30 mayo 1975

Anson, reconoce a LA HEMEROTECA DEL BUITRE, que se refería a Adolfo Suárez, Gabriel Cisneros, Martín Villa o Ortí Bordás

El periodista Luis María Anson denuncia en ABC la actitud de tantos franquistas que, a toda prisa, tratan de ocultar su pasado

Hechos

En mayo de 1975 D. Luis María Anson denunció en la Tercera de ABC a los muchos franquistas que, según él, intentaban ocultar su pasado.

Lecturas

La muerte del general Franco, puso en marcha la tradicional hipocresía de políticos y periodistas que descubrieron de golpe que nunca habían sido franquistas.  Entre los políticos se destacaron en este grupo D. Adolfo Suárez, D. Gabriel Cisneros, D. Rodolfo Martín Villa o el Sr. Ortí Bordás.

Pero también es aplicable a la prensa. Todos los directores de los periódicos se definen en sus biografías como “el director del periódico que más criticó el régimen”: don Aquilino Morcillo del YA (el que publicó que siempre puso sus esperanzas en el generalísimo), don Emilio Romero de PUEBLO (el de las entrevistas a o “Vuestra Excelencia”), don Luis Calvo de ABC (que había escrito al anterior aquello de “Dios nos libre, Emilio, de eso que llaman la libertad”, el Sr. Campmany de ARRIBA (el de las camisas azules), don Jesús de la Serna en INFORMACIONES (hijo de “Unus”), el Sr. Royo Villanova de EL NORTE DE CASTILLA (de los Royo Villanova de siempre), don Torcuato Luca de Tena, también de ABC (que apoyó el golpe del general Pinochet en Chile) e incluso don Rodrigo Royo de SP se definía como el periódico más independiente del Régimen. En el documental de “La Transición” de doña Victoria Prego, cita un “acusador artículo en el periódico monárquico de derechas ABC” en el que arremete contra los franquistas que dejan de identificarse como tales. ¿Era posible que el monárquico liberal se hubiera re-convertido al franquismo? Con inquina o sin ella, la señora Prego omite leer el fragmento en el que el periodista se incluye así mismo como opositor. El editorial se titulaba “Cobardía Moral»

Hay como un rumor de ratas que abandonan la nave del Régimen. Instalado en el pensamiento conservador, hostil a todas las dictaduras, lo mismo a la izquierda que a la derecha, partidario de la libertad, yo he venido militando en la oposición de verdad, con una larga biografía de multas, expedientes y exilios. Pues bien: sin compartir sus ideas, proclamo mi admiración por los franquistas y los falangistas que en la actualidad continúan defendiendo aquellos principios por los que pelearon. Y me sube en la vergüenza por esos otros franquistas, gallinas del sistema, que se ciscan en los símbolos con los que se enriquecieron para apuntarse ahora al cambio con tal de conseguir una frase de elogio de esas revistas izquierdosas que imparten a su capricho credenciales democráticas. No me refería a los que mudaron con riesgo y contracorriente años atrás, sino a los que lo hacen ahora con prisa y sin vergüenza. Es necesario superar la guerra civil, hay que hacer comprender a los vencedores triunfalistas y a los vencidos revanchistas que las nuevas generaciones tenemos derecho a no heredar el trauma de la lucha fraticida. (D. Luis María Anson, ABC, 20-5-1975)

Es evidente que “las revistas izquierdosas” eran CAMBIO16, TRIUNFO o CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO. La pregunta ociosa es… ¿quiénes eran las ratas y los gallinas a los que atacaba el artículo? “Era el grupo de gente encabezado por Adolfo Suárez y Gabi Cisneros”  me contestó cuando le pregunté. (27 años después, 9-12-02, el Sr. Ansón volvería a publicar un artículo sobre las ratas que abandonaban el barco, pero en una situación totalmente diferente). El más destacado periodista converso era don Emilio Romero, que estaba dando un extraño giro al declararse socialista. Un miembro de la redacción de PUEBLO que trabajó me decía: “Emilio Romero era un chaquetero, cuando Franco vivía era contrario al régimen democrático”. El propio Sr. Ansón dirigió varias críticas en esta dirección al que fuera jefe de la prensa del Movimiento. En su libro El Discreto Impertinente el Sr. Romero responde a esas acusaciones en un capítulo titulado “Al son de Luis María Anson”. Pese a ello, el Sr. Ansón – entonces director de Efe – me aseguró que no hubo ninguna hostilidad personal entre ambos: “Las cosas lógicas, él era el primer periodista del franquismo y yo de la oposición” .

Yo con los jaquetones tengo dos comportamientos: o los mando a la mierda o enhebro un desafío dialéctico. Confieso que me gusta ahora mucho más mandar a la mierda. Pero ¿Cómo voy a hacer esto con Luis María Anson? Su gran acusación es que soy símbolo del periodismo franquista. ¿Es que el ABC y LA VANGUARDIA, los dos periódicos de Anson, eran antifranquistas? Esto sería tirarse al suelo de risa. Nadie desconoce que el franquismo era insuperable en ABC. Pero ahora resulta que el símbolo periodístico  del franquismo era yo. Otra cosa sucedía durante el régimen de Franco, como es que yo estuve de parte de Juan Carlos, mientras Ansón era algo así como el paje ilustrado de su padre. (D. Emilio Romero, “El Discreto Impertinente”).

Fue la revista ultraderechista FUERZA NUEVA la que más se dedicó a recordar su pasado a todos los franquistas que habían osado volverse aperturistas. Don José María de Areilza, don Manuel Fraga, el duque de Suárez, don José María Gil Robles, don Juan Luis Cebrián o el marqués de Luca de Tena fueron los “judas” más linchados. Aunque todo lo dicho por FUERZA NUEVA era verdad, pues la mayoría de ellos tenían un pasado franquista innegable. Como en el caso de CUADERNOS o MADRID, también detrás de FUERZA NUEVA hay un proyecto político más que informativo y su líder, don Blas Piñar, será candidato al senado y al congreso, llegando a ser diputado en la legislatura 1979-1982, siendo aquello lo más alto que pudo llegar. Aún así, conseguía convocar abultadas manifestaciones de franquistas en la Plaza de Oriente. Pero las críticas de los ultras a los post-franquistas eran lógicas, lo raro era que los post-franquistas se criticaran entre sí sobre su pasado como ocurría en casos como los de D. Emilio Romero vs D. Augusto Assía.

 

20 Mayo 1975

COBARDÍA MORAL

Luis María Anson

Leer

En la España política se escucha ahora, cada vez con más frecuencia, el balido interminable de los corderos y el estruendoso revoloteo de las gallinas. Hay también como un rumor de ratas que abandonan la nave del Régimen. La cobardía moral se adueña día tras día de nuevos sectores de nuestra clase política. El espectáculo del miedo y el abandonismo es como para sentir vergüenza ajena.

Instalado en el pensamiento conservador, hostil a todas las dictaduras, lo mismo a la izquierda que a la derecha, partidario de la libertad creadora, yo he venido militando modestísimamente desde mis iniciales balbuceos políticos a los diecisiete años, en la oposición de verdad, con una larga biografía de multas, expedientes, procesos y exilios. Pues bien: sin compartir sus ideas, proclamo mi admiración por los franquistas y los falangistas que en la actualidad continúan defendiendo, dentro de la lógica evolución de los tiempos, aquellos principios por los que pelearon bravamente en la guerra y en la paz. Y  me sube en la vergüenza por esos otros franquistas y falangistas, por esos hombres del régimen, por esas gallinas del sistema que disimulan unas veces lo que fueron, reniegan de sus convicciones otras veces, se ciscan en los principios y los símbolos con los que se enriquecieron para apuntarse ahora al cambio y seguir en el futuro comiendo a dos carrillos. Hay quienes están dispuestos a proclamar el arrepentimiento más humillante con tal de conseguir una frase de elogio de esas revistas izquierdosas que imparten a su capricho credenciales democráticas o bendiciones rojas. (Por supuesto, no me refería más arriba a los franquistas que mudaron con riesgo y contracorriente años atrás, sino a los que lo hacen ahora con prisa y sin vergüenza).

Si despreciables resultan todas esas gentes que políticamente pertenecen a la familia de las gallináceas, también habrá que medir con la misma vara a aquellos bugueses, banqueros y aristócratas que se apresuran a nutrir las filas de la falsa izquierda y a financiar publicaciones y grupos de ese signo para asegurarse su situación en el posfranquismo como con parecidos procedimientos incienso y sumisión se beneficiaron del apogeo del Régimen. La cobardía moral de la clase dirigente española resulta verdaderamente bochornosa. Cada vez son más los políticos que no se atreven a proclamar su posición ni a defender lo que piensan. Por el contrario, se embadurnan todos los días con un maquillaje ridículo de progresismo, en la esperanza de atravesar así la aduana del futuro. Son máscaras y sólo máscaras que caerán cuando termine el radiante baile de disfraces en el que danza la España actual.

La cobardía moral, además, se ha extendido desde la clase política a muy amplios sectores de la sociedad entera. Es éste un factor clave para entender la realidad profunda del a vida española hoy. Los padres están acobardados ante los hijos los curas ante los fieles, los catedráticos ante los alumnos, los patronos ante los obreros. No todos, claro, ni siquiera la mayoría; pero los niveles de cobardía moral rebasan ya alturas que amenazan con la gran inundación, con el ‘sálvese quien puedas’, con la rendición sin condiciones.

Está claro que el país necesita, dentro de la prudencia política, una evolución sin pausa y ya con alguna prisa para no perder el último vagón del tren europeo. Pero ni la evolución ni la apertura consisten en hacer almoneda de aquello en lo que se cree para pasarse al enemigo con armas y bagajes. De lo que se trata es precisamente de todo lo contrario: de reafirmar posiciones, reconciliar a las familias políticas en los denominadores comunes de una acción generosa para el futuro y, entonces, invitar a los que no piensan igual a participar en la vida pública con posibilidades de vencer, no de exterminar, si el voto popular les asiste. Hay que desenclaustrar la política española, enviar a los desvanes de la Historia el triunfalismo tecnocrático de los últimos lustros y vertebrar una Monarquía libre y limpia que aborde los problemas allí donde manam. Está claro que el pueblo no quiere seguir pagando los salarios de la corrupción ni continuar a la escucha de la larga serpiente rumorosa en que se ha convertido nuestra vida política. Pero la solución a los problemas españoles en esta hora gravísima de la tansición – las doce en punto de la zozobra – no se encontrará fuera de casa. Contemplar a los vecinos con mimetismo simplista sólo demuestra una galopante estolidez. Los claveles de la libertad pueden florecer en los jardines de España junto a las rosas alegres de la paz

El complejo socialista con que se flagela a sí misma la derecha española resulta bien absurdo si tenemos en cuenta que al menos la mitad de la Europa libre vota a los conservadores. De lo que se trata no es de rendirse, acobardados, ante un rival mucho más débil de lo que parece, sino de organizar la convivencia sin monopolios ni exclusiones. Por eso habrá que exponer a la izquierda, a la verdadera izquierda, no a los intelectuales de cenáculo, no a los periodistas de pitiminí, no a los socialistas de salón, habrá que exponer con valor y claridad un puñado de realidades incuestionables. Yo tenía un año cuando empezó la contienda civil, pero aun a riesgo de ser lapidado sin piedad por los extremistas de izquierda, quiero afirmar que a los vencedores de entonces no se les puede exigir, sin caer en la demencia política que pidan perdón por haber ganado la guerra. Sólo los cobardes podrían avergonzarse de aquellas banderas que se cubrieron de sangre y de gloria en los campos de batalla. Ciertamente es necesario superar la guerra civil, hay que hacer comprender a los vencedores, algunos todavía triunfalistas y a los vencidos, no pocos aún revanchistas que las nuevas generaciones tenemos derecho a no heredar el trauma de la lucha fraticida. Pero si de verdad quiere organizarse la convivencia libre de cara al futuro habrá que actual sobre la pragmática política.

La teoría del borrón y cuenta nueva replantearía de nuevo la fractura nacional. No hay otra política inteligente de futuro que aquella que parta de lo actual para andar un camino de evolución sin lesionar, sin arrollar, a los que lucharon tantas veces con heroísmo para sacar al país del caos republicano de 1936. Los soldadores de la convivencia deben derrochar grandes dosis de prudencia, de energía y de flexibilidad, a izquierda y a derecha, para construir la Monarquía de todos al servicio de la justicia social y de los principios de derecho público cristiano, entendidos en su más amplia acepción.

Los cobardes, los que temerosos y acollonados corren con las vergüenzas al aire hacia las posiciones que consideran triunfadoras de futuro, pueden echarlo todo a rodar. Por eso estamos necesitando con urgencia denunciar a esos medrosos al os que se les fue la sangre a los zancajos, e iniciar una campaña para extirpar de raíz la cobardía moral que asfixia hoy a una parte considerable de la clase política española.

Luis María Anson