Suárez aludió al consenso político con el cual se ha logrado el acuerdo previo al restablecimiento de la Generalitat citando que todas las fuerzas políticas que participaron en las elecciones del 15 de junio unánimemente solicitaron el restablecimiento de la Generalitat.

El presidente agregó: «La recuperación de la Generalitat no supone la victoria de un partido, sino la victoria de un pueblo, y el presidente Tarradellas no accede a la presidencia de la Generalitat como hombre de partido, sino con el apoyo de todas las fuerzas políticas. Su retorno es una operación de Estado que. servirá para consolidar el proceso de democratización de la vida española.»

En un párrafo muy significativo, Adolfo Suárez afirmó concretamente: «Como dato histórico que ya ha sido destacado, hay que decir que si fue Felipe V quien firmó el decreto de nueva planta que anulaba las instituciones autonómicas catalanas, ha sido el rey don Juan Carlos I quien las ha devuelto.»

Aludiendo al resto de los pueblos de España afirmó: «Pienso que ha llegado la hora de proclamar que la mayor parte de los problemas que sufren nuestros pueblos sólo podrán tener solución duradera en la medida en que esos mismos pueblos no sólo sean partícipes, sino responsables, de las tareas públicas. La idea de España y la idea de su grandeza no se nutren de un alejamiento público M poder, sino de un acercamiento de ese poder a todos y a cada uno de los ciudadanos.»

Después de citar ampliamente la comprensión de la Corona sobre el tema autónómico catalán, terminó diciendo: «Si hace unos meses empeñábamos nuestro compromiso en reconocer el hecho catalán y dotarlos de instituciones propias, hoy ese compromiso es de hacer que la Generalitat sirva a su pueblo porque siéndolo, Cataluña y toda España habrán entrado en un nuevo capítulo de concordia y eficacia.

La llegada a Barcelona

El domingo, cientos de miles de personas, portando banderas catalanas y un número muy inferior de republicanas y rojas, así como pancartas de partidos de todo carácter, desde la extrema derecha hasta el centro, recibieron a Josep Tarradellas a su regreso a Barcelona, después de38 años de exilio.

Junto con Tarradellas efectuaron el viaje gran número de parlamentarios catalanes de todos los matices políticos, algunos periodistas y otro insigne político catalán, hasta ahora exiliado, el doctor Carles Martí Feced, quien había ocupado durante la guerra, civil diversos cargos ministeriales en Cataluña. Martí Feced es colaborador directo de Tarradellas y no había regresado a Cataluña desde 1939.

Al descender del avión, tanto Tarradellas como particularmente su esposa, Antonia Maciá, demostraron muy claros síntomas de emoción

En unas emocionadas palabras Tarradellas manifestó: «Ciudadanos de Cataluña: a todos, profundo agradecimiento y, fidelidad de este pueblo. Esta victoria permite que vuelva a casa, a la vuestra. La unidad ha hecho que Cataluña pueda recobrarse y hará que sea posible una gran tarea en bien de Cataluña y de los otros pueblos de España Para hacer a Cataluña símbolo de progreso y libertad. »

Después de estas breves palabras, Tarradellas entonó Els Segadors, junto con los políticos catalanes y las personas que habían acudido a recibirle.

Recibimiento popular

Desde el aeropuerto, y en un coche oficial con el banderín de la Generalitat de Cataluña, Tarradellas se trasaladó en coche descubierto hasta la plaza de San Jaime escoltado por los mozos de escuadra, unidad de la fuerza pública que dependía hasta ahora de la Diputación de Cataluña y que, a partir de este momento, forma parte de la Generalitat.

Tarradellas fue recibido en la ladera de la montaña de Montjuich cercana a la plaza de España por el alcalde de Barcelona, José María Socías Humbert, quien pronunció unas muy breves palabras de bienvenida al presidente de la Generalitat, terminando con un viva al honorable Tarradellas y un viva a Cataluña.

Tarradellas respondió a estas palabras con otro parlamento, en el que dijo: «A través de estos años hemos podido demostrar nuestra fe y nuestro patriotismo en los anhelos de democracia y libertad. Cataluña sois vosotros, catalanes y no catalanes, que habéis sido un ejemplo para los que forman la gran comunidad de todos los pueblos de España.»

Las palabras del presidente fueron intensamente aclamadas por las decenas de miles de personas -sin duda muchas más de 100.000- que estaban esperando al presidente en aquel lugar.

Desde aquel lugar y en coche descubierto, Tarradellas se dirigió hacia la plaza de San Jaime, donde se encuentra el palacio de la Generalidad, hasta ahora sede de la Diputación de Barcelona.

Al llegar a la plaza de San Jaime el público allí estacionado prorrumpió en Inmensos gritos de satisfacción. Los gritos que dominaron en primer momento fueron el de «Queremos el estatuto», así como numerosos vivas a Cataluña y a Tarradellas. Con dificultad Tarradellas se introdujo en la sede de la Generalitat de Cataluña, dirigiéndose al salón de San Jorge, donde esperaban representantes de todas las fuerzas vivas de Cataluña.

En el salón de San Jorge se encontraban representantes de todos los partidos políticos tanto parlamentarios como extraparlamentarios de la Asamblea de Cataluña, del empresariado catalán y español -con Carlos Ferrer Salat al frente- y de todos los sindicatos.

Tarradellas salió de Inmediato en el balcón principal del palacio, de la Generalitat y pronunció una simple frase absolutamente inefable: «Ja soc aqui» («Ya estoy aquí»). Una vez más, Tarradellas aludió en un breve parlamento a la unidad de los catalanes y de todos los residentes en Cataluña, así como a la solidaridad con los demás pueblos de España. Sus palabras fueron repetidamente interrumpidas por fuertes aplausos y gritos de carácter nacionalista catalán.

Las mismas ideas de unidad y concordia volvieron a presidir un nuevo parlamento de Tarradellas pronunciado en el interior del palacio. Nuevos gritos de la multitud situada en el exterior obligaron a Tarradellas a dos nuevas salidas al balcón, acompañado de los miembros de la comisión permanente de la Asamblea de Parlamentarios de Cataluña.

En una de sus salidas al balcón, Tarradellas contestó a los gritos de «Queremos el Estatut» con la afirmación de «Yo también quiero el Estatuto y entre todos lo obtendremos».

Las últimas palabras de Tarradellas fueron un « ¡Viva Cataluña!», que fue muy masivamente coreado, y un «¡Vivan los demás pueblos de España!, que fue más débilmente respondido.

25 Octubre 1977

Cataluña y el proceso de las autonomías

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El nombramiento por decreto del señor Tarradellas como presidente de la Generalitat, la conclusión de las diferencias entre el depositarlo de la legitimidad histórica y los representantes de la soberanía popular en las elecciones del 15 de junio, la multitudinaria acogida del pueblo de Barcelona el domingo por la tarde y la toma de posesión con asistencia del presidente del Gobierno han culminado el proceso que devuelve provisionalmente sus instituciones de autogobierno a CataluñaEn su discurso, el señor Suárez ha puesto de relieve que la solución democrática de los conflictos pasa por el diálogo y el pacto. Por su parte, el señor Tarradellas ha subrayado que la autonomía de Cataluña y el arraigo de la democracia en toda España son dos momentos indisociables de un mismo proyecto histórico; y, con gran sentido de la responsabilidad, ha indicado que Cataluña debe contribuir con su esfuerzo a las profundas transformaciones sociales y económicas que permitan la consolidación en nuestro país del sistema pluralista. Sin un equilibrio en el desarrollo y una nueva política de ordenación del territorio, las ya enormes desigualdades de renta. educación y empleo entre las zonas industrializadas del Norte y el Noroeste y las regiones agrarias azotadas por el paro y despobladas por la emigración, podrían convertirse en un polvorín cuya mecha no dudaría en encender la derecha autoritaria española.

La súbita conversión de los neodemócratas -tanto en UCD como en AP- al autonomismo indiscriminado no deja de producir recelo entre quienes recuerdan cómo se aferraban, en un pasado cercano, al más rígido centralismo.

La agilidad y buen sentido demostrados por el Gobierno para el restablecimiento de la Generalitat en Cataluña han sido la correcta respuesta a una situación llena de urgencias y peligros. El plebiscito electoral de junio en favor de la autonomía hacía indispensable la negociación de un modus vivendi durante la etapa de elaboración de la Constitución que descartara cualquier riesgo de que una frustración colectiva desembocase en situaciones de conflicto e incluso violencia. Pero, a la vez, la negociación deparó al Gobierno, que había salido malparado de las urnas en Cataluña, la posibilidad de reforzar las posiciones de su partido en ese territorio mediante el pacto directo del Poder con el señor Tarradellas y el protagonismo de UCD en un proceso en el que, hasta junio pasado, estaba ausente.

Tal vez el fracaso de las tentativas de repetir la misma operación en el País Vasco con el lendakari Leizaola explique la inaceptable lentitud con la que se están llevando las negociaciones para el establecimiento de un régimen provisional de autogobierno para Euskadi. La situación en el País Vasco es muy peligrosa y necesita una solución urgente. Sería lamentable que los intereses de partido -del partido del Gobierno- prevalecieran sobre los intereses nacionales. La estrecha alianza entre el PSOE y el PNV, unida a la cesión del gobierno vasco en el exilio de sus derechos históricos en favor de la Asamblea de Parlamentarios, hacen que UCD, minoritaria en el conjunto de las tres provincias acogidas al Estatuto de 1936, no tenga margen de maniobra para capitalizar el éxito del futuro estatuto provisional. Esa primacía de los intereses dé partido sobre los intereses generales queda confirmada por las resistencias de UCD en Navarra, donde ha sido ganadora, a incorporarse a unas negociaciones a las que ha sido convocada.

En el resto de España las autonomías son una necesidad para la futura estructuración del Estado: no sólo para el buen funcionamiento de esas comunidades, sino también para dotar de contenido y funciones al Senado. Sin embargo, el régimen provisional de esas autonomías, que cubrirá el período que transcurra hasta la aprobación de la Constitución, sólo se justifica allí donde sea una exigencia popular mayoritaria y la solución de una situación potencialmente explosiva. Tal vez Canarias sea, fuera de Cataluña y Euskadi, la zona más conflictiva y más necesitada de una fórmula provisional de urgencia. La celebración de laDiada en el País Valenciano mostró el apoyo popular de la reivindicación de autonomía. Por su, parte, Galicia es una de las tres «nacionalidades históricas» que recibió de la República un Estatuto, que nunca llegó a aplicarse.

En cualquier caso, la provisionalidad de los regímenes autonómicos sólo está justificada hasta que la Constitución se promulgue y las Cortes establezcan los definitivos estatutos, por lo que no se debe abusar del sistema. Tal vez en el frenesí de autonomismo provisional del Gobierno operen, además de la furia del converso, dos motivaciones igualmente criticables: el deseo de protagonizar, directamente o a través de UCD, esas negociaciones, y la convicción última de que las autonomías son nombres a la moda para simples medidas de descentralización administrativa. O incluso una tercera razón que sería aún más lamentable: la voluntad de negar a Cataluña y Euskadi la singularidad de sus reivindicaciones mediante la proliferación de Instituciones de Gobierno de igual contenido en el resto de las regiones. Cuando el ministro de las Regiones comienza a plantear el tema autonómico por toda la geografía española, habría que decirle que no disperse sus actividades sin haber resuelto antes el problema más decisivo, en estos momentos, para la consolidación de la democracia española: la negociación de un régimen provisional de autogobierno para el País Vasco.

25 Octubre 1977

A flote y en navegación

Carlos Sentís

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Pudo estar, el presidente Tarradellas, nervioso en otros momentos. Es siempre ello posible aunque, en él, harto difícil. Más, en cuanto sonaron en Madrid las horas de su regreso volveré a ellas sin ser presidente de la Generalirat. Tarradellas se mostró más apacible y sereno que nunca. Se movía como si la cosa no fuera con él. Para otros la vela de armas oe landar de un lado a otro de una estancia como ardilla enjaulada. Su último día fuera de Cataluña amaneció nublado pero no lluvioso y, al poco, estaba de punto en blanco; hablaba con Tierno Galván y, pudiendo excusarle de ello, iba a visitar el Cercle Catalá de Madrid del cual diría después de recorrerlo: «Es el mejor instalado que he visto en el mundo entero». La comida a temprana hora del mediodía fue igual para todos sus familiares. En su mesa, Antón Cañellas, su amigo y ex ministro de la República Mariano Ansó y yo mismo. Para todos igual menú: sopa y un salomillo como un adiós al Hotel Palace de sus preferencias desde los tiempos de su juventud de diputado en las Constituyentes. Ansó nos lee un artículo que ha escrito durante la noche; el presidente le escucha con atención. Después, a los coches.

Si el domingo fue una jornada de puertas para fuera, debía quedar el lunes para puertas para adentro. Una toma de posesión que el Gobierno Suárez quiso, con sus dos ministros acompañando al presidente además del consejero presidencial e interlocutor Sánches Terán, rendir los máximos honores a la Generalitat. El presidente Suárez invistió al presidente Tarradellas colgándole el escudo de la Generalitat, el mismo que tuviera Macià y que Tarradellas ha guardado durante cuarenta años en el exilio como prenda simbólico de su milagroso retorno. Cuando esta mañana Tarradellas levantaba sobre su cabeza la insigna, pocos sabían que aquel escudo, aparentemente sin especial valor, encerraba toda la historia de Cataluña.

De nuevo discursos sin falsa retórica ni florilegios. Extraordinario el de Suárez, una pieza maestra de estadista que eleva su función por encima de los partidos y de la contingencia para hacer de la investidura, un asunto más que de Gobierno, de Estado. Y discurso ajustado y altamente presidencial el de Tarradellas, glorificando el espíritu pactista y pacífico de los catalanes. Un ‘espíritu’, el de Tarradellas, más fuerte que el disparar cañones.

La nave está botada. ¡Buen viaje, Generalitat de Catalunya!

Carlos Sentís

04 Septiembre 1977

La representatividad de Tarradellas

José Antonio Trabal

(ex ERC ahora en Alianza Popular)

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Acabo de leer el artículo publicado bajo el título El honorable Tarradellas, a propósito del cual me excuso de formular las siguientes consideraciones.La designación de Tarradellas como presidente de la Generalitat, ocurrida en la embajada de España sita en la ciudad de México y que gozaba del beneficio de extraterritorialidad por representar a la República española, lo fue por nueve diputados sobre los 78 que constituían el pleno del Parlamento catalán. Es decir, por un número mucho menor al fijado como quorum para la validez de una elección legal.

Por otra parte, la última elección válida para el nombramiento de presidente de la Generalitat debió haber tenido lugar en noviembre de 1937, ya que el Parlamentó y el presidente de la Generalitat cesaban en su mandato de cinco años (1932-1937), después de su elección como tales. Posteriormente no se efectuó ninguna nueva elección de diputados al Parlamento catalán, el cual, según el artículo 14 del Estatuto de Cataluña, tenía solamente cinco años de duración. De forma que, aun prescindiendo de la falta de legalidad para la reunión de México, resulta que, de 1937 hasta 1954, el Parlamento de Cataluña, legalmente inexistente -o lo que de él quedase-, no se reunió por ningún concepto. Es decir, que durante diecisiete años nadie tuvo necesidad de su gestión legislativa.

Por otra parte, desde 1954 tampoco se ha vuelto a reunir el Parlamento catalán y, aun admitiendo que los nueve señores diputados presentes en México el año 1954, tuvieron vigente su título como tales, al cabo de veintidós años de haber sido elegidos -aparte de que hoy solamente queda con vida uno de ellos-, es evidente que, en un régimen político normal, debieran haberse realizado, por quinquenios de validez electoral, cinco elecciones de diputados al Parlamento catalán si éste hubiese existido en la realidad, política de nuestro país. Hecho que, junto con las anteriores consideraciones, implica, a todas luces, la imposibilidad material y legal de que el señor Tarradellas, pueda ser considerado como presidente de la Generalitat de Cataluña, cargo que, por otra parte, pertenece a una estructura político-administrativa hoy inexistente y para la reinstauración de la cual se están realizando gestiones, en un ambiente francamente acomodaticio.

Precisamente la ficción establecida acerca de la capacidad presidencial del señor Tarradellas, y las facultades anexas al cargo de presidente de la Generalitat, inexistentes en el momento presente, son la causa del choque actual entre la representabilidad real de los diputados y senadores, elegidos por el pueblo en un sufragio enteramente válido y el inadecuado reconocimiento al señor Tarradellas, de una autoridad presidencial de que carece totalmente.

Por otra parte, de acuerdo con el artículo 14 del Estatuto de Autonomía de Cataluña (aprobado por el Congreso de Diputados en 1932), «la Generalitat estará integrada por el Parlamento, el presidente y el Consejo Ejecutivo», estando centrada, en Parlamento, la capacidad legislativa y la facultad de elegir el presidente, así como la de destituirle mediante un voto de censura (artículo 41 del Estatuto).

Lo cual, contrariamente a la afirmación formulada por el señor Tarradellas en el diario Informaciones, demuestra que la Generalitat de Cataluña establece su estructura sobre un régimen democrático y organiza su funcionamiento sobre la primacía de un sistema parlamentario.

José Antonio Trabal

Ex diputado al Parlamento catalán, ex diputado a Cortes en 1933, ex secretario del Congreso de Diputados.

24 Octubre 1977

JA SOC AQUÍ

Jordi Domenech

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“Ja soc aquí”; con estas palabras inició su breve parlamento desde el balcón del Palau de la Generalitat el president Tarradellas. Cuánta emoción contenida, cuántos anhelos y esperanzas hechos realidad se encierran en esta afortunada expresión del presiden. Sí, después de casi cuarenta años de exilio y más de veinte como titular de una institución a la que permaneció fiel y leal, superando las innumerables contrariedades e incomprensiones de las que fue objeto. Tarradellas regresó a Catalunya como presidente de la Generalitat. Y lo ha hecho sin la más mínima concesión al rencor, al revanchismo, a la descalificación. Qué grandeza de espíritu. Qué diferencia de aquellos que sin sus méritos están siempre prestos a excluir, a ser sectarios, en una palabra.

Este y no otro es el gran éxito del president de la Generalitat y el que sin duda marcará todo su mandato. Ya que ha comprendido desde el primer momento que ésta es la hora de la reconciliación, de la solidaridad, de la responsabilidad. El momento en que es posible y necesario corregir los errores que antaño, y en circunstancias paralelas hicieron fracasar la autonomía catalana.

Por todo ello se abre ahora una etapa llena de esperanza para todos los ciudadanos de Catalunya, esperanza que si no queremos ver defraudada será preciso que todos tengamos muy presentes las palabras que ayer en sus distintos parlamentos pronunció el honorable Tarradellas. Que nadie olvide su repetida y constante llamada a la solidaridad con todos los pueblos de España: que nadie crea que nos debemos desligar de la suerte de nuestros hermanos de otras tierras de España ya que como el muy bien dice su estabilidad es nuestra estabilidad, su prosperidad es nuestra prosperidad.

Que nadie olvide tampoco sus múltiples referencias a la unidad, unidad que debe establecerse entre todos los ciudadanos de Catalunya, sea cual sea su postura política, ideológica o su lugar de nacimiento, ya que de lo que se trata es de consolidar una existencia comunitaria que sea válida. Para todos. Que nadie olvide, en fin, su llamada a la cordura y a la necesidad de que todos nos sacrifiquemos para el bien y prosperidad de nuestra tierra.

En definitiva, el president Tarradellas trazó ayer, con pocas y certeras palabras, toda una filosofía de lo que pretende sea su obra de Gobierno. Y uno está seguro de que si encuentra la asistencia necesaria entre las fuerzas políticas, sociales y culturales de Catlaunya esta nueva etapa de la Generalitat no sólo será fructífera para los catalanes, sino para todos los ciudadanos de España. Ayer, el pueblo catalán dio una muestra de sensatez y patriotismo. Que todos los responsables de nuestra vida pública hagan honor al president y a su pueblo. Y si esto es así nunca más tendremos que celebrar el regreso del exilio de un president de Catalunya.

Jordi Domenech

11 Diciembre 1977

Cataluña y las autonomías

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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ANTEAYER TOMARON posesión de sus cargos los doce ministros del Consejo ejecutivo de la Generalitat provísional de Cataluña. La presencia en el acto del capitán general de Cataluña y las elogiosas referencias a don Juan Carlos expresadas por el señor Tarradellas en su discurso habrán tranquilizado los ánimos de quienes, injustificadamente, tienden a pensar que la articulación de la comunidad política española en nacionalidades y regiones dotadas de regímenes de autonomía significa algún tipo de amenaza para la pervivencia de España como nación.Conviene dejar en claro, sin embargo, que el proceso de transformación de un Estado rígidamente centralizado en una estructura política, económica y administrativamente plural no ha hecho sino comenzar. Son numerosos y complejos los problemas que comporta ese proyecto cuando, como sucede en España, las nacionalidades históricas con mayor conciencia de su pasado y con más inequívoca voluntad de afirmar sus peculiaridades culturales e idiomáticas son, a la vez, regiones económicamente desarrolladas que han prosperado debido a su mayor iniciativa empresarial pero también gracias a las fronteras de un mercado estatal protegido por elevados aranceles y a la utilización de una mano de obra forzada a emigrar de las zonas agrarias del centro, del Sur y del Oeste.

Catalanes y vascos se lamentan, y con razón, de la represión de que han sido objeto su lengua, su cultura y sus instituciones de autogobiemo durante la etapa franquista. Sus reivindicaciones tienen un peso histórico que las sitúa fuera de la duda. A la vez sin embargo, su legítima satisfacción plantea delicados problemas, que no son únicamente prácticos. La oferta de que los trabajadores inmigrados se integren en Cataluña y Euskadi, propuesta que figura en los programas de la casi totalidad de los grupos de definición nacionalista, conjura el fantasma del chauvinismo o del racismo. Pero no constituye una solu ción válida para las minorías inmigradas que deseen mantener vivas sus tradiciones culturales e idiomáticas. El deseo de que las autonomías no sean un lujo y que la financiación de las instituciones de autogobierno no signifique la duplicación de los impuestos tiene una justificación evidente. Pero tampoco puede extrapolarse hasta el punto de negar la solidaridad con las regiones subdesarrolladas del resto de la Península, que sólo podrán salir del atraso y de la pobreza mediante el reparto de una riqueza a cuya creación han contribuido decisiva mente los trabajadores inmigrantes en Cataluña y en Euskadi.

Ante problemas complejos como éste, las recetas elementales para nada sirven. Y en esa perspectiva surgen serios temores de que la política del Gobiemo y de UCD en tomo a las autonomías, en vez de contribuir a clarificar temas en sí confusos y difíciles, no esté haciendo más que confundir y enturbiar la situación.

Así, en Cataluña, lo que fue en el mes de julio una medida de habilidad y prudencia política -el acuerdo del Gobierno con el señor Tarradellas para restablecer el nombre, aunque no las funciones, de la antigua Generalitat- puede convertirse en una fórmula desgastada e inútil en el plazo de poco tiempo. La negativa del señor Tarradellas a reconocer competencias a la Asamblea de Parlamentarios, la fórmula de fidelidad a su persona exigida a los ministros al tomar posesión de sus cargos, los cabildeos para la formación del Consejo y el descontento producido por algunos de los nombramientos; la falta de contenido, en fin, de las funciones asignadas al nuevo Gobierno, son otros tantos factores que pueden sembrar la desilusión y dar lugar a frustraciones en los votantes que refrendaron plebiscitariamente la autonomía para Cataluña. Sobre todo si no se comienza, desde ahora mismo, a preparar el tránsito desde esta Generalitat provisional a las instituciones definitivas, que sólo podrá establecer un estatuto de autonomía elaborado por los propios catalanes dentro del marco constitue ional apro bado por las Cortes.

Y ese marco constitucional no puede crearse a hurtadillas Y en régimen de confidencialidad. Es indispensable abrir un debate esclarecedor sobre lo que significará para el futuro de nuestro país una estructura estatal articulada sobre las atitonomías, tan reclamadas ahora, pero sobre cuyo contenido tantas dudas existen aún. Las prisas viajeras del ministro para las Regiones y el chalaneo para establecer estatutos de preautonomía quizás puedan mejorar la imagen electoral de UCD en las próximas elecciones municipales, pero no contribuye a resolver en nada las dificultades del tránsito del centrailismo al autonomismo. La experiencia de lo que suceda en Cataluña será, por eso, en muchas cosas paradigmática. Sobre los flamantes miembros de su Gobierno recae así, en gran parte, no sólo la responsabilidad del futuro catalán, sino del de las autonomías en la España toda.