11 octubre 2003

El empresario comprueba ahora como parte de sus empresas son intervenidas y desmanteladas

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, encarcela al empresario Mijail Jodorkovski, primer magnate del país con la petrolera Yukos

Hechos

El 25.10.2003 Mijail Jodorkovski fue encarcelado acusado de estafa y evasión de impuestos.

02 Noviembre 2003

Mucho más que un millonario

Pilar Bonet

Leer
Yukos no es un Estado, pero con Jodorkovski a la cabeza, es algo más que una empresa

«Prefiero ser un preso político que un emigrante político». Mijaíl Jodorkovski, de 40 años, el hombre más rico de Rusia y jefe de la primera petrolera del país, podía haber abandonado su patria y evitar así ser engullido por la avalancha de cargos formulados por el fiscal general Dmitri Ustínov en nombre del Estado representado por el presidente Vladímir Putin.

Pero Jodorkovski no quería huir, y eso, como mínimo, le diferencia de otros magnates rusos exiliados. Se quedó por orgullo, por dignidad, tal vez por arrogancia, porque está harto de la historia de esclavos y siervos de una Rusia que sigue siendo feudal y para ser consecuente con sus propias palabras: «El que pueda apoyar los procesos democráticos al margen de los problemas que puedan surgir está moralmente obligado ante sí mismo y ante sus propios hijos».

Criado en una familia de ingenieros moscovitas, Jodorkovski llegó a ser dirigente del Komsomol (las juventudes comunistas) en un barrio capitalino, e hizo sus pinitos económicos en las cooperativas de la época de Mijaíl Gorbachov. El magnate no es «ni un ángel ni una figura moral», dice el analista Serguéi Márkov, pero sí es un hombre con visión estratégica del futuro. Jodorkovski piensa en el desarrollo de su empresa como parte del desarrollo de su país y cree tener responsabilidades sociales, aunque sólo sea porque las diferencias abismales entre pobres y ricos son destructivas para cualquier negocio.

En el periodo turbulento de las privatizaciones, Jodorkovski, que en 1990 fundó el banco Menatep, empleó métodos tan expeditivos y brutales como los otros oligarcas: acosó a los competidores, concentró propiedad obligando a los pequeños empresarios a vender a precio de saldo, avasalló a los accionistas minoritarios y no tuvo reparo en influir en los jueces, según un empresario que perdió la batalla, todo en aras del imperio Yukos, un gigante que hoy da trabajo a 110.000 personas.

Pero Jodorkovski comprendió que, para convertir su empresa en una de las grandes del mundo, tenía que cambiar de métodos y ser más transparente. En 2002, Yukos hizo pública su estructura de propiedad, lo que arrastró a otras empresas rusas a hacer lo mismo. Se convirtió en la mejor petrolera rusa, con balances regulares, gestión de tipo occidental, especialistas cualificados, actividades de mecenazgo y relaciones públicas -como apoyar la biblioteca del Congreso de EE UU- y proyectos sociales como la formación de maestros rurales en Internet, campamentos infantiles o la compra de una universidad en Moscú.

A ellos agregó este año una red de escuelas regionales para formar políticos, inspirada en la escuela de Yelena Nemiróvskaya, una institución donde el magnate, en vaqueros y sin guardaespaldas, ha sido frecuente conferenciante. Cuando fue detenido se dirigía a Irkutsk para inaugurar una de esas escuelas, que algunos ven como parte de su estrategia para crear un partido político. Desde que la persecución contra Yukos se agudizó, Jodorkovski dedicaba buena parte de su tiempo a explicar sus posiciones a distintos auditorios, viajaba, invitaba a periodistas e incluso los visitaba en sus redacciones.

Jodorkovski, que tras el desmoronamiento de la Unión Soviética en 1991 fue brevemente consejero del primer ministro, Iván Siláiev, asegura que no aspira a ser presidente. «No quiero y no puedo, o no puedo y no quiero», señalaba hace poco, aludiendo a su origen judío y a los prejuicios arraigados en la sociedad rusa, tanto más si se trata de judíos ricos.

Yukos no es un Estado, pero, con Jodorkovski a la cabeza, es algo más que una empresa. Este hombre, que en su juventud trabajó como carpintero y que tiene dos diplomas universitarios -de químico y de economista-, creía tener algo que decir sobre las decisiones estatales y las cuestionaba a menudo, ya fueran las rutas de los oleoductos o la legislación fiscal.

Se sentía libre y no se mordía la lengua donde otros callaban. Eso le valió un enfrentamiento directo con Putin en una reunión de empresarios el pasado febrero. Tras abordar el tema de la corrupción, expresó dudas sobre una operación realizada por Rosneft, en presencia de Serguéi Bogdánchikov, que encabeza esa petrolera. «La corrupción en el país se está extendiendo y usted puede decir que con nosotros empezó todo, pero en algún momento empezó y en algún momento se tiene que acabar», exclamó Jodorkovski. La réplica de Putin fue fulminante: «Algunas empresas como Yukos tienen un exceso de reservas, y cabe preguntarse cómo las recibieron», dijo el presidente, recordando al empresario sus problemas con los impuestos. Jodorkovski estaba jugando con fuego: Bogdánchikov está vinculado con los chequistas próximos a Putin y con el banquero de San Petersburgo, Serguéi Pugachov. La operación que Jodorkovski denunciaba era la compraventa de la petrolera Sevneft, que el ex viceministro de finanzas Andreí Vavílov había adquirido por siete millones de dólares y revendido poco después al Estado por unos 700 millones. Vavílov, que como Pugachov se hizo elegir senador para obtener inmunidad, aplaudía esta semana la detención de Jodorkovski por «no pagar impuestos», y aseguraba no comprender la reacción que ésta había suscitado.

En aras de sus proyectos políticos, Jodorkovski recurrió a prácticas poco ortodoxas, como introducir a su gente en los partidos de la Duma, desde los comunistas a los liberales, pasando por el propresidencialista Yedínaya Rossía. Corrió la voz de que tenía un plan maquiavélico para hacerse con el control del Parlamento y definir así las presidenciales de 2008, cuando Putin, según la Constitución, no puede competir una tercera vez. El Kremlin se asustó y, no por casualidad, la campaña de acoso contra el magnate se puso en marcha en vísperas de las legislativas.

Aunque su fortuna personal es de varios miles de millones de dólares -8.000 antes de la caída de las acciones de Yukos por el acoso que sufre-, el magnate es más dado a las actividades intelectuales que a la ostentación. Con su segunda esposa, cría a los tres hijos nacidos de esta unión.

29 Octubre 2003

Una víctima de Putin

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

El presidente ruso ha ordenado la detención de Mijaíl Jodorkovski, un empresario que a los 40 años ha conseguido por medios opacos convertirse en el hombre más rico de Rusia. La decisión ha provocado tal nerviosismo en la Bolsa que el primer ministro ruso pidió ayer a los inversores que no se dejen llevar por el pánico. Los cargos de los que se le acusa son los típicos en los casos no tan infrecuentes en los que Putin decide neutralizar a posibles rivales o competidores: estafa y evasión de impuestos. Estos cargos son especialmente efectivos para acabar con la carrera profesional y política de cualquier destacado hombre de negocios ruso, porque probablemente no haya ninguno al que no se pueda acusar con razón de estos delitos durante el saqueo generalizado del patrimonio estatal en la llamada privatización de los noventa.

Como uno de los líderes más significados de la oposición liberal al Kremlin, muchos ven a Jodorkovski como un buen candidato para disputar a Putin la presidencia en las elecciones de 2008. De momento ya apoya a los dos partidos liberales que compiten contra los aliados de Putin en la elección parlamentaria de diciembre. Como propietario de Yukos, el mayor consorcio petrolífero ruso, ahora en conversaciones con los gigantes estadounidenses ExxonMobil y Chevron, Jodorkovski puede ser uno de los pocos magnates con voluntad y medios para hacer frente a un presidente que ha hecho del abuso de poder su mayor característica. Otros antes que él ya sufrieron la misma suerte, como es el caso de Grusisnki, que había osado criticar al Kremlin con su imperio mediático.

Sea en Chechenia, en el trato de la oposición o en el apoyo a los magnates que le son fieles, Putin desprecia las reglas del Estado de derecho con el buen humor que le produce saberse a salvo de toda crítica internacional severa. Desde que Bush lo convirtiera en su aliado contra el eje del mal, puede cometer todo tipo de arbitrariedades sin dejar de ser un huésped bienvenido en la Casa Blanca y en las principales capitales europeas.

Liquidada la libertad de prensa, desaparecidas las incipientes garantías jurídicas que comenzaba a gozar la sociedad rusa y acalladas las voces críticas en el exterior, Putin sólo teme una respuesta a sus abusos de alguien con el suficiente poder y dinero como para generar lealtades. Y éste es, o era, el caso de Jodorkovski.

01 Noviembre 2003

Lucha por Rusia

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

Primero llegó el encarcelamiento de Jordorkovski. Luego, la orden del fiscal de requisar un 44% de la petrolera Yukos, que controlaba el oligarca. Y entre medias, la dimisión del jefe del gabinete de Putin, Alexandr Voloshin, número tres del Kremlin, próximo a Jodorkovski. Todo indica que Rusia está viviendo una lucha por el poder al margen del sistema democrático. No se trata de un demócrata frente a un oligarca, sino de una pelea entre gente que logró el poder o se enriqueció de forma más que discutible. Es el Kremlin frente a los nuevos grandes capitalistas, si cabe llamarlos así. Lo que está en juego es el sistema político ruso, y el futuro de una democracia hasta ahora precaria.

Dos oligarcas, Berezovski y Gusinski, ya están en el exilio, y hay una preocupante dosis de antisemitismo en el intento de ganar el pulso a estos jóvenes hipermillonarios. Putin fue un invento de los poderes post-soviéticos, un ex KGB que hasta ahora había navegado entre dos aguas. Pese a haber nombrado ayer como nuevo jefe de gabinete al llamado cardenal gris, Dimitri Medvédev, un moderado sin perfil claro, los últimos movimientos, antes de las elecciones parlamentarias de este mes y las presidenciales de marzo, podrían indicar que Putin se ha decantado por los halcones que lo encumbraron frente a esas fuerzas sociales de los nuevos ricos, riquísimos, de la era post-soviética. Putin tiene algo a su favor: los oligarcas son muy impopulares, dado que se han quedado con la riqueza de Rusia. Pero las críticas del primer ministro, Mijaíl Kasiánov, a la intervención de Yukos reflejan que dentro del Kremlin tampoco hay un frente unido.

La nueva oligarquía económica siempre se apoyó en la política y en el control de un Estado que dista mucho de ser de derecho, como se ha visto con el uso de la fiscalía para hacerse con el control de Yukos, pese a las repercusiones que tal paso puede tener en las inversiones extranjeras en Rusia y en sus mercados de capitales. Jodorkovski fue detenido esencialmente por evasión de impuestos y fraude, delitos que entran en la naturaleza de los oligarcas. La realidad es que Putin vió en Jodorkovski un rival político de peso en las próximas elecciones, con un programa abierto a opciones más liberales. Pero lo que está en juego no es la suerte de este o aquel oligarca, sino el futuro de Rusia y su incipiente democracia. Y los métodos empleados en este pulso indican que la lucha va a ser muy sucia y más propia de un sistema autoritario que de una democracia.

23 Agosto 2004

Lecciones de Yukos

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

Vladímir Putin tiene ya escrito el final de la operación de acoso y derribo contra la petrolera Yukos, aunque la ejecución técnica del plan de neutralización de esta empresa como sujeto económico y político independiente se demore más o menos. Cualesquiera que sean los detalles en el proceso penal contra Mijaíl Jodorkovski, el fin del Kremlin al tratar de estrangular su imperio es anular un poder que se había convertido en una amenaza para Putin desde el momento en que el magnate adelantó proyectos que iban más allá de lo económico.

Está por ver si Putin pasará también factura a otros oligarcas que medraron con Yeltsin. ¿Le pedirá a Abramóvich las cuentas de la compra del club de fútbol Chelsea? ¿Se desentenderá de los pecados fiscales pasados de otros oligarcas? Mientras se aclaran estas incógnitas, hay varias lecciones del caso Yukos para los dirigentes democráticos europeos. La primera es que la división de poderes no es aún una realidad operativa en Rusia. Muchos políticos de la nueva Rusia no imaginan que la justicia pueda ser algo diferente a una prolongación del poder ejecutivo. Jueces y fiscales se orientan hacia el rumbo del Kremlin, no sólo porque reciban directrices telefónicas, sino siguiendo el sistema de pistas y señales, entre las que destaca el tono de la televisión estatal. Las leyes y documentos oficiales tienen un valor relativo en Rusia. Existe un código de comportamiento que es un criterio más definitivo.

La segunda es que la política y la economía rusas tienden hoy al monopolio. Por razones históricas y porque las oportunidades de diversificación (libre competencia de partidos y de empresas) no llegaron a prender. En parte por la inexperiencia de los actores (y por su codicia) y en parte por razones de inercia. Putin es la personificación de esos condicionantes.

Y la tercera, que los empresarios occidentales deben saber que sus intereses en Rusia no podrán progresar si chocan con la idea del Estado de los dirigentes políticos. Los negocios, sobre todo los grandes negocios, son imposibles sin contar con el Estado y, sobre todo, con los intereses de los dirigentes que representan ese Estado en un momento particular. Que los mandatarios europeos no quieran incomodar a Putin con preguntas abiertas sobre Jodorkovski o Yukos y se laven las manos ante la pervivencia de prácticas autoritarias tal vez sea explicable teniendo en cuenta la magnitud de los recursos naturales rusos y las dependencias de Europa, pero es descorazonador para quienes trabajan por un Estado democrático y plural en Rusia.

03 Junio 2005

Parodia de justicia

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

La condena a nueve años de prisión -uno menos de lo solicitado por el fiscal- del magnate Mijaíl Jodorkovski, acusado de fraude y evasión de impuestos, ha puesto de relieve a la vez la parodia judicial rusa y los procedimientos empleados por el presidente Putin. La lección principal del caso Jodorkovski-Yukos, que ha sacudido el paisaje político y económico del segundo productor mundial de petróleo, es que en Rusia el poder sigue siendo más importante que la ley. Una de sus consecuencias es la voladura de la confianza inversora occidental, reflejada en una creciente huida de capitales.

Es más que probable que Putin haya obtenido una victoria pírrica. El que fuera el hombre más rico de Rusia ha asegurado, conocida la sentencia, que no renuncia a querer democratizar su país. Las primeras reacciones políticas internas sugieren la conversión de Jodorkovski en un icono para los maltratados liberales rusos. Para las democracias occidentales, que desde el comienzo han visto en el proceso y el paralelo desmembramiento del titán energético Yukos un caso claro de escarmiento político al margen de la ley, la condena hace de Jodorkovski el tema inesquivable de los contactos con Putin. Bush ya ha sugerido que el magnate fue condenado antes de ser juzgado.

Jodorkovski representa el epítome del oportunismo económico al calor del caos y la corrupción privatizadora de Yeltsin. Un ascenso de la nada a la cima, culminado con el asalto a la mayor petrolera del país, Yukos, perpetrado con todos los medios posibles en un entorno tan sórdido y degradado como los años noventa en Rusia. Carrera similar a la de otros muchos personajes desmesuradamente ricos que, sin embargo, no han corrido su suerte. Su pecado real ha sido desafiar al autócrata Putin. El drama comenzó a escribirse al transgredir un pacto no escrito según el cual los «oligarcas» podían seguir siéndolo con tal de que pagasen impuestos y no se metieran en política. Mijaíl Jodorkovski financió partidos opositores y se convirtió en potencial amenaza para el jefe del Kremlin.

El final del caso, sin embargo, debería considerarse provisional. Su largo proceso y condena han servido al joven y ambicioso Jodorkovski para redibujar su imagen y pasar de triunfador sin escrúpulos a disidente comprometido con la lucha democrática. A diferencia de otros notorios potentados, ha elegido permanecer en Rusia para afrontar su calvario. Este elemento decisivo le hace diferente, y mejor, a los ojos de quienes comienzan a verle como un referente futuro.